domingo, 9 de junio de 2013

"Privilegios carcelarios", como 24 días en la DGS...

  Memoria Histórica reciente

Cartas al director, El País 14/11/87

'Privilegios' carcelarios

Últimamente se está hablando mucho en la Prensa y la radio, muy en la línea de una campaña orquestada, de privilegios de los presos políticos. Durante 10 años y nueve meses he vivido esos privilegios y también algunos más, de los que quiero referirme a los que siguen como botón de muestra:
- Permanecer en los sótanos de la DGS 24 días; ahora, sin ser chico privilegio, se permanece 10 días.
- Detenido en febrero de 1977, sigo en prisión; no contó para mí, ni para otra docena de compañeros, la amnistía de octubre de ese mismo año.
- Los años 1980-1981 los pasé encerrado en una celda con una cama por único mobiliario, sin ver ni siquiera la cara a ninguno de mis compañeros, pisando el patio una vez o, como mucho, dos por semana y durante 10 minutos, sin correspondencia, sin ni una sola visita de mi hija o de otro familiar, etcétera.
- Llevo a cuestas el privilegio de huelgas de hambre de 40, 30, 25, 20 días, etcétera.
- Ni una sola vez he podido abrazar a mi hija, que ha pasado de los tres a los 14 años.
  ¿No es suficiente carta de presentación? Este aval, creo, bien me puede merecer el uso de la palabra para referirme a los privilegios que ahora se nos atribuyen.
Se pone el grito en el cielo, cual si se tratara del mayor escándalo imaginable:
- Porque comemos con cuchara, tenedor y cuchillo metálicos. ¿Y cómo come todo el mundo? Tan peligrosas armas, en nuestras manos, nunca hicieron ni el más leve rasguño a nadie.
- Porque tenemos autorizado papel maché, pinturas y otros objetos para hacer trabajos manuales. ¿Quieren los nuevos inquisidores otra vez la argolla para los presos políticos?
- Porque nos negamos a ser cacheados. Nada puede ser más falso. De ser cierto, automáticamente estos cacheos nos los impondrían por la fuerza los funcionarios o, llegado el caso, la policía antidisturbios. A lo que realmente nos negamos, siempre lo haremos, es a los cacheos vejatorios y humillantes, sin ninguna relación con la seguridad, que tienen por único objetivo pisotear nuestra dignidad y doblegarnos. Nunca éstos, ni otros privilegios del mismo tipo nos han sido regalados. Para no vernos reducidos a la condición de piltrafas humanas y para mantener la conquista del respeto a nuestra dignidad, los presos políticos tenemos que librar una lucha permanente.
Para terminar, un último privilegio: junto con dos compañeros, hace tres meses, fui trasladado de la prisión de Soria a la de Daroca. Esto ocurre después de permanecer más de tres años en Soria, tiempo en que nunca existió allí ni el más leve conflicto.
Toda nuestra peligrosidad se reduce a una vida organizada de trabajos manuales y de estudio colectivo. De estudio por ser lo mínimo que debe tener un preso. De trabajos manuales porque, siendo presos, nos permitían conservar los hábitos y la dignidad de las personas; también porque ello contribuía a aliviar en algo la carga económica que somos para nuestras familias, todas, o la inmensa mayoría, de la más humilde condición. Por una peligrosidad tan manifiesta, 11 compañeros de Soria y 7 compañeros de Carabanchel fuimos trasladados a seis nuevas cárceles esparcidas por toda la geografía.

Ahora, aquí, en Daroca, se ve que ya estamos como constitucionalmente nos corresponde estar: sin posibilidad de estudiar ni trabajar, bien alejados de nuestros familiares y amigos, aislados del resto de los compañeros... Es decir, rebajados a la condición de bestias atrapadas en cajones de hormigón y hierro. La disyuntiva vuelve a ser la misma de siempre: o aceptar la condición de bestias sin voluntad propia o, por el contrario, seguir defendiendo, incluso al más alto precio si fuera preciso, nuestra dignidad de personas.-
Olegario Sánchez Corrales, preso político de los GRAPO. Prisión de Daroca, Zaragoza.

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