domingo, 26 de octubre de 2014

Con la democracia, los chivatos fascistas están protegidos.

Postal. "Hacía falta que todo cambiara para que todo siguiera igual" (sellos de Correos de Franco y Juan Carlos)
Todo atado y bien atado

Chivatos franquistas protegidos por la democracia

La impunidad e incluso el premio que la democracia otorgó a los represores del franquismo es uno de los grandes lastres morales de la Transición española y una imposición que la débil izquierda aceptó en aquellos años en sus negociaciones con los reformistas de la dictadura.
Muchos de aquellos agentes de la Brigada Político-Social, de las fuerzas del orden y civiles que colaboraban con el régimen franquista aún viven y contra algunos va dirigida una denuncia judicial que investiga una jueza argentina, sin apoyo alguno en el Estado español.
ATLÁNTICA XXII, en su número 33, en el pasado mes de julio, publicó un amplio dossier de once páginas y cuatro artículos sobre este tema. Sus autores son los periodistas Fernando Romero, Xuan Cándano, Vicente Bernaldo de Quirós, Iván Martínez y Blanca M. García y los historiadores Rubén Vega, Fernando Mota y Javier Tébar. El texto que cierra el dossier es una entrevista a José Ramón Gómez Fouz, autor del libro Clandestinos y experto en la represión franquista en Asturias. En la entrevista alude a la etapa como chivato y delator ante el jefe de la Brigada Politico-Social de Asturias, Claudio Ramos, del líder sindical minero del SOMA-UGT y hombre fuerte del PSOE en esta Autonomía durante la Transición, José Ángel Fernández Villa. Ayer se supo que Fernández Villa está siendo investigado por la Fiscalía Anticorrupción por ocultar a Hacienda 1,4 millones de euros.

DOS DE LOS INVESTIGADOS EN ARGENTINA ACTUARON EN ASTURIAS

Torturadores franquistas vivitos y coleando

Entre los maltratadores y torturadores del franquismo que viven y están siendo investigados por la jueza argentina María Servini hay dos represores durante la dictadura en Asturias, el policía Pascual Honrado y el guardia civil Fernando Caro. Son los únicos denunciados, pero hay otros muchos que gozan de total impunidad. La democracia no los depuró y el PSOE ascendió y promocionó profesionalmente a muchos de ellos.
Pascual Honrado
Era el más bestia de todos”, dice Gerardo Iglesias de Pascual Honrado de la Fuente, la mano derecha en la Brigada Político-Social de la dictadura en Asturias de Claudio Ramos, el inspector jefe y auténtica bestia negra de los antifranquistas, que eran sobre todo comunistas. “Ramos era un tipo repugnante -recuerda el fundador de IU- pero el más carnicero era Honrado, que tenía las manos como un oso”.
Gerardo tiene un amplio historial de represión en sus carnes desde que era muy joven, pero Honrado es “el que más me machacó”. “Trabajaba el puño en el hígado y las suyas eran palizas de todas las maneras”, dice Gerardo, que también anota que a otro activista antifranquista de las cuencas, Faustino Sánchez “Fausto”, le rompió los tímpanos y varias costillas.
Otro que conoce muy bien a Honrado de la Fuente es Vicente Gutiérrez Solís, un comunista langreano que participó en las luchas obreras durante el franquismo y que todavía hoy es un activista del movimiento vecinal de su pueblo. A Vicente, Pascual Honrado lo detuvo siete veces. “Querían saber si éramos dirigentes del PC y cómo estábamos organizados”. Los interrogatorios los hacían Pascual y el propio Claudio Ramos junto a otros policías de la Brigada. “Uno siempre hacía de poli bueno y los otros de malos”.
Solís relata que Pascual Honrado “era el más bruto dando hostias, yo creo que gozaba dando palizas a la gente. Nos preguntaban de todo y todo lo negábamos porque estábamos preparados para soportar los interrogatorios por muy bestias que fueran, aunque por desgracia hubo gente que no resistió los palos y las palizas”. A la tortura física había que sumar la psicológica porque “no te dejaban dormir ni de noche ni de día en los calabozos de Oviedo. Te llamaban a cualquier hora de la noche y había careos con chivatos. Yo tuve uno con uno que había asistido a una reunión para preparar la huelga del 62”. Vicente y sus camaradas llamaban a este temido policía “Pascualón”: “Tenía un par de manoplas por manos y era muy fuerte. Sabía dar hostias y a pesar de que era un torturador verdadero, fue ascendido con la democracia”.
Los métodos de interrogatorio eran siempre los mismos. Entrabas al despacho de Claudio Ramos, que tenía las piernas al estilo americano, reposadas sobre una mesita baja. Detrás de él y de pie estaban sus “cachorros”. Ramos solía ir de comprensivo y dialogante y ofrecía agua y atenciones a los detenidos, pero era el que daba las órdenes para pegar las palizas, según varios testimonios recogidos por ATLÁNTICA XXII.
Una de las veces que Pascual Honrado trató de detenerle, Solís se las arregló para escapar. Estaba en un bar en Ciaño y los clientes le avisaron de que venía el policía. Muchos relatos de su vida le han dejado huella porque -explica- “lo que nos hacían era una gran vileza, nos despreciaban y nos vejaban”.
Gabriel Santullano, otro militante comunista que padeció los rigores de la represión, también recuerda a Pascual Honrado, un especialista en tumbar a la gente al suelo y dar patadas en el hígado. Habla de Honrado como “una persona fuerte, cuadrada, no muy alta y de manos como palas. Su aspecto era como el de uno de esos curas de pueblo que parece que acaban de dejar el arado y que comían cocido todos los días. En mi imaginación siempre creí que antes de ser policía había pasado por el seminario”.
Pascual Honrado es asturiano y se jubiló ya hace veinte años. Reside en Oviedo, aunque viaja mucho a Lugo y a León por motivos familiares. Es uno de los siete policías franquistas (y luego de la democracia) acusados de haber violado Derechos Humanos. Sin embargo, en una breve conversación telefónica con el diario digital Asturias24, Honrado dijo desconocer que quisiera imputarle una jueza argentina: “Yo estuve en comisaría, como cuarenta compañeros más, pero no tengo ni idea de qué me acusan”. De hecho, explica, “fui condecorado en varias ocasiones y llegué a ser comisario de Avilés ya en democracia, así que no tengo ni idea de qué me acusan”. El ex policía negó tajantemente que hubiera torturado a nadie y acusó de mentiroso a Gerardo Iglesias.
Cuadro. (mujer rapada llorando y con colgazos de los fascistas)
El capitán Caro
El teniente coronel de la Guardia Civil Fernando Caro Lería, conocido como “Capitán Caro”, es otro de los nombres que aparecen en la querella argentina. Estuvo poco tiempo en Asturias pero el suficiente para ser recordado hasta nuestros días por los que sufrieron sus torturas, pues fue uno de los más despiadados que actuaron en la represión del tardofranquismo. Era profesor de gimnasia y experto en judo. Nacido en Málaga en 1934, ingresó en la Academia General Militar en 1954. Había sido soldado del grupo de fuerzas regulares indígenas de infantería de Melilla número 2, dentro de la Guardia Civil. Dos años después, el 24 de julio de 1956, es ya teniente coronel, con 22 años. En diciembre de 1959 contrae matrimonio en la capilla de la Escuela de Estado Mayor con Marisol Gaedea Rivera, emparentada con el fundador de la Legión, Millán-Astray.
El 2 de agosto de 1963 llega Caro a Sama para encargarse de la represión de los mineros huelguistas del año anterior. Las huelgas rebrotan en julio de 1963 y se exige la vuelta de los desterrados. Es cuando aparece en escena el temible Caro y “la represión adopta formas brutales”, dice José Ramón Gómez-Fouz, autor de Clandestinos.
El objetivo de Caro era encontrar a los dirigentes del PC y especialmente a Horacio Ferńandez Iguanzo. “Creía que venía a una guerra y pensaba que lo que no se había conseguido en los últimos cinco años lo iba a lograr él en dos días”, explica el ex boxeador, que cree que desde el principio no estuvo bien aconsejado, pues sus superiores le pidieron mano dura.
Era habitual que llegara borracho por las noches al cuartel y allí se ponía un chándal y la emprendía a palos con los detenidos que había en el depósito municipal, incluso con los que estaban a disposición del juez. Pero Caro pasó a la historia por las palizas y el corte de pelo a dos mujeres comunistas del valle del Nalón, Tina Pérez y Anita Sirgo. Ésta última aún vive para recordarlo: “Era muy chulo y no era un hombre muy normal porque lo que hacía respondía más bien al comportamiento de una persona drogada o borracha”.
El capitán Caro tenía como segundo al cabo Pérez. El grupo de información de Sama lo formaban él y otras tres personas más. Anita describió para esta revista el tormento que vivió con Tina en el cuartel de la calle Dorado, donde también estaban detenidos su marido Alfonso Braña y Antonio Zapico: “Entraron Pérez, Sevilla y Franco. Fueron como lobos hacia nosotras y se lanzaron a pegarnos puñetazos y callamos para que no nos mataran. Luego vienen a buscar a Tina y se la llevan una media hora y luego vienen a por mí. Ella ya traía el pelo cortado. Ponían fotografías encima de la mesa de Caro para que dijéramos sus nombres y decimos que no sabemos. Entonces el capitán Caro pone la foto de Pasionaria y nos dice ‘¿A esta tampoco la conoces?’. Yo llevaba una melena larga, era joven y me amenazan con raparme el pelo al cero si no digo nombres. Como no hablo me van cortando poco a poco mechones con una navaja de afeitar. Lo hacía Pérez. De vez en cuando me daban una hostia y en un momento dado le pregunto a Caro que si no tenía madre y se levantó hacia una piña de bronce pesada que tenía encima de la mesa. Se incendió, cogió la piña y me la tiró pero, afortunadamente, la esquivé. Tengo mal el oído de los puñetazos que me dieron. Al día siguiente el jefe de la policía urbana, Jesús, que ya murió, quedó asombrado. El pasillo estaba lleno de sangre, había visto a mi marido y a Zapico y no les reconocía. Estaban hinchados de los golpes. Zapico era silicótico y echaba sangre por todos sitios. Jesús era de derechas pero buena gente”.
A Tina y a Anita las encarcelaron mientras les crecía el pelo. Su caso tuvo gran repercusión internacional y provocó un manifiesto de intelectuales que encabezaba la firma de Ramón Menéndez Pidal. Y eso que aquella “hazaña” no fue la más cruel de Caro, que llegó a simular ajusticiamientos con detenidos y a dispararles para amedrentarlos.
Caro es cesado en Sama el 31 de diciembre de 1963 siendo destinado a la 236 comandancia de la Guardia Civil. En la democracia mantiene su carrera e incluso obtiene ascensos y responsabilidades. En 1981 es comandante de la Guardia Civil de su ciudad, Málaga, y apoya claramente el intento de golpe de Estado de Tejero. En las transcripciones filtradas por Diario 16 en agosto de 1981 hay una referida a una llamada que hizo a la esposa del golpista: “Otro interlocutor que dice llamar desde Málaga y ser el comandante de la Guardia Civil de aquella ciudad, Fernando Caro Leria (cita el nombre y ambos apellidos a la esposa de Tejero «por si alguien te tiene intervenido el teléfono»), quien ofrece ayuda y asiente a la afirmación de Carmen Pereira de que «tenemos los españoles de mierda que nos merecemos»”.
Pero incluso, a pesar de sus simpatías por la intentona golpista, su carrera continúa. En enero de 1987 es destinado al Cuadro Eventual de Mando de la Dirección General con residencia en Málaga. Finalmente pasó a la reserva el 17 de diciembre de 1992, con 58 años recién cumplidos. Hoy vive en el centro de Málaga. ATLÁNTICA XXII habló por teléfono con su domicilio para intentar entrevistarlo, aunque una interlocutora dijo que no podía hablar “porque está operado de garganta”. Se le pregunta entonces si se le puede enviar una entrevista por escrito, a lo que también pone impedimentos porque “es muy mayor y está enfermo”. Sin embargo aparece como uno de los ganadores del concurso sobre la serie Los Tudor de Canal Plus y también como miembro de CorazónBlanco.com, una web de aficionados del Real Madrid.
El PSOE no los purgó, los premió
Los represores durante el franquismo no solo no fueron depurados, sino que muchos de ellos fueron premiados con ascensos o cargos de responsabilidad, sobre todo con el PSOE. Entre los que actuaron en Asturias destaca el caso de Antonio Garrido Fernández, que llegó a Oviedo a mediados de los años sesenta. Claudio Ramos lo metió en Ensidesa y aquel joven policía de la Político-Social se llegó a infiltrar en el PSOE y en la UGT. En el sindicato llegó a acudir a cursos y reuniones, una de ellas en Carmaux (Francia). A la vuelta informó de que Alfonso Guerra “era el más retorcido de todos”, según Gómez-Fouz.
Garrido fue el que dirigió la operación que concluyó en 1973 con la detención y encarcelamiento en Oviedo de Santiago Ibáñez y su pareja Carmen Masip Hidalgo, hermana de Antonio e hija del ex alcalde del mismo nombre. Desde su domicilio en Madrid, donde ahora vive el matrimonio, Santiago describe como “tortura psicológica y física” la detención en un piso y las 72 horas que la pareja pasó en Comisaría. “Garrido era el jefe, era el que amenazaba e inducía a uno joven, que era el que zumbaba”.
Pero, aunque ejercía de “poli bueno”, Santiago recuerda que Garrido “te ponía encima de la mesa desnudo y con luz las 24 horas”. “Aquel día nevaba y me tuvo desnudo sobre una plancha fría; luego amenazaba y amagaba, a mí me dio un golpe en el costado y a Carmen la amenazaba con hacerla abortar”, añade.
Santiago asegura que fue la Policía quien escondió en el piso una pistola para luego acusarle de ser su dueño. Garrido tenía la suya encima de la mesa cuando lo interrogaba.
Garrido y Barrionuevo
Cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982, Garrido fue nombrado jefe superior de Policía de Madrid, cumpliendo el vaticinio que le había hecho a Santiago Ibáñez: “El día que ganen los rojos yo seguiré de policía”. Por lo visto el ministro del Interior, José Barrionuevo, justificaba estos nombramientos porque “el que vale para una cosa vale para la otra”.
Tras un reportaje en Diario 16 donde se contaba su pasado, con testimonios de dos veteranos militantes comunistas avilesinos que padecieron sus maltratos, Garrido acabó jubilándose como jefe de seguridad del Banco de España. Ahora vive entre Madrid y Oviedo. Tiene abierto un bufete, porque es también abogado, con el nombre de sus iniciales: Angafer. Recientemente fue nombrado “Comisario Honorable” y entre sus méritos la Policía destaca que no tiene en su expediente “nota desfavorable que afecte al prestigio de la corporación”.

Foto del Gobierno del Principado de Asturias de Bregón.
Julio Bregón
En el Principado quien llegó a tener un alto cargo con el PSOE fue Julio Bregón, al que Vicente Álvarez Areces nombró director general de Interior en abril de 2002. Apenas duró dos semanas en el cargo, que tuvo que abandonar ante la pública indignación de muchas de sus víctimas cuando este policía ejercía en la Brigada Político-Social. Entonces, en los años setenta, estaba matriculado en Medicina y era inseparable de otro policía de la Brigada Político-Social, Felipe Bello.
Bregón era especialista en militantes de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y otros grupos trotskistas,  aunque también fue a por Juan Ortiz, entonces en el PCE de la Universidad, estudiante de Medicina y luego gerente del Sespa con el PSOE. En un incidente llegó a amenazar a un militante clandestino con una pistola. Sus dos bestias negras eran Tino Casal, de La Felguera, dirigente entonces de la LCR, y Cheni Lombardero, que se jubiló recientemente como maestro. Bregón solía participar en interrogatorios y torturas a los trotskos. Al periodista Vicente Bernaldo de Quirós, entonces militante del PCE, le llegó a golpear en los interrogatorios.
En los primeros años de la Transición Bregón fue destinado a Avilés y Langreo, donde se hizo muy amigo de dirigentes de la izquierda, todavía clandestinos, para limpiar su pasado policial. Incluso se afilió a la Unión Sindical de Policías, que era el sindicato progresista del Cuerpo en aquellos años, con buenas relaciones con UGT.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 33, JULIO DE 2014
http://www.atlanticaxxii.com/2972/chivatos-franquistas-protegidos-por-la-democracia
 

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