Foto. Suarez jurando su cargo de ministro fascista. |
Todo
atado y bien atado
Operación
Transición
Hoy los Estados actúan de manera planificada. Llevan los quitanieves a la carretera en previsión de las heladas y organizan cuerpos de bomberos por si se producen incendios. Pero hay asuntos que para un Estado burgués son mucho más importantes que el hielo y el fuego, para los cuales también tiene proyectos diseñados de antemano con bastante antelación.
No obstante, algunos creen que las situaciones políticas se improvisan. Por ejemplo, creen que en España todos esperaban "a ver qué pasa" tras la muerte del criminal Franco. Es una ingenuidad bastante extendida. Lo cierto es que en política las cosas se improvisan tanto como en economía; por ejemplo, tanto como los tipos de interés del Banco Central Europeo, o sea, nada. Lo mismo que en economía, en política nadie quiere verse sorprendido. Todos trabajan con planes, con proyectos que preveen cualquier tipo de situaciones imaginables.
Especialmente eso sucede en los momentos de crisis. A eso hoy le llaman "gobernabilidad". Todos los Estados capitalistas tienen previsiones para ese tipo de situaciones, e incluso en ocasiones se deciden a desencadenarlas porque las crisis les resultan propicias para poner en marcha determinados mecanismos. Los proyectos de "gobernabilidad" miden cada paso al detalle, e incluso se elaboran varios planes distintos frente a una misma contingencia. Siempre hay un plan B para cuando el plan A falla.
Ese fue el caso de España en los momentos anteriores a la muerte del criminal Franco. En la transición todo estaba previsto de antemano, nada se dejó al azar. Había que dejarlo todo "atado y bien atado" para que no hubiera ningún vacío de poder. Incluso las previsiones se elaboraron con bastante antelación. Cuestión distinta es que las cosas marcharan exactamente de la manera que ellos tenían prevista pero, al menos, así lo intentaron... y no les fue tan mal.
En España quienes planifican el futuro político son los servicios secretos militares, que a lo largo del tiempo han utilizado diversas denominaciones: SIPM, OCN, SECED, CESID, CNI. Fueron organizados por el almirante Carrero Blanco. Aunque todos hacen planes, más o menos acertados, a diferencia de los partidos políticos, la inteligencia militar no planifica para un relevo de gobierno, ni para unas elecciones, sino con eso que llaman "sentido de Estado", es decir, por encima de lo que entendemos vulgarmente como "política".
Uno de los asuntos que los servicios secretos planificaron fue la elaboración de un censo con las personas que a lo largo de la transición estaban destinadas a desempeñar un cierto papel político. Con ellos formaron el llamado "Archivo Jano" que debe su nombre al dios que es capaz de mirar tanto hacia atrás como hacia delante, o sea, de vislumbrar el futuro.
El capitán Juan Peñaranda Algar se encargaba de mantener actualizado el Archivo Jano, que registraba datos de unas 10.000 personas, tanto fascistas como antifascistas. Se empezó a formar en 1968 a partir de otros archivos previos procedentes de la falange y de la policía y durante veinte años se custodió en el sótano de un portal de la calle Menéndez Pelayo de Madrid. En cada ficha se anotaban todos los detalles de la vida, tanto públicos como privados, legales como ilegales: amigos, viajes, contactos, ingresos, discursos, orgías, familia...
El archivo nada tenía que ver con ninguna guerra ni enemigo exterior, sino con amigos y enemigos autóctonos: políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas, abogados, funcionarios, militares, jueces... Las primeras víctimas del espionaje son siempre los propios ciudadanos pero es que, en este caso, la tarea militar era puramente interna: el SECED utilizó Jano para chantajear a los procuradores franquistas a fin de que votaran a favor de la ley de reforma política en 1976.
Para engrosar el Archivo Jano, en 1973 el SECED puso en marcha la "Operación Tenedor", que sigue en funcionamiento. Se trata de un dispositivo de escucha instalado en los restaurantes de lujo de Madrid y Barcelona en los que se reúnen políticos, empresarios, diplomáticos y otras personas de relieve. No bastaba poner micrófonos en las redacciones de los periódicos, las oficinas o los bufetes de abogados porque en España las decisiones se toman en salones reservados, encima de un mantel.
Hoy los Estados actúan de manera planificada. Llevan los quitanieves a la carretera en previsión de las heladas y organizan cuerpos de bomberos por si se producen incendios. Pero hay asuntos que para un Estado burgués son mucho más importantes que el hielo y el fuego, para los cuales también tiene proyectos diseñados de antemano con bastante antelación.
No obstante, algunos creen que las situaciones políticas se improvisan. Por ejemplo, creen que en España todos esperaban "a ver qué pasa" tras la muerte del criminal Franco. Es una ingenuidad bastante extendida. Lo cierto es que en política las cosas se improvisan tanto como en economía; por ejemplo, tanto como los tipos de interés del Banco Central Europeo, o sea, nada. Lo mismo que en economía, en política nadie quiere verse sorprendido. Todos trabajan con planes, con proyectos que preveen cualquier tipo de situaciones imaginables.
Especialmente eso sucede en los momentos de crisis. A eso hoy le llaman "gobernabilidad". Todos los Estados capitalistas tienen previsiones para ese tipo de situaciones, e incluso en ocasiones se deciden a desencadenarlas porque las crisis les resultan propicias para poner en marcha determinados mecanismos. Los proyectos de "gobernabilidad" miden cada paso al detalle, e incluso se elaboran varios planes distintos frente a una misma contingencia. Siempre hay un plan B para cuando el plan A falla.
Ese fue el caso de España en los momentos anteriores a la muerte del criminal Franco. En la transición todo estaba previsto de antemano, nada se dejó al azar. Había que dejarlo todo "atado y bien atado" para que no hubiera ningún vacío de poder. Incluso las previsiones se elaboraron con bastante antelación. Cuestión distinta es que las cosas marcharan exactamente de la manera que ellos tenían prevista pero, al menos, así lo intentaron... y no les fue tan mal.
En España quienes planifican el futuro político son los servicios secretos militares, que a lo largo del tiempo han utilizado diversas denominaciones: SIPM, OCN, SECED, CESID, CNI. Fueron organizados por el almirante Carrero Blanco. Aunque todos hacen planes, más o menos acertados, a diferencia de los partidos políticos, la inteligencia militar no planifica para un relevo de gobierno, ni para unas elecciones, sino con eso que llaman "sentido de Estado", es decir, por encima de lo que entendemos vulgarmente como "política".
Uno de los asuntos que los servicios secretos planificaron fue la elaboración de un censo con las personas que a lo largo de la transición estaban destinadas a desempeñar un cierto papel político. Con ellos formaron el llamado "Archivo Jano" que debe su nombre al dios que es capaz de mirar tanto hacia atrás como hacia delante, o sea, de vislumbrar el futuro.
El capitán Juan Peñaranda Algar se encargaba de mantener actualizado el Archivo Jano, que registraba datos de unas 10.000 personas, tanto fascistas como antifascistas. Se empezó a formar en 1968 a partir de otros archivos previos procedentes de la falange y de la policía y durante veinte años se custodió en el sótano de un portal de la calle Menéndez Pelayo de Madrid. En cada ficha se anotaban todos los detalles de la vida, tanto públicos como privados, legales como ilegales: amigos, viajes, contactos, ingresos, discursos, orgías, familia...
El archivo nada tenía que ver con ninguna guerra ni enemigo exterior, sino con amigos y enemigos autóctonos: políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas, abogados, funcionarios, militares, jueces... Las primeras víctimas del espionaje son siempre los propios ciudadanos pero es que, en este caso, la tarea militar era puramente interna: el SECED utilizó Jano para chantajear a los procuradores franquistas a fin de que votaran a favor de la ley de reforma política en 1976.
Para engrosar el Archivo Jano, en 1973 el SECED puso en marcha la "Operación Tenedor", que sigue en funcionamiento. Se trata de un dispositivo de escucha instalado en los restaurantes de lujo de Madrid y Barcelona en los que se reúnen políticos, empresarios, diplomáticos y otras personas de relieve. No bastaba poner micrófonos en las redacciones de los periódicos, las oficinas o los bufetes de abogados porque en España las decisiones se toman en salones reservados, encima de un mantel.
Cartel de AP, PDP, PL y CG. En la foto Fraga con Rajoy. |
En
los setenta dos divisiones al mando del golpista José
Luis Cortina se dedicaron exclusivamente a buscar información en los
restaurantes de Madrid y Barcelona. El antiguo director del Centro
Nacional de Inteligencia, Alberto Sáiz, incluso lo potenció
posteriormente durante su mandato.
En paralelo a las escuchas, los espías fotografiaban a los objetivos a la entrada y salida, tomaban notas de las matrículas de sus coches y de todos los detalles relativos a su intimidad. Entre ellos, muy importante en aquellos años, si se escapaban a cenar con una mujer que no era su esposa. Todo valía y nadie estaba libre de que su nombre se uniera al Archivo Jano.
Actualmente, se desconoce cuáles pueden ser los restaurante sometidos a control, pero se tiene información cierta de los que estuvieron bajo espionaje durante la transición. Se sabe que uno de ellos fue el restaurante Zalacaín y otros El Bodegón, situado en las proximidades de la calle Serrano.
Para alimentar a Jano también se multiplicaron los pinchazos telefónicos, tanto los legales como los ilegales, cuyo único límite fueron las capacidades técnicas de la época. Desde luego que los 10.000 que están fichado tienen sus teléfonos permanentemente intervenidos. A partir de entonces la Villa y Corte de Madrid es un hervidero de "documentación", es decir, de informes y dossieres con los que unos y otros se chantajean y se amenazan. El asunto alcanzó tales proporciones que se organizaron varios negocios de extorsión en torno a la "documentación".
En 1974 el SECED activó la "Operación Púrpura" como consecuencia del caso Añoveros, cuando una homilía de aquel obispo irritó al franquismo, que quiso expulsarle del país. Entonces el Vaticano amenazó con excomulgar a Franco y el SECED les colocó micrófonos a los obispos reunidos en Chamartín para tratar el tema, facilitando la información decisiva al Gobierno para desactivar el conflicto con la Iglesia.
La "Operación Lucero" la preparó el SECED para que los funerales de Franco transcurrieran en la forma prevista, hasta el punto de ensayar con figurantes el traslado del féretro. Una vez colocados los restos mortales del criminal Franco en la capilla ardiente del Palacio del Pardo, el Consejo de Regencia, asumió los poderes de la Jefatura del Estado en nombre del Príncipe de España.
Su primera decisión fue declarar luto nacional durante 30 días y suspender todos los espectáculos y actos públicos hasta después de la inhumación de los restos. Se declararon inhábiles a todos los efectos los días 22 de noviembre (jura y proclamación del Rey) y 23 (entierro del criminal Franco). El Ministerio de Hacienda dispuso el cierre de las actividades de las Bolsas y de operaciones con moneda extranjera, hasta el día 23, y se suprimieron todas las clases y actividades académicas en los centros docentes, tanto oficiales como privados, hasta el día 27 de noviembre.
Los organismos oficiales -y algunas empresas- dieron instrucciones para que pasaran por la capilla ardiente a cualquier hora del día y dela noche. Para ello se organizaron turnos oficiales de vela ininterrumpidos desde las ocho de la mañana del día 21 hasta las siete de la mañana del día 23. Hasta las 14.00 horas de ese día los alrededores del Palacio de Oriente estaban bajo un ‘Plan de Silencio’ que suprimía la circulación rodada mientras se celebraba la misa.
A continuación se inició el desfile del cortejo fúnebre desde la plaza de Oriente al Arco de la Victoria, en cuyas inmediaciones se despedía el duelo para trasladar la comitiva al Valle de los Caídos.
Tras ese plan llegó otro, la "Operación Alborada", preparada por la Casa Real para coordinar la coronación, mientras en paralelo el SECED orquestaba la "Operación Tránsito". Se comenzó a elaborar en La Zarzuela, cuando Jacobo Cano ocupó el puesto de secretario general de la Casa del príncipe heredero. Tras su muerte en accidente de tráfico, a Cano le sucedió el general Armada, quien concluyó ambos operativos.
En paralelo a las escuchas, los espías fotografiaban a los objetivos a la entrada y salida, tomaban notas de las matrículas de sus coches y de todos los detalles relativos a su intimidad. Entre ellos, muy importante en aquellos años, si se escapaban a cenar con una mujer que no era su esposa. Todo valía y nadie estaba libre de que su nombre se uniera al Archivo Jano.
Actualmente, se desconoce cuáles pueden ser los restaurante sometidos a control, pero se tiene información cierta de los que estuvieron bajo espionaje durante la transición. Se sabe que uno de ellos fue el restaurante Zalacaín y otros El Bodegón, situado en las proximidades de la calle Serrano.
Para alimentar a Jano también se multiplicaron los pinchazos telefónicos, tanto los legales como los ilegales, cuyo único límite fueron las capacidades técnicas de la época. Desde luego que los 10.000 que están fichado tienen sus teléfonos permanentemente intervenidos. A partir de entonces la Villa y Corte de Madrid es un hervidero de "documentación", es decir, de informes y dossieres con los que unos y otros se chantajean y se amenazan. El asunto alcanzó tales proporciones que se organizaron varios negocios de extorsión en torno a la "documentación".
En 1974 el SECED activó la "Operación Púrpura" como consecuencia del caso Añoveros, cuando una homilía de aquel obispo irritó al franquismo, que quiso expulsarle del país. Entonces el Vaticano amenazó con excomulgar a Franco y el SECED les colocó micrófonos a los obispos reunidos en Chamartín para tratar el tema, facilitando la información decisiva al Gobierno para desactivar el conflicto con la Iglesia.
La "Operación Lucero" la preparó el SECED para que los funerales de Franco transcurrieran en la forma prevista, hasta el punto de ensayar con figurantes el traslado del féretro. Una vez colocados los restos mortales del criminal Franco en la capilla ardiente del Palacio del Pardo, el Consejo de Regencia, asumió los poderes de la Jefatura del Estado en nombre del Príncipe de España.
Su primera decisión fue declarar luto nacional durante 30 días y suspender todos los espectáculos y actos públicos hasta después de la inhumación de los restos. Se declararon inhábiles a todos los efectos los días 22 de noviembre (jura y proclamación del Rey) y 23 (entierro del criminal Franco). El Ministerio de Hacienda dispuso el cierre de las actividades de las Bolsas y de operaciones con moneda extranjera, hasta el día 23, y se suprimieron todas las clases y actividades académicas en los centros docentes, tanto oficiales como privados, hasta el día 27 de noviembre.
Los organismos oficiales -y algunas empresas- dieron instrucciones para que pasaran por la capilla ardiente a cualquier hora del día y dela noche. Para ello se organizaron turnos oficiales de vela ininterrumpidos desde las ocho de la mañana del día 21 hasta las siete de la mañana del día 23. Hasta las 14.00 horas de ese día los alrededores del Palacio de Oriente estaban bajo un ‘Plan de Silencio’ que suprimía la circulación rodada mientras se celebraba la misa.
A continuación se inició el desfile del cortejo fúnebre desde la plaza de Oriente al Arco de la Victoria, en cuyas inmediaciones se despedía el duelo para trasladar la comitiva al Valle de los Caídos.
Tras ese plan llegó otro, la "Operación Alborada", preparada por la Casa Real para coordinar la coronación, mientras en paralelo el SECED orquestaba la "Operación Tránsito". Se comenzó a elaborar en La Zarzuela, cuando Jacobo Cano ocupó el puesto de secretario general de la Casa del príncipe heredero. Tras su muerte en accidente de tráfico, a Cano le sucedió el general Armada, quien concluyó ambos operativos.
Esto es lo que obtuvo quién luchó contra todo este atado y bien atado. (escultura Balmón, un preso gritando entre rejas) |
Su
propósito era dirigir todos y cada uno de los pasos del rey durante
las seis primeras semanas de su reinado. Todo estaba diseñado
minuciosamente, hasta los más pequeños detalles. Por ejemplo,
durante los funerales del criminal Franco, el rey debía estrechar la
mano con más efusividad al presidente de la República Alemana que a
Giscard D’Estaing, mientras que tenía que ser frío y distante con
Pinochet. También el juramento del rey al hacerse cargo de la
jefatura del Estado estaba redactado de antemano:
"Expreso mi reconocimiento y gratitud a nuestro Generalísimo Franco, que con tanta dedicación y entrega os ha mandado hasta ahora, dándonos un ejemplo único de amor a España y sentido de la responsabilidad"
Para aparentar que la coronación tenía un seguimiento popular entusiasta, el Ministerio de la Presidencia declaró ese día fiesta oficial en todo el territorio nacional. Además, el Ministerio de Trabajo declaró “la mañana inhábil, a todos los efectos, en Madrid”. Por su parte, Educación suspendió las actividades académicas y docentes durante esa jornada. Incluso, se levantó el luto oficial en todo el territorio nacional “desde el toque de diana hasta las 16.00 horas”.
Una parte de plan organizó la colaboración del Gobierno y del Ayuntamiento de Madrid y el desplazamiento de más de 1.000 autobuses de todos los puntos del país para llevar gente hasta la capital, donde les regalaron flores para que las arrojaron al paso de la comitiva real. A otros les dieron grandes fotografías con las efigies de los monarcas, o pancartas.
La "Operación Diana" la planificó el Estado Mayor del Ejército para prever las actuaciones necesarias en caso de que se produjera un vacío de poder. Según Manuel Fernández Monzón, miembro del SECED:
"No es verdad todo lo que se ha dicho de la transición. Como eso de que el Rey fue el motor. Ni Suárez ni él fueron motores de nada, sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico, que se tradujo en una serie de líneas de acción, en unas operaciones que desembocaron en la transición. Todo estuvo diseñado por la Secretaría de Estado y la CIA, y ejecutado, en gran parte, por el Seced, con el conocimiento de Franco, de Carrero Blanco y de pocos más. Por ejemplo, cuando el Estado Mayor del Ejército de Tierra elaboró la ‘operación Diana’, no sabía para qué lo estaba haciendo. Era la planificación de una intervención militar en el caso de que aquí se produjera un vacío de poder" (Interviú, 25 de setiembre de 2006).
Fernández Monzón era el enlace entre el SECED y la CIA, para lo cual viajó a Washington a fin de coordinar la actuación de los servicios de información norteamericanos y españoles para tener todo previsto para la transición.
"Expreso mi reconocimiento y gratitud a nuestro Generalísimo Franco, que con tanta dedicación y entrega os ha mandado hasta ahora, dándonos un ejemplo único de amor a España y sentido de la responsabilidad"
Para aparentar que la coronación tenía un seguimiento popular entusiasta, el Ministerio de la Presidencia declaró ese día fiesta oficial en todo el territorio nacional. Además, el Ministerio de Trabajo declaró “la mañana inhábil, a todos los efectos, en Madrid”. Por su parte, Educación suspendió las actividades académicas y docentes durante esa jornada. Incluso, se levantó el luto oficial en todo el territorio nacional “desde el toque de diana hasta las 16.00 horas”.
Una parte de plan organizó la colaboración del Gobierno y del Ayuntamiento de Madrid y el desplazamiento de más de 1.000 autobuses de todos los puntos del país para llevar gente hasta la capital, donde les regalaron flores para que las arrojaron al paso de la comitiva real. A otros les dieron grandes fotografías con las efigies de los monarcas, o pancartas.
La "Operación Diana" la planificó el Estado Mayor del Ejército para prever las actuaciones necesarias en caso de que se produjera un vacío de poder. Según Manuel Fernández Monzón, miembro del SECED:
"No es verdad todo lo que se ha dicho de la transición. Como eso de que el Rey fue el motor. Ni Suárez ni él fueron motores de nada, sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico, que se tradujo en una serie de líneas de acción, en unas operaciones que desembocaron en la transición. Todo estuvo diseñado por la Secretaría de Estado y la CIA, y ejecutado, en gran parte, por el Seced, con el conocimiento de Franco, de Carrero Blanco y de pocos más. Por ejemplo, cuando el Estado Mayor del Ejército de Tierra elaboró la ‘operación Diana’, no sabía para qué lo estaba haciendo. Era la planificación de una intervención militar en el caso de que aquí se produjera un vacío de poder" (Interviú, 25 de setiembre de 2006).
Fernández Monzón era el enlace entre el SECED y la CIA, para lo cual viajó a Washington a fin de coordinar la actuación de los servicios de información norteamericanos y españoles para tener todo previsto para la transición.
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