“Solidaridad con los presos comunistas y antifascistas”
Otra condena (y van...) de Europa al Reino de España en cuestión de derechos humanos.
Aquí no se ha dejado de torturar desde 1936. Muchos de los torturadores más sanguinarios han pasado luego con honores y condecoraciones a altísimos puestos de Estado. Allí por el 77, por el 81, por el 2006... y ahora mismo. Pero el problema no es solo cuantitativo (todos los años organismos internacionales denuncian multitud de torturas en España de todos los cuerpos policiales), sino que define cualitativamente el motor diario, la política que guía el porqué se dan las torturas, muchas, casi siempre en el ámbito político, que afectan a millares de personas en todo el Estado español y que en el 99% de los casos son impunes, cuando no el 1% restante suponen penas ridículas que nunca se cumplen.
La política fascista de seguridad es así: dejar tranquilitos ante la TV a los que “han decidido no salir a manifestarse y quedarse en su sofá”, advertir diariamente con este estado de control permanente que “aquí, el que se mueve, sí sale en la foto, pero policial” a los indignados y alborotadores y aplicar toda la política de guerra sucia a los militantes políticos y armados.
Torturas demostradas -aún de la absoluta impunidad en que las realizan- son las fotos aparecidas de Kepa Crespo, Unai Romano, Eva Alonso, Juan Karlos Subijana... o Agustín Rueda -en torturas en la cárcel- que han dado la vuelta al mundo del trato que reciben los detenidos políticos en manos de las Fuerzas de Seguridad del Estado en España en sus cuarteles, comisarías y macrocentrales de incomunicación total. O la condena europea por el caso Egunkaria y las brutales torturas a Martxelo Otamendi, director de un diario...
Pero más allá de haber podido editar esas fotos, y de los cientos de testimonios y denuncias ignoradas pero al menos editadas en algún periódico local, fanzines o internet, los recuerdos son tozudos. Miles de los torturados no olvidan para nunca esas pesadillas, esos momentos que van desde las 120 horas legales hasta los 29 días que tuvo que soportar algún militante comunista a finales de los 70. Los sopletes quemándoles la piel, la bañera, el quirófano, cuclillas durante 12 horas, golpes con guías de teléfono, la apnea, golpeo de pies hasta reventárselos... Y luego está la microtortura, la continua, la de cada segundo. Encapuchados y casi asfixiados, no dejar dormir, descontrol total del tiempo, enormes golpes ruidosos en las celdas, tortura psicológica...
Aquí, cuando se habla de violencia, se olvida, que de haber una tachada como ilegal, criminal, inhumana y sucia, es la que ejerce el Estado.
Marinaleda, SEVILLA
10 de noviembre sábado
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