miércoles, 20 de junio de 2012

Carta de M.P.M. "Arenas" al MDPP-S ruso


Respuesta de M.P.M. (Arenas) a N.O.Glagoleva



Albocàsser, 14 – 05 – 2012
Estimada camarada N.O.Glagoleva:


Hace ya unos días, la dirección de la prisión me notificó que había llegado al Centro Penitenciario un paquete postal conteniendo tres periódicos y un libro “en ruso” y “sin depósito legal”, por cuyo motivo quedaba retenido. Así que tan sólo me entregaron su carta. De nada han servido mis reclamaciones y razonamientos. Esto no es la primera vez que me sucede en esta prisión: de manera que, en lo sucesivo, ya sabemos a qué atenernos: ¡Nada de periódicos, nada de libros!


Usted sigue preocupada por mi salud. Yo lo comprendo. Por eso voy a tratar de responder a todas sus preguntas al respecto. No obstante, considero que lo más importante y que merece ser destacado, es el linchamiento jurídico-político que el régimen español está llevando a cabo, desde hace doce años, contra el PCE(r) y contra mí personalmente, al objeto de impedir la reorganización y el desarrollo del nuevo movimiento democrático y revolucionario en mi país.


Pregunta usted sobre la posibilidad de que sea acortado el tiempo de mi permanencia en prisión, y antes de responder a esta pregunta creo necesario poner al descubierto algunos hilos de esta tramoya. Cuando fui detenido en Francia, junto a otros camaradas, en noviembre del año 2000, ni en aquel país ni en España existía ninguna causa abierta contra nosotros. Ciertamente, el PCE(r) no era un partido legal, pero tampoco ilegal: hasta ese momento, si nos atenemos a las sentencias que los tribunales imponían a nuestros camaradas presos, éramos considerados una organización “ilícita”, lo que no nos libraba de sufrir persecución, asesinatos, detenciones, torturas y encarcelamientos, a la vez que la maquinaria de propaganda e intoxicación del régimen lanzaba contra nosotros la más ponzoñosa campaña de infundios y mentiras que se recuerda. No obstante, durante un período de varios años conseguimos mantener la labor partidista en una suerte de “semi-legalidad”. Por este motivo, el famoso juez (M.Bruguière), que instruyó el sumario en Francia, se tuvo que conformar, como prueba decisiva de todos mis delitos, con el documento de identidad falsificado que llevaba en el momento de mi detención. Pero ellos no buscaban únicamente detenerme a mí y a mis camaradas para realizar una “encuesta”, tal como manifestó de manera cínica el muy reputado juez de instrucción. Su plan era mucho más ambicioso. Consistía, básicamente, en mantenernos encarcelados en Francia, sin ninguna imputación concreta, a la espera de que fuera aprobada en el Parlamento español la “Ley de Partidos”, en virtud de la cual, en el año 2003, el PCE(r) fue ilegalizado y convertido automáticamente en parte constitutiva (junto con los GRAPO) de una organización terrorista, y un servidor de usted en el “jefe supremo” de dicha organización. Tal era el plan que habían maquinado los “expertos” de los Ministerios del Interior español y francés. Claro que en aquellos momentos nosotros no podíamos conocerlos. La cuestión es que a partir del año 2003, comenzaron a llegar a los juzgados y tribunales de París innumerables “euro-órdenes” (peticiones urgentes de extradición), en una riada que no tuvo final hasta pocos días antes de que me extraditaran a España, en el año 2006, para ser interrogado y sometido a juicio por un sinnúmero de delitos de terrorismo.
 
 Pues bien, se puede asegurar que fue a partir de aquel momento cuando comenzó la danza de los jueces y fiscales de la Audiencia Nacional de Madrid (el tribunal especial que se encarga de instruir y juzgar las causas políticas), ya que, como se comprenderá fácilmente, para poder condenarme no les bastaba con los informes fabricados por la Guardia Civil: debían probar las acusaciones en juicio oral. Esto no han podido hacerlo y, además, se ha revelado imposible. Así que tras anular y archivar numerosas causas, y una vez que se hubieron celebrado los juicios por las causas más “resonantes” y que fui absuelto en todos, yo debía ser puesto, por imperativo legal, en libertad provisional. Fue entonces cuando intervinieron los ultra-reaccionarios jueces del Tribunal Supremo español, condenándome, graciosamente y sin juicio, a siete años de prisión por un delito de “acción por omisión”.



De esta manera tan clamorosa quedaban de manifiesto, una vez más, sus fracasos y derrotas. Pero permítame que le aclare que en el sistema jurídico español, el Tribunal Supremo, no está facultado para pronunciar una sentencia condenatoria contra un encausado por un delito del que no haya sido acusado y condenado previamente, en juicio oral, por otro tribunal (en mi caso por la Audiencia Nacional). Si sumamos a esta circunstancia el hecho no menos relevante de que, por constituir la última instancia jurisdiccional, en España, las sentencias del Tribunal Supremo no pueden ser recurridas ¿qué resulta de todo ello? Pues resulta –apenas si hace falta decirlo- una trampa mortal de la que es imposible salir por la vía “legal”.


Sin embargo, lo más importante, bajo mi punto de vista, no son los siete años de prisión que me han impuesto con tan malas artes (eso sin contar los seis que pasé en las cárceles francesas), puesto que, en realidad, lo que ha hecho el Tribunal Supremo no es otra cosa que proporcionar a la Audiencia Nacional un instrumento “jurídico” para que ese tribunal especial de represión política pueda, a su vez, dictar sentencias condenatorias contra mi persona; lo que ha comenzado a hacer en causas idénticas a otras anteriores, en las que yo había sido absuelto por la misma Audiencia. Aunque parezca mentira, esto es lo que está sucediendo en España. El proceso sigue abierto. Ahora mismo estoy a la espera de que fijen fecha para un nuevo juicio.


Y para concluir con este fastidioso asunto. Le informo de que hemos recurrido la referida sentencia del Tribunal Supremo español ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos. No cabe duda de que, si se produjera un fallo a nuestro favor, podrían cambiar mucho las cosas. Pero esa resolución puede tardar años en llegar, aparte de que para decirlo con franqueza, yo no espero nada a favor de nuestra causa por parte de la justicia burguesa. En todo caso ese recurso podemos utilizarlo como denuncia de la judicatura española y para poco más.


Cambiemos de tema. Me pregunta usted por mi situación penitenciaria. Pues bien, ha de saber que me encuentro en régimen de primer grado. Esto supone que tengo reducido a la mitad el tiempo que puedo permanecer en el patio y restringidas las salidas del módulo (pabellón) a otras áreas y recintos de la cárcel. Además, todas mis comunicaciones –orales y escritas- son intervenidas.


En cuanto a mis relaciones con los demás presos, son cordiales. Es cierto que tener que compartir durante tanto tiempo un espacio tan reducido con personas (unas 140) de tan distinta condición, a veces resulta complicado. Pero yo me llevo bien con todos ellos y me respetan. Con los funcionarios de la administración penitenciaria tampoco tengo ningún problema, si bien, como es lógico suponer, mis relaciones con ellos son de naturaleza muy distinta. Por lo general se limitan a la entrega y devolución de las instancias.
 

Y ahora, antes de ponerle al corriente de mis dolencias, quiero darle una buena noticia: al fin, tras seis años de espera, a mi compañera y a mí nos han concedido el permiso para que podamos vernos. Anteriormente sólo nos permitían hablar por teléfono durante unos minutos a la semana. Con el resto de mis familiares las comunicaciones han sido constantes desde el comienzo. Aquí en España, las visitas familiares son de 40 minutos semanales (separados por cristales y rejas), más una visita de hora y media cada mes, que tiene lugar en una pequeña sala del “hotel”, como usted la llama. Esto puede dar la impresión de “normalidad”, pero en realidad no es así. Tenga en cuenta que las autoridades de mi país hacen todo lo que está en su mano para incrementar las dificultades en nuestras comunicaciones, ya difíciles de por sí, “dispersándonos” en distintas prisiones y manteniéndonos lo más lejos posible de nuestro entorno familiar; con todo lo que ello supone de sufrimientos, peligros de accidentes en las carreteras, gastos extras, etc. Este es un castigo suplementario (especialmente dirigido contra nuestros familiares) por nuestra militancia antifascista y comunista. Lo cual se traduce en nuestro ánimo en un nuevo estímulo para proseguir la resistencia y la lucha contra todos los abusos y las injusticias.

Y ya, para terminar, parece que no me queda más remedio que hablar de mi estado de salud. Pues bien, trataré de resumir. Sobre mis famosas cataratas, hace un año el oftalmólogo me dijo que no estaban suficientemente desarrolladas como para operarlas. De modo que tendré que quedarme completamente ciego antes de que me libren de ellas. Por lo demás también mi tensión arterial sube y baja últimamente como un tobogán. Al parecer este problema se agrava debido al continuo estado de tensión al que lógicamente me veo sometido. A eso hay que añadirle que sufro frecuentes migrañas, más un resfriado crónico que me tiene postrado… Como usted misma comprenderá, aquí ni hablar se puede de “una atención médica de calidad”, ni de nada que se le parezca.


De todas maneras, dado que la mayor parte de mis males tienen su origen en la prolongada permanencia en la cárcel en régimen de vigilancia especial y aislamiento, no creo que una mejor asistencia médica pueda mejorar notablemente mi estado “clínico”. Por lo demás yo estoy convencido de que, en los planes de los represores fascistas españoles no se contempla la posibilidad de que yo pueda salir vivo de la cárcel; y no lo temo, pues eso es algo que desde hace mucho tiempo tengo bien asumido… En fin, no me gusta dramatizar y menos aún ponerme en plan patético, pero tampoco quiero que este asunto termine convertido en un tema tabú.


Para los comunistas, la cárcel ha sido siempre una de las trincheras más avanzadas de la lucha de clases; una trinchera en la que, como en todas las demás, se puede perder la vida, pero no la dignidad humana. Por este motivo mi mayor preocupación a este respecto es hacer honor a la causa del comunismo, a mi Partido y a mi clase.


Y por esta vez, estimada camarada N.Glagoleva, ya termino. Reciba usted y todos los camaradas y amigos soviéticos un caluroso saludo de combate y mis mejores deseos.


Manuel

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