La realidad de Haití
La misión de las Naciones Unidas en Haití, la MINUSTAH, acrónimo francés que significa Misión des Nations Unies pour la Stabilization d’Haiti, empezó el 1º de junio de 2004, pero es hija de una anterior resolución del Consejo de Seguridad, la n. 1529 del 29 de febrero de 2004, adoptada con una prontitud descomunal: los soldados del ejército de Estados Unidos ya estaban ocupando Haití, y pocas horas antes el presidente legítimo Jean-Bertrand Aristide había sido secuestrado por los mismos militares y aún se encontraba en el avión que lo estaba llevando a África.
La resolución 1529, adoptada actuando (según las declaraciones de los miembros del consejo de seguridad) en conformidad con el capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas es justificada, entre otras, con frases de este tenor: “determinados a facilitar la solución pacífica y constitucional de la crisis actual en Haití” y “considerando que la situación en Haití constituye una amenaza a la paz y a la seguridad internacional y a la estabilidad del Caribe, en particular porque podría provocar un éxodo hacia los demás Estados de la Región…”.
Haití de pronto se convirtió en una amenaza tan grave “a la paz y a la seguridad internacional” como para plantear una inmediata solución que autorice la ocupación militar, ya en curso, por parte de ejércitos extranjeros procedentes de Estados Unidos, Canadá y Francia (definida fuerza multinacional).
Desde entonces, han seguido cuatro años de constantes abusos de autoridad e incumplimiento de los derechos humanos por lo que, sólo aparentemente, es una misión legal cuyos objetivos son ayudar al Gobierno haitiano para reconstruir los estándares democráticos en todos los terrenos de la sociedad.
Desde entonces, han seguido cuatro años de constantes abusos de autoridad e incumplimiento de los derechos humanos por lo que, sólo aparentemente, es una misión legal cuyos objetivos son ayudar al Gobierno haitiano para reconstruir los estándares democráticos en todos los terrenos de la sociedad.
La misión de la ONU
Mercius y Marie-Danielle Lubin jamás hubieran imaginado que el 2 de febrero de 2007 sus hijitas, Stephanie, de 7 años, y Alexandra, de 4, serían masacradas, mientras dormían en su propia casa, por los “soldados de paz” de la ONU, en Cité Soleil.
Ni siquiera el señor Fredi Romelus podía pensar que su joven esposa, Sonia, de 22 años, el hijito de 12 meses, Nelson, y su otro hijo Stanley, de 4 años, serían golpeados hasta la muerte, una madrugada, por parte de los cascos azules, los peacekeepers, también en Cité Soleil: es la masacre del 6 de julio de 2005.
Los padres de Boadley Bewence Germain lograron llevar a su hijo de 9 años al hospital, el 20 de enero de 2007, pero la herida en la cabeza, consecuencia de un proyectil disparado por los soldados de las Naciones Unidas, es demasiado grave y el pequeño no se salva.
Lelene Mertina, 24 años, es una sobreviviente: no así el niño que llevaba en el vientre. Estaba en el sexto mes de embarazo, cuando, el 22 de diciembre de 2006, desde un vehículo de la ONU los soldados le dispararon al vientre, matando al niño e hiriéndola gravemente. También ella vive en Cité Soleil.Los señores Lubin, el señor Romlus, los señores Germain, así como Lelene Mertina y cientos de otras personas, cuyos nombres desconocemos, han escuchado definir el exterminio de sus familiares como “daño colateral”. ¿De qué guerra? Sin embargo, es precisamente así como son justificadas por los responsables de la misión de la ONU las numerosas víctimas de los operativos militares realizados en los barrios civiles densamente poblados, casualmente siempre los más pobres. Pero no todos son “daños colaterales”. Los responsables de la misión sostienen que están aquí para proteger a la población (se supondría de las violencias del régimen y de su Policía) y la población inicialmente esperaba que fuera así, pero no necesitaron mucho para darse cuenta, en su propia piel, que estaban aquí al servicio del “Gobierno de Transición”, de su violenta Policía Nacional y de los ex militares.
Ni siquiera el señor Fredi Romelus podía pensar que su joven esposa, Sonia, de 22 años, el hijito de 12 meses, Nelson, y su otro hijo Stanley, de 4 años, serían golpeados hasta la muerte, una madrugada, por parte de los cascos azules, los peacekeepers, también en Cité Soleil: es la masacre del 6 de julio de 2005.
Los padres de Boadley Bewence Germain lograron llevar a su hijo de 9 años al hospital, el 20 de enero de 2007, pero la herida en la cabeza, consecuencia de un proyectil disparado por los soldados de las Naciones Unidas, es demasiado grave y el pequeño no se salva.
Lelene Mertina, 24 años, es una sobreviviente: no así el niño que llevaba en el vientre. Estaba en el sexto mes de embarazo, cuando, el 22 de diciembre de 2006, desde un vehículo de la ONU los soldados le dispararon al vientre, matando al niño e hiriéndola gravemente. También ella vive en Cité Soleil.Los señores Lubin, el señor Romlus, los señores Germain, así como Lelene Mertina y cientos de otras personas, cuyos nombres desconocemos, han escuchado definir el exterminio de sus familiares como “daño colateral”. ¿De qué guerra? Sin embargo, es precisamente así como son justificadas por los responsables de la misión de la ONU las numerosas víctimas de los operativos militares realizados en los barrios civiles densamente poblados, casualmente siempre los más pobres. Pero no todos son “daños colaterales”. Los responsables de la misión sostienen que están aquí para proteger a la población (se supondría de las violencias del régimen y de su Policía) y la población inicialmente esperaba que fuera así, pero no necesitaron mucho para darse cuenta, en su propia piel, que estaban aquí al servicio del “Gobierno de Transición”, de su violenta Policía Nacional y de los ex militares.
Los países que envían contingentes militares son: Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Sri Lanka, Jordania, Bolivia, Canadá, Croacia, Ecuador, Francia, Guatemala, Malasia, Marruecos, Nepal, Perú, Paraguay, Filipinas, España, Estados Unidos y Yemen. Sucesivamente los militares de España, Marruecos, Malasia, Yemen se han retirado. Se agrega Pakistán. Son 40 los países que han enviado personal de policía y/o civil: provienen de América del Norte, del Centro y del Sur de Europa, de África y de Asia.
También China envió a un centenar de policías antimotines: es la primera vez que participa con su policía a una misión de la ONU.
El objetivo de la misión resulta claro de las palabras del General Augusto Heleno Ribeiro Pereira, brasileño, comandante militar de la Minustah, afirmaba: “Debemos matar a los bandidos, pero no a cualquiera, sólo a los bandidos”.
Más allá de cualquier consideración relativa al hecho de que la ONU tenga como objetivo MATAR, queda por aclarar quiénes son estos “bandidos” que el General Pereira pretende matar. Durante los años 2004, 2005 y gran parte de 2006, se definen como “bandidos” a todos los que se oponen al golpe de estado, algunos armados, la mayoría sólo son manifestaciones imponentes pero pacíficas, todos identificados, con o sin razón. Son habitantes de los barrios considerados “pro-Aristide” de Bel Air, Martissant, Grand Ravin, Pele y de la enorme ciudad perdida de Cité Soleil.
La “fuerza multinacional” antes, y la Minustah después, han situado su “cuartel general” en la Universidad que había hecho construir Aristide para formar a nuevos médicos. Haití tiene una absoluta necesidad de médicos, pero esto poco les importa a las fuerzas de la ONU. Profesores y estudiantes están obligados a interrumpir las clases por meses, hasta que logren encontrar una acomodación provisional para retomar sus estudios.
El cuartel general de la Minustah sigue ocupando la Universidad y no hay la mínima intención de devolver los locales a los legítimos propietarios.
También China envió a un centenar de policías antimotines: es la primera vez que participa con su policía a una misión de la ONU.
El objetivo de la misión resulta claro de las palabras del General Augusto Heleno Ribeiro Pereira, brasileño, comandante militar de la Minustah, afirmaba: “Debemos matar a los bandidos, pero no a cualquiera, sólo a los bandidos”.
Más allá de cualquier consideración relativa al hecho de que la ONU tenga como objetivo MATAR, queda por aclarar quiénes son estos “bandidos” que el General Pereira pretende matar. Durante los años 2004, 2005 y gran parte de 2006, se definen como “bandidos” a todos los que se oponen al golpe de estado, algunos armados, la mayoría sólo son manifestaciones imponentes pero pacíficas, todos identificados, con o sin razón. Son habitantes de los barrios considerados “pro-Aristide” de Bel Air, Martissant, Grand Ravin, Pele y de la enorme ciudad perdida de Cité Soleil.
La “fuerza multinacional” antes, y la Minustah después, han situado su “cuartel general” en la Universidad que había hecho construir Aristide para formar a nuevos médicos. Haití tiene una absoluta necesidad de médicos, pero esto poco les importa a las fuerzas de la ONU. Profesores y estudiantes están obligados a interrumpir las clases por meses, hasta que logren encontrar una acomodación provisional para retomar sus estudios.
El cuartel general de la Minustah sigue ocupando la Universidad y no hay la mínima intención de devolver los locales a los legítimos propietarios.
La intervención de USA
El contingente de la ONU no ha sido enviado a Haití para controlar el respeto de acuerdos de paz entre países en guerra: Haití no está en guerra con nadie.No ha sido invitado para controlar el respeto de acuerdo entre facciones armadas durante una guerra civil porque no existe una guerra civil: hay unos centenares de ex militares y criminales comunes, armados, contra toda la población; estos personajes, por sí mismos, nunca hubieran logrado entrar en Puerto Príncipe. Habrían sido obligados a huir y dejar el país.En cambio, el contingente fue enviado porque un gobierno carente de cualquier legitimidad, liderado por un ciudadano de Estados Unidos, Gerard Latortue, impuesto con violencia por países extranjeros tales como EEUU, Canadá y Francia (con el apoyo de la Unión Europea), que no era capaz de enfrentar la rebelión por parte de la población; en efecto, dicho “gobierno” tenía a su servicio a la Policía Nacional, depurada de todos aquellos elementos que respetaban la constitución y los derechos de las personas, y a las pandillas para-militares. Sin embargo, era necesario un ejército que Haití no tiene, porque fue disuelto en 1995 por Aristide. El ejército llega de diversos países extranjeros, muchos latinoamericanos, países “amigos”, y Brasil es el que los guía.
No todas las Américas callan
A principios de marzo de 2006, durante un encuentro entre el presidente haitiano recién elegido, René Preval, y el presidente brasileño Luiz Ignacio Lula da Silva, éste último declaró: “Estamos al servicio de la voluntad de las Naciones Unidas y estamos subordinados a la voluntad del pueblo haitiano y al gobierno de Haití. Cuando nos digan basta, volveremos a Brasil con las conciencias limpias y la certidumbre de un trabajo bien hecho”. El presidente brasileño evidentemente no es consciente de que muchos de sus compatriotas no se siente en absoluto con la conciencia tranquila: el 7 de febrero, miles de brasileños marcharon en el centro de Río de Janeiro para pedir el inmediato retiro de las tropas de Haití.
La prestigiosa revista médica británica “The Lancet” estimó en 8.000 los muertos por asesinato durante los años 2004-2005 (en 22 meses), sólo en el área de Puerto Príncipe, víctimas de la brutalidad del régimen al que la Minustah ha servido, colaborando activamente en esta masacre.El presupuesto anual de la misión asciende a 535 millones de dólares. 4 años costaron ya el 50% más que toda la deuda exterior del país (1,4 billones de dólares).
Haití está obligada a utilizar el 22% de su presupuesto anual en gasto público para afrontar la absurda deuda exterior, mientras que su población se está muriendo de hambre: en los últimos 4 meses en nivel de pobreza ha empeorado paulatina y dramáticamente.
El presidente de Brasil, así como sus homólogos de Argentina, Chile y demás países involucrados, no tiene la menor intención de poner fin a una misión equivocada e ilegal y quiere seguir actuando al servicio del poderoso vecino, Estados Unidos.
El mandato tenía como término el 15 de octubre de 2008, pero ha sido prorrogado nuevamente: el 20 de mayo el senado chileno, a petición de la presidenta Michelle Bachelet, aprobó la permanencia de sus tropas en Haití por otros doce meses.
Ésta es la más violenta, brutal, servil misión que hasta la fecha las Naciones Unidas hayan logrado organizar. Los integrantes del Consejo de Seguridad, los responsables de la misión, ante todo Brasil, y los países que lo integran (son 40), traicionaron la Carta de las Naciones Unidas, el espíritu y la voluntad de los fundadores de las Naciones Unidas, y al pueblo haitiano.
La paulatina deslegitimación de la ONU, desde la desastrosa misión en la ex Yugoslavia hasta el encubrimiento de los bombardeos de la OTAN en Serbia y Kosovo, de la vergonzosa huida de Rwanda hasta los operativos a exclusivo servicio de las diversas potencias (Costa de Marfil, Haití), no es casual, sino que persigue la voluntad de EEUU y de sus países lacayos, de Canadá y Europa, de quitarle a la ONU cualquier poder, a fin de suplantarla con la cada vez más agresiva potencia militar de la OTAN, reduciendo la Asamblea General de las Naciones Unidas, verdadera y única representación de los gobiernos de todo el mundo, a una reunión de fantoches.
(Fuente: www.selvas.org)
La prestigiosa revista médica británica “The Lancet” estimó en 8.000 los muertos por asesinato durante los años 2004-2005 (en 22 meses), sólo en el área de Puerto Príncipe, víctimas de la brutalidad del régimen al que la Minustah ha servido, colaborando activamente en esta masacre.El presupuesto anual de la misión asciende a 535 millones de dólares. 4 años costaron ya el 50% más que toda la deuda exterior del país (1,4 billones de dólares).
Haití está obligada a utilizar el 22% de su presupuesto anual en gasto público para afrontar la absurda deuda exterior, mientras que su población se está muriendo de hambre: en los últimos 4 meses en nivel de pobreza ha empeorado paulatina y dramáticamente.
El presidente de Brasil, así como sus homólogos de Argentina, Chile y demás países involucrados, no tiene la menor intención de poner fin a una misión equivocada e ilegal y quiere seguir actuando al servicio del poderoso vecino, Estados Unidos.
El mandato tenía como término el 15 de octubre de 2008, pero ha sido prorrogado nuevamente: el 20 de mayo el senado chileno, a petición de la presidenta Michelle Bachelet, aprobó la permanencia de sus tropas en Haití por otros doce meses.
Ésta es la más violenta, brutal, servil misión que hasta la fecha las Naciones Unidas hayan logrado organizar. Los integrantes del Consejo de Seguridad, los responsables de la misión, ante todo Brasil, y los países que lo integran (son 40), traicionaron la Carta de las Naciones Unidas, el espíritu y la voluntad de los fundadores de las Naciones Unidas, y al pueblo haitiano.
La paulatina deslegitimación de la ONU, desde la desastrosa misión en la ex Yugoslavia hasta el encubrimiento de los bombardeos de la OTAN en Serbia y Kosovo, de la vergonzosa huida de Rwanda hasta los operativos a exclusivo servicio de las diversas potencias (Costa de Marfil, Haití), no es casual, sino que persigue la voluntad de EEUU y de sus países lacayos, de Canadá y Europa, de quitarle a la ONU cualquier poder, a fin de suplantarla con la cada vez más agresiva potencia militar de la OTAN, reduciendo la Asamblea General de las Naciones Unidas, verdadera y única representación de los gobiernos de todo el mundo, a una reunión de fantoches.
(Fuente: www.selvas.org)
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