martes, 22 de mayo de 2012

Con porra y pistola, y muy cobardes.

Denunciar las agresiones policiales



Entrevista a una de las 18 detenidas el 13 de Mayo en Sol


“Hay que ser un cobarde para amenazar cuando se lleva porra y pistola”
 
Rus Moreno, estudiante de 23 años, es una de las 18 personas detenidas durante [el desalojo de la Puerta del Sol de la noche del sábado al domingo tras la manifestación del 12M. Puesta en libertad el lunes 14 de mayo, está acusada de desobediencia, resistencia, atentado y lesiones.



DIAGONAL: ¿Cómo se produce tu detención?


Rus Moreno: Fue el sábado por la noche. Yo había estado en la
manifestación de la tarde, pero después me fui. Mis padres tienen un bar cerca de Gran Vía y había estado allí toda la noche. Mis amigos vinieron a buscarme y pasamos por Sol para hacer tiempo porque el autobús de vuelta a casa lo cogíamos en Jacinto Benavente. Habíamos visto en la tele del bar que no iban a desalojar. Llegamos a Sol sobre las 4:30.
Al poco de llegar nosotros, apareció la policía con los cascos puestos y la porra en la mano. Yo intenté localizar a una chica con la que había estado hablando un momento antes, que me había dicho que había perdido sus amigos y quería decirle que se quedase con nosotros. Por eso me separé del resto que estaba en medio de la plaza y ya vi que la policía estaba pegando a la gente.
Estaba junto a uno de los furgones. En ese momento, dos policías salieron de detrás y me dijeron que me fuera. Les dije que estaban mis amigos a 20 metros y, antes de que pudiese darme cuenta, me golpearon y me tiraron al suelo. Me golpeé en la cara al caer. Un chico que vio cómo me pegaban fue detenido por defenderme, porque se acercó a decirles que qué hacían. Yo creo que fueron a por mí porque estaba sola.
Según dice la policía, en ese momento me registraron, me leyeron mis derechos y me pidieron la documentación, pero no es cierto. Me levantaron del suelo, me pusieron las esposas directamente y me subieron al furgón.
Todavía llevaba la mochila puesta, que ni siquiera me quitaron. En el furgón donde me metieron fue llegando más gente, otros 7 detenidos. Luego al llegar a comisaría descubrí que había más, otros 3 en otro furgón, y otros 8 que llegaron más tarde.


D.: ¿Cómo fue el trato durante esa primera noche?


R.M.: En el furgón nos tuvieron metidos una hora y media. Recuerdo el calor que hacía. Había otro de los detenidos, un chico, que estaba fatal.
Sudaba mucho y estaba muy pálido. Les pedimos a la policía que nos abriese la puerta, pero no lo hicieron.
Cuando ya nos bajaron, nos sentaron en el vestíbulo de la comisaría a los 10 primeros y nos quitaron las esposas. Había bastantes policías allí.
Fuera, en la calle, pudimos ver a los otros 9 detenidos contra la pared, con las esposas puestas. Luego me enteré de que la mayoría de esos 9 habían sido detenidos por policías secretas en la calle del Carmen, Ópera, Gran Vía...
Yo fui una de las primeras a las que llevaron a otra sala, porque pedí un parte médico, del golpe durante la detención que me había provocado una herida en la mejilla y heridas en las rodillas. Me vio un médico en una sala de la misma comisaría y me hizo el parte.
Volvieron a sentarme en el vestíbulo de la comisaría, junto a todos los demás. Entonces llegó un jefe de policía, no sabemos todavía qué cargo tenía, pero llevaba un uniforme distinto y el resto de policías parecía obedecer órdenes de él. Se encaró con uno de los chicos detenidos y empezó a insultarle y a decirle que se lo iba a llevar al baño. Le decía “te voy a partir la cara, ya verás si entonces eres tan bocazas”.
Yo murmuré: “hay que ser cobarde para amenazar cuando se lleva una porra y una pistola”. Este policía dejó al chico detenido y me gritó. “Cállate, que te voy a partir la cara”. Vino derecho hacia mí. Cuando vi que se acercaba, me levanté como reacción. Tenía que haberme quedado sentada, porque con el golpe que me dio en la cara caí al suelo y ahí ya me cubrí la cabeza, cuando empezaron a pegarme patadas. No sé si las patadas me las daba la misma persona, no podía ver. Los policías que estaban allí hicieron un círculo alrededor para impedir que se viera cómo me golpeaban, porque estábamos en el vestíbulo de la comisaría, delante del resto de detenidos. Uno de ellos se levantó para mediar, y creo que si no hubiera sido por él me habrían seguido golpeando. Yo empecé a llorar. Obviamente no volví a decir nada en toda mi detención.
Me levantaron del suelo y nos pusieron otra vez las esposas a todos y contra la pared, hasta que nos metieron en los calabozos. En el calabozo ya tenía la cara hinchada, el labio partido y sangre seca. No me dejaron ni lavarla.
D.: ¿Cómo fueron las horas siguientes?



R.M.: En el calabozo me metieron con otras dos chicas también detenidas.
Con ellas estuve hasta el domingo por la tarde, cuando dejaron en libertad a las primeras 9 personas. A mí y a otros 8 nos dejaron detenidos hasta el lunes. Según dijo la policía, porque tenían antecedentes. Pero no era así.
Yo no tengo antecedentes y seguí allí. Como tampoco los tenía el chico que me defendió cuando me agredían. Yo creo que nos dejaron para preparar la acusación contra mí, por el tema de la agresión.
Desde que me quedé sola en el calabozo empecé a tener mucho miedo. No paraba de pensar que en cualquier momento podían entrar para volver a golpearme y que ahí no habría testigos.


D.: ¿Cuál es la acusación contra ti?


R.M.: Sobre todo, que me había negado a identificarme, que les había insultado y agredido, que una vez en comisaría, cuando vinieron a quitarme las esposas y yo había intentado darles un cabezazo. Cuando leí la acusación no me lo podía creer.


D.: Y has puesto una denuncia por las agresiones.


R.M.: Sí, ayer mismo. Quería ponerla lo antes posible. Tenemos un parte de lesiones a la entrada en la comisaría y otro a la salida. Yo en cuanto salí de los juzgados fui al hospital a que me hicieran un reconocimiento.
Creemos que este proceso puede ir rápido, porque tienen que revisar las cámaras de la comisaría y me tendría que ver el forense, por lo que creo que no puede tardar mucho. El juicio sí que puede tardar años.


De Diagonal

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