martes, 28 de mayo de 2013

La fabricación de patologías, por Cesar Manzanos.

  La fabricación de patologías
César Manzanos Bilbao. Doctor en Sociología y miembro de Salhaketa

Durante las últimas décadas se han consolidado los dispositivos para extirpar del cerebro la capacidad de pensar, disentir y rebelarse a las grandes mayorías sociales. Esto se ha hecho mediante la acción intensiva de las empresas mediáticas transnacionales que operan a escala local, instalando en las sociedades y en las personas una realidad virtual que asesina lo real. Ahora, en nuestra sociedad, estamos en un fase en la cual esas corporaciones artífices de la civilización audiovisual que controlan el capital financiero especulativo han organizado la recesión económica con el único fin de precarizar irreversiblemente a las clases subalternas y dilapidar los ahorros de las clases medias haciéndolas así desaparecer.
  Las consecuencias son además altamente rentables en términos de negocio. Se están disparando las diversas formas de enfermedad mental: suicidios, depresiones, crisis de ansiedad, fobias, estrés, etc. Se están disparado las diversas formas de adicción: al juego, al alcohol, a las drogas ilegalizadas, a la comida, etcétera. Se están disparando diversas patologías sociales: violencia contra las mujeres, intrafamiliar, abandono encubierto de la infancia, insolidaridad, aislamiento social, etc.. Pero estas patologías no surgen de la nada, están disparadas por quienes fabrican la violencia invisible. Su finalidad es potenciar las industrias del tratamiento con el fin de hacer un negocio con la desesperación humana, haciéndonos creer que quienes las han provocado son quienes nos van a liberar de ellas.
Nada se puede esperar de una sociedad de sujetos sociópatas clonados mentalmente mediante el enganche a las pantallas de televisiones, ordenadores o teléfonos móviles, que no hablamos de lo que vivimos, entre otras cosas, porque ya no vivimos nuestra propia vida, sino que vivimos la vida a través de su espejo. Vivimos de rumores, cuentos, tópicos y acontecimientos del circo político, personajes mediáticos y deportivos que si algo tienen que ver con nuestra vida real es que se han instalado como virus infecciosos que carcomen nuestro cerebro, impidiendo a las personas pensar en sí mismas y en quienes tenemos a nuestro alrededor. Ya lo decía aquel viejo chiste: la diferencia entre el amor de ahora y antes es que antes nos mirábamos a los ojos y ahora, miramos los dos en la misma dirección: a la televisión.
Las vacunas sociales y los antídotos colectivos son recetas altamente eficaces; darnos cuenta de ello, rebelarnos, ser solidarios con quienes peor lo están pasando, no despilfarrar recursos naturales y energéticos, liberarnos del consumismo, no usar a las cosas y a las personas como objetos de usar y tirar, no individualizar nuestros problemas colectivos, no recurrir a entidades financieras o empresariales, ni a profesionales y políticos cuya intencionalidad es enfermarnos para luego cobrarnos por recetas que tan solo combaten los síntomas inmediatos y cuyos efectos iatrogénicos nos destruyen a larga. Pero sobre todo hacer de la protesta y la acción colectiva nuestra forma de vida, la única manera de hacer presente esa sociedad justa e igualitaria en la que creemos.

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