jueves, 15 de mayo de 2014

Las contradicciones de un polvorín, artículo de Manuel Arango Riego.

Poster de Manuel Arango Riego.
Artículo
Manuel Arango Riego
Enero 2014. Cárcel de Zuera

LAS CONTRADICIONES DE UN POLVORÍN.

La escalada de las contradicciones, crisis y conflictos en los que se ve inmerso el estado fascista español viene alarmando a las potencias imperialistas y a las principales organizaciones internacionales del capitalismo mundial. De ahí que no sea extraño que en determinados periodos, especialmente convulsos, se hable del “polvorín español” en los medios de comunicación de otros países.
Ciertamente, es difícil encontrar un estado en el que, como el caso del español, se den cita tal cantidad de contradicciones desatadas, conflictos y contenciosos (algunos de profundas raíces históricas). Para nosotros, los comunistas, el panorama no puede por menos de que ser cada vez más excelente, ya que el proceso revolucionario necesita que se recrudezcan las contradicciones y los contenciosos de todo tipo; necesita que “el desorden”, como decía Mao Zedong, “reine bajo los cielos”.
El siguiente texto no tiene como objetivo extenderse en las causas y consecuencias de todo el cúmulo de contradicciones existentes; sino avanzar un recorrido panorámico sobre esas contradicciones, conflictos, etc., que muestran la decadencia del estado fascista español y del sistema capitalista en el que se sustenta.
Si se trata de comenzar por las contradicciones más destacadas, las que conforman la base de la decadencia y de la lucha de clases en el Estado español, el panorama es bien claro desde el punto de vista comunista.
En la base tenemos la contradicción fundamental* (contradicción que contiene el antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas) de la sociedad española, la que viene demandando desde hace mucho tiempo la necesidad imperiosa de acabar, con el capitalismo e implantar el sistema socialista, única forma de acabar con la explotación, la miseria y otras lacras capitalistas a que son sometidos los trabajadores. Esta contradicción es especialmente aguda en la fase monopolista-imperialista del sistema capitalista, última fase de desarrollo de este sistema y, por tanto, su fase de decadencia y decrepitud.
Junto a esta contradicción fundamental, se encuentra particularmente exacerbada la contradicción política principal de la sociedad española, provocada por la existencia de fascismo: única forma de dominación política en la que puede concretarse la dictadura de clase de la burguesía monopolista.
De tal manera, que el monopolismo y el fascismo en el Estado español no se pueden disociar, son las dos caras de una misma moneda: la de la fase última de la existencia del capitalismo como sistema histórico dado. De ahí la destrucción del monopolismo y viceversa; todo lo cual indica que es el sistema capitalista en su conjunto en el estado español el que tiene que ser destruido como punto de partida para la edificación de la nueva sociedad socialista.
Si todo ello contiene las contradicciones más destacadas de la sociedad en el Estado español, también hay que tener en cuenta que el monopolismo y el fascismo, así como sus prolongaciones: el militarismo y las guerras imperialistas, desatan todas y cada una de las contradicciones de la sociedad y recrudecen la lucha de clases.
Especial relevancia tiene en el estado fascista español la existencia de una intensa lucha de clases, lo que viene desencadenando por parte de los trabajadores y de sus organizaciones la lucha política, sindical, armada, social, etc. En este terreno, hay que destacar el enfrentamiento constante de las organizaciones que integran el movimientos político de resistencia contra la burguesía, su Estado, y sus colaboradores; y en la cúspide del enfrentamiento se encuentran dos estrategias históricamente en lucha: la del estado fascista español y cuantos le apoyan en diversos terrenos, dispuestos a perpetuar la dominación de la burguesía a sangre y fuego, y la estrategia de nuestro partido comunista, encaminada a llevar a las masas obreras y populares a la destrucción del fascismo y del sistema capitalista en el Estado español y edificar la nueva sociedad socialista, regida por la dictadura revolucionaria del proletariado.
A partir de aquí, se puede entrar en otro buen número de contradicciones y contenciosos, con unas consecuencias históricas de profundo calado que se perpetúan en el tiempo.
Hay que comenzar por el gran contencioso histórico de la destrucción de la legítima república democrática de 1936-1939 por la contrarrevolución española e internacional. Estrechamente unido a lo anterior, se encuentra todo el largo periodo de postguerra hasta la muerte de Franco; aquí se establece otro contencioso histórico provocado de principio a fin por la contrarrevolución fascista, el esclavismo laboral y una política social de corte policiaco -falangista y católico- inquisitorial; en este largo periodo, no sólo fueron asesinados por la represión política cientos de miles de personas, sino también fueron asesinadas numerosas masas de trabajadores debido a la explotación intensiva que conllevó la edificación del monopolismo, iniciada dese la inmediata postguerra.
A todo lo anterior, hay que unirle un tercer contencioso histórico; se trata de una de las felonías política más ignominiosas y criminales cometidas en la historia contemporánea de España: la política de “reconciliación nacional”, promovida por el fascismo y el partido revisionista de Carrillo antes de la muerte de Franco y, posteriormente, en la llamada “transición” por los partidos parlamentarios y sindicatos oficialistas. Esta política tenía varios objetivos: desarmar política e ideológicamente a los trabajadores, reconciliar a las víctimas populares con sus verdugos fascistas y explotadores, justificar la destrucción de la república democrática y prescribir todos los crímenes cometidos en la postguerra por la contrarrevolución; todo ello tenía que servir de base para llevar adelante la “transición”, de la cual iba a salir el engendro del “Estado de derecho”.
Dibujo. Escribiendo cartas. (preso en mesa con una pluma)
Este tipo de Estado no solo se levantó sobre los crímenes cometidos por el fascismo desde la guerra civil, sino que iba a ser la continuación de la dictadura fascista, pero remozada y modernizada en diversos campos. Esta forma de dominación, que nada tiene que ver con la democracia-burguesa de la lejana época premonopolista como se ha querido vender, conforma el actual estado terrorista, explotador y militarista, quinta esencia de la dictadura política fascista del capital financiero y monopolista español.
De ahí que la constitución española no sólo legitima la dictadura política, económica etc., de la burguesía en el poder, sino también permite, a través de su artículo número 55, el empleo de cualquier nivel de represión (desde la implantación del “estado de excepción”, el “estado de sitio” y el “estado de excepción”, el “estado de guerra” ante el calificado como “enemigo interior”); mientras que los parlamentos existentes en el Estado español son instrumentos de la burguesía y las elecciones son auténticas mascaradas, articuladas por la ramificada maquinaria de intoxicación política e ideológica de masas.
Por lo demás, este tipo de régimen político se apoya, especialmente, en la política represiva de la contrarrevolución permanente y en todo un conjunto de partidos parlamentarios y sindicatos oficialistas, que planifican y legalizan buena parte del terrorismo estatal, la explotación de los trabajadores y la política imperialista.
La conclusión que se puede hacer de lo expuesto en esta parte, supone que el régimen monárquico-fascista que han impuesto es el resultado, por tanto, de la suma de todos los crímenes y atropellos cometidos por el fascismo desde la sublevación militar de 1936 hasta la muerte de Franco más los crímenes y atropellos cometidos bajo el dominio del “Estado de derecho”, convertido por la ley y por oficio en un Estado-Verdugo. ** (El “estado de derecho” contabiliza en su haber hasta la fecha innumerables crímenes políticos, las detenciones de carácter político y sindical de miles de personas, la generalización de la práctica de la tortura y la celebración de miles de juicios políticos. Este tipo de estado ha puesto en práctica el “estado de excepción” e incluso el “estado de sitio” (mediante el llamado plan Z en los años 80 y 90 en Euskal Herria) y la “guerra sucia” de los GAL coordinada por los gobiernos de Felipe González. Igualmente, contabiliza durante décadas una política laboral y social de saqueo intensivo de los trabajadores, equiparable en muchos aspectos a la existente en los países neocolonizados del tercer mundo. Por su parte, el ejército español ha participado y lo sigue haciendo, junto a otros estados imperialistas, en el asesinato masivo cometido sobre diversos pueblos.)
A continuación, se puede avanzar la situación interna de la clase burguesa en el poder en sus partes más destacadas. Si hubiese que establecer una característica lo más general posible de esa situación interna, esta bien puede ser la de acelerado proceso de descomposición en medio de un nivel de parasitismo exacerbado.
Ciertamente, el “estado de derecho” apesta, su hedor es insoportable, corroído por las crisis y los innumerables conflictos internos (ajustes de cuentas, conspiraciones y contenciosos), a lo que se une el hundimiento de sus aspiraciones y el odio que le profesan millones de trabajadores. Y todo este proceso de descomposición se agudizará tanto más cuanto más se recrudezca la crisis general que atenaza al capitalismo español y cuanto más avancen las luchas de todo tipo de los trabajadores y de sus organizaciones verdaderamente democráticas y revolucionarias.
Dentro de esta situación interna, la lucha por el botín económico impregna completamente a la estructura económica burguesa. Los monopolios están arrasando, junto a la crisis económica, a la pequeña burguesía urbana y rural; al mismo tiempo, continúan los contenciosos y refriegas de diversos tipos entre los grupos financieros y empresariales más poderosos, en medio de una tendencia imparable a la concentración del poder económico cada vez en menos manos; tampoco se escapa de este campo de batalla la lucha entre los monopolios españoles y los provenientes del exterior, que han irrumpido con especial agresividad a los lomos de la estrategia planetaria de la “globalización”, la cual ha eliminado una gran parte de las políticas proteccionistas y leyes económicas y comerciales internacionales.
Después tenemos un abultado número de contradicciones y conflictos que se sitúan dentro de la superestructura política e ideológica de la sociedad española. Entre otros se pueden citar: las diferentes posiciones entre la burguesía respecto a la utilización de la monarquía y su futuro, de tal manera que no se puede descartar de ninguna manera que la monarquía pudiese llegar a ser desalojada del poder si esto le sirve a la gran burguesía financiera y monopolista para seguir perpetuando su dominación, ya que esa monarquía no deja de ser su instrumento, como así fue programada en tiempos de Franco para utilizarla en el posfranquismo dentro del organigrama del poder de la dictadura fascista y monopolista encarnada en el falso régimen democrático de su “Estado de derecho”; junto a esto, se encuentran las refriegas entre los partidos parlamentarios entre sí a causa de las disputas por el poder político y económico, mientras los enfrentamientos dentro de esos partidos parlamentarios y sindicatos oficialistas mafiosos son una realidad que divide a cada uno de ellos en una especie de “reino de taifas”, cuando no provocan escisiones; igualmente, en los propios aparatos del Estado se suceden conflictos de competencias y por la disputa del botín de los presupuestos entre ellos mismos y dentro de cada uno en particular (como ocurre de manera escandalosa en el aparato judicial); tampoco los principales grupos mediáticos, como parte de los diversos grupos monopolistas y políticos, escapan a la peleas entre ellos en medio de una competencia feroz; lo mismo sucede en los ámbitos universitarios, donde cada rectoría, convertida en un pequeño feudo político, practica, en medio del fragor de la crisis económica, el sálvese el que pueda a costa de lo que sea.

Dibujo. (Mujer con alambre de espino en la boca)
Un conflicto que ha cobrado una resonancia cada vez mayor es todo lo que rodea a la corrupción. Pero lo verdaderamente más novedoso de este asunto no es que exista corrupción, ya que está es consustancial al sistema capitalista desde su misma génesis, desde que el edificio de este sistema se comenzó a levantar sobre el robo o saqueo legalizado sobre los trabajadores en base a la obtención de la plusvalía o trabajo no pagado o no retribuido. Lo destacado, si cabe, es el elevado número de robos y saqueos que son destapados desde las propias filas de la burguesía, desde sus partidos y desde otros estamentos, como consecuencia de las peleas internas, las rivalidades y los ajustes de cuentas. No obstante, en este terreno, lo que siempre será una verdad histórica irrefutable es que la clase burguesa es una clase saqueadora y expoliadora, que actúa como una gran y ramificada banda de ladrones a tiempo completo, entre los que se encuentra la camarilla de la casa real.
Particular gravedad han adquirido las tendencias centrífugas de las burguesías nacionalistas periféricas, cuya dinámica hacia el rompimiento con las naciones oprimidas, ha ido avanzado cuanto más se desintegraba es “estado de las autonomías” y se recrudecía la crisis general del capitalismo español y de su régimen político.
Apartado especial merece la situación de la propia oligarquía, esa especie de estado mayor conjunto del monopolismo español y de su régimen político. La verdadera realidad es que la plataforma oligárquica ni es compacta ni tiene un sector hegemónico, dominante que imponga el ordeno y mando a los demás sectores oligárquicos. De ahí que todo esto se refleje en un insuficiente control sobre su propio sistema de dominación y que, a la vez, las divergencias y contradicciones oligárquicas repercutan en el poder, así como en toda la clase burguesa, convulsionándola y debilitándola.
A todo este conjunto de contradicciones y conflictos existentes en el marco del Estado español, se une otro buen número de contradicciones y conflictos que parten del ámbito internacional, lo cual agrava la propia situación interna en diversos terrenos. No obstante, la realidad no es solo que las contradicciones provenientes del exterior se sumen a las internas, sino que en determinados campos las contradicciones interiores y las exteriores se ensamblen, formando todo un nudo explosivo, propio, como en otros países, de la fase histórica del capitalismo monopolista e imperialista, que establece una interrelación e interdependencia constantes.
En relación con lo anterior, es necesario exponer determinadas características de la burguesía española y de su estado, ya que esas características afectan a su situación en el exterior. Hoy es ampliamente reconocido que el Estado español es un estado segundón en el concierto internacional, tanto en el terreno político, como en el económico y militar, y sin posibilidad alguna de prosperar hacia un status superior. Es el Estado del quiero y no puedo, el de las aspiraciones fracasadas y el de las poses que le hacen quedar en ridículo. Es igualmente, un Estado del que se conoce perfectamente su alto grado de vulnerabilidad y su búsqueda constante de protectores bajo los que cobijarse.
Nadie puede ignorar tampoco que es un Estado que ejerce el saqueo con los países más débiles e intenta crear sus propias áreas de influencia y expansión con una ambiciosa política dirigida a terminar con su atraso histórico, lo que le ha causado no pocos problemas. Es un Estado que aún metido en cuantas organizaciones internacionales puede en ninguna llega a ocupar lugares relevantes. Es por lo demás, un Estado que se ha ganado fama de ser escasamente fiable, entre otros motivos por su inclinación a venderse al mejor postor, ejerciendo unas labores propias de un estado-mercenario: realizando trabajos sucios para sus amigos imperialistas o ejerciendo de “caballo de Troya” a favor de terceros.
Estrechamente relacionadas con esas características generales, se encuentran otros aspectos concretos que forman parte de la política de estado de cara al exterior, como son: la política del “hispanismo”, dirigida a favorecer el saqueo de los monopolios españoles en determinadas áreas del mundo, esta política se haya tan desenmascarada que apenas puede cumplir un papel expansionista. Otra política destacada está dirigida a potenciar constantemente la contrarrevolución coordinada y el terrorismo de Estado en cualquier parte del mundo (“España exporta contrainsurgencia”, ha aparecido con frecuencia en medios de comunicación internacionales), todo lo cual le ha hecho ganarse la enemistad de no pocos pueblos. El mismo esperpento de la llamada “alianza de civilizaciones” no ha hecho olvidar a los pueblos musulmanes las agresiones del Estado monopolista español, lo que se traduce a una permanente hostilidad por parte de esos pueblos.
La cruda realidad del Estado español es que al mismo tiempo que iba fracasando en sus denodados esfuerzos por hacerse un hueco en el Olimpo del imperialismo mundial más selecto, ha ido acumulando contenciosos y graves problemas de carácter político, económico-comercial, diplomático, etc., en el marco internacional.
A partir de aquí se puede incidir de manera especial en todo un conjunto de problemas que agravan la situación del Estado español. Particulares y graves contenciosos le ha causado la caída espectacular de su influencia en los foros de decisión y asociaciones internacionales, como consecuencia de su hundimiento económico después de saltar por los aires la “burbuja inmobiliaria” y de los graves problemas del mundo financiero; hoy en día, el Estado español ni siquiera tiene cabida en el grupo de países del G-20, a cuyas reuniones asiste solamente en calidad de oyente. Igualmente, se acumulan para el régimen fascista español los conflictos causados por el proceso de nuevo reparto del mundo, en el que se hallan embargadas las grandes potencias imperialistas; dentro de este nuevo reparto imperialista, el Estado español es un claro botín a disputarse, dada su debilidad, su inestabilidad interna y su privilegiada posición geográfica. Tampoco tiene nada de descartable que es Estado español tenga que hacer frente a potenciales “protectores”, encarnados en determinadas potencias imperialistas, que apoyando las posiciones independentistas de las naciones oprimidas por el fascismo español, busquen en el seno de las posiciones enfrentadas entre los llamados “europeístas” (comandados por el eje franco-alemán) y los “atlantistas” (pro-yanquis) que intentan ganarse para sus causas respectivas al Estado monopolista español; la perspectiva de esta situación llegará a transformar el territorio estatal español en un campo de intereses imperialistas enfrentado, como así se viene manifestando en determinados terrenos en épocas especialmente convulsas en el panorama internacional.
Si terminamos esta parte entrando brevemente en algunos marcos geográficos concretos, hay que señalar que el Estado monopolista español anda metido en contenciosos de diverso tipo con el Estado marroquí, su “potencial enemigo de la ribera sur”, como siempre lo han calificada los sucesivos estados mayores del ejército español; mientras que en relación a la UE el Estado español nunca pasó de ser un socio de segundo rango y siempre bajo el mangoneo de las potencias europeístas, lo que le ha dejado siempre fuera de las principales decisiones, provocando numerosos contenciosos. Mención especial merecen los continuos problemas por los que atraviesa la singladura imperialista (financiero-empresarial) española en Latinoamérica, donde la resistencia de determinados países a dejarse saquear está resquebrajando los negocios y reduciendo las ganancias de los capitalistas españoles.

Dibujo. (una estrella leyendo)

También es necesario hacer referencia a otros aspectos que han agravado las contradicciones y conflictos entre los que se debate el Estado fascista español, como son la dinámica planetaria de la “globalización” y el proceso de desarrollo de la guerra imperialista a gran escala, que comenzó tan pronto hubo desaparecido el campo de los países socialistas.
Bajo un marco general regido por la “globalización”, puesta en marcha por las principales potencias, como instrumento, entre otros, de su nuevo reparto el mundo y articulada por las divisas imperialistas de la “ley del más fuerte” y del “todo vale” en un mercado mundial sin barreras, el estado monopolista español viene siendo víctima propiciatoria. Esta situación le está generando perder fuerza comercial y, poder competitivo, ver penetradas sus áreas de expansión económica y ser ninguneado cada vez más descaradamente por las grandes potencias en los saqueos de los diversos botines que asolan el planeta.
Al mismo tiempo, la posición de estado beligerante del régimen fascista español en el proceso ininterrumpido de guerras imperialistas que está desarrollándose, ya le ha causado numerosos problemas políticos, económicos y de enemistad con determinados pueblos. También hay que señalar que las guerras de agresión imperialista (camufladas como “intervenciones humanitarias”) en las que vemos participando el ejército español, han espoleado el movimiento popular contra el militarismo y las guerras imperialistas. Lo que no cabe duda es que el militarismo y la guerra imperialista, al igual que el fascismo, siempre se vuelven contra sus propios promotores.
Se podría finalizar este recorrido panorámico sobre las contradicciones y conflictos relacionados con el Estado español, exponiendo dos etapas políticas que han acelerado la decadencia del sistema capitalista en España.
Por una parte, se encuentra el fracaso histórico de la llamada “reforma política”. Este fracaso dejó el monopolismo y al fascismo sumidos en una crisis política, económica, social, etc. mayor que la que tenían a la muerte de Franco. Por el camino que había quedado hecho jirones el entramado del “Estado de Derecho” y desahuciados, por el odio y el aislamiento que le dedicaban los trabajadores, los partidos y sindicatos institucionales que, al más depurado estilo contrarrevolucionario, habían realizado tantas salvajadas contra los trabajadores y sus organizaciones que estaban emulando las cometidas por el movimiento nacional falangista y el sindicato vertical fascista de los tiempos de Franco. Mientras tanto, fue incontestable la victoria política, ideológica y moral de las organizaciones del movimiento político de resistencia, que había contribuido a echar abajo la fase reformista.
Por otra parte, ante el fracaso de la “reforma política”, el Estado fascista y los monopolios emprenden, a partir de los gobiernos de Aznar, una política general ultrarreaccionaria, que nuestro partido calificó como la estrategia del “regreso a los orígenes fascistas”. Esta estrategia conllevaba el relanzamiento constante del terrorismo de Estado, la escalada de la explotación de los trabajadores, la eliminación en masa de los derechos laborales y sociales y el desarrollo de una política imperialista que metía que lleno al Estado fascista español en el proceso de las guerras imperialistas en cualquier parte del mundo. Pero esta estrategia de Estado, que ha sido articulada por los sucesivos gobiernos, tanto de los falangistas del PP como por los socialfascistas del PSOE, y que aún continua, no solo no ha logrado atajar la crisis general que les atenaza, sino tampoco ha podido impedir que hayan proseguido las luchas obreras y populares y no ha logrado detener el progresivo resquebrajamiento territorial del estado monopolista en su nuevo fracaso cosechado en su permanente propósito de acabar con el movimiento político de resistencia y las organizaciones que lo integran.
A modo de síntesis, hay que insistir en la realidad de que en el Estado monopolista español está incidiendo en las crisis generales combinadas, a cada cual más devastadora: su propia crisis general y permanente y la crisis de decadencia y decrepitud del sistema capitalista a nivel planetario.
Lo que está claro es que nos encontramos, con respecto a todo el sistema capitalista, ante todo un mundo de crisis irresolubles, contradicciones desatadas, lucha de clases en ascenso y el surgimiento o en su caso desarrollo de procesos revolucionarios.
Todo esto forma parte del itinerario por que se mueve el materialismo histórico hacia el gran cambio de sistema social, ya que a la historia ni se la puede hacer marchar hacia atrás, ni se la puede detener.

Enero, 2014.
Manuel Arango Riego

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