sábado, 23 de enero de 2016

Cuando los militantes de ETA se suicidaban arrancándose los dientes a martillazos.

Xabier Galparsoro. Foto
Guerra sucia mortal e impune

Colaboración:

Berrozi: “No queríamos ser como la Guardia Civil”. 
Las muertes impunes de 3 militantes vascos.

El 29 de diciembre oigo en Onda Vasca una entrevista con los jefes históricos de Berrozi, el cuerpo de élite del PNV -su policía política- que posteriormente derivó y se integró en la Ertzaintza como jefes políticos y policiales. Si llega a ser el día anterior, el de los inocentes, habría sido más creíble.
Todo bondades, declaraciones de intenciones...
Se quiere olvidar la cara amarga, brutalmente represiva, mortal, que también ha llevado adelante semejante policía vascongada.
Del libro “¿Cipayos? Policía Vasca o brazo político del PNV”, editado por Txalaparta, resumo el capítulo dedicado a la muerte de 3 militantes de ETA, en las que intervino la Ertzaintza:

La actitud de encubrimiento que más sombras alberga, es la relacionada con los óbitos de Josu Zabala Salegi, Xabier Kalparsoro Golmaio y de José Luis Geresta Mujika, tres militantes de ETA muertos en extrañas circunstancias y presentados oficialmente como "suicidados". En el complicado cruce de caminos que condujo a la muerte de todos ellos, la Ertzaintza aparece como elemento clave de alguno de sus entresijos.

1993: El caso Kalparsoro afectó a la Ertzaintza a partir del propio testimonio del militante de ETA, que días antes de ser detenido hizo llegar a su organización una carta en la que se recogen sus últimos pasos. A pesar de su confusa redacción, o precisamente gracias a ella, se pudo deducir que Anuk fue detenido de manera inadvertida en Laudio (como una llamada anónima denunció el 30 agosto a Egin), y que fue devuelto a su medio de forma controlada, valiéndose de sistemas de seguimiento y de desorientación química o psicológica, con el propósito de llegar a los responsables de Kalparsoro. (...)
Anuk afirmó haber sido detenido por la Ertzaintza e interrogado (...)
Lo cierto es que Anuk apareció en Durango, completamente desorientado y afectado en apariencia por alguna sustancia extraña (en un principio se pensó en que estaba bebido) en la mañana del 23 de septiembre del 1993. Fue detenido por la Policía Municipal de Durango, cuyo antiguo jefe era un personaje muy cercano a Atutxa. Según constató en su día el equipo de investigación de Egin, este militante del PNV desempeñó un papel crucial en la entrega de Anuk a la policía española y en la desaparición de pruebas incriminatorias contra la Ertzaintza en el detenido. En el departamento, llegó a ser director de Seguridad Ciudadana. Xabier Kalparsoro falleció al caer desde una ventana de la comisaría de Indautxu, así que nunca sabremos quien trató de manipular y utilizar al joven de Zumaia. Pero sí quién anduvo por medio. Y la Ertzaintza anduvo.

Josu Zabala Salegi. (recordatorio)
1997: Menos nebulosa fue la intervención de la Ertzaintza tras la aparición del cadáver de Josu Zabala en un paraje del barrio Intsaspe de Itziar, con un único disparo en el corazón, el 28 de marzo de 1997. A pesar de que el arma no tenía las huellas del fallecido, de que la tierra que tenía en las zapatillas correspondía a otro lugar, de que apenas se encontró sangre en el lugar, y de las sospechosas marcas de Josu a la altura de las sienes, la cúpula policial española se apresuró a avanzar la hipótesis del suicidio del militante de ETA.
Según se supo después, Josu fue secuestrado por algún cuerpo policial el día 23 del mismo mes, en las proximidades del bar La Tortilla en Bilbo, al lado del ayuntamiento. Interrogado y, como es presumible, torturado, la información que obtuvieron fue utilizada con posterioridad (1997 y 1998) por Guardia Civil y Ertzaintza para abatir a tres militantes de ETA en Bilbo y Gernika, así como para detener a decenas de personas.
La familia alberga sospechas de que la Ertzaintza tuvo mucho que ver con la desaparición de Josu. «En Itziar nos dijeron que los ertzainas habían estado allí después de que se descubriera el cuerpo de Josu y que comentaban entre ellos que ésa era cosa suya. Pero nosotros no lo podemos saber». También llegaron a saber que días antes de desaparecer hizo una llamada desde una cabina telefónica de Bilbo y poco después la Ertzaintza acordonó el lugar.
En medio de todas estas especulaciones, fuese un cuerpo policial u otro el responsable de lo acontecido, Atutxa fue el primero en salir a la palestra para afirmar que la hipótesis más probable era la del suicidio. Más aun, el consejero mancilló la memoria del fallecido asegurando que:
La gente se atreve a entrar en ETA, pero no a salir, y antes de atreverse a salir cae en este derrotero tan incomprensible y tan indigerible como el de segarse su propia vida.
En otro alarde de desvergüenza, a pesar de no aparecer la bala en el escenario de la muerte, de que estaba en mangas de camisa en una madrugada gélida, y de no encontrarse el coche en el que supuestamente acudió al lugar, las investigaciones de la Ertzaintza se inclinaban por el suicidio como versión más plausible. Al igual que hizo Retolaza con Barrionuevo a propósito del maletín de Amedo, Atutxa agarró por los mismísimos a Mayor Oreja, obteniendo a cambio garantías mútuas de no agresión. No puede acusarse al PNV de oscurantista en este asunto. Jugó claramente a favor de la impunidad de los asesinos y de sus propios intereses.

Foto. Pancarta en homenaje a Joselu Geresta.
1999: Jose Luis Geresta, Ttotto, apareció muerto en el barrio oreretarra de Zamalbide. Un vecino lo encontró en un descampado, boca arriba. A su lado, una pistola Astra del calibre 6,35 con la que, una vez más, presuntamente se suicidó. De nuevo, el destino trágico de un militante de ETA volvió a cruzarse con la Ertzaintza, cuerpo policial encargado de investigar su muerte.
Los últimos pasos en la vida de este joven de Zizurkil guardan una gran similitud con los de Xabier Kalparsoro. Testigos y familiares a los que acudió en las horas anteriores a su muerte coinciden al describirlo como desorientado, muy nervioso y persuadido de que estaba siendo controlado y utilizado por la Policía, Más concretamente, Ttotto repetía una y otra vez que tenía instalado un mecanismo de seguimiento (un microchip) en las muelas, al tiempo que pedía ayuda para arrancárselo.
Desde que el 14 de marzo de 1999 huyó del piso en el que se alojaba en Andoain, numerosas personas lo vieron o hablaron con él, lo que permitió reconstruir, en cierta medida, sus pasos hasta el lugar en el que fue encontrado con un disparo en la sien derecha. Sin embargo, este caso dejó patente, sin lugar a dudas, la implicación de terceras personas en su muerte. Se trató de un episodio innegable de guerra sucia.
Al igual que ocurrió con Anuk, Geresta repitió a todas las personas con las que habló entre el 14 y el 17 de marzo, que estaba siendo perseguido y utilizado por la Policía, advirtiendo así mismo de que iban a decir que se había suicidado, más concretamente, que «si me encuentran muerto de un tiro dirán que me lo he dado yo mismo». Ciertamente, las incógnitas sobre la muerte de Ttotto se multiplicaron nada más encontrar el cadáver, puesto que los forenses dictaminaron que la postura del cuerpo, completamente hierática, no se correspondía con la habitual en los casos de suicidio con arma de fuego. El arma encontrada apareció en el lado contrarío al de la mano supuestamente utilizada para disparar y, para colmo, no tenía las huellas de Geresta. Para completar aquel escenario amañado, uno de los ertzainas que se personaron tras aparecer el cuerpo, afirmó que tenía el pulgar de su mano derecha encajado en el bolsillo del pantalón. Todos estos datos son incompatibles con un suicidio, y certifican que el cadáver de Ttotto fue colocado en aquel escenario, al tiempo que una bayeta manchada de sangre encontrada al lado del cuerpo sirvió, con casi total seguridad, para limpiar el arma homicida (comprada en Italia con la documentación de un ciudadano vasco en el año 1977).
Pero el dato más revelador no se conoció hasta que, por deseo de la familia, se realizó una segunda autopsia a Jose Luis Geresta. El primer informe constató la existencia de múltiples lesiones y marcas, todas compatibles –según el forense– con los daños provocado por el proyectil, y por rozaduras y erosiones causados por zarzas. En la segunda autopsia, se apreció que Ttotto tenía dos muelas arrancadas y otra perforada, y que la extracción y fractura de las mismas se produjo en el instante inmediatamente posterior a su muerte, circunstancia que avala algunas conclusiones definitivas que descartan el suicidio: no murió en el descampado de Zamalbide en que apareció el cuerpo; alguien extrajo y perforó sus muelas con instrumental fresador de precisión nada más matarlo. A resultas de estos descubrimientos, la Audiencia Provincial de Gipuzkoa dictaminó que eran indicios racionales de la comisión de un delito de profanación, pese a lo cual, sostuvo que "en principio" se trató de un suicidio, aunque a su entender era «imposible desvincular totalmente de las circunstancias del previo fallecimiento la extracción de dos muelas del cadáver» de Geresta.
Los magistrados se curaron en salud, al tiempo que acordaban el sobreseimiento provisional de la causa, viniendo a decir que Ttotto se pegó un tiro y que, al rato, alguien le extrajo traumáticamente dos muelas, le perforó una tercera, manipuló el cuerpo, borró toda huella y se marchó. ¿Quién lo hizo y por qué? «Se desconoce el autor de los hechos investigados». Y se quedaron tan anchos.
Como antes refería, la Ertzaintza hizo las tareas de instrucción e investigación del caso, y desde el primer instante corroboró que Geresta se suicidó, sin aportar en el informe ningún dato, argumento o elemento indagatorio que razone su criterio.
Esta temeridad al afirmar que se suicidó no se corresponde, en cambio, con la desidia e indiferencia con la que abordaron el caso los miembros de la Unidad de Investigación Criminal de la Ertzaintza. No practicaron ni una sola diligencia para encontrar testigos o para recoger el testimonio relacionado con su muerte y denuncia de ser perseguido que narraron las personas con las que estuvo antes de morir.
Sin embargo, la Ertzaintza ya sabía que Geresta deambulaba por el triángulo Andoain, Orereta, Oiartzun desde días antes de la aparición de su cuerpo. El día 16 se incautaron de documentación falsa con su foto y huellas, tras aparecer abandonadas en Hernani. Cuando el día 21, tras anunciarse la aparición del cadáver, la familia de Ttotto acude a la comisaría de Orereta, los ertzainas de guardia no tuvieron inconveniente en acompañarles al depósito municipal, sin autorización o verificación judicial previa, para que comprobasen si se trataba de su hermano. Esto confirma que ya conocían su identidad, de lo contrario, ¿hubieran permitido un desfile de decenas de personas con idénticas dudas y sospechas de que podría tratarse de un familiar suyo?
La Ertzaintza sabía de la huida de Ttotto, precipitada por la detención en Donostia de un segundo talde del comando Donosti, en una operación desencadenada por una infiltrada, la policía nacional Elena Tejada Berradre. Y en mayo de ese mismo año, fue la Ertzaintza quien descubrió en Andoain el piso y el armamento utilizados por Geresta hasta antes de su huida.
Al igual que en el caso de Anuk, concurrieron en su testimonio elementos comunes: la insistencia en que eran perseguidos y utilizados y su desorientación y nerviosismo. En el caso dei joven militante de Zizurkil, además, el dato –contrastado por la extracción post mortem de sus muelas– de que llevaba un dispositivo de control y seguimiento instalado en su cuerpo. La Ertzaintza no dedicó un segundo de su tiempo en investigar estas denuncias.
El teniente general en la reserva Sáenz de Santamaría, viejo
canalla amigo de Retolaza y pieza clave de la guerra sucia, afirmó en una entrevista a La Razón publicada en noviembre del 2001:
Ahora también hay guerra irregular. Los comandos no se entregan solos. Incluso ha aparecido algún muerto con dientes extraídos a martillazos. Después de morir nadie se pega martillazos en la boca. (...)”

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