Foto de "Juan García Martín. Comunista condenado a morir en prisión". |
Cartas
desde prisión
Juan
García Martín
Puerto
de Santa María, 28-Enero-2016
Hola
colega:
He
estado siguiendo muy atentamente la formación del gobierno en
Catalunya y el papel jugado por la CUP en ella. Nos encontramos con
un partido o grupo político pequeño y minoritario en las
instituciones -en este caso, el Parlament catalán- que, por una
confluencia de contradicciones y crisis a varios niveles y, claro,
teniendo detrás un fuerte empuje popular hacia la independencia y
contra la política económica de recortes, estaba en disposición de
influir decisivamente tanto en la política catalana como en la
estatal. ¿De qué forma? En primer lugar, y me parece lo principal
desde el punto de vista del proletariado revolucionario en España (e
incluyo aquí el catalán), acentuando la crisis política en que
está metido el Estado español y sus instituciones, en unos momentos
en que Madrid estaba con un gobierno en funciones y con escasas
perspectivas de llegar a un acuerdo para formar otro a corto plazo;
para conseguir acentuar la crisis, interesaba llevar hasta las
últimas consecuencias y sin dilaciones los planteamientos
unilaterales de independencia aprobados por el Parlament. Insisto en
que esto me parece lo principal: meter presión, desde Catalunya, a
la olla podrida -sin comillas- en que se ha convertido la política
estatal y, así, revelar cuanto antes y claramente los límites
infranqueables que los fascistas se dieron en la Constitución de
1978: ni rojos, ni separatistas caben en ella; de esta forma, no
tendrían más remedio que echar mano de su recurso “natural”: la
represión, con la que, por cierto, no dejan de amenazar desde
Madrid. Este nuevo escenario abriría las perspectivas para otra
clase de lucha organizada, tanto en Catalunya como en el resto de
España, dejando de lado o como muy secundario la lucha institucional
y retomando las movilizaciones de masas que quedaron frustradas por
las ilusiones sembradas por los PODEMOS, SORTU, etc.
En
segundo lugar, y ya en el ámbito puramente catalán, una rápida
conformación del Gobern de la Generalitat, tal como lo tenía
previsto el tándem Convergencia/Esquerra (Junts pel sí) pondría en
marcha el calendario con las medidas políticas y sociales pactadas
con la CUP… ¡y que la burguesía catalana, sobre todo sus niveles
más “altos”, no están en disposición ni quieren cumplir! No
olvidemos la historia de traiciones de esta burguesía; ¿cuántas
veces se ha subido al carro del nacionalismo para, al primer tiro,
salir corriendo al regazo de la oligarquía española y que otros
pusieran los muertos? Ahí están la Semana Trágica de 1909, la
Dictadura de Primo de Rivera en los años 20, el Bienio Negro durante
la II República, el golpe fascista del 18 de Julio de 1936 y la
propia guerra como lecciones que no se deben olvidar. Ahora, nada
hace pensar que la burguesía catalana haya cambiado su esencia
antiobrera y vendepatria por lo que la rápida formación del Gobern
no haría más que evidenciar en muy corto plazo este papel
traicionero de la burguesía catalana y el carácter vacilante de
Esquerra, propiciando la división y el debilitamiento de la
burguesía catalana en su conjunto, lo cual solo puede propiciar que
el proletariado coja en sus manos todas las reivindicaciones
democrático-populares, incluida la nacional.
En
este contexto de lucha de clases más o menos soterrada, la figura de
Mas, como representante de la “alta” burguesía catalana, resulta
muy secundario. Sin embargo, la CUP, a la hora de negociar la
formación del Gobern, la convierte en una cuestión de principio,
negándose a facilitar dicha formación si Mas no se va.
Aparentemente,
los sectores de la CUP que defendían “por principio” la marcha
de Mas parecían muy de “izquierdas”; pero, ¿realmente era así
o solo era una pose? Los acontecimientos posteriores han venido a
demostrar lo segundo.
No
olvidemos que la última vez que la CUP se “plantó” Convergencia
se había visto obligada a firmar una larga lista de concesiones de
tipo político, económico y social y que, incluso, la figura de Mas
quedaba bastante, sino diluida, sí controlada; por lo demás, la CUP
mantenía intacta su independencia política y abiertas todas sus
opciones para seguir determinando la marcha futura del Gobern dentro
y fuera del Parlament.
Sin
embargo, en pocos días todo se da la vuelta. Es verdad que se quita
a Mas de la Presidencia pero, a cambio, se entrega la dirección de
la política catalana y del “proces” a la burguesía
vendepatrias, colocando al frente a un alter ego del propio Mas el
cual, además, queda con las manos libres para volver cuando lo
estime conveniente y, lo que es peor, para desde “la sombra” e
incontroladamente hacer cuantos chanchullos y pasteleos vea
conveniente con sus hermanos de clase del resto de España. Por el
contrario, la CUP se desarma parlamentariamente, queda dividida, crea
confusión entre su electorado y de los compromisos sociales firmados
anteriormente no se ha vuelto a hablar. Naturalmente las primeras
actuaciones del nuevo Gobern van en la dirección de dar largas al
“proces”, rehuyendo el enfrentamiento directo con Madrid.
Dibujo. (preso escribe carta que sale a través de las rejas como una paloma) |
¿Cómo
se ha podido llegar a este verdadero harakiri político entreguista y
cuasi liquidacionista por parte de la CUP? Hay una frase clásica del
comunismo que viene al pelo: «la línea política lo decide todo».
Y en la CUP han pesado más su heterogeneidad social, su diferente
composición política, su falta de claridad y unidad alrededor de un
programa de mínimos que abarque y asuma la contradicción objetiva
que se da entre lo nacional y lo social, lo nacionalista burgués y
lo internacionalista proletario.
Merece
la pena detenerme en el aspecto relativo a los componentes de la CUP
ya que esto, en mi opinión, ha resultado decisivo en esta victoria
pírrica que vengo analizando. Me refiero a la presencia notoria de
los trotskistas en su seno, al lado de anarquistas, nacionalistas de
izquierda, independentistas y, supongo, verdaderos comunistas. Antes,
al referirme al empecinamiento de la CUP por defenestrar a Mas, usé
la palabra “izquierdismo”; un izquierdismo que, al final y en la
práctica, desemboca en entregarse en manos de la burguesía. Pues
bien, según la definición de Lenin y otros comunistas «la
palabrería izquierdista y los actos derechistas» constituyen en
esencia el trotskismo.
No
es nueva la labor de zapa, entreguista y liquidadora del trotskismo
en España. Y no hace falta remontarse a los tiempos del propio
Trotski o de sus seguidores durante la Guerra Civil del 36; de hecho
muchos de los que hoy se tienen o actúan como trotskistas ni habrán
leído a quien les presta su nombre. De lo que se trata es de
determinar y calificar una actuación política muy determinada que
se esconde bajo las más variadas denominaciones: antiestalinistas,
“verdaderos” comunistas, “bolcheviques”, pensadores
marxistas, cuarto-internacionalistas, y, últimamente,
“anticapitalistas”. Todos tienen en común subirse al carro de
cuantas movilizaciones se producen, en especial en medios
estudiantiles y universitarios (el llamando “sindicato de
estudiantes” es uno de sus viveros), así como “entrar” en
determinados partidos o grupos políticos y, por medio de su
“palabrería” izquierdista y proyecto, a cual más descabellado,
presentados como muy “revolucionarios”, crear falsas ilusiones
entre la gente para, una vez fracasados, pasar a predicar el
“posibilismo”, lo “razonable” y acabar chapoteando en el
pantano de la legalidad fascista.
Ejemplos
de esta forma de actuar no faltan en la historia reciente. Durante la
Transición, cobijándose bajo una sopa de siglas de lo más
variopinta (LCR, MC, ORT, PCE(i)…),algunas incluso presentándose
como “maoístas”, contribuyeron grandemente a liquidar el
“movimiento de izquierdas” que se formó tras la destrucción del
PCE por los carrillistas. Solo sobrevivió y se mantuvo el PCE(r)
que, por cierto, en el año 2000 también vivió un intento de estos
“trotskistas y saboteadores” disfrazados de “maoístas” para
llevarlo a la conciliación con la legalidad fascista, intento que
fue rápidamente detectado y eliminado de sus filas.
También
el trotskismo ha tenido mucho que ver en la actual claudicación y
entreguismo de ETA y el resto de las organizaciones de la Izquierda
Abertzale. Durante décadas, los restos del naufragio de aquella
“corriente de izquierdas” se instalaron en Euskal Herria
dedicándose a socavar ideológicamente al MLNV presentándose como
adalides de la “lucha nacional y social”, de la independencia
como vía al comunismo y del “marco vasco de relaciones laborales”,
la no necesidad de Partido Comunista y otras lindezas que, en la
práctica, suponía escindir a proletariado vasco del resto del
proletariado y ponerlo tras la burguesía nacionalista. Hoy, bajo la
denominación de “Anticapitalistas”, siguen actuando en el seno
de PODEMOS y, como hemos visto, de la CUP.
Como
podemos comprobar por lo expuesto, el “oportunismo de izquierdas”,
que es la esencia del trotskismo, no es menos peligroso para el
movimiento comunista que el oportunismo de derechas, el revisionismo;
uno y otro se dan la mano y van a parar al mismo sitio: a la
liquidación de cualquier movimiento de tipo revolucionario y a su
integración en el sistema capitalista, al pantano del reformismo.
Ambos oportunismos están muy vivos y ambos hay que denunciarlos y
echarlos de las filas del movimiento obrero revolucionario apenas
asomen la patita.
¡Cómo
me he enrollado esta vez! Y es que una parrafada de estas de vez en
cuando te deja el cuerpo a gusto, ¿no? Eso sí, he procurado que la
letra se entienda y no necesites de traductores… ¿lo he hecho bien
o sigo esmerándome más?
Reparte
abrazos.
Juan
Foto. Micrófono en llamas. |
Música
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