Foto. (joven inyectándose heroína) |
Cárcel
y drogas
Desde
mediados de los años 70 hasta nuestros días
Tras
la muerte de Franco, ninguno o contados (solo unos pocos legionarios
arrestados en cárceles militares por hachís) de los presos
existentes lo estaba en relación con sentencias de delito por drogas
ilegales.
Mas
en pocos años, la cárcel, que no deja de ser el reflejo más cruel
de la propia sociedad, vivió en paralelo la inundación de drogas
ilegales que asolaron los barrios más populares y obreros de todo el
Estado, pero de una forma alarmante en todo el cinturón rojo de
Madrid y sus barrios populares, lo mismo que en los de Barcelona,
Sevilla, Valencia, Bizkaia o Vigo, por citar los casos más
significativos.
Los
primeros robos para mantener el consumo, los atracos; las bandas
juveniles y su relación totalmente desinformada con el consumo de
las drogas ilegales; y las legislaciones, que siempre condenan al
pequeño.
Se
empezaron a llenar las cárceles. Y muchos de los presos -con el
empeoramiento en el entorno
de vida del
encierro-
continuaron consumiendo dentro de las cuatro paredes. El consumo, por
pura lógica, se clandestinizó aún más en
esas nuevas circunstancias,
y según los estudios sociológicos de colectivos de apoyo a presos
sin
embargo,
el consumo en
las cárceles se
generalizó poco a poco. Señalar
que según
la Asociación
Pro Derechos Humanos de Andalucía, “El 80% de los casi 70.000
presos en España son drogodependientes”. Sólo
han
cambiado
las sustancias. Hay un refrán carcelario:
“De
lo de la calle, aquí, de
todo,
salvo
la libertad”.
Con las drogas, no podía ser menos. (...)
Y
¿qué dice la Ley?:
“Los
establecimientos penitenciarios realizan, de parte de toda la
sociedad, el compromiso no solo cívico sino también constitucional
de la reeducación y la reinserción social que las medidas
privativas de libertad tienen en el ordenamiento jurídico (art.
25.2 de la Constitución española)”.
Pero,
según
II.PP. los carceleros destinados a vigilancia serían 15.500 y los
dedicados al tratamiento (reeducación
y reinserción)
de los presos ¡tan solo de 1.358 personas!.
Habría
que señalar que el entorno totalmente represor, opresivo, castrador
e individualista en extremo de las cárceles españolas ha ido
consiguiendo un momento igualmente represivo, compulsivo, teniendo el
alto consumo de drogas la única explicación como una de las formas
de intento de evasión mental, relax o incluso analgésica.
A
partir de los años 80 los presos-as relacionados con delitos de
tráfico de drogas o robo en relación, se vuelven mayoritarios.
Las
consecuencias directas fueron inmediatas. Bajó la conflictividad
político-social de los internos y brotaron enormes conflictos
individuales, personalizados, relacionados con “presos
toxicómanos”, según las propias estadísticas de II.PP..
Para
empezar a entrar en harina y hacernos mejor a la idea del tema que
tratamos, vamos a dar unos datos totalmente necesarios:
Decir
que la punta de ratio en España de presos-as per cápita es
de 1'53 -1'6 por cada 1.000 habitantes. O sea, de cada 2.000
personas, 3 están en prisión. Por tanto, desde hace 40 años, han
sido centenares de miles los presos y presas en las cárceles
españolas.
Hemos
pasado de los 9.000 presos-as a la muerte de Franco, a los 22.000 en
1982, a un pico en mayo de 2010 de 77.000 personas presas, a los
68.000 actuales. Y que el 15% son preventivos.
Para
hacer la estadística de los últimos años, decir que el 93% de los
presos son hombres y el 7% mujeres.
Que
1 de cada 10 presos-as tiene menos de 25 años, y que 2 de cada 3
tienen entre 30 y 60 años, y sobre todos, los situados en la franja
de los 31 a 40 años.
En
cuanto a la propia catalogación de II.PP. sobre el tanto por ciento
de delitos según categoría, se puede establecer de la siguiente
manera:
-
37% está preso-a por “Delito contra el patrimonio” y “robo”.
En su enorme mayoría delincuencia menor, mucha de ella relacionada
directa o indirectamente con las drogas ilegales.
-
26% preso-a por “Delito contra la salud pública”. En su enorme
mayoría detenidos por trapicheo minúsculo, menor o medio de drogas
ilegales. Son muy pocos los grandes narcos presos.
-
7% preso por “Delito de violencia de género”
-
6% preso-a por homicidio o asesinato
-
5% preso por “Delito contra la libertad sexual”
-
1% preso-a por “Delitos de terrorismo” o relacionados.
-
El resto, por otros muchos delitos o causas. Este es el sector más
variable. (Seguridad vial, etc, etc.)
-La
diferencia en el capítulo de las mujeres es importante. Según la
encuesta sobre salud y consumo de drogas en internados en
instituciones penitenciarias ESDIP 2011, el 50% de las mujeres
estaban en la cárcel por delitos relacionados con la salud pública.
(...)
Gráfico Población presa en la UE por cada 100.000 habitantes. |
Bien,
presentados están los y las protagonistas. Ahora presentaremos el
entorno.
*El
73% de los-as presos y presas se encuentran en regímenes de 2º
grado. Régimen ordinario de 3 de cada 4 presos-as.
Salida
al patio mañana y tarde. Varios recuentos al día. Sin límite en
las cartas. Visitas de familia y amigos 1 a la semana, 2 vis a vis al
mes.
*El
17% se encuentra en 3er. Grado. Régimen de semilibertad.
Entran
y salen de la cárcel todas las semanas, o fines de semana, según
acuerdos de trabajo o familia.
*El
1% de los-as presos se encuentran en régimen de 1º grado.
Régimen
cerrado, control absoluto de cartas (2 a la semana), visitas, se
graban las conversaciones telefónicas y fotocopia la
correspondencia, cacheos continuos. Los políticos, dispersados de
sus lugares de residencia incluso a 1000 kilómetros, etc.
*El
resto, sin clasificar, generalmente en 2º y 3er grados o en 1º
grado indirecto en el caso de los presos políticos.
Según
los propios
datos
de II.PP., fallecen en prisión
una
media de 200
presos-as
cada
año,
“el 22,3% de ellos por "sobredosis" de droga (sic)
y
un 11.3% por suicidio”. Cifras muy alarmantes desde todos los
puntos de vista.
Igualmente
alarmante sería que el 31% de los presos tienen prescritos
psicofármacos y el 11% metadona. (...)
Si
analizamos más pormenorizadamente los datos de la encuesta sobre
salud y consumo de drogas en internados, sacamos las siguientes
conclusiones: (…) La población penitenciaria, antes de entrar en
prisión, muestra mayores consumos de drogas respecto a las de la
población general. La percepción sobre la situación de salud es
ligeramente peor que la de la población general. La prevalencia del
consumo de drogas, entre los internos, es menor en prisión que antes
del ingreso.
Se
observa una disminución del consumo de drogas en prisión, tendencia
también presente en la población española.
Y
en Europa, ¿qué sucede?
A
nivel de la Unión Europea, en la mayoría de los estudios realizados
queda patente que la prevalencia del consumo de drogas en la
población encarcelada es superior al 50%. Sin embargo, estos datos
presentan grandes variaciones entre prisiones, centros de detención
y países (del 22 al 86%). Del 8 al 73% refiere consumo regular y
dependencia previa al ingreso en prisión. De hecho, el 79,7% de los
internos consumía drogas en el mes anterior a su ingreso. Analizando
los diferentes estudios podemos concluir que, los drogodependientes
están sobre-representados en las prisiones si se compara con la
población general.
Pero
ahí se acaban los datos oficiales. Dada la apenas información o
datos sobre este tema, hemos realizado pequeñas entrevistas a varios
expresos consumidores, que nos han volcado un poco los siguientes
datos. Alguno de ellos ha estado más de 25 años en prisión en
varias etapas, con lo que han vivido directamente su evolución:
-Hasta
el año 80, era muy raro o anecdótico el consumo de drogas ilegales
en prisión. Algo de hachís. Primeros casos en las cárceles de las
grandes ciudades, de jóvenes de barrios populares, obreros y
marginales.
-A
partir de ese año las prisiones se llenaron de personas por
problemas de menudeo de drogas, palos en farmacias, atracos a mano
armada o delincuencia asociada al logro de heroína. “Ahí vi por
primero vez tantos enganchaos en la cárcel como los había visto
fuera”. “De mi barrio estábamos 20 o más presos, todos
heroinómanos”. “Nosotros hacíamos atracos a bancos; por mucho
mono que tendría, nunca le robé el bolso a una anciana, aunque lo
normal en casi todos era, con esos monazos, desvalijar coches,
pequeñas tiendas, palos en los parques o cines...De ahí se impuso
dentro el término mangui para los que atracaban a cualquiera
del barrio”. Se empieza a consumir heroína en grandes cantidades.
-Más
adelante, a los robos y delincuencia, se sumaron y empezaron a nutrir
las cárceles los pequeños camellos, traficantes locales, etc.
La
forma de administración de la heroína no era problema. “Se
fabricaban chutas con una aguja y un bolígrafo bic,
luego se pasaban entre todos los colegas del módulo, no teníamos ni
puta idea de lo que nos vino luego”.
-En
los 90 y 2000 se consume hachís y mucha cocaína fumada en plata,
pues la heroína ya ha hecho grandes estragos. “Llegó muy tarde lo
de poder acceder a chutas legalmente y fue solo una lavada de
cara por lo que habían permitido. Muchos cogieron el bicho
dentro”.
-En
el 2000 estalla el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y
antidepresivos, logrados dentro y fuera, con lo que su efecto sedante
rebaja de nuevo la tensión general de las cárceles, aunque los
conflictos individuales han ido en aumento.
Desde
entonces ahora, “Todo igual”. Al principio fue el hachís, “que
nunca ha ocasionado problemas importantes dentro, y se ha fumado y
fuma desde siempre”, luego la heroína inyectada, luego por el
asunto del vih los chinos y la cocaína, la metadona como “sustituto”
desde su implantación y desde hace 15 años la multitud de pastillas
psico-medicamentosas. O todo a la vez. Desde siempre las drogas
legales e intentar conseguir alcohol, o bien de la calle o fabricando
“chicha” y de forma esporádica tomar cosas como LSD. O de
hace pocos años a esta parte, variadas anfetaminas o derivados,
sobre todo los presos-as más jóvenes, “los críos”.
Foto. (presa sentada en el suelo, cerca unas pastillas) |
-Señalan
que en su opinión el 60% de presos lo
están relacionados en su juicio con drogas o robos para lograr su
consumo, pero que el consumo dentro “¡es
mayor!”. Una vez presos, pocos
abandonan el consumo, muchos se incorporan a otros
nuevos o siguen consumiendo parecido que en la calle. Y
otros que no se drogaban con sustancias ilegales o lo
hacían esporádicamente y que por el ambiente carcelario
lo empiezan a hacer. Parece ser que los datos de
las asociaciones más cercanas a los presos así lo confirman,
en contra del criterio de II.PP. (...)
Por
sus vivencias un preso con 21 años a sus espaldas cuenta: “He
estado en módulos de un 5% de yonquis de heroína o brutos
de cocaína y en otros con un 90%, depende cárcel,
módulo, localidad. En las cárceles pequeñas, provinciales, no ves
ningún consumo, salvo de algún porro o microconsumos de
chinos. En las macro, Madrid, Sevilla, Cádiz...
siempre saturadas, módulos que parecen La Cañada Real a las
12 de la mañana”. “Al menos yo nunca he conocido épocas
largas sin suministro de mandanga hacia
dentro en los macos grandes. ¿en las cortas?,
pues monazo al canto, pero como de coco te seguía pidiendo, y
el ambiente seguía siendo la misma mierda, pues cuando
entraba algo a por ello otra vez, mientras tanto, algunas
pastillas”.
-Destacan
que desde siempre el consumo de drogas estimulantes legales, grandes
cantidades de tabaco y de café por parte de muchos presos. Y la
producción artesanal de alcohol de frutas, sobre todo desde 1980 al
2000 “en todos los módulos habían pequeños baldes fermentando”.
-La
droga ilegal (y la legal que se trafica) tiene su propio comercio. O
por dinero en futuros tratos, o por múltiples mercancías a cambio.
O favores. ¿El precio?: “Generalmente el doble que en la calle, y
la muy miligrameada del caballo, hasta el triple”. “En la cárcel
se usa la “papelina” como medida pal jamaro, o sea,
de una papela 8 papelinas”.
En
este punto del artículo, los-as lectores se preguntarán con lógica
¿pero cómo entran las drogas ilegales en las cárceles? ¿y quién?
Recomendamos
clicar en internet las numerosas referencias a noticias que nos darán
alguna pista: “Subdirector cesado por tráfico de drogas a los
internos”, “Funcionarios penitenciarios expulsados por hacer de
traficantes”, “Varios carceleros investigados por relación al
tráfico de drogas” y otras muchas calcadamente parecidas. Esas son
las denunciadas y publicitadas públicamente, así que la magnitud
real será mucho mayor es de suponer. Siguiendo con los funcionarios
de prisiones, muchos presos narran cómo son varios de ellos mismos
los habituales “y muy conocidos” suministradores bajo manga, de
por ejemplo, numerosas botellas de bebidas alcohólicas, tarjetas de
móvil... terminantemente prohibidas por II.PP. ¿Alcohol sí, otras
cosas no? Pudiera ser la pregunta.
Para
completar la manera de entrada, están las (necesariamente) pequeñas
cantidades metidas por los propios presos-as tras la vuelta de
permisos de tercer grado o a través de vis a vises. No hay más
formas, no dan para más las posibilidades de entrada, pero
repetimos, las cantidades que introducen los presos (siguiendo el
criterio de cuando les pillan) siempre son pequeñas, pues saben de
los fuertes cacheos; bien para auto-consumo o trapicheo entre los de
confianza de cada módulo.
“No
importa qué me meta en el cuerpo si eso me hace pasar unos días sin
enterarme de nada”. Una frase oída casi diariamente, en boca de
diferentes reclusos que cumplen su condena, en cualquiera de las
prisiones del Estado, nos proporciona la oportunidad de reflexionar.
En
el porqué consumían en prisión, responde:
“Depende
etapas, cuando me metía o fumaba heroína, para desconectar, para
sedarme, como la propia palabra indica. Te alejaba por un par de
horas de todo lo malo que la cárcel significa”. “Salí y al poco
volví a caer preso, y se repitió”. Luego, al tiempo, la metadona
fue obligada, y “me tenía más pendiente de la dosis que de
disfrutar, pues apenas tenía para mí efectos relajantes y sin
embargo engordé doce kilos, pero me llamaba a consumirla igualmente
todos los días, así que lo mezclaba con pirulas”. “Cuando por
fin logré dejar todo, porque llegué a estar hecho una ruina, pues
solo unos porritos, para esa risa tonta o dormir una sienta sin oír
el casete del de la celda de al lado. Seguí fumando mucho tabaco y
bebiendo mucho café, me espabilaba para momentos de estar al loro en
el patio y era barato”. “Ahora, otros eso lo hacen con anfetas“.
¿En la calle?: “En el paro. Unos canutos de ciento en viento, y
disfrutando moderadamente de la birra tras tantos años sin catarla”.
El
mayor problema sigue radicando en la motivación.
Esa
conclusión corresponde al Grupo de trabajo sobre Salud Mental en
Prisión: Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria (SESP) y
Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN). En sus informes
apenas observamos críticas del acceso de drogas a las cárceles pero
si varias conclusiones que podrían ayudarnos a responder a la
pregunta del inicio: ¿las políticas penitenciarias logran el
objetivo de reinserción social y educación, tal y como se recoge en
el artículo 25.2 de la Constitución?
“Las
prisiones son caldo de cultivo para el consumo”. No son pocas las
personas no consumidoras que se han iniciado en el abuso de
sustancias precisamente durante su permanencia en prisión. Además,
el tráfico de drogas dentro de las prisiones está a la orden del
día.
Ante
estas circunstancias de aislamiento y frustración, no es difícil
llegar a comprender el uso y abuso de sustancias psicoactivas en
prisión. No es de extrañar tampoco que debuten, se reinicien o
incrementen los consumos de tranquilizantes y otras sustancias con el
objetivo de “no pensar” y que “el tiempo pase lo más rápido
posible”. “Actitudes que aumentan considerablemente el riesgo de
intoxicaciones, sobredosis, daños en el organismo y en ocasiones,
suicidios consumados”.
(…)
“¿Cómo alentar los cambios necesarios (la motivación) cuando se
tienen 8 ó 10 años de condena por cumplir? ¿Cómo mejorar la
autoestima en un estrato tan apartado y marginal de la sociedad que
acumula un doble estigma por la drogo-dependencia y la cárcel?”
(...)
Foto. Barrotes con la inscripción en hierro "Cárcel" |
Y
para concluir el tema de hoy, os ponemos una carta de finales de los
años 2000 de un preso político contando cómo vivió la relación
“cárcel y drogas”:
“Eh,
ante todo deciros que a este le catalogan como “módulo bastante
tranquilo”. La mayoría tienen penas cortas. Otros ya finalizan
largas condenas, así que no suele haber broncas o peleas que les
corten la salida. Pero me preguntáis sobre el consumo de drogas aquí
dentro. Aquí al menos (por lo que veo y se sabe -soy el único
político, y los sociales majos en seguida te advierten de qué va
cada preso-) la mayoría se pone de algo: cuatro caladas a un porro,
alguna pastilla, o acabar con un balde de alcohol en una tarde hecho
con frutas y que se dormían en el recuento el otro día ¡qué
risas!, pero que son gente normal, no problemática ni con el consumo
de drogas ni con su vida carcelaria. Hay varios que jamás les he
visto ni fumar tabaco, y alguna otra peña (la gran mayoría
ex-grandes consumidores) que ya no prueban nada. Otros varios, están
todo lo que les dejan en el gimnasio, o haciendo pesas, corriendo...
por el patio. Uno me decía el otro día que “había dejado la
heroína por esa otra droga” -se refería a la adrenalina-
conseguida en el deporte intenso, “gratis y de uno mismo”.
Los
problemáticos -en este ambiente ya muy tenso de por sí como es la
cárcel- (y junto a su gran consumo desmedido de todo tipo de drogas)
son unos 25 a 30. Y que conste que somos 130. Otra cosa fue
enfermería, donde casi la mayoría estaban enganchados a las
pirulas, alguno a la coca y todos a la pelea diaria.
(...)
el primer día que me dejaron salir al patio, no pasarían ni 3
minutos paseando cuando un pequeño objeto hizo un gran ruido al
caer. Lo habían lanzado desde el otro lado del muro (unos 8 metros
de alto), desde otro módulo. Era una pila que llevaba pegada con
celo una papela. En cuestión de 5 segundos un preso que paseaba se
acercó y agachó con disimulo y se metió la pila en la zapatilla.
No había acabado la mañana cuando al ir a mear al w.c. del patio,
el colega y otro preso se estaban fumando un chino.
(…)
otro día andaba vendiendo uno todos los papelillos de fumar de un
librillo de 50. Uno le dio un paquete de pilas por unos pocos, otro 4
ó 5 cigarrillos, otro le decía chillando “¡por las caladas de
ayer!”. Me resultó muy chocante. Valía tanto el papel como la
propia china.
(…)
las colas ante el médico son inmensas. Aquí tienen a medio módulo
dormido y babeando de forma recetada. Un social majo ya me había
contado el enorme trapicheo a microescala que se daba con las pirulas
de psiquiatría. Le dije que no era posible, que al menos en esa
cárcel los enfermeros obligaban a tomar delante de ellos los
psicofármacos. Me respondió que me fijara bien. Al poco de salir de
la cola se llevaban varios la mano a la boca y sacaban las pastillas.
Luego les veías en la cena trapicheándolas.
(…)
Hubo cacheo “anti-droga” en el recuento. Les miraban dentro de
las zapatillas, los macutos, etc. Al llegar yo, el funcionario me
dijo que continuara para la celda. En las escaleras todos decían “al
político no le han cacheao, claro, como no se ponen”. Ayer en las
celdas, todo el módulo patas arriba, mis cosas (en ésta
“anti-droga”) ni tocar...
(…)
lo de la metadona es tremendo. Les tienen colgados de esa sustancia
en vez de la heroína. Ellos sabrán por qué, pero se pasan
igualmente los días tirados por las esquinas del patio, durmiéndose
encima del plato en el comedor (algunos la mezclan con numerosas
pastillas) o haciendo “puchero” en la boca cuando les dan la
dosis diaria y alguno, que lo he visto anonadado, tras salir de la
cola volcárselo en la boca a otro preso. Se siente de una ojeada que
la mayoría de los responsables de estas bombas de chavales “no
quieren ver”.
(…)
acabo con lo de ayer a la mañana, fruto de un ambiente que se palpa
a diario en relación a los numerosos chavales que están aquí
enganchados perramente de alguna manera y por lo tanto con
posibilidad de problemáticas añadidas. Puestón, pago de la
mercancía, y si no...
Hasta
ahora habían sido unos cintazos a uno por no pagar la deuda de las
pastillas, arramplarle la celda a otro que debía algo en coca, etc,
pero ayer al ponernos en la fila del economato se ha puesto uno a la
cola, y tras él se ha puesto otro, ha sacado un punzón y se lo ha
clavado 4 veces. Se ha quedado tranquilo, los boquis se lo han
llevado a aislamiento y al otro al hospital. En la calma, todos me
explican “le debía un montón en farlopa”.
Ayer
noche estuve pensativo. El consumo compulsivo que se da en numerosos
presos había logrado tras años convertir las cárceles en lo
antagónico de los 80. Asesinaron a los de la COPEL y aislaron la
APRE, y ahora los presos sociales... muchos logran solo sobrevivir,
que no es poco aquí dentro, y otros bastantes solo luchan por poder
conseguir su colocón diario”.
(…)
Documento
completo, bibliografía y datos:
Jaulas
y drogas
Ailaket!
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