Memoria
y legado de la mujer en la lucha revolucionaria
“Herriaren
Indarra” La fuerza del Pueblo
Nuevo
trabajo, de 110 páginas, editado en Euskal Herria en 2013.
Recopilado de varixs autorxs y adaptado por KRG. Biografías y fotos
de decenas de mujeres revolucionarias.
Os
dejamos con la introducción a dicho trabajo:
El
25 de abril de 1945 en Italia y el 9 de mayo del mismo año en
territorio alemán, el fascismo es derrotado. La Resistencia
Partisana echó del norte de Italia a las últimas fuerzas del
ejército del III Reich que resistían la embestida de la guerrilla
antifascista. En Berlín el Ejército Soviético derrota a las tropas
nazis el 2 de mayo. El 8 de mayo la Alemania nazi firma su
capitulación.
El
fascismo fue derrotado militarmente, pero en su forma política,
retorno al seno de donde había brotado, es decir, al seno de la
burguesía más reaccionaria, que había sido quien acuñó y
alimentó esta nueva ideología totalitaria. El fascismo es una forma
de poder de la burguesía, pero no de ésta en su conjunto si no que
es producto del grado de agudización a que llegan las
contradicciones en su propia clase, entre su forma más reaccionaria
y la más progresista. Las contradicciones a las que se habían
llegado a principios del siglo XXI, durante el cual la lucha de
clases desarrollada por las organizaciones obreras y los partidos
comunistas en toda Europa, principalmente en Rusia, Alemania e
Italia, habían arrastrado a la burguesía a la toma de decisión, a
que operase desde el Estado capitalista el fascismo, como forma
concreta de su propia dictadura.
Hungría,
Polonia, la Unión Soviética, Italia, Ucrania o Checoslovaquia
fueron liberadas del fascismo en mayo del '45. En el caso del Estado
español, el ejemplo más claro de la convergencia entre las
burguesías europeas y el fascismo, sólo las organizaciones
comunistas y revolucionarias, así como la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, dieron su apoyo a la guerra contra el
fascismo en 1936. Ningún gobierno europeo liderado por la gran
burguesía monopolista prestó la más mínima ayuda a la II
República.
Durante
la II Guerra Mundial se materializó un pequeño avance importante
dentro de las aspiraciones de la propia clase obrera. Éste era el
acceso de las mujeres a las filas de un ejército, el Ejército
Soviético; sería correcto hablar de un “ejército regular” de
un Estado soberano como la URSS, ya que en el Irish Citizen Army,
ejército republicano irlandés que se alzó en armas contra el
gobierno socialdemócrata y proclamó la república irlandesa,
también muchas mujeres tomaron parte como militantes. Una
institución históricamente ceñida a los estrictos intereses
militaristas de una élite oligárquica se encontraba ahora, desde su
fundación en febrero de 1918, al servicio del pueblo en aras de la
paz y el internacionalismo proletario. Cuando la Wehrmacht invadió
territorio soviético en junio de 1941, toda adhesión a la defensa
de la patria socialista era de vital necesidad, así el ejército
abrió sus puertas para que se unieran a él las mujeres que tomaran
la determinación de combatir contra el fascismo. En el resto de
organizaciones revolucionarias que lucharon contra el fascismo las
mujeres también tuvieron un papel preponderante en la lucha. Las
partisanas, guerrilleras antifascistas, demostraron su fortaleza,
valentía y firmeza en la lucha contra el invasor. Las mujeres en las
aldeas ocupadas, las muchachas en la escuela, transportando
información, vigilando al ejército nazi-fascista, dando datos de
posiciones o llevando material a otras aldeas y pueblos; en la
retaguardia las mujeres fueron una pieza clave para la victoria.
Los avances logrados en el movimiento obrero, la unidad de clase, habían ido cediendo un tenue espacio a las mujeres en las organizaciones revolucionarias y los Partidos de vanguardia. Nombres propios comenzaba a alzarse por encima del de sus compañeros varones, tomando puestos de dirección y siendo un ejemplo para el resto de compañeras. Pero los avances en la emancipación de las mujeres que permitía la lucha de clases, eran un lento avance. El principal yugo debía ser extirpado, como ellas hicieron con el fascismo. El yugo del patriarcado.
El
patriarcado es una institución muy anterior al capitalismo. Engels
determinó el origen de la opresión de las mujeres en la aparición
de la propiedad privada de la tierra y de la ganadería. La sociedad
se estructuró sobre una división sexual del trabajo donde el valor
social de las tareas realizadas por las mujeres fue invisibilizado,
se las excluyó de la vida pública y de la toma de decisiones. Sobre
esta base material, se ha alzado una ideología patriarcal que ha
sabido adaptarse e influenciar a la relación entre las fuerzas
productivas y el modo de producción; como en el capitalismo
El
patriarcado se ha impuesto sobre concepciones culturales en las que
la mujer era respetada. El patriarcado no es una “institución”
natural o eterna, sino que los estados, la institución política de
la clase explotadora, ha difundido esta versión.
Frederich
Engels afirmó que en la familia el hombre ejercía el rol del
burgués y la mujer el de proletario. Al igual que el capitalismo
extrae la fuerza laboral durante un tiempo mayor del que paga y se
apropia del producto, los hombres históricamente se han apropiado
del trabajo de las mujeres gratuitamente o a cambio de sustento. La
pervivencia de la organización patriarcal de la sociedad se apoya en
los intereses que reporta al sexo masculino su mantenimiento, en los
privilegios acumulados por los hombres en los más diversos terrenos
(económico, sexual, laboral, jurídico, cultural, político, etc.) a
costa de la opresión y marginación de las mujeres. El capitalismo
no ha iniciado la opresión de la mujer, la ha heredado; ha tomado y
adaptado para su provecho. Son los hombres quienes ostentan la
dirección en el proceso de producción de mercancías y por tanto,
quienes todavía dominan el mundo de la política, de las relaciones
sociales, y quienes continúan detentando el mando en la mayoría de
los órdenes de la vida. A las mujeres, por el contrario, se les ha
asignado el trabajo en la esfera privada, el trabajo doméstico y el
cuidado de los hijos. el mundo queda dividido en dos esferas: la de
la actividad pública, reservada a los hombres y la de la actividad
privada y doméstica, reservada a las mujeres.
Toda
mujer es una contribuyente productiva a la sociedad, y toda necesidad
social, incluyendo las de la vida doméstica, deben entrar en un
proceso de socialización. La extensión de guarderías en los
centros de trabajo, la aportación del varón a la crianza de los
niños y a los trabajos domésticos, etc., no es más que ilustración
de unos tímidos avances dentro del propio capitalismo. La lucha de
las mujeres para alcanzar su emancipación como género dentro de su
propia clase, la lucha feminista, ha conseguido grandes conquistas a
lo largo de su historia. La estructura patriarcal no ha sido ajena a
estos avances y se ha visto abocada al cambio, al menos en su
discurso, para poder seguir presente sin levantar sospechas. Cambiar
todo para que nada cambie.
La
violencia machista, la negación de la propia sexualidad femenina,
las imposiciones a las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, un
segmento de la población femenina en situación de prostitución
sexual al servicio del hombre, el trabajo doméstico, la inseguridad
en los barrios, la mercantilización de la imagen de la mujer, el
paro que afecta a un número mayor de mujeres, la tradición
patriarcal de empleos de cuidado y educación asignados a la mujer.
El patriarcado se refuerza dentro del capitalismo. Desde el feminismo
de clase, revolucionario, la necesidad se encuentra en hacer un
análisis materialista del origen histórico y de las raíces
sociales de la opresión de la mujer, que arrastran consigo todas
estas y más situaciones de explotación e imposiciones a la mujer.
Debe realizarse un análisis materialista de la desigualdad entre
sexos, sin caer en el error, de percibir la explotación de la mujer
únicamente como un aspecto de la explotación de la clase obrera. El
socialismo, la primera fase camino de la sociedad comunista, en el
cual la clase obrera se hace con el poder del aparato del Estado
mediante la fuerza para reprimir a las clases explotadoras e
implantar la dictadura del proletariado y la posterior extinción del
estado en una fase superior como elemento de dominación de una clase
sobre otra, no son garantías de la emancipación de la mujer. No
sólo ha de emanciparse de su rol de clase, si no de los roles que ha
impuesto el patriarcado, asumidos por el capitalismo, los cuales
deben eliminarse con el paso de los años y de la educación de
nuevas generaciones que crezcan y se eduquen en una sociedad libre e
igualitaria.
Es
una tarea dura. Toda la clase obrera, y más todavía la militancia
de las organizaciones revolucionarias y de los Partidos Comunistas,
deben hacer suyas. Explorar, analizar y aportar soluciones a un
patriarcado que también influye negativamente al hombre. Un hombre
al cual se le empuja y educa socialmente a ser decidido, valiente,
fuerte, atlético, gran amante, con prestigio social, líder, etc.
Todos ellos lastres que también toman forma y se reproducen en el
interior de las organizaciones de clase. Organizaciones en las que a
día de hoy, la representación femenina es todavía minoritaria. Por
mera imposición social resulta complicado tener en cuenta, con
igualdad de criterio, los planteamientos de nuestras compañeras en
una asamblea, a la hora de tomar decisiones de relevancia que afecten
a cuestiones organizativas de calado. Más evidente todavía cuando
se trata de tomar parte en acciones que conllevan un alto grado de
violencia, donde es evidente el género predominante de las personas
que las llevan a cabo. No son decisiones individuales. La
trascendencia del género es una realidad y también afecta a nuestra
militancia y a la masculinización de la violencia revolucionaria, la
cual también debe ser sometida a una crítica de género. Crear
acciones donde pueda haber dudas, miedo, debilidad, etc.
Tampoco se trata de buscar una equidad, una paridad. Ello no es sinónimo de igualdad. No es buscar la imagen de 5 hombres y 5 mujeres subidas a un escenario dando un miting político. De la foto del chico-chica, hombre-mujer; del absurdo binomio heterocéntrico. Evidentemente tampoco de ilustrar toda propaganda con figuras e imágenes masculinas, que no reproducen la realidad. No se trata de firmar todo con la etiqueta de “independencia, socialismo y feminismo”, como vienen haciendo las nuevas organizaciones políticas juveniles refundadas en Euskal Herria y Països Catalans, que a la par también hablan de un socialismo acientífico y alejado de todo criterio marxista y leninista. Siendo claro ejemplo de la política de sus mayores, que se esconden bajo las faldas del Estado imperialista español y abogan por una “vía pacífica” a no sé qué socialismo de nuevo tipo, vacío de contenido de clase por su deriva reformista y oportunista.
La
emancipación de la mujer no llegará con el triunfo del socialismo.
Se darán las condiciones objetivas para construir nuevas relaciones
de iguales entre hombres y mujeres, como por ejemplo, para las
personas inmigrantes; para todo grupo social que padece
discriminación, por su procedencia, género, sexo, etc. Mientras
exista el Estado no habrá libertad. Sólo el comunismo puede aportar
una democracia verdaderamente completa. Y cuanto más completa sea
ésta, antes dejará de ser necesaria y se extinguirá por sí misma.
Y con la democracia también desaparecerán las diferencias entre
sexos, géneros, razas o naciones.
Mientras,
para construir las condiciones objetivas adecuadas y toma de
conciencia sobre la importancia de la revolución violenta hasta
alcanzar la dictadura del proletariado y acabar con el Estado como
órgano de dominación de clase, muchas son las mujeres que han
aportado a esta tarea con su ejemplo y su valentía. En gran cantidad
de procesos revolucionarios, de Partidos de vanguardia, de
organizaciones armadas, etc., han existido gran cantidad de mujeres
que han superado los miedos impuestos por el patriarcado, y los suyos
propios, para unirse a la lucha revolucionaria.
La
edición de esta colección de biografías pretender ser un homenaje
a ellas. Un homenaje a sus vidas y su lucha, como claro ejemplo de
superación de multitud de piedras en el camino puestas por el
patriarcado y el capitalismo para negar a las mujeres su papel en la
sociedad. Los ejemplos que nos aporta la verdadera memoria histórica,
la memoria de hombres y mujeres en la lucha internacional de la clase
obrera.
Los
ejemplos de sus vidas nos llevan a pensar sobre la importancia de la
revolución socialista, sobre el reconocimiento de la dominación del
proletariado, de su dictadura, de un poder no compartido con nadie y
apoyado en la razón de la fuerza armada. Todas ellas figuras de
mujeres que entendieron la necesidad y la teoría de la revolución
armada como herramienta de toma de poder.
Mujeres
que tomaron parte en el proceso revolucionario más determinante de
la historia, la revolución socialista de octubre de 1917 y fueron
dirigentes políticas, como Alexandra Kollontai. Rosa Luxemburg
fundadora del Partido Comunista Alemán junto a su compañera Clara
Zetkin y que lideraron la revolución de 1919 en Alemania. Constance
Markievicz y Helena Moloney combatientes del Irish Citizen Army
durante el Alzamiento de Pascua en Dublín en 1916. Tereza Ocsko y
Lydia Litvyak, combatientes comunistas contra el fascismo durante la
II GGMM, la primera partisana del Partido Comunista Rumano, la
segunda combatiente en las FFAA de la URSS, o la francotiradora
Lyudmila Mijailovna. Arlen Siu, Cecilia Magni, Haydee Santamaría o
la alemana Monika Ertl, que participaron en los procesos guerrilleros
de liberación en Latinoamérica en el FSLN (Frente Sandinista de
Liberación Nacional), el FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez
de Chile) y en la guerrilla boliviana. Las militantes de ETA (m)
Maite Pérez Sever y Susana Arregi o la militante de ETA (pm) Mari
Rey Dopazo. Las guerrilleras de los GRAPO Josefa Jiménez Zamora, Mª
Dolores Castro Saa, Isabel Santamaría y Mª Dolores Lopez. María
Cagol de las Brigadas Rojas, Ulrike Meinhof de la RAF o Miriam Daily
del Irish National Liberation Army (INLA – organización armada
socialista irlandesa), todas ellas asesinadas por los respectivos
estados imperialistas ante los cuales se alzaron en armas. O figuras
claves de la política como la militante del Frente Popular de
Liberación de Palestina, FPLP, Leila Khaled, la socialista irlandesa
Bernadette Devlin, Assata Shakur militante del Partido Panteras
Negras y de la organización armada Black Liberation Army,
actualmente refugiada política en Cuba. O Maria Mercè Marçal,
fallecida en 1998, figura clave del independentismo y la lucha
feminista en PPCC. Y la extraordinaria figura de Rosario Sánchez
Mora, La Dinamitera, que combatió contra el alzamiento fascista
español.
La
memoria y el legado de la mujer en la lucha revolucionaria. Una lucha
que alimenta una fuerza incombustible: la fuerza del pueblo. La
capacidad de la clase trabajadora, para deshacerse de cualquier
lastre por cuestiones de género, raza o sexo, para tomar conciencia,
organizarse y luchar para asestar los golpes más duros y certeros al
aparato del Estado burgués y el imperialismo, a través de la fuerza
del pueblo, es decir, la revolución armada para alcanzar el
comunismo.
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