sábado, 24 de marzo de 2012

No me creo nada, opinión Jon Odriozola


Opinión:

No me creo nada


Así titulé un Jo Puntua hace unos años y no recuerdo a cuenta de qué (quizá fue acerca del juicio del 11-M donde ponía, sin hacer alarde, que el autor intelectual no fue ni ETA, por descontado, ni tampoco los yihadistas: fueron otros, como bien sabe la judicatura española y callan como servidores que son del imperialismo, el mismo que propició en autoatentado contra las Torres Gemelas, el misil al Pentágono y una tercera torre -la WC7- que también colapsó, tiempo después, y nadie se acuerda porque no interesa.



No me creo nada sobre lo que desinforman (especialmente ETB) los medios de intoxicación profesionales (¿) sobre lo que está pasando en Siria, las supuestas matanzas del Gobierno sirio contra su propio pueblo. Como tampoco me creí lo que se contaba sobre los acontecimientos en Libia y que Gadafi fuera un feroz «dictador». Solo me creí su vil linchamiento por parte de mercenarios y lansquenetes al servicio de algunas grandes potencias occidentales y su rapiña y crímenes de lesa humanidad. No me creo ningún cuento, que diría el gran poeta libertario (yo no lo soy: ni poeta ni libertario) León Felipe. También dudé mucho de las «revoluciones árabes» en Túnez y Egipto -como de las «revoluciones de colorines» en Centroeuropa- que ya vemos en qué acaban, como no me creí, descreído que es uno, que Milosevic fuera un pérfido sátrapa al que la organización genocida OTAN, brazo armado del imperialismo, «ajustició» (luego murió de un «suicidio inducido»). O que Ahmadineyad, líder iraní, un tío que viste en camisa y chaqueta, pero este detalle, lo sé, es aleatorio, en esto no me van a pillar, sea un satán que fabrica armas nucleares con fines conspirativos y ofensivos contra el criminal Estado sionista de Israel, y conste, ya lo digo, que me parecería bien que la mentira fuera cierta.


Hay guerras justas e injustas, defensivas y agresoras. Esto se sabe desde la Escuela de Salamanca, en el siglo XVI, con Francisco de Vitoria (burgalés, no de Gasteiz) o los jesuitas Suárez (granadino) y las obras del toledano Juan de Mariana, todos «españolísimos», que defendían el tiranicidio (=regicidio=magnicidio) y el derecho a la resistencia de los pueblos, aunque no con la intensidad del inmenso revolucionario Robespierre, que lo recogiera en la Constitución republicana de 1793. Y esto era el Derecho Internacional vigente -hoy pura fosfatina- redactado por una burguesía revolucionaria que hizo trizas el régimen feudal del Antiguo Régimen. Un Mariana, by the way, contrarreformista, es decir, defensor de la monarquía absoluta de inspiración divina. Paradojas de la Historia. Su pretensión era legitimar el tiranicidio contra reyes o príncipes... protestantes, luteranos. 
 
De nuestra movida no digo nada, que estoy más guapo. Lo dicho, amigos lectores, si alguno queda: no me creo nada. Sólo creo en las clases trabajadoras, la lucha de clases y, como diría John Lennon, en mí. De la primera la amistad y la fraternidad; de la segunda, el motor de la Historia en espiral ascendente, y de la tercera... ¡qué remedio!



Aprovecho estas líneas para dar la bienvenida a Jon Aldana Zelaia, preso de ETA durante la friolera de 28 años en las prisiones españolas. Ongi etorri!


Jon Odriozola


Periodista, en GARA
 

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