Foto. (un hombre tras recibir nota de desahucio, totalmente emocionado llorando) |
Capitalismo
es muerte
Más
de 5 suicidios diarios en España: la economía de los desahucios
El
aumento de los casos de suicidio que reflejan las estadísticas en
España no se atribuye oficialmente a causas concretas, pero se
sospecha que la situación económica es un factor influyente. Una de
las consecuencias de esa maltrecha economía son los desahucios, que
han contribuido de manera directa a ese incremento.
La
estadística de suicidios en España arroja un dato escalofriante:
casi 11 casos al día. La cifra se ha incrementado durante la crisis,
y en los medios de comunicación viene siendo habitual en los últimos
años la aparición esporádica de casos relacionados directamente
con procesos de desahucio.
Incluso
a simple vista, se entiende que un desahucio no es simplemente la
culminación del proceso legal y administrativo por el que se
desposee a una persona de su vivienda, sino también la entrada a un
mundo lleno de dificultades sociales y emocionales, por el que las
personas transitan a veces sin recursos suficientes para superarlas.
Por la manera en que se ejecutan los desahucios y por los estragos
que estos causan en la sociedad (siendo el más extremo de ellos este
significativo incremento de los suicidios), todo indica que las
autoridades y las instituciones no parecen ser plenamente conscientes
de las profundas implicaciones psicosociales de este fenómeno o que,
al menos, no han desarrollado la sensibilidad suficiente.
“Habitualmente, todo empieza con la pérdida del trabajo y de la posibilidad de afrontar las deudas normales de la propia vida, desde las cuestiones más básicas hasta las deudas financieras”
Comparte
esta opinión Luis Chamarro, coordinador de la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca en Madrid, una de las asociaciones que más
visibilidad ha ganado en España, y no por casualidad: su trabajo ha
logrado paralizar más de 2.000 desahucios y ya han realojado a unas
2.500 personas, además de intervenir con éxito en la legislación
para favorecer y defender de abusos a las familias con problemas
hipotecarios.
"En
la PAH trabajamos con el concepto de 'desahucio vital'" explica
Chamarro, en alusión al fuerte impacto que tienen en la vida estos
crueles procesos legales, que llegan a afectar seriamente a la salud
de las personas: "Habitualmente, todo empieza con la pérdida
del trabajo y de la posibilidad de afrontar las deudas normales de la
propia vida, desde las cuestiones más básicas hasta las deudas
financieras".
Esa situación de indefensión no tarda en generar problemas: Chamarro señala que "el 100 % de las familias afectadas por un proceso de desahucio sufren problemas de salud. Principalmente afectación psicológica, pero también múltiples problemas de salud física, de los que el 50 % son padecimientos de carácter grave. Hay un problema de ansiedad continuo, con todos sus derivados: insomnio y alteraciones de la conducta alimentaria (agravados por el hecho de que a veces ni siquiera se tiene dinero para llevar una dieta medianamente equilibrada). Y, por otra parte, suelen agravarse los problemas que ya tenga la persona previamente: afecciones cardiacas, coronarias… esos casos son muy numerosos: el número de fallecimientos por infarto es significativamente alto".
En
cuanto al problema de los suicidios, explica que "la mayor parte
de la gente no pide ayuda, no sabe defenderse. De ahí se deriva el
incremento de los suicidios. En la cifra oficial, de casi 11
suicidios diarios, no se explican las causas. Pero nosotros manejamos
datos suficientes como para decir, incluso aplicando un principio de
prudencia, que más de la mitad, es decir, más de 5 al día, tienen
que ver con la situación económica".
Dibujo. (un joven pensativo sentado en la cama a la sombra de una lucecita) |
Preguntamos
a Luis Chamarro cómo puede ayudar su plataforma a paliar esta
terrible consecuencia de los desahucios: "Enseñándoles a vivir
en esas circunstancias, revirtiendo el orden de prioridades y
dejándoles claro que, desde el punto de vista legal, solo hay que
querer defenderse para poder salir de la situación".
Para
ello, la PAH no cuenta con profesionales, sino con la voluntad de los
colaboradores y con la solidaridad y el apoyo mutuo de los afectados
entre sí.
Uno
de esos afectados es Kristian, un malagueño afincado en Bilbao que
perdió la vivienda familiar hace más de 5 años. Accede a contarnos
su experiencia: "Nosotros teníamos una empresa familiar de
construcción que funcionaba bien, en plena burbuja, y llegó un
momento en que la crisis lo paralizó todo. Empezamos a tener
impagos, demoras de nuestros clientes, retrasos, cobros pendientes…
y la empresa tuvo cerrar. Uno de los primeros casos de la parálisis
del sector durante la crisis inmobiliaria fue el nuestro".
Y también fue uno de los más representativos. Lo que nos relata a continuación, retrata uno de los problemas más graves y habituales que se dieron durante la burbuja inmobiliaria española y contribuyeron a su tóxico crecimiento: la desinformación generalizada de los ciudadanos frente a productos financieros complejos, que aceptaban confiando ciegamente en el banco de turno. "Pedimos rehipotecar la casa y, cuando nos dirigimos al banco, la verdad es que no entendíamos nada de esos temas. Aceptamos una hipoteca con euribor variable y no se qué más… nos vendieron la moto. No entendíamos bien los detalles y, solo con el tiempo, llegamos a entender el tipo de trato tan oscuro que habíamos firmado. Por la variabilidad del euribor, en un tiempo muy corto, pasamos a pagar 900 a 1.700 euros, casi el doble".
Y ya no había vuelta atrás: "Cuando empezaron los problemas —continúa Kristian—, intentamos pactar con el banco de mil maneras; al fin y al cabo, ellos nos conocían y sabían como trabajábamos, sabían también los motivos de nuestro cierre: los impagos de nuestros clientes, los pagos aplazados… pues nada, no aceptaban ninguna fórmula alternativa: solo querían desahuciarnos y quedarse con la vivienda". El mismo 1 de enero de 2011 tuvieron que entregar la llave a la entidad bancaria.
La
experiencia de Kristian refleja perfectamente la dinámica
macroeconómica que, en España, ha producido una escalofriante cifra
de desahucios. Y aunque sus circunstancias personales amortiguaron
razonablemente un golpe que hubiera podido ser mucho más duro, su
experiencia también incluye los rasgos dramáticos propios de los
desahucios: "Para nosotros, lo peor de todo fue la sensación de
fracaso. De mis padres, sobre todo. Para ellos, que eran mayores, fue
muy difícil superarlo. Mi madre estuvo muchos meses con ansiedad y
depresión y temíamos por la salud de mi padre, que tenía problemas
coronarios y había sufrido algunos infartos. Yo mismo tuve una época
en la que necesité alejarme de todo eso y me salí. Fue mi hermano
el que se hizo cargo y me iba informando… me hubiera gustado
llevarlo mejor, resistir más. Fue muy necesaria la solidaridad
familiar. Por suerte, somos una familia grande y pudimos salir
adelante entre todos. Como vivíamos en un pueblo pequeño, la gente
era cercana y, de vez en cuando, nos ofrecieron ayuda".
Desafortunadamente,
no todos cuentan con circunstancias suficientemente favorables. El
propio Kristian nos cuenta que un compañero, un gestor de otra
empresa, muy cercano y ocasional colaborador, se suicidó unos años
después.
Foto. Represión policial a lxs solidarixs con el Banco Expropiado. |
¿Como
influyen los desahucios en el ánimo de las personas? Y, sobre todo,
¿cómo pueden derivar en suicidio con tanta frecuencia? Say Lindell,
psicólogo y activista en la campaña Vivir
Dignamente en Málaga, nos
ayuda a comprenderlo.
Ante
un proceso de este tipo, indica que "lo más previsible es la
ansiedad y la inestabilidad emocional. Las personas que están
sufriendo la posibilidad de un desahucio se encuentran ante una
situación muy estresante, que no controlan, que les genera muchísima
inseguridad: un mundo para el que no están preparados y para el que
no tienen recursos suficientes".
"La
sensación habitual —continúa Lindell— es la de: 'quiero
arreglarlo y estoy dispuesto a hacer todo lo posible, pero no tengo
los recursos suficientes: ni económicos, ni de conocimientos',
porque, claro, además se trata de un mundo muy complejo, jurídico,
administrativo, legal… y todo eso produce mucha inseguridad y mucho
miedo, que normalmente lleva a un bloqueo, a una parálisis, a la
frustración. Eso es muy habitual: frente a la fuerte ansiedad y la
imposibilidad de dar una respuesta, se producen conductas de
evitación o una anulación total de la conducta. Normalmente, eso
deriva en un estado depresivo. Es importante atender a la emociones
que se van dando, porque un desahucio provoca un 'shock' emocional
muy fuerte".
Una
vez que se ejecuta, la víctima del desahucio tiene que afrontar una
nueva situación llena de dificultades. Desposeído de su hogar,
probablemente incluido en listas de morosos que le impedirán el
acceso a cualquier tipo de financiación (o a la contratación de
servicios, como una linea de teléfono móvil o un suministro
eléctrico a su nombre), la persona desahuciada queda
considerablemente excluida de su entorno social: "Aunque
depende, en parte, de las circunstancias de cada uno, esto casi
siempre crea importantes sentimientos de soledad y vulnerabilidad…
y ocurre un derrumbe de algunos pilares básicos de las creencias que
se tenían sobre el mundo. El desahuciado, por decirlo así, queda
estigmatizado".
Las
consecuencias de este nuevo estado de cosas, de esta exclusión
social que se produce de hecho, son devastadoras: "hay que tener
en cuenta —enfatiza este psicólogo— que el ser humano es un ser
básicamente social. Si al ser humano se le condena de alguna manera
a la exclusión, esa persona queda estigmatizada, sufre secuelas
importantísimas y pierde la sensación de pertenencia a sus grupos
sociales… ¿Cómo va a tener relaciones sociales, si no tiene ni
para tomar un café? ¿Como va a tener una pareja, si no tiene un
sitio donde disfrutar la intimidad? Se le está anulando socialmente
y eso, para un ser humano, es casi imposible de afrontar".
Este
tipo de problemas, como ya hemos apuntado antes, no tardan en
producir un fuerte impacto en la salud: "Está comprobado que
este tipo de situaciones acarrean enfermedades físicas, se somatizan
mucho: trastornos en la piel, alergias, se bajan las defensas, se
sufren más resfriados, las dolencias se hacen crónicas, aparece el
reuma, los dolores de espalda, los trastornos alimentarios…".
Las
palabras de Lindell, en general, ofrecen una profunda visión de
conjunto, que trasciende la percepción simplista del desahucio como
una transacción en que una persona física pierde un inmueble.
Cuando le preguntamos por qué un desahuciado podría llegar a
suicidarse como, de hecho, ocurre demasiadas veces, nos responde así:
"Es que en parte ya ha perdido su vida; ha perdido las
ilusiones, se le ha deteriorado parte de su tejido social y de su
identidad. La casa no es una pertenencia, como una gorra o un
vestido: la casa es un espacio de vivencias y de convivencia". Y
concluye: "La palabra 'vivienda' viene de 'vivir'. Lo que se
pierde en un desahucio no es un edificio, no son unos muros, es una
parte importante de nuestro ser".
Si
uno comprende lo que dice Say Lindell, cuesta entender la frialdad
con que se ejecutan millares de desahucios y aparece la necesidad de
plantearse si son una solución proporcionada a los problemas que
pretenden resolver.
Fuente:
RT.com
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