domingo, 25 de diciembre de 2011

¿Transición? ¿Qué transición? 2ª parte de 3

 
Memoria Histórica del día:


-1912: Huelga general en los ferrocarriles españoles.


-1946: El Ejército Guerrillero de Galicia, en plena represión sangrienta falangista saca a la luz su revista orgánica “El Guerrillero”.


-1991: Dimisión de Mijail Gorbachov.

 
¿Transición? ¿Qué transición?


(2ª parte de 3)

Probablemente sea este último, “Billy el niño”, el más tristemente célebre de los torturadores de la BPS, hasta el punto de que hasta en uno de los capítulos de la casposa y nostálgica “Cuéntame” es mencionado como personificación de la represión fascista. Aparece ya, junto a Conesa, en las torturas de los detenidos en agosto del 75 que culminaron en los fusilamiento del 27 de septiembre; su nombre aparece implicado en la matanza de abogados laboralistas de Atocha, señalado por el conocido ultraderechista Ernesto Milá, fundador del Partido Español Nacional Sindicalista bajo auspicio del SECED de Carrero Blanco, como principal instigador de aquella matanza, en la que aparece también el nombre de Andrés Casinello (que trataremos más adelante) y de neofascistas italianos implicados en la Internacional Negra y la “Operación Gladio”. En 1980 es señalado por Manuel Ballesteros como el intermediario entre la Policía y los asesinos a sueldo encargados de realizar las acciones de guerra sucia, durante el juicio por el ametrallamiento del bar Hendayais, que costaron la vida a dos personas. El ametrallamiento lo llevan a cabo tres mercenarios franceses, ex militantes del OAS (organización paramilitar francesa encargada de asesinatos, secuestros, desapariciones… durante la guerra de Argelia), que llevaron a cabo acciones ordenadas por el Estado tanto bajo las siglas de Batallón Vasco-Español como de las de GAL: Jean-Pierre Cherid y los hermanos Perret. El primero sería el encargado también, entre otros, de los asesinatos de Martín Eizaguirre y Aurelio Fernández Cario, militantes del PCE(r), después de que el periodista-policía Alfredo Semprún señalase, falsamente, al primero de ser el “coordinador del terrorismo europeo”, nada más y nada menos. Cherid muere al hacerle explosión el artefacto que manipulaba destinado al coche de un refugiado vasco. La familia del mercenario exigió al Estado una pensión tras su fallecimiento. Avalaba la petición de la familia un policía entonces en excedencia: Juan Antonio González Pacheco, “Billy el niño”.

 
Manuel Ballesteros es otro de los sádicos que dedicó toda su vida a destrozar los huesos y los órganos de los antifascistas, un verdadero profesional de la tortura. Por ejemplo, el filósofo y editor Vicent Raga, detenido en el 69, entre la descripción de las abyectas y brutales torturas que padeció a manos de Ballesteros, relata incluso un simulacro de ejecución. No es impedimento para que en “democracia” alcance los más altos cargos en la lucha “antiterrorista”. En el 81 es nombrado jefe del Mando Unificado de Lucha Contraterrorista, una especie de Consejo de Seguridad Nacional, de órgano de contrarrevolución permanente “a la española”. En el 81 es cesado por su implicación en el atentado del bar Hendayais, pero Barrionuevo lo recupera al año siguiente para la centralización e institucionalización de la guerra sucia, como Jefe de Operaciones Especiales primero y, después, como director del Gabinete de Información del Ministerio de Interior, cargo que ocupó de 1987 a 1994. Antes había sustituido a su maestro, Conesa, al frente de la Brigada Central de Información y lo primero que hace es colocar en los altos mandos policiales a perros rabiosos de la BPS, como Gómez Sandoval. Este individuo, miembro de la BPS encargado de la represión del movimiento universitario, aparece implicado también en el conocido como “caso Scala”, acto de terrorismo de Estado en el que fallecieron cuatro personas y con el cual se pretendía liquidar al movimiento anarquista. Sobre cómo entendían especímenes como Gómez Sandoval la represión del movimiento universitario es elocuente el caso de Enrique Ruano. Este joven universitario era militante del Frente de Liberación Popular, una organización pequeño-burguesa, detenido en 1969, en un momento en el que el régimen había declarado el Estado de excepción ante la oleada de luchas obreras y estudiantiles. Es bestialmente torturado por agentes de la BPS, hasta que fallece. Entonces es arrojado por la ventana por los tres asesinos, para alegar que se había suicidado. En 1963, ya se intentó con Julián Grimau. El fascismo lanza una de sus habituales campañas de intoxicación, ordenada por Fraga y ejecutada, desde el diario “ABC”, por Torcuato Luca de Tena y el ya mencionado Alfredo Semprún. No sirve para nada: todo el mundo sabe que Enrique Ruano había sido asesinado a consecuencia de las salvajes torturas sufridas en la DGS. Quizá no sea lo más sórdido y siniestro del asunto: los tres policías que le detuvieron, Francisco Luis Colino, Jesús Simón Cristóbal y Celso Galván, recibieron en febrero de 1969, un mes después del asesinato, una “felicitación por los servicios prestados”. En total, antes de jubilarse como comisarios, los tres fueron veintiséis veces condecorados, la mayor parte de las condecoraciones les fueron otorgadas después de 1975. Celso Galván perteneció a la escolta de la Casa Real. Él y Colino fueron destinados después a cargos de libre designación dentro de la Delegación del Gobierno en Madrid y Simón fue nombrado Comisario en Torrejón de Ardoz, Madrid, ya con el gobierno del PSOE-GAL y Barrionuevo como ministro del Interior. Nunca mostraron el menor gesto de arrepentimiento ni de pesar.

Hay aspectos que pueden servir perfectamente para definir un determinado fenómeno histórico. En 1979 ejerce como ministro del Interior, sucediendo al falangista “herr” Villa, Ibáñez Freire, militarote condecorado en su día con la Cruz de Hierro por Hitler en persona. Ese mismo año es puesto al frente de la Dirección General de Policía el comisario José Sáinz, colaborador en los cuarenta de la Gestapo en la Francia ocupada por los nazis. Pero ese año 79 deparaba más hechos que desenmascaraban de sobra la farsa de la “transición”. Se podría citar el asesinato a manos de un picoleto de la joven ecologista Gladys del Estal, mientras realizaba una sentada pacífica frente a la central nuclear de Lemóniz, crimen, cómo no, impune, o al asesinato de Delgado de Codes, en ese momento Secretario General del PCE(r).


Pero creo que, más ilustrativo, es el siguiente caso. Ese año se aprobaba una Ley de Autonomía Universitaria que había generado graves protestas entre los estudiantes. El 13 de diciembre, en Madrid, mueren, a consecuencia de los disparos efectuados por la policía, los estudiantes José Luis Montañés Gil y Emilio Martínez Menéndez. Ibáñez Freire insulta desde TVE a los estudiantes asesinados pero, por primera vez en los años de la reforma fascista, tres policías son acusados y juzgados. No se les condena. Sin embargo, sí se detiene a dos jóvenes estudiantes por rodar un documental, “13 de diciembre”, sobre los hechos y, por supuesto, censurado y secuestrado. Nueve años antes de estos crímenes, en 1970, el estudiante Javier Escalada caía abatido por las balas asesinas de la policía en las luchas contra la Ley de Educación, ley con la que, gracias al tráfico de influencias y trato de favor, comenzó a amasar su fortuna Jesús de Polanco por lo que no es de extrañar que el subsecretario de Educación del fascismo franquista, Ricardo Díez Hochleitner, acabase con un puesto bien remunerado en el Grupo PRISA. Así, con la sangre del pueblo, se engrasan los grandes monopolios. Cinco años después de los asesinatos de José Luis Montañés Gil y Emilio Martínez Menéndez, en 1984, en el mismo lugar de los hechos, se produce una manifestación en recuerdo a los dos asesinados, que también es reprimida por la policía. José Luis Carrero Arranz participa en ella. Cuando ya se retira de la zona, recibe un balazo por la espalda. Afortunadamente, el disparo de la policía no le afecta a ningún órgano vital y consigue salvar la vida. En el hospital del Instituto de Cirugías Especiales (ICE), en San Bernardo, donde es operado con éxito el herido, se vuelve a repetir una historia ya vivida en 1979. Ahora está en el gobierno el PSOE-GAL y el ministro del Interior es José Barrionuevo, antiguo miembro del SEU franquista, reconvertido al socialismo de Felipe González, pero hay cosas que no cambian. Dos agentes esperan a pie de quirófano a que termine la intervención y obligan al cirujano a que les entregue la bala que ha herido a José Luis Carrero. Nunca se sabrá qué policía disparó contra él.


(Continúa y termina mañana lunes 26)

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