martes, 25 de agosto de 2009

Opinión

De trabajador a parado y de ahí, a delincuenteJulio Ortega Fraile

La falta de empleo, la de otros por supuesto, se está reduciendo para nuestros gobernantes a un chorreo de cifras, de disculpas coyunturales y de medidas que parecen nacidas de la indiferencia ante el problema, del cretinismo mental o del deseo inconfesable de que nada cambie: no estoy seguro del origen pero me da lo mismo, porque los motivos de la desgracia nunca han servido para consolar de ella y mucho menos, para remediar sus efectos.

Y no me vale que me expliquen en el Congreso, en la rueda de prensa, en el mitín o en cualquier comparecencia pública que hacen cuanto pueden y que es cuestión de paciencia, porque las entidades financieras no atienden a esos plazos - de hecho no lo hacen a nada que no figure en la letra pequeña - y el hambre tampoco espera. Nuestros hijos, como los del Presidente, los de los Ministros y los de todos los Diputados comen, se visten y caen enfermos, pero la diferencia es que los de aquellos que estamos en el paro y no percibimos prestación por desempleo no tenemos con qué atender a esas necesidades. Y no me hable, Sr. Zapatero, de los 421 euros del subsidio, porque eso es lo que gana Usted en dos horas de trabajo y yo, he de repartirlo para treinta días entre cinco de familia. 2,80 euros por persona y día, ese es el resultado de la división Señor Presidente electo de todos los españoles, creo que no tendrá mayor problema para extraer conclusiones.
¿Qué pretende ¿que me alimente de promesas y mientras éstas se cumplen, o no, mis hijos hibernen durante la espera?, ¿o tal vez que abrace resignado la miseria como un factor sobrevenido por un periodo prolongado de crisis a nivel mundial? Déjese Usted de monsergas que no soy creyente, de palabrería tombolera que no hace más que ocultar su incapacidad, o su apatía, y no quiera convencerme de lo inevitable de la situación, porque el que yo no ocupe un cargo de poder no me convierte en un imbécil al arbitrio de sus decisiones ni tampoco, justifica que haya de conformarme con las migajas de su presupuesto y de su compasión. Yo no propicié esta situación, tal vez Usted tampoco, pero resulta que sí es, como máximo responsable de la gestión gubernamental, el que tiene la obligación de resolverla de modo satisfactorio.
Y no me vale que me rebote el problema preguntándome qué más puede hacer, qué recurso a su alcance sería el correcto; no lo sé ni me importa, no es mi cometido, como tampoco lo es diagnosticar mi enfermedad y establecer el tratamiento cuando voy al médico. Para eso cobra Sr. Presidente y si no sabe hacerlo lo siento, pero no me sirve de justificación. Pídale el dinero al Sr. Botín, empeñe los muebles de La Moncloa, subaste el yate del Rey o juegue al Euromillón, me trae sin cuidado la fórmula que escoja pero solucione esto y ya, no dentro de un año ni de seis meses, sino ahora mismo, porque antes de perder casa, coche, que mis hijos no coman y que no tengan ropa para vestirse, yo echo mano de la delincuencia y como Usted comprenderá, no me habrán arrastrado a ella el alcohol, las drogas o la ludopatía, sino la miseria a la que mi familia se ve abocada porque como otros muchos ciudadanos, he perdido mi trabajo y el INEM sólo me sirve para ir a sellar la cartilla.
No quiero escuchar teorías que me iluminen sobre las causas de esta situación tan espantosa, me temo además que no íbamos a coincidir en el análisis y que lo que Usted califica como efecto inevitable dentro un mercado global, yo lo llamaría consecuencia prevista y hasta puede que apetecida por muchos, de un sistema económico que no destaca precisamente por basarse en un reparto justo ni en la solidaridad; tampoco estoy dispuesto a ser espectador mudo y complaciente de la condena que a los míos y a mí se nos ha impuesto y que lo último que vea y escuche antes de hundirnos irremediablemente en la miseria, sea su rostro compungido y sus palabras de aliento. Nada de eso me vale cuando sus actos no acompañan a los sentimientos que quiere aparentar y por eso, Sr. Zapatero, porque estoy harto de farsas, de golpes de efecto y de posturas mediáticas, le anuncio la más que probable comisión de una transgresión legal por mi parte para ofrecer a mis hijos lo que hasta hace unos meses me era posible gracias a mi trabajo y ahora, es una obsesión inalcanzable a pesar de una búsqueda continua tan desesperada como infructuosa.
Podrá después un juez condenarme pero resulta que en todo el Código Penal, y no es pequeño, no explica cómo unos padres y sus hijos pueden mantenerse sin recursos económicos. Vergüenza deberían de sentir al comprobar como cientos de miles de personas se debaten en la más absoluta precariedad y aquí siguen teniendo presupuesto para los banqueros, para cúpulas, para la tauromaquia, para los sueldos millonarios de muchos políticos, para campañas electorales o para mil estupideces, muchas de ellas prescindibles y algunas, simplemente dañinas. Haga la prueba, subsistan Usted y los suyos durante un mes con 421 euros, ni una moneda más, y a eso añádale algo que en su cargo no le suena: pague casa, vehículo y recibos. Si es capaz de hacerlo le ruego que nos explique a los ciudadanos cómo se consigue y si no lo logra, entonces busque inmediatamente una solución o váyase a disfrutar de su remuneración de por vida como Ex-presidente, pero por favor, no nos siga tratando como a imbéciles y obligándonos a buscar en el delito la última solución porque le aseguro que al menos yo, llego a él antes que a ver cómo mis hijos pasan hambre mientras con cara de idiota escucho sus explicaciones y sus demandas de paciencia.
No Señor, el dinero se me ha acabado, la paciencia también y no quiero perder lo último que me queda: la dignidad como ser humano, aunque me cueste la libertad, pero prefiero ser un buen preso que un mal padre. No sé si comprende mis prioridades porque tengo la impresión que a Usted no le importa lo más mínimo ser ante este problema, un Presidente nefasto.

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