Foto Manuel Arango. |
LAS
MUJERES TRABAJADORAS DURANTE EL PERÍODO REPUBLICANO DEL SIGLO XX EN
ESPAÑA.
INTRODUCCIÓN.
Hasta
la instauración de la II República, la situación de las mujeres
trabajadoras en España estaba dominada por la discriminación
política, social, laboral, etc; Su status, en esencia, era
equivalente al de ciudadanas de segunda categoría. Esta realidad se
debía a varios factores: al atraso político y económico de España,
a la ausencia de una verdadera revolución burguesa, a la
persistencia de determinadas manifestaciones de semifeudalismo en
algunos terrenos y al extenso y opresor dominio de la iglesia
católica, secular enemiga de los derechos de las mujeres
trabajadoras. A todo ello hay que unirle el insuficiente desarrollo
del movimiento obrero y popular y del propio movimiento de lucha de
las mujeres por sus derechos específicos.
Lo
cierto fue que hasta el 14 de Abril de 1931 (fecha de instauración
de la II República Española), el movimiento reivindicativo de los
derechos de las mujeres, apenas había acumulado más episodios que
los realizados en torno a María Pineda, Clara Campoamor, la escuela
moderna, los intentos por crear asociaciones sufragistas (el derecho
a votar por parte de las mujeres) y las reivindicaciones de los
partidos y sindicatos obreros. Pero fue a partir del período que se
abre con la instauración de la II República hasta el final de la
Guerra Civil en 1939, cuando las mujeres trabajadoras logran un
elevado número de derechos, muy superiores a los que disponían las
mujeres de las clases populares de Europa Occidental por aquel
tiempo. Sin embargo, la implantación de los derechos de las mujeres
trabajadoras durante el período republicano no tuvo una trayectoria
uniforme. La verdadera conquista e implantación de esos derechos
comenzó a partir del 16 de Febrero del 1936 con el triunfo electoral
del FRENTE POPULAR. “La mujer trabajadora -señalaba
Dolores Ibarruri- desde que el Frente Popular
llega al poder y durante la Guerra Civil, se incorpora en pie de
igualdad con el hombre a la vida política, laboral y social; y bien
se puede decir que nunca la mujer trabajadora en España fue más
libre que cuando con un fusil en la mano pudo defender no sólo sus
derechos, sino también los derechos de las clases populares y la
existencia de la República de los trabajadores”. (1)
Cartel del PCE de voto al FP. (una mujer se desprende de curas, beatería, dueños y se dirige con su voto a las masas) |
DOS
REPÚBLICAS DIFERENTES: DOS PROCESOS DISTINTOS EN LA EMANCIPACIÓN DE
LA MUJER TRABAJADORA.
Una
gran mayoría de la historiografía que trata de la situación de la
mujer trabajadora durante el período 1931-1939, así como los
reformistas de toda procedencia, vienen alterando la realidad sobre
los derechos que tuvieron las propias mujeres trabajadoras durante
aquel período. Y para ello parten de alterar la propia realidad
histórica, situando en el mismo nivel y características a la
república democrática y popular desarrollada a partir del resultado
de las elecciones generales de Febrero de 1936, que a la denominada
II República, surgida en 1931 después del desalojo del poder del
Rey Borbónico Alfonso XIII. No se puede poner en duda la realidad
histórica mediante la cual el período republicano (1931-1939) que
existió en España se divide en dos etapas claramente diferenciadas,
cuya línea divisoria se establece con el triunfo del Frente Popular
en las elecciones generales del Febrero de 1936. La República
surgida a partir de Abril de 1931 fue una República burguesa
reaccionaria, en la cual los principales resortes del poder político
y económico seguían en manos de la vieja oligarquía
financiera-industrial y terrateniente, coaligada estrechamente con
poderes fácticos tan poderosos como la iglesia católica y el
ejército. Durante el período en el que predominio aquel tipo de
República (Hasta los acontecimientos desencadenados después de las
elecciones generales del 1936), no se abordaron ninguno de los graves
problemas de las clases populares, mientras la represión de todo
tipo desplegada por el ejército, la Guardia Civil y los grupos
falangistas campaban a sus anchas; por su parte, el extenso y
ramificado aparato de la iglesia católica no sólo conservaba todo
su poder, sino que lo ampliaba continuamente. El período de la II
República hasta Febrero de 1936 fue un tiempo de frustración para
las clases populares, conducido por una miseria galopante y una
represión desenfrenada, mientras el atraso económico seguía su
curso, atenazado por un débil desarrollo industrial y un obsoleto
sistema de producción agraria. Sobre la realidad de aquel primer
período republicano, el texto “Aproximación a la
historia del PCE” (una de las recientes obras del movimiento
político revolucionario de España), señalaba: “La decepción
de los trabajadores ante la labor contrarevolucionaria de los
gobiernos republicano-socialistas, los numerosos asesinatos que bajo
su mandato estaban cometiendo las fuerzas represivas, el incremento
del paro, del hambre y la miseria, empujaban a los obreros,
jornaleros y campesinos pobres a la lucha por "el pan, la tierra
y la libertad". En fábricas, minas y tajos agrarios se
multiplican los despidos por motivos políticos o económicos. Fueron
cerradas las "casas del pueblo" de manera masiva. Sólo en
el conocido como "bienio negro" fueron asesinados 3.000
trabajadores, 5.000 fueron heridos y 30.000 fueron encarcelados.
Fueron incautadas las "cajas de resistencia", anulados los
derechos de asociación, huelga y manifestación. Se suspendió el
estatuto de autonomía de Cataluña” (2).
Por
lo contrario, con el triunfo de las fuerzas antifascistas y
progresistas el 16 de Febrero de 1936, se daba inicio al predominio
del poder popular en España, comenzaba otro tipo de República. La
cual al estar sustentada en los trabajadores y en sus organizaciones
dirigentes se transformaba en una República democrática de nuevo
tipo, base de partida para la configuración de una República
Popular. De ahí que en la obra anteriormente citada se sostenga: “El
triunfo del Frente Popular cambió esencialmente el carácter de la
República, la cual a partir de entonces se va a ir transformando en
una República Popular sin igual en la Europa de aquel entonces”
(3).
La
oligarquía fue desalojada del poder político y económico y se
consumó su expropiación, así como la de otros sectores burgueses
reaccionarios. Se derogaron todas las leyes represivas y de
funcionamiento de la explotación. Se disolvieron los cuerpos
represivos, mientras se creaban las milicias armadas del pueblo y se
conformó a su vez el nuevo ejército regular. Se estableció la
laicidad del estado, al tiempo se expropiaron las propiedades y el
patrimonio de la iglesia católica. Medidas como éstas, junto a
otras, sólo se habían dado en uno u otro grado en la comuna
revolucionaria de París en el siglo XIX y a partir del triunfo de la
revolución de octubre en 1917 en la Unión Soviética. A modo de
conclusión, se puede sostener que la imposible semejanza entre ambos
períodos republicanos en España se comprueba, en suma, mostrando
una verdadera realidad mediante la cual fueron, precisamente, las
clases burguesas reaccionarias, los aparatos de dominación del viejo
estado y los poderes fácticos, que detentaban el poder fundamental
de la República reaccionaria, los que se alzaron en armas contra la
joven República democrática y popular. De tal manera que aquel tipo
de República reaccionaria, dominada por oligarcas, generales y
obispos y articulada por las formas de actuación fascistas, fue la
que consumó la destrucción del primer estado republicano popular
existente en España. Sólo teniendo en cuenta este marco histórico,
dividido por dos repúblicas de carácter diferente, se puede
comprender y asimilar que los derechos logrados por las mujeres
trabajadoras fueran tan escasos durante la República reaccionaria,
en contraposición a la plenitud de derechos que las mujeres
trabajadoras alcanzaron durante la República Popular.
Foto. Mujeres en la República, puño en alto. |
LA
EMANCIPACIÓN DE LA MUJER TRABAJADORA Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO.
Hasta
el triunfo del Frente Popular, las mujeres habían logrado en 1933 el
derecho a votar; este hecho no fue una concesión voluntaria del
régimen republicano, sino una conquista lograda mediante un
movimiento de lucha de las masas obreras y populares; unido a esta
conquista y hasta Febrero de 1936 sólo se pueden contabilizar los
tímidos intentos legislativos en proceso de concretarse sobre el
derecho al divorcio, sobre el sistema educativo y la tercera edad en
relación a las mujeres. La realidad de aquel primer período
republicano, dominado por la reacción y el oscurantismo religioso y
cultural, indica claramente que se estaba de lejos de acabar con la
discriminación y sojuzgación de las mujeres en el campo político,
laboral y social; mientras tanto, las mujeres eran perseguidas y
encarceladas por luchar por sus derechos específicos; al mismo
tiempo, la iglesia católica no cesaba desde sus púlpitos de arengar
a las fuerzas reaccionarias a perseguir todo intento de las mujeres
de organizarse por sus derechos. Pero esta situación comenzó a
cambiar cuando en los escasos meses que separaron el 16 de Febrero de
1936 de la sublevación militar fascista del mes de Julio, las
mujeres trabajadoras pudieron comprobar que habían avanzado hacia la
ciudadanía de pleno derecho bastante más que en todos los años de
dominio de la República reaccionaria. Esta nueva situación se había
iniciado el 17 de Febrero, el día siguiente del triunfo electoral
del Frente Popular, cuando los presos políticos, entre los que se
encontraban centenares de mujeres, fueron liberados. Se había puesto
en marcha la revolución popular, que al mismo tiempo que tendría
que liberar a las clases trabajadoras de la explotación y de la
opresión fascista, tenía también que emancipar a las mujeres de
las clases populares. Por aquellas fechas, los colectivos de mujeres
pertenecientes a las juventudes comunistas y socialistas, que
integraban las JSU, manifestaron: “Sólo con la revolución, y
no de ninguna otra forma, podrán las mujeres trabajadoras alcanzar
la plenitud de sus derechos y liberarse definitivamente de las
cadenas de la sojuzgación y la discriminación que las oprimen
durante siglos” (4).
Debido
a los derechos paulatinamente adquiridos por las mujeres trabajadoras
durante el período de la nueva República, estas adquieren, por
primera vez en su historia, un status de ciudadanía igual al del
hombre en derechos y en deberes. Con esta nueva situación favorable
a la mujer trabajadora, que había avanzados especialmente durante el
período de la Guerra Civil, “La incorporación activa de la mujer
trabajadora a la vida política, social y económica fue todo un
cambio revolucionario, por cuanto suponía una ruptura radical con
los prejuicios y hábitos ancestrales de relegación y sojuzgación
de la mujer” (5).
En
un recorrido panorámico en relación a los cambios inéditos,
verdaderamente revolucionarios, que experimentó la vida de las
mujeres trabajadoras se pueden exponer los siguientes: La
incorporación de las mujeres de las clases populares a los sectores
industriales y mineros de los cuales antes estaban excluidas; lo
mismo sucedió con su incorporación al sector del comercio y los
transportes, mientras en el medio rural, debido al reparto de
tierras, por las expropiaciones de los latifundistas y de las
propiedades de la iglesia católica, numerosas mujeres organizaban la
producción y fomentaban el cooperativismo popular. En cuanto al
sistema salarial se puso término a toda discriminación sobre la
mujer trabajadora. El nuevo sistema educativo establecía la
gratuidad del estudio y el acceso a todos los niveles de la cultura
para la mujer trabajadora, antes excluida en gran masa hasta para la
cultura más elemental; al mismo tiempo proliferaban los centros de
formación profesional para las mujeres, los servicios especiales
para la maternidad y el cuidado de los niños. A los nuevos aparatos
de funcionamiento del nuevo estado que estaba formándose, llegaron
innumerables mujeres, que compartían las diversas responsabilidades
con los hombres. Durante la Guerra Civil, las mujeres trabajadoras
participaron tanto en la producción de pertrechos militares, como en
las milicias y en el propio ejército regular, donde realizaban
tareas de logística y propaganda, a la vez que participaron a través
de unidades especiales en los combates directos contra las tropas
fascistas, tanto para defender posiciones como para conquistar otras.
Hay que destacar también la notable afluencia de las mujeres
pertenecientes a las clases populares, a los sindicatos y a los
partidos obreros y revolucionarios, especialmente se produjo una
elevada incorporación a las filas del PCE. Igualmente, las mujeres
trabajadoras y numerosas mujeres provenientes de la intelectualidad
antifascista formaron diversas asociaciones de mujeres. Durante aquel
período, en medio de las escuela de la lucha de clases más
encarnizada y de la Guerra Civil, se había estado forjando la mujer
nueva: combatiente y revolucionaria de vanguardia en defensa de una
nueva sociedad; libre de explotadores y opresores y donde la completa
emancipación de las mujeres era uno de los principios fundamentales.
Cartel "Votad al FP Amnistía". (una mujer con su niña vota mirando a un preso a través de rejas) |
Notas:
(1)
De “Guerra y revolución en España. 1936-1939”, Dolores
Ibarruri. Editorial Progreso, URSS.
(2)
De “Aproximación a la historia del PCE”, Franciso Javier Martín
Eizaguirre. Ediciones Templando el acero, Navarra, 2012.
(3)
Ibidem.
(4)
Del archivo histórico del PCE.
(5)
De “Aproximación a la historia del PCE”, citado.
MANUEL
ARANGO RIEGO
(Junio,
2016)
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