Madrid oficializa el espionaje a los presos políticos
Una orden interna del Gobierno español revelada el miércoles 15 por «Público» oficializa la práctica del espionaje a los presos políticos, habitual y creciente en los últimos años, como muestran los testimonios recogidos por GARA y los propios autos judiciales españoles.
Toda persona que haya visitado a algún prisionero político en cualquier cárcel española conoce perfectamente que esa conversación estaba siendo controlada y grabada. Tanto ésa como cualquier otro tipo de comunicación viene siendo intervenida por los carceleros españoles desde la propia existencia de los Colectivos de Presos Políticos. No obstante, siguiendo con la línea del ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba -que admitió hace unos meses sin tapujos los objetivos de la política de dispersión-, ahora esta práctica ha sido oficializada por escrito. El diario ``Público'' dio cuenta ayer de la creación de grupos de carceleros dedicados expresamente al espionaje de presos políticos vascos, prisioneros pertenecientes al PCE(r) y a los GRAPO y también islamistas.
Consultadas por GARA, distintas personas que asiduamente acuden a cárceles españolas resaltaban que no cabe advertir ninguna novedad, más allá del reconocimiento público de una práctica habitual. Así, confirman que las visitas a los presos políticos se llevan a cabo siempre en habitáculos expresamente adecuados en los que se pueden grabar e intervenir las conversaciones mantenidas. «Por ejemplo, me acuerdo en Valladolid, hace ya años, cómo a los pocos minutos de comenzar la visita apareció un funcionario ordenándonos cambiar de cabina. Como, al parecer, en esa tampoco podían intervenir la conversación, nos pusieron una grabadora para toda la visita».
Similar es lo ocurrido tras la construcción de la madrileña cárcel de Soto del Real, en 1995. «La acababan de inaugurar y todavía no habían terminado de colocar el cableado para intervenir las conversaciones. En la primera visita que tuvimos, para nuestra sorpresa, nos colocaron una grabadora delante, a la vista. Así seguimos varios fines de semana, hasta que las grabadoras empezaron a `desaparecer', con cassetes incluidos. Habían sido presos sociales, pero los políticos tuvieron que soportar cacheos y registros muy exhaustivos. Luego colocaron los cables, y desde entonces las visitas siempre están intervenidas, como en todas las cárceles, aunque sin grabadoras a la vista».
Utilizado para ilegalizarDe hecho, estos espionajes han sido utilizados para sustentar procesos de ilegalización de varias formaciones políticas o agrupaciones electorales. En base a una supuesta conversación mantenida en una prisión española se promovió, por ejemplo, la ilegali- zación de la plataforma electoral Aukera Guztiak en marzo de 2005. El Tribunal Supremo español otorgó carácter probatorio a un diálogo mantenido por la militante independentista Eli Zubiaga -detenida en el marco del operativo policial de enero contra D3M y excarcelada recientemente- con un preso político vasco en torno las listas.
Más recientemente, los tribunales españoles utilizaron también los «pinchazos» telefónicos al que fuera el responsable de Comunicación de EHAK en la Cámara de Gasteiz, Peio Galvez, que conversaba con otra persona sobre las posibilidades abiertas de cara a las elecciones.
Resulta pública y notoria también la intervención sistemática de las cartas que envían o reciben los presos políticos, así como de las llamadas telefónicas que realizan. Incluso en las visitas íntimas, en los conocidos como vis a vis, se informa de que la comunicación será controlada.
Según la información publicada por el rotativo madrileño ``Público'', el Ministerio español del Interior presenta ahora esta tarea como novedosa. Así, los documentos clasificados como «confidenciales» de los que se hacía eco llevan el epígrafe de «Protocolo de creación experimental de los grupos de control y seguimiento de internos». Se trata de un documento de dieciséis páginas, fechado el 31 de julio de 2008 y que llevaba la rúbrica del número dos de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias -dependiente del Ministerio del Interior-, Virgilio Valero García.
El Ejecutivo no reaccionó ante la filtración, lo que lleva a concluir que no es ajeno a ella y que tiene interés en que su proyecto sea conocido por los presos y también por los allegados. Más significativo resultó que ninguna otra formación política valorara la restricción de derechos reconocida que acarrea el proyecto.
Espiar con carceleros «voluntarios»El proyecto español, según informa ``Público'', fija que los citados grupos de espionaje «actuarán bajo la dirección, impulso y coordinación del director del Centro Penitenciario y del subdirector de Seguridad», y que estarán formados por «un responsable, preferentemente un jefe de Servicios y dos o tres funcionarios». El texto remarca que todos deben ser «voluntarios».
Si bien esa organización ha sido extendida a todas las cárceles españolas, el Ministerio del Interior recopila toda la labor de espionaje en un grupo encargado de «la centralización, recepción, seguimiento y transmisión de la información generada» en cada prisión. Ésta oficina nuclear sería además la encargada de realizar «el intercambio de información» con los cuerpos policiales y militares españoles.
La «estrecha vigilancia» que Madrid ordena sobre los presos políticos vascos y presos islamistas y del PCE(r) y de los GRAPO incluye el control de todas sus actividades, según se admite, desde «su participación en actividades culturales, deportivas, educativas y religiosas» hasta sus «relaciones con otros internos». Se encomienda a los carceleros elaborar fichas de cada uno de los presos espiados, en las que deben detallar la dieta que siguen, los cambios en su aspecto físico, las solicitudes de cambio de celda, cuáles son sus relaciones familiares, si cuentan con allegados encarcelados... y un interminable etcétera que alcanza también a las publicaciones que los presos leen. Este último control debe hacerse de modo especialmente exhaustivo.
Así, los «espías» deben anotar qué libros o revistas consumen los prisioneros, si existen anotaciones en ellas, examinar cuáles son las páginas más gastadas de esas publicaciones, informar de cualquier palabra o frase escrita en el calabozo y detallar qué prendas de vestir utiliza y hasta los artículos de higiene con los que cuenta.
Puerto-III, el último ejemploAdemás de citar la intervención de las cartas y de las comunicaciones telefónicas, el documento «confidencial» ordena un control exhaustivo sobre los paquetes postales que puedan recibir o enviar «para detectar la posible introducción de documentación o notas manuscritas ocultas». Un control permanente que alcanza incluso a la cantidad de dinero del que disponen en la cárcel.
Aunque la información publicada añadía que los informes realizados por los carceleros cuentan con un acceso restringido al máximo nivel, lo cierto es que cualquier funcionario de prisiones puede dar parte de sus tareas, tal y como se podía apreciar ayer en el foro digital «Inteligencia, Espionaje y Servicios Secretos», en el que se alertaba sobre «las grietas del control de los reclusos». Los participantes en el foro cruzaban datos como que en la prisión de Valdemoro el pasado 22 de febrero, desde las 10.00 hasta las 13.00, varios presos políticos vascos compartieron paseos en el patio carcelario con algunos presos islamistas. Circunstancias tan nimias como ésta fueron filtradas en su día a ``El Mundo'' para que tratara de sustentar la «teoría de la conspiración» que intentaba implicar a ETA en la masacre del 11-M.
Antes de que se conociera este documento, el día a día de los presos políticos ya está marcado por realidades como la de la recién inaugurada cárcel gaditana de Puerto-III, caracterizada por el aislamiento extremo al que fuerza a los presos.
Tras su inauguración, los primeros «huéspedes» fueron presos políticos vascos. Todos permanecen en módulos de aislamiento, incomunicados además unos respecto a otros, de modo que su único contacto es con los carceleros. No cuentan con luz solar. Además, sufren permanentes cacheos -mediante raqueta eléctrica, con las manos e incluso haciéndoles pasar por el arco- y padecen continuos registros de las celdas. Son calabozos en los que tienen muy pocas pertenencias, las más elementales, y todas ellas deben consistir en números pares: dos libros, dos pares de calcetines... Otro múltiplo del dos, el cuatro, es el número de carceleros que los custodian, por ejemplo durante las visitas.
Pero Madrid dice que su proyecto de espionaje es novedoso.
Toda persona que haya visitado a algún prisionero político en cualquier cárcel española conoce perfectamente que esa conversación estaba siendo controlada y grabada. Tanto ésa como cualquier otro tipo de comunicación viene siendo intervenida por los carceleros españoles desde la propia existencia de los Colectivos de Presos Políticos. No obstante, siguiendo con la línea del ministro español del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba -que admitió hace unos meses sin tapujos los objetivos de la política de dispersión-, ahora esta práctica ha sido oficializada por escrito. El diario ``Público'' dio cuenta ayer de la creación de grupos de carceleros dedicados expresamente al espionaje de presos políticos vascos, prisioneros pertenecientes al PCE(r) y a los GRAPO y también islamistas.
Consultadas por GARA, distintas personas que asiduamente acuden a cárceles españolas resaltaban que no cabe advertir ninguna novedad, más allá del reconocimiento público de una práctica habitual. Así, confirman que las visitas a los presos políticos se llevan a cabo siempre en habitáculos expresamente adecuados en los que se pueden grabar e intervenir las conversaciones mantenidas. «Por ejemplo, me acuerdo en Valladolid, hace ya años, cómo a los pocos minutos de comenzar la visita apareció un funcionario ordenándonos cambiar de cabina. Como, al parecer, en esa tampoco podían intervenir la conversación, nos pusieron una grabadora para toda la visita».
Similar es lo ocurrido tras la construcción de la madrileña cárcel de Soto del Real, en 1995. «La acababan de inaugurar y todavía no habían terminado de colocar el cableado para intervenir las conversaciones. En la primera visita que tuvimos, para nuestra sorpresa, nos colocaron una grabadora delante, a la vista. Así seguimos varios fines de semana, hasta que las grabadoras empezaron a `desaparecer', con cassetes incluidos. Habían sido presos sociales, pero los políticos tuvieron que soportar cacheos y registros muy exhaustivos. Luego colocaron los cables, y desde entonces las visitas siempre están intervenidas, como en todas las cárceles, aunque sin grabadoras a la vista».
Utilizado para ilegalizarDe hecho, estos espionajes han sido utilizados para sustentar procesos de ilegalización de varias formaciones políticas o agrupaciones electorales. En base a una supuesta conversación mantenida en una prisión española se promovió, por ejemplo, la ilegali- zación de la plataforma electoral Aukera Guztiak en marzo de 2005. El Tribunal Supremo español otorgó carácter probatorio a un diálogo mantenido por la militante independentista Eli Zubiaga -detenida en el marco del operativo policial de enero contra D3M y excarcelada recientemente- con un preso político vasco en torno las listas.
Más recientemente, los tribunales españoles utilizaron también los «pinchazos» telefónicos al que fuera el responsable de Comunicación de EHAK en la Cámara de Gasteiz, Peio Galvez, que conversaba con otra persona sobre las posibilidades abiertas de cara a las elecciones.
Resulta pública y notoria también la intervención sistemática de las cartas que envían o reciben los presos políticos, así como de las llamadas telefónicas que realizan. Incluso en las visitas íntimas, en los conocidos como vis a vis, se informa de que la comunicación será controlada.
Según la información publicada por el rotativo madrileño ``Público'', el Ministerio español del Interior presenta ahora esta tarea como novedosa. Así, los documentos clasificados como «confidenciales» de los que se hacía eco llevan el epígrafe de «Protocolo de creación experimental de los grupos de control y seguimiento de internos». Se trata de un documento de dieciséis páginas, fechado el 31 de julio de 2008 y que llevaba la rúbrica del número dos de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias -dependiente del Ministerio del Interior-, Virgilio Valero García.
El Ejecutivo no reaccionó ante la filtración, lo que lleva a concluir que no es ajeno a ella y que tiene interés en que su proyecto sea conocido por los presos y también por los allegados. Más significativo resultó que ninguna otra formación política valorara la restricción de derechos reconocida que acarrea el proyecto.
Espiar con carceleros «voluntarios»El proyecto español, según informa ``Público'', fija que los citados grupos de espionaje «actuarán bajo la dirección, impulso y coordinación del director del Centro Penitenciario y del subdirector de Seguridad», y que estarán formados por «un responsable, preferentemente un jefe de Servicios y dos o tres funcionarios». El texto remarca que todos deben ser «voluntarios».
Si bien esa organización ha sido extendida a todas las cárceles españolas, el Ministerio del Interior recopila toda la labor de espionaje en un grupo encargado de «la centralización, recepción, seguimiento y transmisión de la información generada» en cada prisión. Ésta oficina nuclear sería además la encargada de realizar «el intercambio de información» con los cuerpos policiales y militares españoles.
La «estrecha vigilancia» que Madrid ordena sobre los presos políticos vascos y presos islamistas y del PCE(r) y de los GRAPO incluye el control de todas sus actividades, según se admite, desde «su participación en actividades culturales, deportivas, educativas y religiosas» hasta sus «relaciones con otros internos». Se encomienda a los carceleros elaborar fichas de cada uno de los presos espiados, en las que deben detallar la dieta que siguen, los cambios en su aspecto físico, las solicitudes de cambio de celda, cuáles son sus relaciones familiares, si cuentan con allegados encarcelados... y un interminable etcétera que alcanza también a las publicaciones que los presos leen. Este último control debe hacerse de modo especialmente exhaustivo.
Así, los «espías» deben anotar qué libros o revistas consumen los prisioneros, si existen anotaciones en ellas, examinar cuáles son las páginas más gastadas de esas publicaciones, informar de cualquier palabra o frase escrita en el calabozo y detallar qué prendas de vestir utiliza y hasta los artículos de higiene con los que cuenta.
Puerto-III, el último ejemploAdemás de citar la intervención de las cartas y de las comunicaciones telefónicas, el documento «confidencial» ordena un control exhaustivo sobre los paquetes postales que puedan recibir o enviar «para detectar la posible introducción de documentación o notas manuscritas ocultas». Un control permanente que alcanza incluso a la cantidad de dinero del que disponen en la cárcel.
Aunque la información publicada añadía que los informes realizados por los carceleros cuentan con un acceso restringido al máximo nivel, lo cierto es que cualquier funcionario de prisiones puede dar parte de sus tareas, tal y como se podía apreciar ayer en el foro digital «Inteligencia, Espionaje y Servicios Secretos», en el que se alertaba sobre «las grietas del control de los reclusos». Los participantes en el foro cruzaban datos como que en la prisión de Valdemoro el pasado 22 de febrero, desde las 10.00 hasta las 13.00, varios presos políticos vascos compartieron paseos en el patio carcelario con algunos presos islamistas. Circunstancias tan nimias como ésta fueron filtradas en su día a ``El Mundo'' para que tratara de sustentar la «teoría de la conspiración» que intentaba implicar a ETA en la masacre del 11-M.
Antes de que se conociera este documento, el día a día de los presos políticos ya está marcado por realidades como la de la recién inaugurada cárcel gaditana de Puerto-III, caracterizada por el aislamiento extremo al que fuerza a los presos.
Tras su inauguración, los primeros «huéspedes» fueron presos políticos vascos. Todos permanecen en módulos de aislamiento, incomunicados además unos respecto a otros, de modo que su único contacto es con los carceleros. No cuentan con luz solar. Además, sufren permanentes cacheos -mediante raqueta eléctrica, con las manos e incluso haciéndoles pasar por el arco- y padecen continuos registros de las celdas. Son calabozos en los que tienen muy pocas pertenencias, las más elementales, y todas ellas deben consistir en números pares: dos libros, dos pares de calcetines... Otro múltiplo del dos, el cuatro, es el número de carceleros que los custodian, por ejemplo durante las visitas.
Pero Madrid dice que su proyecto de espionaje es novedoso.
Recopilado de GARA
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