Crónica: Elena C.
1ª intervención: Experiencia en el barrio San Francisco de Bilbao
Antecedentes: Históricamente ha sido un barrio de inmigración. Ya desde el año 1800 comenzaron a llegar personas de Galicia, Castilla y Extremadura para trabajar en las minas de Biribila. Históricamente ha sido también una arteria comercial de primer orden en Bilbao, y paralela a las Cortes, calle muy viva, de música en la calle, prostitución, alterne… En resumen, una zona muy vital, de clase media-baja, y también marginal.
En los años 80 con el Plan de Rehabilitación Urbanístico se hizo un intento de elitizar ese espacio.
Paralelamente se instaló el local del programa de metadona, con el asentamiento de l@s drogodependientes, que al vivir en la calle se hacen “vecin@s”. Como consecuencia, y a petición de algun@s vecin@s mucha presencia policial en la zona. Hubo una gran división vecinal por este tema. Tras todos estos años, de no tener éxito con ninguna alternativa, las autoridades anuncian la instalación de las cámaras de video-vigilancia.
Desde 1989 se crea la Coordinadora de Grupos del barrio, un movimiento que pretende luchar contra el deterioro de la zona de una forma diferente. Proponen reforzar el tejido social, y muestran su rechazo antes medidas polémicas, que lo único que hacen es dividir a la gente, creando así el efecto contrario al que sería deseable.
La noticia de abril de 2009 de que el Ayuntamiento instalaría 14 cámaras en la calle tuvo un efecto perverso: algun@s vecin@s de las calles aledañas pidieron asimismo la instalación de más cámaras, argumentando que si no se hacia así, los delitos se trasladarían de las zonas vigiladas a sus calles.
Ante estas peticiones la A.V nos plantea la siguiente reflexión. ¿Qué modelo de barrio y de ciudad queremos?
Además quiere denunciar y reivindicar lo siguiente:
- Noticias como la de las cámaras y su gran impacto mediático crean una imagen distorsionada del barrio, lo estigmatizan y criminalizan. El barrio no es noticia cuando se juntas más de 1.000 personas en una actividad como la de Arroces del Mundo (celebración multicultural-gastronómica en la calle), pero sí cuando sucede un delito.
- Las autoridades venden con medidas como las cámaras una falsa sensación de seguridad. Además ha sido una imposición del ayuntamiento sin consultar con nadie.
- No queremos ser vigilad@s, reivindicamos nuestro derecho a la intimidad.
- La solución real pasa por programas de desarrollo comunitario, de empleo y formación, de creación de empresas en la zona. En esto, sin embargo, no se invierte ni un céntimo.
2ª intervención: Concepto de control social. El caso de Vitoria-Gasteiz.
El término control social no es en sí negativo. Indica autorregulación de la sociedad para resolver sus contradicciones. Deberíamos reivindicar el control social así entendido. Es en la sociedad postmoderna y cibernética donde cambia el significado del término que pasa a entenderse como represión, vigilancia y castigo de lo diferente y marginal.
En esta sociedad, con elementos de vigilancia y control como las cámaras, se crea la percepción de que tod@s somos posibles delincuentes. Otro ejemplo similar sucede hoy en día con el coche: no soy conductor, sino posible infractor. El objetivo de la cámara no es vigilar a l@s trapicher@s o a l@s que ponen carteles, sino que cada un@ nos autocontrolemos por el miedo a la represión. Es un elemento de disuasión, de pánico social. Las empresas mediáticas construyen el miedo: su mensaje es que hay que temer a l@s gitan@s “indóciles”, a l@s terrorist@s, a l@s inmigrantes…. Mediante la teatralización y espectacularización de ciertos fenómenos venden la imagen de inseguridad. Las cámaras se ponen en los lugares elegidos, definidos como socialmente peligrosos. Y sin embargo, no ponen cámaras en la sala de reuniones del BBVA, donde se dan otro tipo de delitos, o en el hotel Ciudad Vitoria, donde algun@s se ponen de coca de la buena hasta el culo.
El caso de Gasteiz. En el año 1986, según las encuestas, el casco viejo gasteiztarra era la zona geográfica de la CAPV con mayor índice de pobreza (gran número de población anciana, de clase baja, gitana…). Hicieron una operación de cirugía estética urbanística, diseminando a esta población por el resto de la ciudad y atrayendo a población joven y de clase media, en un intento de convertirlo en una zona de ocio y turísmo.
Sin embargo no han terminado de conseguir lo que pretendían:
- Es una zona de ocio juvenil no controlado: botellones. Para las autoridades las plazas y calles son zonas para circular, no para estar.
- Es un lugar de encuentro de movimientos sociales alternativos.
- En muchas zonas persiste la población marginal, y ha habido nuevos asentamientos (colectivo magrebí pobre, por ejemplo).
- Diferentes proyectos como la creación del cuerpo anti-reyertas y el de la nueva comisaría de policía municipal, el acoso a cierto tipo de jóvenes en el botellón y la persecución selectiva de determinados bares nos indican que las soluciones son a nivel policial y que las autoridades no se sabe que quieren hacer con el barrio. Han puesto mucho dinero en juego en su intento de reactivación económica y rehabilitación (escaleras mecánicas –protestadas por cientos de vecinos-, antiguo depósito de agua convertido en el elitista Palacio Montehermoso, comercios de lujo…), pero todas estas “manchas” (disidencia, población marginal, calles super politizadas) demuestran que no lo han conseguido.
- Su intento no va más allá de difuminar la conflictividad social, no la eliminan, sino que la invisibilizan.
Respecto a los “delitos” que ocurren en el barrio -mejor dicho, lo que la policía considera delitos, ya que no presta atención a otras acciones que transgreden la ley- hay que decir que la mayoría de ellos no son cometidos por vecin@s del barrio, sino por los visitantes que acuden al casco el fin de semana.
Otro apunte: los mecanismos que ejercen l@s vecin@s magrebís a los de su colectivo son muy fuertes.
Como aspecto positivo: por lo menos aquí en lo el Casco Viejo el sistema nos “deja” un poco en paz, podemos seguir construyendo en cierta manera nuestra cultura alternativa.
1ª intervención: Experiencia en el barrio San Francisco de Bilbao
Antecedentes: Históricamente ha sido un barrio de inmigración. Ya desde el año 1800 comenzaron a llegar personas de Galicia, Castilla y Extremadura para trabajar en las minas de Biribila. Históricamente ha sido también una arteria comercial de primer orden en Bilbao, y paralela a las Cortes, calle muy viva, de música en la calle, prostitución, alterne… En resumen, una zona muy vital, de clase media-baja, y también marginal.
En los años 80 con el Plan de Rehabilitación Urbanístico se hizo un intento de elitizar ese espacio.
Paralelamente se instaló el local del programa de metadona, con el asentamiento de l@s drogodependientes, que al vivir en la calle se hacen “vecin@s”. Como consecuencia, y a petición de algun@s vecin@s mucha presencia policial en la zona. Hubo una gran división vecinal por este tema. Tras todos estos años, de no tener éxito con ninguna alternativa, las autoridades anuncian la instalación de las cámaras de video-vigilancia.
Desde 1989 se crea la Coordinadora de Grupos del barrio, un movimiento que pretende luchar contra el deterioro de la zona de una forma diferente. Proponen reforzar el tejido social, y muestran su rechazo antes medidas polémicas, que lo único que hacen es dividir a la gente, creando así el efecto contrario al que sería deseable.
La noticia de abril de 2009 de que el Ayuntamiento instalaría 14 cámaras en la calle tuvo un efecto perverso: algun@s vecin@s de las calles aledañas pidieron asimismo la instalación de más cámaras, argumentando que si no se hacia así, los delitos se trasladarían de las zonas vigiladas a sus calles.
Ante estas peticiones la A.V nos plantea la siguiente reflexión. ¿Qué modelo de barrio y de ciudad queremos?
Además quiere denunciar y reivindicar lo siguiente:
- Noticias como la de las cámaras y su gran impacto mediático crean una imagen distorsionada del barrio, lo estigmatizan y criminalizan. El barrio no es noticia cuando se juntas más de 1.000 personas en una actividad como la de Arroces del Mundo (celebración multicultural-gastronómica en la calle), pero sí cuando sucede un delito.
- Las autoridades venden con medidas como las cámaras una falsa sensación de seguridad. Además ha sido una imposición del ayuntamiento sin consultar con nadie.
- No queremos ser vigilad@s, reivindicamos nuestro derecho a la intimidad.
- La solución real pasa por programas de desarrollo comunitario, de empleo y formación, de creación de empresas en la zona. En esto, sin embargo, no se invierte ni un céntimo.
2ª intervención: Concepto de control social. El caso de Vitoria-Gasteiz.
El término control social no es en sí negativo. Indica autorregulación de la sociedad para resolver sus contradicciones. Deberíamos reivindicar el control social así entendido. Es en la sociedad postmoderna y cibernética donde cambia el significado del término que pasa a entenderse como represión, vigilancia y castigo de lo diferente y marginal.
En esta sociedad, con elementos de vigilancia y control como las cámaras, se crea la percepción de que tod@s somos posibles delincuentes. Otro ejemplo similar sucede hoy en día con el coche: no soy conductor, sino posible infractor. El objetivo de la cámara no es vigilar a l@s trapicher@s o a l@s que ponen carteles, sino que cada un@ nos autocontrolemos por el miedo a la represión. Es un elemento de disuasión, de pánico social. Las empresas mediáticas construyen el miedo: su mensaje es que hay que temer a l@s gitan@s “indóciles”, a l@s terrorist@s, a l@s inmigrantes…. Mediante la teatralización y espectacularización de ciertos fenómenos venden la imagen de inseguridad. Las cámaras se ponen en los lugares elegidos, definidos como socialmente peligrosos. Y sin embargo, no ponen cámaras en la sala de reuniones del BBVA, donde se dan otro tipo de delitos, o en el hotel Ciudad Vitoria, donde algun@s se ponen de coca de la buena hasta el culo.
El caso de Gasteiz. En el año 1986, según las encuestas, el casco viejo gasteiztarra era la zona geográfica de la CAPV con mayor índice de pobreza (gran número de población anciana, de clase baja, gitana…). Hicieron una operación de cirugía estética urbanística, diseminando a esta población por el resto de la ciudad y atrayendo a población joven y de clase media, en un intento de convertirlo en una zona de ocio y turísmo.
Sin embargo no han terminado de conseguir lo que pretendían:
- Es una zona de ocio juvenil no controlado: botellones. Para las autoridades las plazas y calles son zonas para circular, no para estar.
- Es un lugar de encuentro de movimientos sociales alternativos.
- En muchas zonas persiste la población marginal, y ha habido nuevos asentamientos (colectivo magrebí pobre, por ejemplo).
- Diferentes proyectos como la creación del cuerpo anti-reyertas y el de la nueva comisaría de policía municipal, el acoso a cierto tipo de jóvenes en el botellón y la persecución selectiva de determinados bares nos indican que las soluciones son a nivel policial y que las autoridades no se sabe que quieren hacer con el barrio. Han puesto mucho dinero en juego en su intento de reactivación económica y rehabilitación (escaleras mecánicas –protestadas por cientos de vecinos-, antiguo depósito de agua convertido en el elitista Palacio Montehermoso, comercios de lujo…), pero todas estas “manchas” (disidencia, población marginal, calles super politizadas) demuestran que no lo han conseguido.
- Su intento no va más allá de difuminar la conflictividad social, no la eliminan, sino que la invisibilizan.
Respecto a los “delitos” que ocurren en el barrio -mejor dicho, lo que la policía considera delitos, ya que no presta atención a otras acciones que transgreden la ley- hay que decir que la mayoría de ellos no son cometidos por vecin@s del barrio, sino por los visitantes que acuden al casco el fin de semana.
Otro apunte: los mecanismos que ejercen l@s vecin@s magrebís a los de su colectivo son muy fuertes.
Como aspecto positivo: por lo menos aquí en lo el Casco Viejo el sistema nos “deja” un poco en paz, podemos seguir construyendo en cierta manera nuestra cultura alternativa.
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