JUAN GARCÍA MARTÍN
Preso Político del PCE(r). Prisión de Puerto III
La Herencia de Carrillo
Hace unos meses murió Santiago Carrillo, ex-Secretario General del PCE. Lo primero que hay que decir es que los elogios y homenajes que recibió de los políticos y próceres del arco constitucional español fueron muy merecidos, dados sus amplios servicios prestados para la institucionalización y legitimación del fascismo sin Franco. Recordemos algunos de estos méritos:
-Socialista de crianza y raigambre (su padre, Wenceslao, fue uno de los dirigentes del PSOE que traicionaron la República entregando Madrid a Franco), tras la formación de las Juventudes Socialistas Unificadas Carrillo pasó a endosarse el honroso título de “comunista”. Nunca llegó a serlo. Tras la guerra y en el exilio, se encaramó a la dirección del PCE y desde allí fue borrando sus señas de identidad comunista en cuanto a funcionamiento, línea política y espíritu combativo, sustituyéndolas por el compadreo, el ordeno y mando, la supeditación a la burguesía, el pacifismo, la reconciliación, etc.
-Liquidó de mala manera la guerrilla popular de posguerra, dejando tirados a no pocos guerrilleros sin la menor explicación política coherente y, sobre todo, sin ofrecerles una línea alternativa para poder proseguir la lucha y la resistencia contra un régimen de miseria, terror y opresión, más allá de la participación en las instituciones fascistas y la preparación de una difusa huelga general.
-Acabó físicamente con numerosos cuadros del PCE, desafectos con la deriva socialdemócrata que imprimía al Partido, por la vía de enviarlos al interior y denunciarlos a la policía y guardia civil.
-Carrillo fue, junto con falangistas notorios como Dionisio Ridruejo, un adelantado en predicar la “reconciliación nacional” con los verdugos y explotadores. Siguiendo esta línea “reconciliadora”, preconizó la alianza y supeditación de la clase obrera a sectores supuestamente “democráticos” del propio régimen fascista, así como con banqueros, empresarios, la iglesia, etc. Todo ello en aras de la “unidad nacional” frente al “franquismo” (a estas alturas, el PCE ya no hablaba de fascismo) y a una no menos falsa “revolución burguesa” pendiente en una España ya plenamente industrializada.
-Toda esta trayectoria de renuncia a la lucha revolucionaria cristalizó en su apoyo incondicional a la farsa de la “reforma” y a la monarquía durante la llamada “transición democrática”, en lo que constituye todo un ejemplo de posibilismo, entreguismo y oportunismo político. La República, la violencia popular frente al fascismo, la revolución socialista, el derecho de autodeterminación, la depuración de cuerpos represivos, la memoria histórica, etc. quedaron atrás, amortajados en la bandera rojigualda; se dio la circunstancia chusca de que el programa del PSOE en la famosa “Transición” llegó a ser más radical que el del propio PCE.
-La culminación de este proceso llegó en la bufonada de la detención pactada de Carrillo y su Comité Central y con la farsa de la legalización del PCE a punto para participar en las primeras elecciones del fascismo coronado. He ahí el premio a su entreguismo: un puesto en las nuevas instituciones supuestamente democráticas donde, a decir del ya degenerado PCE, se podrían resolver “pacíficamente” todos los graves problemas que padecían los trabajadores; unos trabajadores, por cierto, que protagonizaban en esos momentos una efervescencia de huelgas y movilizaciones desconocidas desde la II República y recibiendo, por ello, los tiros y palos de las F.O.P. y los paramilitares.
Seguro que me dejo más “méritos” de Carrillo en el tintero. Baste decir como conclusión que el PCE y el propio Carrillo recibieron una justa, aunque insuficiente, respuesta por parte de los obreros, los jóvenes y demás trabajadores: su “éxito” electoral apenas resistió una legislatura, iniciando un declive institucional que le condujo al cadáver político que es hoy día, diluido en I.U., convertida ésta, a su vez, en la izquierda del PSOE.
El propio Carrillo, al final de su vida, volvió al regazo del PSOE que le vio nacer... un camino, por cierto, similar al de la mayoría de los “polis-milis” en Euskal Herria... Políticas semejantes, destinos semejantes.
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