Foto. Ulrike Meinhof. |
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aniversario del asesinato de Ulrike Meinhof
ANIVERSARIO
DE ULRIKE MEINHOF
9
de mayo de 1976. Cárcel de Stturgart-Stamnhein, Séptimo piso. Al
abrir la puerta de una de las celdas, los funcionarios encuentran el
cuerpo de Ulrike Meinhof colgado de la ventana con una toalla; la
pierna izquierda ligeramente apoyada en una silla colocada, a su vez,
encima de un colchón y unas mantas. Está muerta. Culmina así un
período de cuatro años de tortura por aislamiento. Pronto se
dictaminan las causas de su muerte: suicidio a causa de profundas
diferencias ideológicas con el resto de los miembros de su
Organización (Fracción del Ejército Rojo) y, más concretamente,
con Andreas Baader, dirigente de la misma como Ulrike Meinhof y
compañero de ésta.
A
los 15 días de iniciadas las investigaciones, el sumario concluye y
el expediente queda archivado para la historia de la Alemania nazi.
Una máxima encabeza la carpeta de las investigaciones: la guerrilla
urbana ha fracasado en las cárceles al comprobar la realidad de este
fracaso. Con estas conclusiones se intenta hacer borrón y cuenta
nueva y, sobre todo, se intenta que las nuevas generaciones que se
oponen a la violencia del Estado alemán no sigan el ejemplo de
personas como Ulrike Meinhof.
¿Por
qué? ¿Quién era, en realidad, esta mujer? ¿Por qué hubo que
asesinarla y presentar su asesinato como un suicidio?
La
respuesta a estas preguntas nos dan la clave de la impotencia de un
Estado, armado
hasta los dientes, frente a una persona con ideas claras y firmes,
frente a una persona dispuesta a luchar hasta el final, dispuesta a
no dejarse amedrentar por las amenazas y los chantajes, por la
tortura y aislamiento, una persona que ha convertido su vida en un
ejemplo. Una persona a la que hubo que matar para intentar, con ello,
matar su ejemplo.
Ulrike
Meinhof, nació el 7 de octubre de 1934 en Oldenbourg (Alemania).
Desde la constitución de la República Federal de Alemania, en 1949,
había luchado en contra del rearme y del almacenamiento de cabezas
nucleares en su país, en contra de las leyes de emergencia dictadas
por los distintos gobiernos y en contra de la guerra de Vietnam; para
ello, aprovechó todas las posibilidades legales que permitía el
Estado alemán: manifestaciones, proclamas, reuniones, etc. Fue
miembro activo del movimiento para la «marcha de Semana Santa»,
movimiento en contra del rearme nuclear. Trabajó asimismo como
periodista en un periódico de izquierdas —Konkret—, desde cuyas
páginas, defendía esta política. En 1959-1960, fue miembro del
ilegal Partido Comunista Alemán (KPD). A lo largo de los 20 años de
actividad democrática y revolucionaria, Ulrike Meinhof llegó a
alcanzar una auténtica autoridad moral y política sobre numerosos
sectores de la izquierda alemana. Su opinión era muy tenida en
cuenta en todos los círculos que luchaban, de una u otra forma,
contra el Estado alemán y su violencia, su fascistización.
En
1970, Ulrike Meinhof y otro grupo de personas muy ligadas a ella,
comprenden la inutilidad de la actuación dentro de la legalidad
vigente. Por ello, y por la necesidad del desenmascaramiento del
Estado alemán, junto con sus compañeros, se decide a tomar partido
por la lucha armada y la vida clandestina. Así surge la Fracción
del Ejército Rojo (RAF). Su objetivo es poner al descubierto la
verdadera esencia fascista del Estado alemán, encubierta bajo la
bandera de la socialdemocracia de Willy Brandt, y en el transcurso de
la lucha armada, elevar la conciencia del pueblo alemán y crear un
verdadero partido comunista que defienda los intereses de la clase
obrera y otros sectores populares.
Con
estas ideas emprenden la lucha más consecuente contra el Estado. En
1972, Ulrike Meinhof es detenida. La policía política alemana se ve
impotente para someter a esta mujer y hacerle la ficha policial. La
foto de su detención recorre el mundo. Es una foto que refleja, ante
todo, la resistencia de una mujer. Una mujer que se niega a ser
fotografiada por sus torturadores. Una mujer a la que tienen que
agarrar por los pelos para que se le pueda ver la cara.
Desde
el día siguiente de su detención, Ulrike es conducida a la cárcel
de Colonia-Ossendorf e internada en el pabellón de mujeres de la
sección psiquiátrica -completamente vacía y separada del resto de
la cárcel-. En esta sección fue sometida a un aislamiento social
absoluto, privándosele también de toda percepción de ruidos y
voces. En esta situación la tuvieron por primera vez durante 237
días -del 15 de junio de 1972 al 24 de febrero de 1973-; por segunda
vez estuvo desde el 21 de diciembre de 1973 al 3 de enero de 1974; y,
por tercera vez, del 5 de febrero de 1974 al 30 de abril del mismo
año.
El
mismo psicólogo de la cárcel de Colonia hablaba de este tipo de
detención en estos términos: «La carga psíquica impuesta a la
detenida va mucho más allá de la medida normalmente inevitable de
una detención en aislamiento estricto; como demuestras las
experiencias, este tipo de detención sólo puede ser soportada por
un preso durante un tiempo limitado, con mucha más razón para la
detenida, Ulrike Meinhof, porque le es prácticamente negada toda
percepción del entorno».
A
este respecto, Ulrike Meinhof escribía a sus abogados, el 26 de
febrero de 1974: «... está claro, tenemos que salir de aquí.
Pronto. Enseguida. Mejor ayer que hoy. Hacia una cárcel ocupada
donde haya algo que oír. Existe, es verdad, una diferencia: yo estoy
aquí por tercera vez, mientras que para Gudrun es la primera; en mí,
por lo tanto, hay un montón de «plomos» que se han fundido,
mientras que Gudrun todavía tiene reservas. Sin embargo, si nosotras
decimos que el asunto es ahora tan urgente, más urgente que nunca,
no es a causa de un simple estado de ánimo o algo así. Los
electroshocks que yo recibo de lleno, también Gudrun los recibirá.
El silencio es una realidad física.
Frase de Ulrike sobre la violencia de respuesta. |
Si
la Fiscalía Federal, el jefe de los esbirros de aquí y la policía
política no están decididos a liquidarnos ahora, antes del proceso,
debería ser posible obtener el traslado -y si lo están- con más
razón todavía. Y aún más: presenta una denuncia por lesiones
contra el director de la prisión sería, sin discusión, una cosa
justa». Algún tiempo después afirmaba: «El problema que ellos
tienen con nosotros es que nuestra conciencia política, cuyo
contenido es colectividad, es nuestra identidad, entonces ellos no
pueden arrancárnosla por medio del aislamiento, sin matarnos. Pero
tú no tienes el derecho de dejarnos -¿por cuánto tiempo aún?- a
la merced de estas marranadas. Y no deberías confiar en su impresión
de que el Tribunal Federal no tiene interés actualmente en matar.
Entonces, ¡ACTUA!»
Las
sucesivas huelgas de hambre de los presos alemanes impiden, una y
otra vez, que el aislamiento se mantenga de forma continuada.
Así
era Ulrike Meinhof, una mujer que no pudo ser reducida por la tortura
del aislamiento; una mujer que en 1976, días antes de su asesinato,
preparaba minuciosamente en su celda, el juicio que se iba a celebrar
en Stammhein contra varios miembros de la RAF. Un juicio que apuntaba
al desenmascaramiento de ciertas personalidades políticas y
sindicales; Ulrike quería demostrar, a lo largo del proceso, la
existencia de relaciones entre el líder de la socialdemocracia
alemana, Willy Brandt, con la CIA y, además, quería citar a Brandt
como testigo.
El
hecho de la celebración del juicio, en sí mismo, era ya una viva
denuncia de la imagen de la Alemania Federal en el plano
internacional. Y ello, porque con este proceso, saltaban a la luz
pública las condiciones de detención de los presos políticos y las
leyes especiales que limitaban el derecho de defensa. Tanto es así
que la Comisión Internacional de Juristas, sita en Ginebra, en un
informe publicado en diciembre de 1975, calificó a la RFA, a nivel
de Estado, como el de Chile, la India, Indonesia, Rodhesia y la
España franquista; y ello, según las propias declaraciones de la
Comisión, «a causa de la legislación que limita los derechos de
defensa, y de la cual no se encuentra ejemplo alguno en ningún
sistema de derecho». El citado informe hacía alusión a la «lex
RAF», ley de excepción votada justo antes del proceso de Stammhein,
por la cual una defensa política y colectiva se niega a partir del
año 75.
En
estas condiciones, el Tribunal Federal, representante de los
intereses del Gobierno de la socialdemocracia alemana, se encontraba
ante un grave problema. Su meta: la despolitización del proceso,
preparada durante cuatro años por la tortura de aislamiento, la
difamación, las leyes de excepción, la eliminación de la defensa,
etc., había sido un fracaso absoluto. Por el contrario, los propios
presos, con sus declaraciones y sus pruebas, iban a poner en
evidencia, una vez más, el verdadero carácter fascista del Estado
alemán.
Era
obvio que la confrontación iba a alcanzar su punto álgido en este
momento del juicio.
Así
las cosas, el día 8 de mayo de 1976, un helicóptero del Ejército
aterriza en el terreno mismo de la cárcel. Gudrun Ensslin y Ulrike
Meinhof estuvieron hablando de ello, hacia las 10 de la noche, por
las ventanas de sus celdas. Se extrañaban al ver un helicóptero
encima de la cárcel, circunstancia que no se había dado desde 1974.
Al
día siguiente, a las 7,30 de la mañana, el cuerpo de Ulrike Meinhof
aparecía colgado de la ventana de su celda. Hoy no cabe ninguna duda
de que ella no se suicidó; la Policía y el Ejército fueron las
manos ejecutoras de un Estado que quería matar un ejemplo, un
ejemplo que pensaba aportar datos y pruebas contra el Estado alemán
en el juicio que se estaba celebrando.
Jean
Carl Raspe, asesinado un año después junto a Andreas Baader y
Gudrun Ensslin, declaraba el 11 de mayo en el proceso de Stammhein:
«Yo
no tengo mucho que decir. Nosotros creemos que Ulrike ha sido
ejecutada. No sabemos cómo, pero sí sabemos por quién... Ha sido
una ejecución preparada con toda frialdad... como fue ejecutado
Holger, como fue ejecutado Siegfried Hausner.
En
el caso de que Ulrike se hubiera decidido a morir, por ver en ello la
última posibilidad de afirmar su identidad revolucionaria frente al
lento aniquilamiento de la voluntad en la agonía del aislamiento,
nos lo habría dicho a nosotros... en todo caso a Andreas.
Creo
que la ejecución de Ulrike ahora, en este momento, tiene sus razones
en la culminación de un Estado imperialista como es la República
Federal...
El
asesinato está en la misma línea de todos los intentos de solución
emprendidos por el Estado en los últimos seis años: aniquilamiento,
físico y moral, de la RAF, teniendo como objetivo a todos los grupos
guerrilleros de la República Federal, para los que Ulrike ha
desempeñado una función ideológica esencial...
Afirmar
ahora «tensiones», «distanciamiento» entre Ulrike y Andreas,
entre Ulrike y nosotros, a fin de hacer utilizable, con esta infamia,
primitiva y oscura, para la guerra psicológica, la ejecución de
Ulrike...
Esto
es Buback. Es una tontada de Buback.
Ninguna
de estas tentativas ha conducido hasta la fecha a nada que no sea una
concepción cada vez más clara de lo que es la reacción en la
República Federal: fascismo».
Cartel del "Se busca" a Unrike, por la que ofrecían 10.000 marcos alemanes. |
Al
término de su trabajo, la Comisión Internacional de Investigación
sobre la muerte de Ulrike Meinhof ha tenido conocimiento del
siguiente informe realizado por su secretariado. Sin hacer suyas las
opiniones, la Comisión subraya, sin embargo, que tal informe es
fruto de un trabajo serio realizado gracias a la colaboración de
expertos cualificados. Y merece ser tomado en consideración y
difundido ampliamente.
Resumiendo
el sentimiento en base al cual sus miembros han llegado a un acuerdo,
la Comisión ha constatado:
—que
Ulrike Meinhof ha estado sometida repetidas veces y durante largos
períodos, a unas condiciones de detención, que resulta obligado
calificar de tortura. Se trata de la forma de tortura llamada
aislamiento social y privación sensorial, comúnmente aplicada en la
República Federal Alemana a numerosos presos y detenidos comunes.
—que
las manifestaciones de las autoridades del Estado, según las cuales
Ulrike Meinhof se suicidó por ahorcamiento, no han sido probadas y
que los resultados de la investigación de la Comisión tienden a
mostrar que ella misma no pudo hacerlo.
—que
los resultados de la investigación sugieren que Ulrike Meinhof
estaba muerta cuando se la ahorcó y que hay indicios abrumadores de
la intervención de terceros en relación con esta muerte.
La
Comisión no puede expresar con certeza las circunstancias sobre la
muerte de Ulrike Meinhof. Sin embargo, el hecho de que además del
personal de la prisión, tuvieron acceso a las celdas del séptimo
piso los servicios secretos, por un pasillo separado y secreto, da
pie a todas las suposiciones. Los resultados de la investigación que
la Comisión presenta aquí, hacen más urgente la necesidad de
constituir una Comisión Internacional de Investigación sobre las
muertes de Stammhein y Stadelhein...».
París,
15 de diciembre de 1978.
El
Informe a que se hace alusión en esta Declaración de la Comisión
es un trabajo serio y exhaustivo, de alrededor de 50 folios
mecanografiados, en el que han participado personalidades médicas,
abogados, psiquiatras, criminólogos, etc. de distintos países de
Europa. El trabajo de la citada Comisión, formada tras el asesinato
de Ulrike Meinhof, estuvo basado en el estudio de tres aspectos
fundamentales: condiciones de detención de los presos políticos
alemanes, problemas médicos y problemas criminológicos.
Basándose
en estos tres aspectos, y siguiendo el hilo de las contradicciones
aparecidas en los informes de los médicos forenses que analizaron el
cuerpo de Ulrike Meinhof y en las contradicciones surgidas en las
propias declaraciones de los carceleros que la custodiaban la noche
del 8 al 9 de mayo, así como en el análisis de la personalidad de
Ulrike Meinhof y en las características de la prisión de
Sttutgart-Stammhein, donde se hallaba recluida, la Comisión llegó a
la conclusión de que Ulrike Meinhof no se había suicidado.
La
Comisión tenía previsto haber concluido su trabajo en 1977, pero la
actitud boicoteadora de las autoridades alemanas se lo impidió. Les
negaron la asistencia del abogado Croissant, testigo muy directo de
lo sucedido en Stammhein; no pudieron escuchar la opinión de los
presos Andreas Baader, Jean Carl Raspe y Gudrun Ensslin, que fueron
asesinados en el otoño del 77; la fiscalía alemana les negó los
informes oficiales e impidió que un buen número de personajes
actuaran como testigos.
A
pesar de todo ello, la Comisión, un año más tarde, pudo obtener
resultados precisos y echar por tierra, con sus conclusiones, la
versión oficial sobre lo ocurrido con Ulrike Meinhof el 9 de mayo de
1976.
No había habido suicido alguno.
Ulrike Meinhof, como más
tarde sus compañeros, había sido asesinada.
Rescatado
de la revista Área Crítica
Excelente artículo. Desgraciadamente descubrí a la RAF por camiseta de Joe Strummer, y por la nefasta película alemana. Todo un prodigio de Versión Oficial, que incluso en el cine, me preguntaba quienes eran esos gilipollas alemanes, obsesionados por la guerra del Vietnam.
ResponderEliminarAhora que he podido enterarme con mucho trabajo, de lo ocurrido a los miemros de la RAF ... Sólo puedo llorar por ellos. Resulta, que consiguen entrar pistolas en prisiones de alta seguridad creadas para ellos, y suicidarse colectivamente.
La chapuza española, y la tortura sea Billy el Niño, sea la desaparición del Nani, sea las innumerables violaciones sexuales, muertes a golpes, palizas, farsas de juicio ... Casi parecen hechas con tino, al lado de los nazis alemanes.
Sólo comentar que el canciller Willy Brandt es denunciado por el periodista e historiador Alfredo grimaldos, de estar detrás de nuestra "transición" de hecho apareció en el diario alemán de la derecha socialdemocrata Der Spiegel: La creación del PSOE, a partir de Félipe Gonzalez. Ahí se pusieron los miles y miles de marcos necesarios, esto apareció en la Comisión del Caso Flick.
El millonario nazi Frederick Karl Flick, hizo amablemente la donación a un partido que entonces en aquella España creían "rojo" el PSOE. Cuando fué preguntado por la Comisión el representante de Flick al menos no se andó con tonterías: "Buscabamos cerrarle el paso al comunismo en Europa, y el PSOE fué el partido que mejor entendió el mensaje".
Willy Brandt, los servicios secretos alemanes, y la tutela de la CIA ... Esa es nuestra Transición. Después nos hablan de los putos Borbones y Adolfo Suárez ... Cuantas mentiras hemos de desenterrar para saber en que mundo vivmos.
SALUD.