miércoles, 22 de abril de 2009

Derechos Humanos...sí, no, ns/nc.Resulta terrible comprobar cómo un gran número de personas en nuestra sociedad, posee una «sensibilidad parcializada» -probablemente inducida por el desconocimiento y la desinformación- ante la conculcación de los derechos humanos, alineándose con el discurso del Poder y otorgándole una legitimidad vergonzante.
Una de las situaciones más descarnadas y que deja patente esta afirmación es la que se produce en las cárceles y, más concretamente, con los presos FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento). El FIES es una base de datos, o lista negra si nos dejamos de formalismos, que recoge información individualizada de presos que la Dirección General de Instituciones Penitenciarias (DGIP) considera «peligrosos» y que por tanto, requieren un régimen de vigilancia «especial» (fuguistas y participantes en motines y protestas, además de presos de motivación política son los que conforman la lista de damnificados). Este fichero se crea en 1991 por un Gobierno del PSOE (sí, otra vez los del talante y el estado de derecho) para frenar las protestas y motines que se estaban produciendo tanto por presos sociales, organizados en la APRE-r (Asociación de Presos en Régimen Especial reconstituido), como por presos de ETA y GRAPO. El régimen FIES se creó en primera instancia mediante una circular para evitar el control parlamentario, pero posteriormente se votó y recibió el respaldo de todos los partidos, excepto IU y HB.
Pero ¿qué supone para una persona encarcelada vivir bajo una «vigilancia especial»? Pues bien, los presos en aislamiento, que pueden estar incluso en prisión provisional a la espera de juicio, viven encerrados entre 21 y 23 horas al día, en celdas de 3x4 metros, pudiendo salir con mucha suerte en parejas (no son pocos los presos que se encuentran solos en una galería ) a un patio de 10x15 metros. Ni qué decir tiene que no cuentan con actividades programadas de ningún tipo, se les controla la correspondencia, les confiscan cualquier cosa que les envíen del exterior: libros, ropa... Además, como las condiciones de vida las marca el director de cada prisión, son muy comunes las prohibiciones de visitas, de salidas al patio, los cacheos e inspecciones... Es decir, la deshumanización más terrible con el agravante de que quien la inflige, al menos sobre el papel, debiera tener el objetivo de la custodia y la reinserción.
Estas condiciones extremadamente crueles de vida, constituyen el caldo de cultivo necesario para todo tipo de abusos por parte de los carceleros, responsables de sus acciones pero no, y esto hay que tenerlo claro, de la cobertura legal de que disponen y que les proporciona una impunidad difícilmente entendible en parámetros humanitarios y democráticos.
No podemos dejar de exponer, al menos uno de los casos que representa la cotidianidad para cualquier preso FIES: Puerto III (Cádiz). Inaugurada en junio de 2007, cuenta con 70 plazas de aislamiento. La Asociación por la Defensa de los Derechos Sociales e Individuales (GGEBE-ADDSI) dio a conocer que «a los 14 ocupantes del módulo, entre ellos 7 presos vascos y un anarquista, se les está manteniendo separados del resto y totalmente incomunicados, reduciéndose todo contacto humano (...) al trato con ordenanzas y funcionarios» Recalca dicha Asociación, «están siendo sometidos a un régimen extremo de aislamiento e incomunicación, como los que organismos internacionales califican de tortura, con efectos devastadores a nivel físico y psíquico (...). Parece que como ocurriera en 1991 otro gobierno del PSOE está diseñando un régimen de castigo y exterminio para presos escogidos por su carácter rebelde o político».
Abu Ghraib, Guantánamo, prisiones chinas... grandes campañas a favor de los derechos humanos, sensibilización social, implicación de medios de comunicación, denuncia de las instituciones... En Iruñea los políticos discutiendo agriamente sobre la idoneidad de colocar una macrocárcel en una zona considerada «reserva paisajística», importándoles un bledo lo que dentro de estas prisiones se vive y se sufre, porque no nos engañemos, conocen perfectamente qué se «cuece» dentro de los muros de las cárceles. Al menos creo que cabe preguntarse qué entienden por derechos humanos nuestra clase dirigente y su electorado, ya que resulta agotador y frustrante intentar un entendimiento con alguien que mantiene posiciones antagónicas ante situaciones éticamente similares.

Antonio Domínguez. Colectivo Malatextos

Editado en GARA

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