sábado, 11 de diciembre de 2010

ENTREVISTA: JAVI GARCÍA VICTORIA, expreso político del PCE(r). Seis años y medio en la cárcel por comunista

ENTREVISTA con FRANCISCO JAVIER GARCÍA VICTORIA, seis años y medio preso político por militancia en el PCE(r)Hacemos esta entrevista a Javi García Victoria en los mismos días en que las y los presos políticos del SRI, del PCE(r) y de los GRAPO están desarrollando ayunos todos los martes y viernes en denuncia de las brutales condiciones generales en que se encuentran en prisión.

De la grave criminalización que sufren como revolucionarios presos -añadida a la propia estancia en prisión-. Del alargamiento de las penas por la cruel Ley Parot -que aplican con carácter retroactivo-. De la asesina dispersión -sí, asesina, porque además de ya a varios presos políticos, ha asesinado a sus familiares y amigos -que no tienen cuentas directas con el Estado para hacerles morir en la carretera-. Del aislamiento 23 horas al día en celdas lóbregas e insalubres. De las palizas dadas por decenas de “funcionarios” a una persona indefensa. De los partes -más falsos que un billete de 11 €-, que llevan (como al propio Javi García Victoria) a añadir más meses o años de cárcel (repetimos, añadida) por el sólo embuste y la criminalización, que algún día también será juzgada en la verdadera memoria histórica. De la terrible condición de las y los presos políticos enfermos.


Qué añadir que esta humilde web y diferentes blog no intentemos aportar informativamente a diario …
Sí, podíamos añadir. Enfocar la entrevista como solidaridad activa, para dar voz a los sin voz. Y para ello no sólo le preguntamos a Javi sobre detalles “carcelarios” en sí. Para dar verdadera y objetiva voz a esos sin voz que están presos por opiniones como las siguientes (que de pura verdad, en vez de ser represaliadas y encarceladas, debieran ser respetadas -según la propia ONU, cuya jurisprudencia de papel mojado abarca a todos los países que la integran- y debatidas políticamente, no con picana, bañera y decenas de años de prisión inhumana), hicimos esta entrevista con Javi.

Nos ha resultado enormemente interesante, humana y profundamente política. Javi salió de la cárcel el pasado septiembre, y robándole un tiempo en el que nos decía estar “aún aterrizando, más por la falta material que otra cosa, jajaja”, charlamos con él:

-Javi, ¿Cuánto tiempo has estado en prisión?
En prisión he pasado un total de seis años y medio, en dos etapas: de noviembre de 2002 a abril de 2006; y de agosto de 2007 a septiembre de 2010. El período transcurrido entre una y otra etapa estuve en libertad provisional, a espera de que el tribunal supremo confirmara, como así hizo, la sentencia de 6 años por integración en organización terrorista emitida por la audiencia nacional. Después, en 2009, fui condenado a 6 meses más por amenazas a un carcelero.

-¿Y en qué circunstancias se dio esta condena de 6 meses? Pensamos que esto puede ser muy explicativo de cómo funcionan las cosas por la España “intramuros”.
En el 2005, tuve un altercado en la prisión de Valdemoro en medio de una protesta. Cuando un compañero anarquista (Rafael Tomás Gaspar) y yo realizábamos un plante (negativa a subir a la celda), fuimos agredidos por 8 ó 10 carceleros. Nosotros interpusimos una denuncia por estos hechos y la cárcel, en respuesta, me denunció por amenazas.
La “contradenuncia” en el Estado español es todo un clásico por parte de las “fuerzas del orden”, para justificar todas las tropelías que cometen y también para meter el miedo en el cuerpo a la gente y que no denuncien; el mensaje que lanzan es: si tú denuncias, nosotros te vamos a denunciar a ti; y nosotros tenemos el respaldo de todo el aparato del Estado.
Nuestra denuncia, la que nosotros hicimos contra los carceleros, fue finalmente archivada o sobreseída hace apenas unos meses, después de un montón de vicisitudes jurídicas. Un juzgado de Valdemoro, que es el que llevaba esta denuncia, se escudó en no sé qué subterfugio jurídico para considerar que esta denuncia había prescrito.
En cambio, en la denuncia que se cursó contra mí, todo el trámite judicial fue estupendamente. Se me juzgó en febrero de 2009. El fiscal me pedía 2 años por “amenazas terroristas”. Pero, después de cómo se desarrolló el juicio, en el que, evidentemente, tenían que haberme absuelto, pues todos los carceleros que declararon en el juicio, salvo uno, dijeron que en ningún momento me habían escuchado proferir ninguna amenaza. Es decir, varios carceleros negaban la versión de uno de sus compañeros y de la propia cárcel.
La cosa quedó en 6 meses por amenazas “no terroristas”. Como no podían absolverme, pues absolver a un “terrorista” no queda muy bien en esta España “cañí” que nos han fabricado, dejaron el asunto en 6 mesecillos de propina.

-¿Podrías hablarnos de tu detención, del contexto político tan determinado en que se dio?
Hace aproximadamente 10 años comenzó lo que podemos calificar como “el período de la Ley de Partidos”. ¿Por qué se ha caracterizado este período? Por la persecución total y absoluta, arrasando con cualquier resto de libertad política que pudiera quedar en pie, de todas las organizaciones del movimiento obrero y popular, políticas y no políticas, que no se plegaron a la farsa “transicional” ni al neofascismo instaurado a partir de ella en, el que aún continuamos.
Hasta que comenzó este período al que aludo, el objetivo principal de la represión habían sido las organizaciones armadas como ETA o los GRAPO. Las organizaciones políticas como el PCE(r), Herri Batasuna u otras, aunque no dejaban de estar en el punto de mira represivo, contaban con un “cierto margen” de maniobra, sobre todo en el caso de las organizaciones políticas de la izquierda abertzale, que contaban y que continúan contando a pesar de todo, incluso con representación institucional. Eran perseguidas, pero “dentro de unos límites”. Por ejemplo, los militantes del PCE(r) que fueron condenados en los 90, lo fueron por asociación ilícita y no por pertenencia a banda armada o integración en organización terrorista. Esto, además de conllevar condenas más bajas, suponía un reconocimiento implícito por parte de los tribunales de que los militantes de esta organización eran perseguidos por sus ideas políticas, por su pertenencia a una organización política y no, como ha ocurrido después, por su pertenencia a no sé qué conglomerado terrorista.
Por supuesto, no me olvido de que en estos más de 30 años, el PCE(r) y el MLNV han sido objeto de miles de detenciones y represión directa, de espionaje y también de guerra sucia; basta recordar a militantes como Santi Brouard, Francisco Javier Eizaguirre o Juan Carlos Delgado de Codes, por citar unos pocos nombres.
Todo esto se acaba cuando, de la mano del aznarismo, y con el respaldo de “los de la ceja” (que hoy continúan aplicando la misma política represiva, y son aún más hábiles en esto que los peperos), entramos de lleno en el período de la Ley de Partidos, que supone un auténtico salto cualitativo en la persecución política del movimiento de resistencia antifascista. Y no porque a partir de entonces el régimen deviniera más fascista de lo que lo fue en otras épocas, sino porque la represión toma un carácter cualitativamente diferente.
Con la ley de partidos, y con la estrategia en que ésta está inscrita, lo que se pretende es hacer lo mismo de siempre, es decir, machacar a la disidencia política, pero por la vía digamos… “legal”, creando todo un corpus jurídico que permita llevar a cabo ese “machaque” sin recurrir, o haciéndolo en menor medida que en el pasado, a métodos “ilegales” como la guerra sucia u otros.
Aunque ya vemos que tal “escrupulosidad” legalista no le es posible a nuestra “democracia”... me viene a la memoria el caso de Jon Anza, del que aún queda todo por explicar -si bien no es necesario ser demasiado avispado para saber qué es lo que ocurrió-; o el de Portu y Sarasola, por mencionar sólo un par de ejemplos de cómo funcionan las cosas por el reino de España.
Por otra parte, el objetivo principal de la represión ya no son las organizaciones armadas, sino que, como decía antes, la represión se extiende al conjunto de las organizaciones del movimiento de resistencia antifascista, sean partidos políticos, organizaciones de solidaridad con los presos políticos, antirrepresivas...
La cuestión es que, ahora, todo militante revolucionario o antifascista, por el hecho de serlo, puede ser y es considerado como terrorista. Las detenciones son constantes (hoy hay en las cárceles cientos de presos políticos independentistas, comunistas, anarquistas...). Se condena a larguísimas condenas de cárcel (superiores en muchos casos a los 10 años) por actividades meramente políticas. En mi caso, que, sin duda, no es, con mucho, de los más graves, he pasado 6 años y medio en la cárcel por ser militante de base del PCE(r). Por llevar a cabo actividades tan “criminales” como repartir octavillas en manifestaciones, en los centros de trabajo, en los nudos de comunicación, por hacer pintadas reivindicativas, por participar en charlas políticas, por organizarme, en definitiva, como joven, como obrero y como comunista. Se da la circunstancia de que la Audiencia Nacional, en la sentencia en la que me condenó, reconocía explícitamente que no se podía demostrar que yo hubiera tenido ninguna participación en lo que ellos llaman el “aparato militar” (las organizaciones políticas o armadas ya no son organizaciones independientes, sino “aparatos” de una sola organización), pero que había que condenarme sí o sí por integración en organización terrorista.
Y en esta situación continuamos.
Cuando se escucha a nuestros politicuchos hablar de libertades, de democracia, uno no puede sino echarse a reír, pero con una risa amarga, por cuanto tras esta hipocresía se esconde lo que venimos comentando: la cárcel, la arbitrariedad más absoluta y otros “fenómenos” sobre los que el Relator de la ONU Contra la Tortura podría darnos muy buena cuenta. Y esto, desde luego, tiene muy poco de cómico.
En cuanto a mi detención, fue a finales de noviembre de 2002, en una operación en que fuimos detenidos varios militantes comunistas y solidarios y que, a su vez, formaba parte de una operación más amplia, que comenzó en julio de ese mismo año, con la detención de un buen número de militantes tanto en el Estado español como en el francés. En total, en el conjunto de esa operación, fuimos detenidos más de una veintena de militantes comunistas, antifascistas y solidarios.
El trato durante la detención fue más o menos el habitual (quizá algo más “civilizado” que en otros casos). Y con eso quizá ya diga más de lo que está permitido en un país como éste, donde la guardia civil es intocable.

-¿Cómo fue posteriormente tu periplo carcelario?
No ha sido muy diferente al de otros compañeros.
He conocido las cárceles de Soto, Valdemoro, Aranjuez, Palencia y A Lama, en Galicia. Más de la mitad de la condena la he pasado en primer grado, el régimen penitenciario más restrictivo. He estado dispersado política y geográficamente. Con compañeros de mi colectivo de presos políticos no he compartido más de 5 meses de los 6 años y medio. Con quien más cárcel he compartido ha sido con presos políticos vascos, en los que siempre he encontrado apoyo, solidaridad y, en muchos casos, amistad. Aunque también he pasado no menos de 8 ó 9 meses, en diferentes períodos, completamente solo, sin la compañía de ningún otro preso político.
El día a día en la cárcel se caracteriza por el control absoluto sobre el preso político: todas las comunicaciones intervenidas, restricciones de todo tipo en las actividades que puedes realizar (las “razones de seguridad” sirven para impedirte casi cualquier actividad) y hasta controlan tu aspecto físico, con quién te relaciones, tu estado emocional, si haces deporte ¡¡los carceleros cuentan con tablillas en las que hacen anotaciones sobre todo esto!!; éste es el famoso “especial seguimiento” del FIES, para el que cuentan con grupos de carceleros dedicados a ello en cada prisión y cuya labor es dirigida por un organismo central que se encuentra en la secretaría general de instituciones penitenciarias. Es allí, en base a los informes que van recibiendo, donde se diseña el “tratamiento” a aplicar a cada preso político en función de sus posiciones políticas, su situación familiar, su estado emocional en cada momento, etc.
Hay un libro muy famoso, titulado “1984”, del escritor anticomunista George Orwell, en el que se retrata una sociedad hipercontrolada e hiperdirigida. El autor pretendía que este libro fuese una denuncia de lo que, según él, ocurría o iba camino de ocurrir en la URSS de Stalin. Sin embargo, lo que hoy vemos es que esta “utopía” del hipercontrol quien la ha realizado no ha sido el “pérfido” comunismo, sino el capitalismo. Y esto, en España, es una realidad particularmente evidente dentro de su sistema carcelario... y también fuera de él.

-¿Y cómo has encontrado la calle al salir?
Respecto a cómo estaba hace algo más de tres años, cuando estuve en libertad provisional, sí he notado cambios. En primer lugar, estamos metidos hasta las cejas en esta nueva fase de la crisis capitalista. La miseria general que hay hoy, no la había hace tres años. Entonces, la situación era muy jodida para cientos de miles de familias. Hoy, esta situación es sencillamente desesperada. Familias trabajadoras que más o menos conseguían salir adelante con mucho esfuerzo y sacrificio, están, si no en la indigencia, prácticamente metidos en ella. Hace apenas un rato he podido ver, en una iglesia cercana a mi casa, una cola enorme de gente esperando para poder desayunar en uno de esos comedores para personas sin recursos. Jamás había visto unas colas tan numerosas. Y, sobre todo, jamás había visto a tantísimos trabajadores y trabajadoras formando en ellas.
Por otro lado, en el barrio en el que vivo, que es Vallecas, y en otros en los que hago bastante vida, como Villaverde, nunca había visto tantos jóvenes sin nada que hacer (no en vano, España tiene el índice de paro juvenil más alto de toda la Unión Europea), condenados a ser parados de por vida o, como mucho, a trabajar en precario de vez en cuando.
Por no hablar de las colas que se forman en las oficinas del INEM. Basta un dato: para hacer cursos de formación, hay hasta lista de espera. Cuando salí de la cárcel la anterior vez (y la situación tampoco era una maravilla entonces), a los 15 días, estaba haciendo un curso, y, a las pocas semanas de terminar el curso, me puse a currar. Ahora, llevo tres meses en la calle, y del INEM no me han llamado ni para hacer un miserable curso. Y, de curro, mejor no hablamos.
Todo esto es muy sintomático de lo rematadamente mal que están las cosas. Aunque, por el grado de movilización que está demostrando el movimiento obrero, pareciera que estamos poco menos que bien. Me llama muchísimo la atención, por no decir que me tiene sencillamente estupefacto, la pasividad y la falta de respuesta que, en general, está habiendo a la crisis y a las medidas que, al calor de ella, está tomando el gobierno. Desde luego, el movimiento obrero en el Estado español no puede estar muy orgulloso de cómo está afrontando la situación en que nos encontramos. La labor de zapa que durante décadas ha desarrollado el reformismo, sea en el terreno político (con los parásitos de PCE-IU) o en el terreno sindical (con los no menos parásitos de CCOO y UGT), ha dejado su huella. También la represión ha cumplido su papel en la desmovilización y desorganización de los trabajadores. Toda esta ofensiva de la Ley de Partidos y demás se puede decir que no ha sido sino una guerra preventiva con la que el capitalismo español se ha preparado para afrontar una situación como la actual, para evitar, con un cierto éxito, por lo que estamos viendo, una reestructuración del movimiento obrero y popular sobre unas bases combativas y revolucionarias. Pero, aun así, hubiera sido esperable (al menos, yo lo esperaba) algo más de combatividad, de lucha, de reivindicación, que, a nivel general, se pueden considerar prácticamente nulas, sobre todo si tenemos en cuenta la gravedad de la situación por la que estamos atravesando. No hablo de la “toma del Palacio de Invierno”. Eso requiere de un grado de organización, de movilización y de claridad política e ideológica del que aún estamos a años luz. Pero, a nivel espontáneo, de reivindicar por lo menos “lo inmediato”, se puede y se debe hacer mucho más; y no con huelgas-farsa como la que convocaron los sindicaleros para lavarse la cara, para tapar las vergüenzas de sus constante traiciones, sino con la lucha diaria, con la movilización permanente y, por supuesto, al margen y en contra de esos mismos sindicaleros, que ya debería tenerse más que claro que son parte integrante del sistema, uno más de sus engranajes y cuya función no es otra que la de asegurar unas condiciones más o menos pacíficas para que los capitalistas puedan seguir explotando a los trabajadores.
En cualquier caso, no hay visos de que la situación económica vaya a remontar el vuelo. Todos los datos indican más bien lo contrario: que vamos a ir a peor, que la crisis ha venido para quedarse. Y esto, inevitablemente, traerá un despertar del movimiento obrero. La paciencia de los trabajadores no puede ser infinita, aunque a veces lo parezca. Ese despertar del movimiento obrero no nos conducirá a la mencionada “toma del Palacio de Invierno”. Para eso, como digo, aún queda mucho camino por recorrer. Pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que permitirá que los trabajadores se quiten de una vez por todas la venda de los ojos y empiecen a ver las cosas tal como son y no como se las cuentan. Y el Estado, con la obstinación que viene mostrando en tensar la cuerda al máximo, parece empeñado en que esto sea así.
Que continúen por ese camino; toda la labor ideológica, de manipulación, de propaganda que han hecho durante décadas para convencer a los trabajadores de que su sistema es el mejor de los posibles, se va a venir inevitablemente abajo. Y es que, cuando la realidad te da de ostias un día sí y otro también, no hay manera de que te vendan ninguna moto: estamos asistiendo a una demostración práctica de lo que es el capitalismo, de lo que puede ofrecer. Y no puede ofrecer más que precariedad, paro, miseria, represión y negación de todo tipo de derechos.

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