Patxi Zamora periodista
Vivimos en permanente carnaval. De ideas, ofertas, promesas y otros falsos disfraces que desdibujan la realidad y permiten al enfermo sistema capitalista continuar con su particular mascarada. La pobre categoría intelectual, la mediocre y sumisa actitud de los dirigentes políticos alertan sobre la gravedad de la afección del imperialismo. La mayoría no conservaría sus poltronas si fueran sinceros y explicaran sus verdaderas convicciones. Muy pocos se retratan al estilo de Mayor Oreja cuando define el franquismo como época de extraordinaria placidez y se dedican a vender para vencer, desideologizando el debate político.
Los pilares de esta corrupta democracia temblarían si los líderes de la comunidad confesaran sus íntimas reflexiones sobre los inmigrantes, la tortura, el uso de drogas... o contaran públicamente lo que es vox populi: ¿cómo ha conseguido su enorme fortuna Juan Carlos Borbón? ¿Por qué muchos de sus amigos han acabado en la cárcel? ¿Por qué el Estado español no hace caso de las recomendaciones de Amnistía Internacional sobre la tortura? ¿Por qué la mayoría de los imputados por torturas consiguen llegar a lo más alto del escalafón en sus respectivos cuerpos policiales? ¿Se guarda el dinero del narcotráfico en los grandes bancos tradicionales?
La mayoría de los dirigentes políticos son productos de mercadotecnia y los medios de comunicación que los sustentan juegan a la publicidad con el futuro de los seres humanos. Cuentan mucho los gestos, el maquillaje y el corte de pelo y poco los argumentos, las ideas y la capacitación de los líderes de la ciudadanía. Y así le va de mal a la mayor parte de la humanidad y de bien a unos poquitos congéneres, por llamarlos de alguna manera. Disfraces, mentiras, y al final delitos, porque el continuo engaño al que nos someten y que mantiene a una gran parte de la población mundial sumida en el hambre -30 mil muertos cada día- y en la guerra no se puede calificar de otra manera que como delito de lesa humanidad.
He aquí nueve ejemplos de esas verdades a medias que retuercen y manipulan la realidad, y también de quienes disfrutan de ese perverso carnaval protegidos bajo la máscara de político demócrata, obispo piadoso o empresario de éxito:
«EEUU declara su gran solidaridad con las víctimas de la tortura en el mundo. La tortura en cualquier lugar es una afrenta a la dignidad humana. Nos comprometemos a construir un mundo en el que los derechos humanos sean respetados y protegidos por el imperio de la ley». Comunicado de G. W. Bush, el íntimo amigo de Aznar, en junio de 2003.
«Yes, we can», nos vendió el Obama del cambio y nombró asesor económico a Larry Summers, nuevo multimillonario gracias a los mismos bancos y fondos de alto riesgo a los que ahora protege de una nueva regulación.
BBVA, Santander, Repsol, Telefónica, Endesa, Iberdrola, Gas Natural y Unión Fenosa destinaron, en 2008, 370 millones de euros a proyectos solidarios, «responsabilidad social corporativa» le llaman. Al mismo tiempo han llevado a cabo la II Conquista de América convirtiéndose en las más poderosas empresas de Latinoamérica, por encima de las corporaciones estadounidenses. Fieles al espíritu de Milton Friedman cuando afirmaba: «la única responsabilidad social de las empresas consiste en incrementar sus beneficios», esos 370 millones sólo suponen el 1% de los enormes beneficios originados en aquellas tierras.
El presidente venezolano Hugo Chávez es el dirigente internacional menos valorado por la población del Estado español, según el CIS. Su Gobierno ha sido uno de los pocos en el mundo que ha sobrepasado los objetivos de la ONU (reducir la pobreza extrema a la mitad, de un 25 a un 7,5%), ha doblado los beneficiarios de la seguridad social, ha reducido de un 30 de su PIB a un 14% su deuda externa, PIB que ha incrementado un 10,5% en cinco años y ha reducido ostensiblemente las desigualdades y el desempleo.
El Gobierno español sacó a sus tropas de Irak en un arranque antibelicista. Ha enviado más a Afganistán. En el año 2008 incrementó la venta de armamento un 54,6% y a día de hoy fabrica cuatro bombas de racimo diferentes.
Nos contaron que la aplastante derrota de los «radicales» de Hizbulá en el Líbano fue consecuencia del discurso pronunciado por Obama en El Cairo. Hizbulá obtuvo el 55% de los votos (incluida la mayoría del voto cristiano), pero debido al sistema democrático libanés se hizo con el 45% de los escaños, lo contrario que la oposición.
Desde todos los medios de comunicación se critica la explotación de las mujeres a través de la prostitución. Esta práctica aporta a los periódicos estatales a través de anuncios más o menos estimulantes («Público» es la excepción, y en Euskal Herria «Diario de Navarra», «Berria» y GARA) la friolera de 40 millones de euros anuales. El rotativo conservador «La Razón», después de su sección de «Religión», incluye una media diaria de 91 anuncios de prostitución, algo menos que «Abc» y por detrás de «El Mundo» y «El País», líder de esta triste clasificación.
La Iglesia Católica califica como pecado «acumular excesivas riquezas». La misma institución no renuncia a utilizar las polémicas Sicav, sociedades de inversión para grandes fortunas con una fiscalidad tan ventajosa como indecente.
Rubalcaba, ministro del Interior, busca «desesperadamente el fin del terrorismo». Fue portavoz del Gobierno de Felipe González, la X de los GAL, y en esta nueva época ya cuenta con un desaparecido, Jon Anza. En un alarde de visión política, apoyó a Rosa Díez para dirigir el PSOE y ha acabado como ministro plenipotenciario del actual presidente Rodríguez Zapatero. Como el político francés José Fouché, que llegó a la élite gobernante con Luis XVI, cortó cabezas durante la revolución, sirvió a Napoleón y luego de ayudar a su caída en desgracia, restauró la monarquía.
Toda revolución empieza por entender lo que está pasando y culmina con actuar en consecuencia. De ahí el esfuerzo de este capitalismo de «acumulación por desposesión» (D. Harvey) por desdibujar la realidad, por ocultar y falsear hasta los detalles más nimios de nuestra vida. Por eso debemos encomendarnos a la batalla ideológica de informar con datos y argumentos que empujen a la ciudadanía hacia la participación y le ayuden a escapar del opio del consumo en Occidente y de la miseria en el resto del mundo. Debatamos sobre el futuro sin sectarismos y luchemos para combatir la máxima de Reagan: «la política pertenece a la industria del espectáculo».
Aparecido en GARA
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