lunes, 18 de julio de 2011

Colonialismo asesino español en el Rif. La ley fascista de partidos

 
Memoria Histórica del día:



-1909: En Barcelona los obreros se enfrentan a las fuerzas represivas para impedir que el Batallón de Cazadores Reus embarque hacia Marruecos.


-1936: Sublevación militar fascista contra la República Popular en España. Desencadenada por los fascistas patrios, apoyados por los nazis alemanes y los fascistas italianos y portugueses y facilitada por la criminal política de “no intervención”, hasta el 1 de abril del 39: 700.000 muertos.


-1943: Los guerrilleros de la Agrupación de Andalucía, en Málaga, ejecutan a los administradores del financiero fascista Juan March.


-1961: La policía asesina en torturas en Donostia a María Mercedes Antxeta. Civil y natural de Venezuela.


-1976: 32 bombas colocadas por los GRAPO estallan en edificios oficiales, gobiernos civiles y militares, sindical-verticales y comisarías de Madrid, Sevilla, Vigo, A Coruña, Cádiz, Barcelona, Bizkaia, etc. En reivindicación de la Amnistía para los presos políticos. El 31 de julio, vuelven a explotar 9 bombas. En una de las acciones contra un monumento fascista, en Sevilla, mueren los 2 primeros militantes de los GRAPO -José López Ragel y Fausto Peña Moreno- caídos en acción.
-1977: Los GRAPO entran en Radio Madrid para intentar emitir un mensaje en exigencia de la Amnistía y en reivindicación de los atentados contra centros oficiales de EE.UU. y Francia y Diario 16 en Madrid, el Tribunal de Menores de Valencia y la muerte en atentado de dos guardias civiles en Barcelona, donde uno de sus militantes resultó herido de gravedad. Esa noche, vuelan una docena de monumentos fascistas y centros oficiales del régimen.

Cronología”. Del libro “GRAPO, los hijos de Mao”, de Rafael Gómez Parra. Editorial Fundamentos.

 
IMPERIALISMO español criminal en el Rif


El 9 de junio de 1909, se inicia una insurrección, popular y armada, en el Rif marroquí. Al mes exacto, el gobierno español llama a filas a los reservistas, para enviarlos allí. Dos días después, los socialistas abarrotan el mitin en Madrid contra la guerra. En Barcelona, el 18 de julio cientos de obreros se enfrentan a las fuerzas represivas para impedir que el Batallón Cazadores Reus embarque hacia Marruecos. El 26, comienza la Semana Trágica, como huelga insurreccional en Barcelona, Sabadell y otras poblaciones industriales y el 28 se decreta el Estado de Excepción en todo el Estado español. El Partido Radical de Lerroux, se aprovecha del odio del pueblo hacia la Iglesia, e instiga la quema de iglesias y conventos. La represión se desata. El 1 de agosto termina la Semana Trágica, con cien obreros muertos, juicios sumarísimos y condenas a muerte y a perpetuidad. Se inician los fusilamientos el 4 de agosto, siendo el primer asesinado el obrero barcelonés José María Baró y se ordena el cierre de 34 centros culturales obreros de toda Barcelona. Como respuesta, en septiembre se forma la Conjunción Republicano-Socialista. El 13 de octubre, fusilan a Francesc Ferrer i Guardia, firme defensor de la exclusión de la religión en la enseñanza. Al día siguiente, en París, Londres, Roma y otras siete ciudades europeas, se celebran grandes manifestaciones contra el fusilamiento, contra Maura y contra la monarquía que lo ejecutó. Mal, muy mal tuvieron que ver las cosas los gobiernos europeos, para que el 1 de noviembre, los diputados derechistas franceses pidieran la creación de un ejército colonial de 100.000 negros para poder intervenir en un conflicto europeo. El 28 de noviembre, en Madrid, se inaugura la Casa del Pueblo, con sentidísimo recuerdo a todos los compañeros catalanes. Aquel era otro PSOE, está claro. Otra enseñanza, los obreros catalanes dieron la espalda al oportunista Lerroux y viraron hacia el anarco-sindicalismo.

La anécdota infamante la pusieron las damas de la burguesía, que el 18 de julio, en el puerto de Barcelona, regalaron cigarrillos y medallitas a los soldados obligados -todos pobres, pues los ricos se libraban del Ejército pagando una redención en metálico-. Éstos arrojaron las medallas al mar, y cientos de obreros, que estaban allí para despedirles reivindicando, empezaron a gritar al unísono: “¡Tirad los fusiles!, ¡Abajo la guerra!, ¡Que vayan a ella los ricos!”. La chispa fue encendida. Aviso a navegantes.


A matar hermanos, a eso nos arrastran a Marruecos.”
Josep Graçia
(Semana Trágica, poemario. Barcelona, 1999)



La ley fascista de partidos

Juan Manuel Olarieta Alberdi

Abogado, escritor y represaliado político


Aún estaban los campos de batalla encharcados de sangre cuando en 1939 los fascistas promulgaron la primera ley de partidos, llamada Ley de Responsabilidades Políticas. Hasta que reescriban la historia por enésima vez, lo que hasta ahora sabemos es que en 1939 no había ningún parlamento, pero es que los fascistas no necesitaban parlamentos para redactar leyes como aquella de Responsabilidades Políticas.

A muchos las historias le aburren y me dicen que pierdo mi tiempo mirando siempre hacia atrás, pero el problema es que la transición no derogó la legislación fascista, así que los que nos tentamos la ropa a cada paso tenemos que tener en cuenta estas cosas. La Ley de Responsabilidades Políticas de 1939 sigue, pues, vigente, es decir, es de plena actualidad, es una ley “democrática”.

Quienes no pierden su tiempo mirando al pasado posiblemente no sepan que nada es lo que parece: los republicanos se alzaron en armas contra los fascistas, pero fueron derrotados y luego acusados, juzgados y condenados por el crimen de “rebelión militar”, según leyes como la que acabo de mencionar, que en su artículo 2 prohibió casi todo, especialmente los partidos políticos, los sindicatos y demás organizaciones que formaron parte del Frente Popular. Desde entonces, con diversos disfraces, los mismos siguen en rebeldía militar contra los mismos, una situación que, como todas las enfermedades mal curadas, se ha hecho crónica.

Pasaron 40 años, tras los cuales, por efecto del denominado síndrome de Estocolmo a la inversa, ocurrió algo extraño: los vencedores dijeron que deseaban pasarse a las filas de los vencidos. Quisieron ser demócratas, pero de una manera también extraña porque, si su deseo hubiera sido sincero, hubieran debido dar pruebas de ello, demostrarlo con hechos. Por ejemplo, podían haber legalizado a los partidos democráticos y no sólo a los suyos (que no eran democráticos). Pero no ocurrió nada de eso, sino todo lo contrario: no borraron las viejas leyes fascistas, como la de 1939, y aprobaron otras iguales que aquella (igual de fascistas).

Aunque no les gusten las viejas historias, los más viejos del lugar se acordarán de la primera ley de asociaciones políticas de 1976, otra ley fascista. Dijeron que aquella ley se aprobó para legalizar a las asociaciones políticas pero, como verán, ni siquiera hablaban de partidos políticos, un mal augurio que se confirmó: la ley prohibía aquellas “asociaciones” políticas sometidas a una disciplina internacional, es decir, los que no eran auténticamente españoles, los vendidos al oro de Moscú.

Cuando en 1976 la policía detenía a un comunista, el interrogatorio seguía el siguiente diálogo de besugos:

- ¿Tú eres comunista?

El detenido tiraba de orgullo y asentía: “Sí”. Entonces el policía inevitablemente le aconsejaba:

- Pues si allí se vive tan bien y te gusta tanto, ¿por qué no te largas a Moscú y nos dejas en paz a los demás?

En aquellos tiempos nació la teoría del “entorno”, que les sonará: en 1976 el PCE era la marca electoral del KGB lo mismo que en 2011 Bildu es la marca electoral de ETA, el PCE(r) la de los GRAPO, etc. Desde la transición vivimos atufados por una sociedad en cuyo supermercado -sea comercial o electoral- imperan unas marcas y unas franquicias que -a pesar de sus esfuerzos publicitarios- no engañan a nadie. Hasta el más tonto sabe que la leche de la marca Clesa es la misma que la de Puleva; al fin y al cabo todo es (mala) leche.

¿Qué pasó con el PCE-KGB en 1976? ¿Fue legalizado? Que las marcas no les confundan; las cosas no son lo que parecen. El gobierno de Adolfo Suárez hizo lo mismo que hoy ha hecho Zapatero con los partidos políticos que, como Bildu, aún pretenden recuperar su legalidad después de 70 años de permanente “rebelión militar”: no legalizó nada sino que envió los papeles a los tribunales. Las decisiones nunca han sido, pues, políticas sino técnicas, es decir, que al no existir democracia el problema se sigue planteando hoy en los mismos términos que en 1939: esos partidos políticos que pretenden ser legalizados, ¿son unos criminales o tienen algún derecho en lo que piden? ¿cuál es la diferencia entre un crimen y un derecho? ¿hay alguna diferencia?

Desde 1939 todo está vuelto del revés. Si la transición hubiera sido un proceso democrático, los gobiernos hubieran debido demostrar algún interés por legalizar a aquellos partidos que durante décadas habían luchado por la democracia. Pero ocurrió lo contrario: fueron los partidos democráticos los que mostraron interés por legalizarse. En aquella época a eso se le llamó “ventanilla”: no eran los fascistas los que tenían que pasar por la ventanilla para adquirir patente democrática sino, al revés, los demócratas debieron demostrar que lo eran. No bastaban las batallas libradas durante 40 años a sangre y fuego.

Algunos pasaron por la ventanilla, es decir, pasaron por el aro que los fascistas les pusieron delante: cambiaron los estatutos, cambiaron los nombres, cambiaron las banderas... hicieron todo lo que el gobierno de turno les exigió. Pero nadie exigió nada a ningún gobierno fascista, nadie exigió responsabilidades ni a la monarquía, ni a la banca, ni a la Iglesia , ni a la policía, ni a los jueces. Ésa es la esencia de la transición: no fueron los fascistas los que incorporaron a la democracia sino los demócratas los que se incorporaron al fascismo.

Los fascistas siempre han creído que los problemas se solucionan a palos, convirtiendo lo político en judicial, es decir, con sumarios, detenciones, cárceles y demás. A veces así logran retardar el estallido, nunca impedirlo. Por eso se les han acumulado los asuntos sin resolver; a los viejos se le han sumado los nuevos. Ahora que los indignados hablamos de participación política, conviene recordar que entre los múltiples asuntos que tiene pendientes en este país, uno de ellos es la legalización de los partidos políticos, sin lo cual nunca podrán hablar seriamente ni de democracia ni de participación. Es tan sencillo como la prueba del algodón. Basta que aprueben una ley democrática de verdad con sólo tres artículos: el primero dirá que queda derogada la ley fascista contra los partidos políticos, el segundo los legalizará y el tercero librará de la cárcel a los que han defendido los dos artículos anteriores.

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