viernes, 3 de julio de 2015

Cárcel y drogas, desde 1975 hasta hoy.

Foto. (joven inyectándose heroína)
Cárcel y drogas
Desde mediados de los años 70 hasta nuestros días

Tras la muerte de Franco, ninguno o contados (solo unos pocos legionarios arrestados en cárceles militares por hachís) de los presos existentes lo estaba en relación con sentencias de delito por drogas ilegales.
Mas en pocos años, la cárcel, que no deja de ser el reflejo más cruel de la propia sociedad, vivió en paralelo la inundación de drogas ilegales que asolaron los barrios más populares y obreros de todo el Estado, pero de una forma alarmante en todo el cinturón rojo de Madrid y sus barrios populares, lo mismo que en los de Barcelona, Sevilla, Valencia, Bizkaia o Vigo, por citar los casos más significativos.

Los primeros robos para mantener el consumo, los atracos; las bandas juveniles y su relación totalmente desinformada con el consumo de las drogas ilegales; y las legislaciones, que siempre condenan al pequeño.
Se empezaron a llenar las cárceles. Y muchos de los presos -con el empeoramiento en el entorno de vida del encierro- continuaron consumiendo dentro de las cuatro paredes. El consumo, por pura lógica, se clandestinizó aún más en esas nuevas circunstancias, y según los estudios sociológicos de colectivos de apoyo a presos sin embargo, el consumo en las cárceles se generalizó poco a poco. Señalar que según la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, “El 80% de los casi 70.000 presos en España son drogodependientes”. Sólo han cambiado las sustancias. Hay un refrán carcelario: “De lo de la calle, aquí, de todo, salvo la libertad”. Con las drogas, no podía ser menos. (...)

Y ¿qué dice la Ley?:
Los establecimientos penitenciarios realizan, de parte de toda la sociedad, el compromiso no solo cívico sino también constitucional de la reeducación y la reinserción social que las medidas privativas de libertad tienen en el ordenamiento jurídico (art. 25.2 de la Constitución española)”.

Pero, según II.PP. los carceleros destinados a vigilancia serían 15.500 y los dedicados al tratamiento (reeducación y reinserción) de los presos ¡tan solo de 1.358 personas!.

Habría que señalar que el entorno totalmente represor, opresivo, castrador e individualista en extremo de las cárceles españolas ha ido consiguiendo un momento igualmente represivo, compulsivo, teniendo el alto consumo de drogas la única explicación como una de las formas de intento de evasión mental, relax o incluso analgésica.
A partir de los años 80 los presos-as relacionados con delitos de tráfico de drogas o robo en relación, se vuelven mayoritarios.
Las consecuencias directas fueron inmediatas. Bajó la conflictividad político-social de los internos y brotaron enormes conflictos individuales, personalizados, relacionados con “presos toxicómanos”, según las propias estadísticas de II.PP..

Para empezar a entrar en harina y hacernos mejor a la idea del tema que tratamos, vamos a dar unos datos totalmente necesarios:
Decir que la punta de ratio en España de presos-as per cápita es de 1'53 -1'6 por cada 1.000 habitantes. O sea, de cada 2.000 personas, 3 están en prisión. Por tanto, desde hace 40 años, han sido centenares de miles los presos y presas en las cárceles españolas.
Hemos pasado de los 9.000 presos-as a la muerte de Franco, a los 22.000 en 1982, a un pico en mayo de 2010 de 77.000 personas presas, a los 68.000 actuales. Y que el 15% son preventivos.
Para hacer la estadística de los últimos años, decir que el 93% de los presos son hombres y el 7% mujeres.
Que 1 de cada 10 presos-as tiene menos de 25 años, y que 2 de cada 3 tienen entre 30 y 60 años, y sobre todos, los situados en la franja de los 31 a 40 años.
En cuanto a la propia catalogación de II.PP. sobre el tanto por ciento de delitos según categoría, se puede establecer de la siguiente manera:
- 37% está preso-a por “Delito contra el patrimonio” y “robo”. En su enorme mayoría delincuencia menor, mucha de ella relacionada directa o indirectamente con las drogas ilegales.
- 26% preso-a por “Delito contra la salud pública”. En su enorme mayoría detenidos por trapicheo minúsculo, menor o medio de drogas ilegales. Son muy pocos los grandes narcos presos.
- 7% preso por “Delito de violencia de género”
- 6% preso-a por homicidio o asesinato
- 5% preso por “Delito contra la libertad sexual”
- 1% preso-a por “Delitos de terrorismo” o relacionados.
- El resto, por otros muchos delitos o causas. Este es el sector más variable. (Seguridad vial, etc, etc.)

-La diferencia en el capítulo de las mujeres es importante. Según la encuesta sobre salud y consumo de drogas en internados en instituciones penitenciarias ESDIP 2011, el 50% de las mujeres estaban en la cárcel por delitos relacionados con la salud pública. (...)

Gráfico Población presa en la UE por cada 100.000 habitantes.

Bien, presentados están los y las protagonistas. Ahora presentaremos el entorno.
*El 73% de los-as presos y presas se encuentran en regímenes de 2º grado. Régimen ordinario de 3 de cada 4 presos-as.
Salida al patio mañana y tarde. Varios recuentos al día. Sin límite en las cartas. Visitas de familia y amigos 1 a la semana, 2 vis a vis al mes.
*El 17% se encuentra en 3er. Grado. Régimen de semilibertad.
Entran y salen de la cárcel todas las semanas, o fines de semana, según acuerdos de trabajo o familia.
*El 1% de los-as presos se encuentran en régimen de 1º grado.
Régimen cerrado, control absoluto de cartas (2 a la semana), visitas, se graban las conversaciones telefónicas y fotocopia la correspondencia, cacheos continuos. Los políticos, dispersados de sus lugares de residencia incluso a 1000 kilómetros, etc.
*El resto, sin clasificar, generalmente en 2º y 3er grados o en 1º grado indirecto en el caso de los presos políticos.

Según los propios datos de II.PP., fallecen en prisión una media de 200 presos-as cada año, “el 22,3% de ellos por "sobredosis" de droga (sic) y un 11.3% por suicidio”. Cifras muy alarmantes desde todos los puntos de vista.

Igualmente alarmante sería que el 31% de los presos tienen prescritos psicofármacos y el 11% metadona. (...)

Si analizamos más pormenorizadamente los datos de la encuesta sobre salud y consumo de drogas en internados, sacamos las siguientes conclusiones: (…) La población penitenciaria, antes de entrar en prisión, muestra mayores consumos de drogas respecto a las de la población general. La percepción sobre la situación de salud es ligeramente peor que la de la población general. La prevalencia del consumo de drogas, entre los internos, es menor en prisión que antes del ingreso.
Se observa una disminución del consumo de drogas en prisión, tendencia también presente en la población española.

Y en Europa, ¿qué sucede?
A nivel de la Unión Europea, en la mayoría de los estudios realizados queda patente que la prevalencia del consumo de drogas en la población encarcelada es superior al 50%. Sin embargo, estos datos presentan grandes variaciones entre prisiones, centros de detención y países (del 22 al 86%). Del 8 al 73% refiere consumo regular y dependencia previa al ingreso en prisión. De hecho, el 79,7% de los internos consumía drogas en el mes anterior a su ingreso. Analizando los diferentes estudios podemos concluir que, los drogodependientes están sobre-representados en las prisiones si se compara con la población general.

Pero ahí se acaban los datos oficiales. Dada la apenas información o datos sobre este tema, hemos realizado pequeñas entrevistas a varios expresos consumidores, que nos han volcado un poco los siguientes datos. Alguno de ellos ha estado más de 25 años en prisión en varias etapas, con lo que han vivido directamente su evolución:

-Hasta el año 80, era muy raro o anecdótico el consumo de drogas ilegales en prisión. Algo de hachís. Primeros casos en las cárceles de las grandes ciudades, de jóvenes de barrios populares, obreros y marginales.
-A partir de ese año las prisiones se llenaron de personas por problemas de menudeo de drogas, palos en farmacias, atracos a mano armada o delincuencia asociada al logro de heroína. “Ahí vi por primero vez tantos enganchaos en la cárcel como los había visto fuera”. “De mi barrio estábamos 20 o más presos, todos heroinómanos”. “Nosotros hacíamos atracos a bancos; por mucho mono que tendría, nunca le robé el bolso a una anciana, aunque lo normal en casi todos era, con esos monazos, desvalijar coches, pequeñas tiendas, palos en los parques o cines...De ahí se impuso dentro el término mangui para los que atracaban a cualquiera del barrio”. Se empieza a consumir heroína en grandes cantidades.

-Más adelante, a los robos y delincuencia, se sumaron y empezaron a nutrir las cárceles los pequeños camellos, traficantes locales, etc.
La forma de administración de la heroína no era problema. “Se fabricaban chutas con una aguja y un bolígrafo bic, luego se pasaban entre todos los colegas del módulo, no teníamos ni puta idea de lo que nos vino luego”.

-En los 90 y 2000 se consume hachís y mucha cocaína fumada en plata, pues la heroína ya ha hecho grandes estragos. “Llegó muy tarde lo de poder acceder a chutas legalmente y fue solo una lavada de cara por lo que habían permitido. Muchos cogieron el bicho dentro”.

-En el 2000 estalla el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y antidepresivos, logrados dentro y fuera, con lo que su efecto sedante rebaja de nuevo la tensión general de las cárceles, aunque los conflictos individuales han ido en aumento.

Desde entonces ahora, “Todo igual”. Al principio fue el hachís, “que nunca ha ocasionado problemas importantes dentro, y se ha fumado y fuma desde siempre”, luego la heroína inyectada, luego por el asunto del vih los chinos y la cocaína, la metadona como “sustituto” desde su implantación y desde hace 15 años la multitud de pastillas psico-medicamentosas. O todo a la vez. Desde siempre las drogas legales e intentar conseguir alcohol, o bien de la calle o fabricando “chicha” y de forma esporádica tomar cosas como LSD. O de hace pocos años a esta parte, variadas anfetaminas o derivados, sobre todo los presos-as más jóvenes, “los críos”.
Foto. (presa sentada en el suelo, cerca unas pastillas)
-Señalan que en su opinión el 60% de presos lo están relacionados en su juicio con drogas o robos para lograr su consumo, pero que el consumo dentro “¡es mayor!”. Una vez presos, pocos abandonan el consumo, muchos se incorporan a otros nuevos o siguen consumiendo parecido que en la calle. Y otros que no se drogaban con sustancias ilegales o lo hacían esporádicamente y que por el ambiente carcelario lo empiezan a hacer. Parece ser que los datos de las asociaciones más cercanas a los presos así lo confirman, en contra del criterio de II.PP. (...)

Por sus vivencias un preso con 21 años a sus espaldas cuenta: He estado en módulos de un 5% de yonquis de heroína o brutos de cocaína y en otros con un 90%, depende cárcel, módulo, localidad. En las cárceles pequeñas, provinciales, no ves ningún consumo, salvo de algún porro o microconsumos de chinos. En las macro, Madrid, Sevilla, Cádiz... siempre saturadas, módulos que parecen La Cañada Real a las 12 de la mañana”. “Al menos yo nunca he conocido épocas largas sin suministro de mandanga hacia dentro en los macos grandes. ¿en las cortas?, pues monazo al canto, pero como de coco te seguía pidiendo, y el ambiente seguía siendo la misma mierda, pues cuando entraba algo a por ello otra vez, mientras tanto, algunas pastillas”.

-Destacan que desde siempre el consumo de drogas estimulantes legales, grandes cantidades de tabaco y de café por parte de muchos presos. Y la producción artesanal de alcohol de frutas, sobre todo desde 1980 al 2000 “en todos los módulos habían pequeños baldes fermentando”.

-La droga ilegal (y la legal que se trafica) tiene su propio comercio. O por dinero en futuros tratos, o por múltiples mercancías a cambio. O favores. ¿El precio?: “Generalmente el doble que en la calle, y la muy miligrameada del caballo, hasta el triple”. “En la cárcel se usa la “papelina” como medida pal jamaro, o sea, de una papela 8 papelinas”.

En este punto del artículo, los-as lectores se preguntarán con lógica ¿pero cómo entran las drogas ilegales en las cárceles? ¿y quién?

Recomendamos clicar en internet las numerosas referencias a noticias que nos darán alguna pista: “Subdirector cesado por tráfico de drogas a los internos”, “Funcionarios penitenciarios expulsados por hacer de traficantes”, “Varios carceleros investigados por relación al tráfico de drogas” y otras muchas calcadamente parecidas. Esas son las denunciadas y publicitadas públicamente, así que la magnitud real será mucho mayor es de suponer. Siguiendo con los funcionarios de prisiones, muchos presos narran cómo son varios de ellos mismos los habituales “y muy conocidos” suministradores bajo manga, de por ejemplo, numerosas botellas de bebidas alcohólicas, tarjetas de móvil... terminantemente prohibidas por II.PP. ¿Alcohol sí, otras cosas no? Pudiera ser la pregunta.
Para completar la manera de entrada, están las (necesariamente) pequeñas cantidades metidas por los propios presos-as tras la vuelta de permisos de tercer grado o a través de vis a vises. No hay más formas, no dan para más las posibilidades de entrada, pero repetimos, las cantidades que introducen los presos (siguiendo el criterio de cuando les pillan) siempre son pequeñas, pues saben de los fuertes cacheos; bien para auto-consumo o trapicheo entre los de confianza de cada módulo.

No importa qué me meta en el cuerpo si eso me hace pasar unos días sin enterarme de nada”. Una frase oída casi diariamente, en boca de diferentes reclusos que cumplen su condena, en cualquiera de las prisiones del Estado, nos proporciona la oportunidad de reflexionar.

En el porqué consumían en prisión, responde:
Depende etapas, cuando me metía o fumaba heroína, para desconectar, para sedarme, como la propia palabra indica. Te alejaba por un par de horas de todo lo malo que la cárcel significa”. “Salí y al poco volví a caer preso, y se repitió”. Luego, al tiempo, la metadona fue obligada, y “me tenía más pendiente de la dosis que de disfrutar, pues apenas tenía para mí efectos relajantes y sin embargo engordé doce kilos, pero me llamaba a consumirla igualmente todos los días, así que lo mezclaba con pirulas”. “Cuando por fin logré dejar todo, porque llegué a estar hecho una ruina, pues solo unos porritos, para esa risa tonta o dormir una sienta sin oír el casete del de la celda de al lado. Seguí fumando mucho tabaco y bebiendo mucho café, me espabilaba para momentos de estar al loro en el patio y era barato”. “Ahora, otros eso lo hacen con anfetas“. ¿En la calle?: “En el paro. Unos canutos de ciento en viento, y disfrutando moderadamente de la birra tras tantos años sin catarla”.

El mayor problema sigue radicando en la motivación.
Esa conclusión corresponde al Grupo de trabajo sobre Salud Mental en Prisión: Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP) y Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN). En sus informes apenas observamos críticas del acceso de drogas a las cárceles pero si varias conclusiones que podrían ayudarnos a responder a la pregunta del inicio: ¿las políticas penitenciarias logran el objetivo de reinserción social y educación, tal y como se recoge en el artículo 25.2 de la Constitución?
Las prisiones son caldo de cultivo para el consumo”. No son pocas las personas no consumidoras que se han iniciado en el abuso de sustancias precisamente durante su permanencia en prisión. Además, el tráfico de drogas dentro de las prisiones está a la orden del día.
Ante estas circunstancias de aislamiento y frustración, no es difícil llegar a comprender el uso y abuso de sustancias psicoactivas en prisión. No es de extrañar tampoco que debuten, se reinicien o incrementen los consumos de tranquilizantes y otras sustancias con el objetivo de “no pensar” y que “el tiempo pase lo más rápido posible”. “Actitudes que aumentan considerablemente el riesgo de intoxicaciones, sobredosis, daños en el organismo y en ocasiones, suicidios consumados”.
(…) “¿Cómo alentar los cambios necesarios (la motivación) cuando se tienen 8 ó 10 años de condena por cumplir? ¿Cómo mejorar la autoestima en un estrato tan apartado y marginal de la sociedad que acumula un doble estigma por la drogo-dependencia y la cárcel?” (...)

Foto. Barrotes con la inscripción en hierro "Cárcel"

Y para concluir el tema de hoy, os ponemos una carta de finales de los años 2000 de un preso político contando cómo vivió la relación “cárcel y drogas”:

Eh, ante todo deciros que a este le catalogan como “módulo bastante tranquilo”. La mayoría tienen penas cortas. Otros ya finalizan largas condenas, así que no suele haber broncas o peleas que les corten la salida. Pero me preguntáis sobre el consumo de drogas aquí dentro. Aquí al menos (por lo que veo y se sabe -soy el único político, y los sociales majos en seguida te advierten de qué va cada preso-) la mayoría se pone de algo: cuatro caladas a un porro, alguna pastilla, o acabar con un balde de alcohol en una tarde hecho con frutas y que se dormían en el recuento el otro día ¡qué risas!, pero que son gente normal, no problemática ni con el consumo de drogas ni con su vida carcelaria. Hay varios que jamás les he visto ni fumar tabaco, y alguna otra peña (la gran mayoría ex-grandes consumidores) que ya no prueban nada. Otros varios, están todo lo que les dejan en el gimnasio, o haciendo pesas, corriendo... por el patio. Uno me decía el otro día que “había dejado la heroína por esa otra droga” -se refería a la adrenalina- conseguida en el deporte intenso, “gratis y de uno mismo”.
Los problemáticos -en este ambiente ya muy tenso de por sí como es la cárcel- (y junto a su gran consumo desmedido de todo tipo de drogas) son unos 25 a 30. Y que conste que somos 130. Otra cosa fue enfermería, donde casi la mayoría estaban enganchados a las pirulas, alguno a la coca y todos a la pelea diaria.
(...) el primer día que me dejaron salir al patio, no pasarían ni 3 minutos paseando cuando un pequeño objeto hizo un gran ruido al caer. Lo habían lanzado desde el otro lado del muro (unos 8 metros de alto), desde otro módulo. Era una pila que llevaba pegada con celo una papela. En cuestión de 5 segundos un preso que paseaba se acercó y agachó con disimulo y se metió la pila en la zapatilla. No había acabado la mañana cuando al ir a mear al w.c. del patio, el colega y otro preso se estaban fumando un chino.
(…) otro día andaba vendiendo uno todos los papelillos de fumar de un librillo de 50. Uno le dio un paquete de pilas por unos pocos, otro 4 ó 5 cigarrillos, otro le decía chillando “¡por las caladas de ayer!”. Me resultó muy chocante. Valía tanto el papel como la propia china.
(…) las colas ante el médico son inmensas. Aquí tienen a medio módulo dormido y babeando de forma recetada. Un social majo ya me había contado el enorme trapicheo a microescala que se daba con las pirulas de psiquiatría. Le dije que no era posible, que al menos en esa cárcel los enfermeros obligaban a tomar delante de ellos los psicofármacos. Me respondió que me fijara bien. Al poco de salir de la cola se llevaban varios la mano a la boca y sacaban las pastillas. Luego les veías en la cena trapicheándolas.
(…) Hubo cacheo “anti-droga” en el recuento. Les miraban dentro de las zapatillas, los macutos, etc. Al llegar yo, el funcionario me dijo que continuara para la celda. En las escaleras todos decían “al político no le han cacheao, claro, como no se ponen”. Ayer en las celdas, todo el módulo patas arriba, mis cosas (en ésta “anti-droga”) ni tocar...
(…) lo de la metadona es tremendo. Les tienen colgados de esa sustancia en vez de la heroína. Ellos sabrán por qué, pero se pasan igualmente los días tirados por las esquinas del patio, durmiéndose encima del plato en el comedor (algunos la mezclan con numerosas pastillas) o haciendo “puchero” en la boca cuando les dan la dosis diaria y alguno, que lo he visto anonadado, tras salir de la cola volcárselo en la boca a otro preso. Se siente de una ojeada que la mayoría de los responsables de estas bombas de chavales “no quieren ver”.
(…) acabo con lo de ayer a la mañana, fruto de un ambiente que se palpa a diario en relación a los numerosos chavales que están aquí enganchados perramente de alguna manera y por lo tanto con posibilidad de problemáticas añadidas. Puestón, pago de la mercancía, y si no...
Hasta ahora habían sido unos cintazos a uno por no pagar la deuda de las pastillas, arramplarle la celda a otro que debía algo en coca, etc, pero ayer al ponernos en la fila del economato se ha puesto uno a la cola, y tras él se ha puesto otro, ha sacado un punzón y se lo ha clavado 4 veces. Se ha quedado tranquilo, los boquis se lo han llevado a aislamiento y al otro al hospital. En la calma, todos me explican “le debía un montón en farlopa”.
Ayer noche estuve pensativo. El consumo compulsivo que se da en numerosos presos había logrado tras años convertir las cárceles en lo antagónico de los 80. Asesinaron a los de la COPEL y aislaron la APRE, y ahora los presos sociales... muchos logran solo sobrevivir, que no es poco aquí dentro, y otros bastantes solo luchan por poder conseguir su colocón diario”.

(…)

Documento completo, bibliografía y datos:
Jaulas y drogas

Ailaket!

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