domingo, 7 de diciembre de 2014

29 presos asesinados por no ir a misa.

Dibujo. (Preso y mancha de sangre que le recorre)
Todo atado y bien atado
¡Por no ir a misa!
29 presos asesinados en Castellón

Esta historia dio comienzo el 14 de abril de 1945, cuando ya España llevaba seis años bajo la dictadura nacional católica franquista. El 14 de abril era un día de gran significación para muchos antifascistas españoles, ya que en tal día de 1931 se había proclamado la II República.
En 1945, la cárcel de Castellón todavía encerraba centenares de presos combatientes antifranquistas. Uno de ellos, se llamaba Manuel Recaseus Agustí.
Aquél 14 de abril de 1945, numerosos presos -entre ellos Manuel- firmaron una solicitud a la dirección de la prisión conforme no siendo creyentes católicos se les dispensase de asistir a la misa que diariamente se celebraba en el patio de la prisión. El Director del penal despreció la solicitud y mantuvo la obligación de asistir y con ello "salvar sus almas extraviadas". Llegó la misa y asistieron los presos; pero cuando según el rito religioso correspondía que los fieles se arrodillasen, los presos -infieles- se mantuvieron en pie. El cura y los funcionarios se lanzaron sobre los reos y les empujaron a puñetazos y patadas hacia las celdas.
Pasó una semana, cuando se presentó una orden de la dirección del penal conforme un preso de cada celda debía salir en la madrugada del día 24 al patio de la cárcel para presenciar una ejecución. Se trataba de Manuel Recaseus, elegido como ejemplo para escarmentar en él la insolencia de los que se habían plantado el día 14. El cura sermoneó a los presos e inmediatamente sonó la descarga de la fusilería. Hasta el día siguiente, el cadáver de Manuel Recaseus permanecerá tirado en la esquina del patio.
Sin embargo, ese mismo día por la tarde llegó al penal una Comisión de la Dirección General de Prisiones, presidida por un tal Anastasio Martín Nieto. Había sido avisada por el subdirector de la prisión, Alejandro González Boisán, y el capellán castrense de la prisión, quienes manifestaban su insatisfacción con la "debilidad de castigar con un solo fusilamiento tamaña insolencia a la Iglesia y a las autoridades".
Enseguida la Comisión sentenció: que en la próxima madrugada, "día 25 de abril, sean fusilados como escarmiento 28 presos" y que, como en el caso de Manuel Recaseus, "sean testigos de ello un reo por cada celda".
Llegado el momento, formaron en el patio dos compañías de soldados y sacados de sus celdas los reos testigos.
Después, en el enorme silencio de las galerías restallaron, uno
a uno, golpe a golpe sobre todos, los nombres de los sentenciados para ser asesinados: Pascual Luis Gómez, José Diago Torres, Julio Nebot Vilar, Agustín Ventura Ballester, José Arnau Piñol, Ismael Cervera Torres, Bautista Broch Blasco, José
Murgui Ferrando, Rafael Gómez Illán, Pascual Cubedo Péris, Juan Rabasa Gumbau, Miguel Tormos Adsuara, Bautista Péris Muñoz, Cristóbal Gómez Rubio, José Broch Paré, Vicente José Molés, Bautista Llorens Usó, José Paus Manrique, Calixto Tormos Martínez, José Bernat Llop, José Márquez Gómis, Bautista Daras Fuster, Vicente Navarro Bernat, Francisco Gil Muñoz, Francisco Borja Rosell, Miguel Nebot Guinot, Antonio Candomir Piñero y Bautista Ballester Martí.
Dibujo. (un tanque, una calavera, una cruz, fusiles doblados...)

La primera compañía de soldados actuó de pelotón de ejecución. La segunda apuntaba sus fusiles hacia los testigos, a los que se pretendió obligar a cantar el himno de la Falange bajo pena de ser también fusilados. Además, fueron avisados de que al menor indicio de rebelión serían ajusticiados nuevos reclusos.
Pese a todo, ninguna voz tapó la interminable descarga de los fusiles; ni tampoco los secos disparos de los tiros de gracia. "Los cadáveres inmolados de los reclusos permanecieron durante dos días en el recinto de la Prisión Provincial donde quedaron a la intemperie y completamente abandonados".

Un día antes de recordar esta historia, se conoció que el papa católico Juan Pablo II se dispone a declarar como hombres santos de su secta a los sacerdotes del bando nacional que fueron muertos durante la guerra civil española. Según informa la propia oficina eclesial, su muerte violenta (que no su vida) y su adscripción al franquismo son las razones fundamentales de su proceso de beatificación.

Tomado del histórico semanario anarquista “La Campana”, nº 118, 4 octubre de 1999

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