Foto. Peter Norman; y Carlos y Smith con el puño levantado. |
Deporte
y Represión
De
cómo amenazaron, excluyeron y llevaron a la miseria a dignos
deportistas de élite
El
tercero de la foto
Juan
Forn / Página 12.
Todos
conocemos la imagen: se ha vuelto ícono e incluso estatua, sólo que
en la estatua se eliminó a uno de sus tres protagonistas. No es una
crítica ni una denuncia: también nosotros eliminamos mentalmente de
la foto a aquel flaquito pelirrojo que parecía estar de prestado en
la escena.
El
año era 1968: la masacre de MyLai en Vietnam, el Mayo francés, los
asesinatos de Martin Luther King y Bobby Kennedy en Estados Unidos,
los tanques rusos acabando con la Primavera de Praga, la matanza de
Tlatelolco y, apenas unos días después, empiezan las Olimpíadas,
precisamente en México, con la sangre de los estudiantes muertos
todavía fresca. En la final de los 200 metros llanos, el podio es
ocupado por dos atletas negros norteamericanos y un australiano,
bastante más bajito y esmirriado que ellos. Los dos negros suben a
recibir sus medallas descalzos y con un guante negro cada uno, y
cuando suena el himno americano bajan sus cabezas y alzan el puño
enguantado, haciendo el saludo de los Panteras Negras (iban también
descalzos, en alusión a sus hermanos de raza de los algodonales de
Luisiana, que no tenían derecho a usar calzado). La foto dio la
vuelta al mundo: en el reino de la confraternidad ecuménica a través
del deporte, hacía su fulminante ingreso la protesta política. Casi
medio siglo después me escribe un lector, uno de esos lectores
exigentes que es una bendición tener, y me pide que cuente la
historia de la foto y del blanquito que aparece en ella de prestado:
el australiano Peter Norman. Yo tenía ocho años en 1968, y había
sido educado en los valores del Barón de Coubertin: me acuerdo
todavía de la consternación que despertó aquel episodio pero, como
el resto del mundo, lo ignoraba todo sobre Peter Norman.
Los
velocistas negros Tommie “Jet” Smith y John Carlos sabían, desde
principios de 1968, que tenían chances seguras de ganar medalla: sus
tiempos eran cada vez más mejores, no tenían rivales a la vista, el
oro estaba entre los dos. También eran miembros de un grupo de
atletas que habían creado el OPCR (Programa Olímpico por los
Derechos Civiles) que apoyaba la lucha contra la segregación racial.
Ante el desdén del Comité Olímpico por sus pedidos decidieron que,
al subir al podio, portarían un distintivo de la organización como
protesta. Smith había nacido en Texas, el séptimo de once hermanos,
era hijo de un peón de los algodonales. Carlos era de Harlem, hijo
de un zapatero remendón. Ambos tenían en claro por quién corrían.
En las rondas preliminares arrasaron con sus rivales y en la final
también picaron ambos en punta, Carlos a la cabeza y Smith
mordiéndole los talones hasta que en el sprint de los últimos
cincuenta metros superó a su colega y ya estaba alzando los brazos
cuando vio por el rabillo del ojo al australianito Norman, que había
hecho toda la carrera en sexto lugar, achicando a trancazos la
distancia hasta instalarse como una cuña entre ambos.
Para
entender cabalmente la escena hay que decir que Norman medía casi
veinte centímetros menos que los dos afroamericanos: cada tranco de
ellos era tranco y medio para él. Sin embargo algo le había pasado
desde su llegada a México: no paraba de mejorar sus tiempos. Hasta
entonces no alcanzaban a hacer sombra a los de Smith y Carlos, pero
ahora estaba ocurriendo lo imposible. Norman hizo los 200 metros en
20.07, una marca que nadie había logrado hasta entonces. Obligó a
“Jet” Smith a dejar la vida en esos últimos metros y convertirse
así en el primer atleta en el mundo en bajar la barrera de los
veinte segundos (clavó la aguja en 19.86). Carlos quedó en tercer
lugar, con sus 20.10.
En
el vestuario antes de subir al podio, Smith y Carlos encararon a
Norman y le avisaron lo que iban a hacer. El australiano venía de
una familia de “salvos” (así llamaban en su país a los
voluntarios del Ejército de Salvación). Cuando Smith y Carlos le
preguntaron si creía en los derechos civiles y en la igualdad ante
Dios, contestó: “Creo que todo hombre tiene derecho a beber la
misma agua. Creo en lo que creen ustedes”. Y a continuación señaló
el distintivo del OPCR y preguntó si tenían uno para él. Otro
atleta norteamericano le dio el suyo. Smith y Carlos se preguntaban
de dónde había salido ese blanquito que pensaba más en lo que
estaban por hacer que en su medalla de plata. En el revuelo
descubrieron que se les había perdido un par de guantes. “Que cada
uno use uno”, sugirió con practicidad Norman. Desde el podio no
pudieron apreciar del todo lo que pasaba en las tribunas: el estadio
entero en silencio cuando, con los primeros compases del himno, Smith
y Carlos alzaron su puño enguantado.
Ambos
fueron desafectados y expulsados de la Villa Olímpica en cuanto
bajaron del podio (al atleta que le dio el distintivo a Norman
también lo suspendieron). Apenas volvieron a casa empezaron los
problemas. Uno de ellos terminó lavando autos en Texas, el otro
cargando bolsas en el puerto de Nueva York. Les escribían insultos
en la puerta de sus casas, cada noche sonaba el teléfono con
amenazas anónimas. Debieron pasar más de diez años hasta que
pudieron volver al mundo del atletismo, ya como entrenadores, y
después como portavoces de la igualdad en el deporte.
Para
Norman fue peor. En Australia, las minorías raciales sufrían una
forma más silenciosa pero igual de cruel de discriminación (en el
censo nacional de 1968 se contaron las ovejas pero no los
aborígenes). Expresar apoyo a la equidad racial fue condenarse al
ostracismo. No sólo se le hizo difícil seguir corriendo; tampoco
conseguía quién le diera trabajo. Repetidas veces lo invitaron a
pedir perdón por el episodio de México, pero él se negó, y siguió
entrenando por las suyas y logrando tiempos superiores a sus rivales.
En los cuatro años siguientes batió trece veces la marca de
calificación en los 200 metros para ir a las Olimpíadas de Munich
en 1972, pero no lo convocaron al equipo nacional y, por primera vez
en la historia de los Juegos, Australia no tuvo sprinter en las
finales de 100 y 200 metros. Norman intentó dedicarse al fútbol
australiano profesional pero una lesión en el tendón de Aquiles lo
puso al borde de perder la pierna por gangrena. Se hizo adicto a los
calmantes que le recetaban, luego alcohólico, luego se recuperó y
empezó a militar en el sindicalismo y trabajar en una carnicería.
Usaba su medalla olímpica para trabar la puerta de su departamento.
Cuando
se anunció que Australia organizaría los Juegos en el 2000, se
ilusionó con que lo incluyeran en los festejos. Los organizadores de
Sydney invitaron a todos los medallistas olímpicos australianos a
desfilar el día de la inauguración, pero a Norman no sólo lo
excluyeron del desfile: ni siquiera le mandaron entradas para ir al
estadio. Era el mejor velocista de la historia australiana pero no
existía. Incluso en la estatua que se había erigido en el campus de
San José, California, conmemorando aquel podio de México 68, el
segundo lugar estaba vacío.
Murió
sin que nadie le pidiera perdón, el 9 de octubre de 2006. Los ya
sexagenarios Smith y Carlos viajaron hasta Melbourne y llevaron el
féretro en el funeral. La banda que acompañaba el cortejo tocaba
“Carrozas de fuego”. El sobrino de Norman, Matt, había hecho un
documental sobre su tío: no consiguió financiación en su país,
pero logró terminarla igual. Después de colarla en el circuito de
festivales y cosechar media docena de premios, el Comité Olímpico
declaró el 9 de octubre Día Mundial del Atletismo. La marca de
20.07 sigue sin ser superada en Australia hasta el día de hoy.
Ningún otro record en el atletismo mundial ha durado tanto.
Recogido de El Otro País, dic 2015.
Foto. Antxon ante bandera de EAE-ANV. |
Entrevista a Antxon Gómez, de ANV
Uno de los 34 juzgados en la Audiencia Nacional, por Sare Antifaxista.
"Para mí además, es un caso muy paradójico, por que mi abuelo, que era militante de ANV, fue detenido en el 36 por los fascistas y le acusaron de organizar en Gasteiz las elecciones municipales por el Frente Popular, donde iba integrada ANV. Curiosamente 80 años después la acusación es exactamente la misma: organizar unas elecciones municipales.”
http://sareantifaxista.blogspot.com.es/2015/12/antxon-gomez-de-eae-anv-esta-siendo.html
Pantallazo. "Serem Nosaltres. Subverius. |
Subversius – Serem nosaltres
https://www.youtube.com/watch?v=e1fvvLB-tks&feature=share
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