miércoles, 24 de septiembre de 2014

Carta de Arenas desde Castellón II (primera parte).

Portada cuadernillo. (foto Arenas, una estrella roja y una hilera de hoces y martillos)
Otro Preso Político nos escribe y opina...

Manuel Pérez Martínez “Arenas”

¿Sigue actualmente Rusia una política de expansión imperialista?

Nuevo cuadernillo. Septiembre 2014. 24 páginas. Tamaño A5. 3€. Edita SRI.

-Carta de “Arenas”, cárcel de Albocàsser, 8 agosto 2014. Págs 3 a 13.
-Anexo, que corresponden a extractos de diferentes libros de Arenas editados por Templando el Acero sobre el tema. Págs 14 a 21.

Por su interés general, reproducimos la carta de Arenas. En dos partes, hoy y mañana. Esperemos que sea de vuestro interés.

Cartas desde prisión (1 de 2)

Manuel Pérez Martínez
Prisión de Albocàsser
8 Agosto 2014

¡Aúpa compañero! ¿Cómo va esa vida? Yo, de moral bien, de vista fatal. Por este motivo voy a tener que hacer un pequeño esfuerzo para satisfacer esa saludable curiosidad que te corroe por dentro. A lo que añadiré también un resumen –muy resumido‒ de algunos textos que responden a esas mismas preocupaciones y preguntas, aunque enfocados desde otra perspectiva y en un tiempo ya lejano.
Tendré que ir despacio, a fin de dar descanso de vez en cuando a mis cansados ojos. Comenzaré con la siguiente pregunta:

¿Sigue actualmente Rusia una política de expansión imperialista?

He leído con atención el artículo del camarada Lucio García Blanco que, bajo el título Se agravan las contradicciones interimperialistas, aparece publicado en el nº 70 de El Otro País. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido la ligereza con que se exponen, sin citarlas en ningún momento, algunas de las tesis del Partido referidas al desarrollo de la crisis capitalista y de las contradicciones interimperialistas. Esto tiene una pequeña ventaja y un gran inconveniente. La ventaja consiste en que nos exime de toda responsabilidad respecto a determinadas afirmaciones relacionadas con el problema en cuestión. El inconveniente se deriva de la confusión a que pueda dar lugar, al proceder dichas afirmaciones de un miembro destacado del Partido. Por este motivo nos vemos obligados a salir al paso de esa ligera interpretación que hace Lucio, por su cuenta y riesgo, de las tesis “oficiales” del Partido.
Entre los acontecimientos que se han venido sucediendo a lo largo de los últimos años, que ponen de manifiesto “el agravamiento de las contradicciones interimperialistas”, el camarada Lucio destaca en su artículo, en primer lugar, los que se están desarrollando actualmente en el Sudeste de Ucrania. Esto está produciéndose en un marco internacional caracterizado por la crisis económica y los sucesivos fracasos militares de los EEUU y el Reino Unido, especialmente en Afganistán, en Irak y en Siria, donde los intereses económicos y geoestratégicos de los EEUU y Rusia, principalmente, han chocado casi frontalmente.
Bien, nada tenemos que decir sobre ese análisis que hemos resumido, ya que describe el agravamiento de las contradicciones y la continuación de la guerra que nosotros -el PCE(r)-, fuimos los primeros, (por no decir los únicos), en anunciar y analizar, en sus aspectos más generales, hace más de 20 años. Pero ¿es justo calificar, como lo hace Lucio, la rCartas desde prisión (1 de 2)espuesta rusa al intento de EEUU y de la OTAN de cercarla e incorporar a Ucrania a su órbita, así como la instalación de misiles capaces de alcanzar a Moscú (por no hablar del apoyo logístico, moral y diplomático a Siria), de “respuesta militar agresiva del imperialismo ruso”? ¿nos está permitido situar a Putin, como lo hacen todos los medios de propaganda rastrera, fascista e imperialista española, al frente de un renacido “despotismo asiático”? Identificar hoy a Rusia con un “imperio”, y su política militar preventiva, defensiva, desarrollada en su propio territorio (y en territorios próximos a sus fronteras con mayoría de población rusa), de política “agresiva” y “militarista”, sólo puede servir a la propaganda imperialista de los EEUU y a su estrategia de dominación mundial.
Por lo demás, calificar a un nacionalista burgués, como sin ninguna duda lo es Putin, de “déspota”, “fascista” o simplemente de “reaccionario”, no creemos que pueda contribuir a esclarecer la verdad sobre lo que está sucediendo realmente en Rusia. Un nacionalista cuyo origen es la clase obrera, que, según la misma prensa burguesa “tiene el corazón dividido entre la Rusia imperial y la extinta URSS”; que metió en la cárcel a los oligarcas mafiosos, próceres del capitalismo salvaje de los primeros años, tras hundirse la URSS; que llamaba “traidores” a quienes desertaron en la época soviética; que puso fin a la miseria generalizada en que estaba sumido el país cuando alcanzó la presidencia a primeros del año 2000; que en 2005 declaró ante el Parlamento ruso que la desaparición de la Unión Soviética fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”… En fin, no parece que este nacionalista pueda estar muy sujeto a los intereses oligárquicos ni pueda tener muy arraigadas las ideas y los sentimientos burgueses.
Hoy no cabe discutir de la naturaleza capitalista de la sociedad rusa, así como del carácter de clase burgués del Estado ruso. Sin embargo, no conviene olvidarnos de su origen; es decir, del hecho de haber sido edificado sobre los cimientos del régimen anterior (que no era precisamente un régimen feudal o colonial), algunos de cuyos rasgos conservan todavía, particularmente en las costumbres y en la conciencia colectivista de los trabajadores ¿de qué país capitalista se puede decir lo mismo?
Más adelante volveremos a retomar este tema, ya que reviste una enorme importancia para nosotros. De momento nos parece suficiente con lo dicho para remarcar que, confundir o identificar la Rusia actual con el imperio feudal-militar anterior a la revolución socialista, con aquella “cárcel de pueblos y naciones”, y “perro de presa”, guardián de los intereses del imperialismo de los países de Occidente para las regiones de Asia, es el mayor de los disparates que se puede cometer. Para salir de dudas a este respecto, no hay más que reparar en el destacado papel que está desempeñando en la configuración del nuevo panorama económico y financiero mundial de la mano de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), tradicionales víctimas de los imperios occidentales.
Para mayor seguridad, recomendamos dar un repaso con un poco de detenimiento a los documentos programáticos y demás materiales editados por nuestro Partido que abordan esta cuestión. Comprobarán que no hay en ellos nada que se pueda prestar a esa torcida interpretación que habla de una vuelta atrás de Rusia a un pasado imperialista –ni siquiera en la forma moderna capitalista, monopolista. Al contrario, en esos textos se ofrece un análisis de la gestación, el nacimiento y el desarrollo de las contradicciones actuales del imperialismo, poniendo el acento en la contradicción “oeste-oeste” por el reparto, precisamente, de Rusia y los demás países ex-socialistas. Se avanzan numerosas ideas y planteamientos teóricos que explican muchos de los fenómenos nuevos que están apareciendo hoy en el mundo, y se anticipan de forma clara y destacada la inevitabilidad del resurgimiento del movimiento comunista y la restauración del socialismo, tanto en Rusia como en otros países.
Claro que resulta imposible anticipar la forma y el momento concreto en que habrán de producirse unos acontecimientos de tal naturaleza. No obstante, algo de eso se comienza a vislumbrar últimamente.
Dibujo. (Puño con lápiz)
Lo económico, lo político, lo histórico y lo lógico
Para poder desenredar la madeja de las contradicciones que se dan hoy en el mundo, no basta con fijar la atención únicamente en la lucha económica, política y militar entre los grandes Estados y potencias imperialistas. Además de todo eso ha de ser tenida en cuenta la tendencia o corriente histórica así como su lógica interna.
Que el conflicto general tiene una raíz económica y persigue objetivos económicos de dominio, que haga posible la continuación (en las nuevas condiciones creadas por el desarrollo de las fuerzas productivas), del progreso de valorización del capital a gran escala, lo pone todos los días de manifiesto la agravación de la crisis económica y financiera, así como la lucha feroz que se ha desatado por los mercados y el control de las fuentes de energías y su comercialización. Ligado a esta lucha económica encontramos la cuestión del dominio militar y geoestratégico, especialmente en el este de Europa, en Oriente Medio y en los grandes espacios de Asia Central y Oriental, que se han convertido en las zonas más calientes del planeta.
No obstante, lo que atrae actualmente más la atención es el agravamiento del conflicto político y las tensiones en torno a la guerra del Sudeste de Ucrania y en su repercusión en las relaciones de Rusia con los EEUU y la UE. La crisis política ucraniana viene de muy lejos, por lo que no nos vamos a detener aquí en ella. Ahora, lo que nos interesa destacar es que ha sido la posición de independencia y firmeza que ha adoptado el Estado ruso frente a las iniciativas guerreras imperialistas de los Estados Unidos en diversas zonas y regiones del mundo, lo que ha desatado la ira arrogante y agresiva de los yanquis contra Rusia, acelerando así el desarrollo de los acontecimientos.
Desde luego, este rebrote de la “guerra fría” -como ya han comenzado a llamarla- no tiene el mismo carácter que tuvo en el pasado, ya que Rusia es actualmente un país capitalista. Pero ¿puede ser encuadrado en la categoría de las contradicciones interimperialistas por un nuevo reparto o redistribución del mundo, tal como fue durante la I Guerra Mundial? Recordemos que la II Guerra Mundial, que comenzó como consecuencia de dichas contradicciones, perdió ese carácter desde el momento en el que fue agredida la URSS por la Alemania nazi y las otras potencias fascistas, lo que permitió su alianza con los países capitalistas democráticos. Esto nos advierte, una vez más, de la imperiosa necesidad de analizar, en concreto y por separado, cada guerra, en lugar de generalizar y de ofrecer análisis facilones.
Hoy sabemos que tras la caída, en el año 2000, de Yeltsin y su banda, compuesta por ultraliberales de la Escuela de Chicago, de agentes de la CIA y de mafiosos, tanto la dirección de la economía como de la política interior y exterior de Rusia, pasó a manos de un sector que puede ser calificado como representativo de la “nueva burguesía nacional” rusa. Se comprenderá que fuera a partir de entonces cuando comenzaran a manifestarse los desacuerdos y contradicciones de esta nueva burguesía rusa con sus socios y padrinos yanquis. La realidad es que éstos se habían tomado en serio su “victoria sobre el comunismo” y el “final de la historia” y se proponían convertir a Rusia en una colonia o protectorado de los EEUU, y como a tal la habían tratado durante el reinado del nuevo zar Boris Yeltsin y su cuadrilla de mafiosos. Se comprenderá que en las condiciones de la debacle económica, social, política y moral y “geoestratégica” que supuso en los primeros momentos la caída de la URSS, y con la enorme presión militar y psicológica que han estado ejerciendo los EEUU sobre Rusia, a la nueva burguesía de este gran país no le haya resultado fácil hacerse con las riendas del poder y llevar a cabo sus planes de reconstrucción nacional sobre una base capitalista, y menos aún ocupar el puesto de gran potencia al que sin ninguna duda (como toda burguesía que se precie) aspira, siempre que su fuerza económica, política y militar se lo permita.
Pero ya hemos visto que no es este el caso, y eso porque, entre otros motivos, ni los yanquis ni las otras burguesías monopolistas-financieras de los demás países imperialistas se lo han permitido; como no se lo permitieron ni a Alemania ni a Japón, tras finalizar la II Guerra Mundial, más que a condición de que se sometieran absolutamente y luego dieran cumplimiento a determinados requisitos, derivados de su responsabilidad en el desencadenamiento de la II Guerra Mundial, así como de su derrota militar. Pero Rusia no ha desatado ninguna guerra imperialista de agresión (de exterminio de poblaciones enteras y de saqueos y destrucciones de enormes proporciones), ni ha sido derrotada en el plano militar por los EEUU ni por ningún otro Estado imperialista. Lejos de eso, como es bien sabido, fue el baluarte de la resistencia antifascista en todo el mundo y la que más sacrificios hizo para la derrota del enemigo común; de manera que todo eso le ha permitido ocupar un destacado puesto de honor entre todas las naciones y conservar el legado histórico, moral y la fuerza militar suficiente para hacerse respetar y resistir la agresión de los nuevos nazis, al mismo tiempo que trata de preservar su influencia en algunas áreas geoestratégicas de gran interés para su defensa y desarrollo.
Si a todo esto añadimos su extensísimo territorio, sus grandes recursos naturales, su rica y variada cultura, las tradiciones revolucionarias y el patriotismo de su población… ¿Qué conclusión podemos extraer? Es indudable que todos estos factores y otros que podríamos referir, han influido poderosamente en la deriva que ha seguido Rusia y en la determinación de Putin desde que éste fuera elegido presidente, lo que ha impedido, entre otras cosas, la implantación de ese capitalismo salvaje, ultraliberal, de tipo dependiente que tanto los EEUU como la UE han intentado imponerle (para repartírsela y saquearla), junto a todas las demás dependencias que lleva aparejadas.
Todo esto ha traído consigo otra consecuencia de enorme trascendencia para un futuro no muy lejano: se trata de las dificultades casi insuperables que está encontrando la nueva Rusia burguesa para lograr un acercamiento más efectivo con vista a su encaje final en las estructuras económicas y sociales de la Europa Occidental. Ésta es una de las principales causas que ha impulsado al gobierno ruso a poner todo tipo de trabas a la integración de Ucrania en el engranaje del neocolonialismo de la UE, por las graves consecuencias que puede traer para sus propios planes de desarrollo e integración política con los demás países de su zona. Estos planes están basados en sus propias normas y no pueden prescindir de ellas sin arriesgarse a caer en las redes de la dependencia. Ya que, como ha escrito certeramente J.Vercueil en el nº 225 de Le Monde Diplomatique: “Rusia heredó un sistema normativo proveniente de las URSS, que, aunque con algunas lagunas, envejecido y pesado, regula aún las relaciones económicas entre los países de la CEI. Teniendo en cuenta el contagio que provoca su difusión, una penetración de las normas europeas en Ucrania correría el riesgo de arrastrar al conjunto postsoviético mediante un efecto dominó. La reacción de Rusia proviene también de un sistema sobre el cual todavía descansa en gran medida su complejo industrial militar”.
Es necesario insistir en que la conservación y perfeccionamiento por Rusia de esa normativa, producto de su evolución histórica y de las relaciones establecidas no sólo con los países de su entorno, es de vital importancia. Con tanto mayor motivo en momentos en que los grupos monopolistas industriales y financieros de Occidente se valen de sus Estados para imponer a los demás las normas financieras y comerciales más ventajosas para ellos; es decir, las normas de la dependencia económica, financiera, comercial, militar y cultural del imperialismo.
La historia ha demostrado una vez más por la vía de los hechos, que no existe otra salida para evitar caer en las redes del capitalismo financiero internacional, que continuar aplicando las “normas del socialismo”. Claro que con éstas sólo no basta, ya que a lo más que se puede llegar con ellas es a consolidar un capitalismo de Estado de tipo burocrático, muy semejante al que se estableció en la última etapa de la existencia de la URSS. De manera que se hace necesario establecer de nuevo el poder de la clase obrera y las relaciones de producción auténticamente socialistas.
Después de la amarga y desastrosa experiencia vivida durante la etapa yeltsinista y de las más recientes embestidas recibidas de parte de los socios occidentales, es de suponer que esa gran verdad termine por imponerse de una manera consciente entre las masas populares. Puesto que éste es un asunto que escapa a la comprensión y voluntad de la burguesía (ya que apunta directamente contra sus intereses), tendrán que ser los trabajadores, dirigidos y encabezados por la clase obrera, los que asuman de nuevo esa misión histórica.
Se podría asegurar que éste es un problema que se ha ido gestando a lo largo de toda la evolución de la sociedad rusa y que (aunque no afecte únicamente a este país), se ha manifestado de diferentes formas y grado de “intensidad” en distintos momentos (recordemos las del eslavismo y populismo ruso del siglo XIX); un problema que, como sucede hoy, vino a resolver la teoría y la práctica del comunismo. No debe, pues, extrañar que hoy se haya recrudecido con particular virulencia, como consecuencia de la crisis general, ya crónica, que padece todo el sistema capitalista.
No obstante, tal como hemos apuntado, no va a ser del mundo exterior imperialista de donde va a llegar la solución a este importantísimo problema. En todo caso, las presiones y los intentos de acoso y de aislamiento que está llevando a cabo actualmente el imperialismo norteamericano para someter a Rusia a vasallaje, no van a lograr otra cosa, como ya ha sucedido otras veces, sino acelerar la toma de conciencia sobre la naturaleza de este problema y de la solución que está demandando.

(continúa mañana 25)
Libertad Arenas, pres.o.s políticos

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