viernes, 12 de noviembre de 2010

Verdadera Memoria Histórica: A Miguel Hernández lo asesinaron por no aceptar ser un arrepentido

"La diferencia entre la acción justa y la casi adecuada es la misma que entre el rayo y la luciérnaga"
Mark Twain

Varias pintadas en SOLIDARIDAD con los presos políticos y exigiendo la LIBERTAD de ARENAS. Durango, Bizkaia. Noviembre 2010
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SOBRE VERDADERA MEMORIA HISTÓRICA
ASESINADO POR NO ACEPTAR SER UN ARREPENTIDO
Miguel Hernández: poeta, comunista y republicano

Dolors Aguado i Martorell. El OTRO PAÍS

Poeta a temprana edad, participa en Orihuela, su pueblo, en las tertulias que encabeza su amigo Ramón Sijé, Jesús Poveda, Carlos Fenoll, apasionado por la poesía, el cante jondo y el vino de las tabernas y el mismo Miguel, como cuarteto de admiradores de su paisano Gabriel Miró. Sijé y el cura Almarcha siempre intentaron atraer al poeta hacia su mundo de ascética y perfección cristiana, pero Miguel no se dejo enredar en esta tela de araña.

Miguel, promovido y alentado por los poetas de la mal llamada Generación del 27 -cuyo nombre, si no hubiera una planificada operación de amnesia histórica, debería ser el de Generación de la República-, señala en su poesía una transición entre estos poetas y otra nueva era, cuya influencia en la poesía de la posguerra ha sido considerable.

Aunque a veces se han exagerado la pobreza e incultura de Miguel Hernández en sus primeros años, sí es cierto que era un cabrero sin formación cuando sintió los primeros impulsos del deseo de ser poeta, y la primera tarea que se impuso conscientemente a sí mismo fue aprender a escribir poesía culta. El resultado fue “Perito en lunas” (1933) un ejercicio a la manera de Góngora.

El siguiente libro de poemas, “El rayo que no cesa” (1936), muestra que era hombre de pasiones e impulsos intensos y explosivos. El principal tema del libro es el amor, pero sus estados de ánimo pertenecen al ámbito del arrebato, el furor, el sufrimiento, la desesperación y las sombrías premoniciones de muerte.

“El rayo que no cesa” ha dado pie a múltiples especulaciones. Fue concebido durante los meses de su ruptura con Josefina Manresa, su futura esposa, entre julio del 35 y enero del 36. La dedicatoria a la pintora María Cegarra, tal vez nos da la clave: “A tí sola, en cumplimiento de una promesa que habrás olvidado como si fuera tuya”. “Me llamo barro aunque Miguel me llamen” Todo este periodo queda suavizado por las conversaciones con su incondicional amiga María Zambrano.

De la misma época que “Perito en lunas” son “Silbo de afirmación en la aldea” (“Alto soy de mirar a las palmeras”), composición entre la vida del campo y la vida de la gran ciudad, después de su primer viaje desafortunado a Madrid, donde vivió corroído por la penuria económica y el menosprecio del mundo de la cultura establecida.

Dámaso Alonso llamó a Miguel Hernández “genial epígono” de la denominada Generación del 27 (18 años le separan de Salinas y 8 de Alberti o de Cernuda ). Podría incluírsele, por edad, entre los poetas de la Generación del 36 (Rosales, Celaya...), sin embargo, sus relaciones con poetas como Lorca, Aleixandre o Alberti lo sitúan entre ellos como “hermano menor”.

“EL RAYO QUE NO CESA”

En 1934 comienza una colección de sonetos que, refundida, será una obra maestra a la que ya hemos hecho referencia, “El rayo que no cesa”. Llega a la máxima expresión su gran tríptico temático: la vida, el amor y la muerte. El amor vivido como un sentimiento trágico. Como ejemplo, el soneto cuyas palabras iniciales son “Umbrío por la pena...”, como bien recuerda José Luís Ferris en su libro “Canciones, cárcel y muerte de un poeta”.
No hemos de olvidar, aparte de los sonetos amorosos, la gran ”Elegía a Ramón Sijé”, sin duda el mayor poema sobre la amistad mordida por la muerte que se ha escrito.

La eclosión brutal de la sublevación fascista y la guerra nacional revolucionaria situaron políticamente a Miguel en el lado de los oprimidos y su poesía se puso, sin matices, al servicio de la causa del Frente Popular, hasta el punto que se puede afirmar, como dice Alberti en la “Arboleda perdida” que fue “el poeta de la Guerra Civil”. Así aparece “Vientos del pueblo” (1937), donde destacan poemas como “Aceituneros” (Andaluces de Jaén). En este poema muestra su reconocimiento a las clases obreras, a los jornaleros, resalta la sangre, el sudor y el esfuerzo que derraman en esos olivares, dando muestra de su inequívoca ideología comunista. Y sobre todo, destaca por su fuerza expresiva y conciencia de clase “El niño yuntero”.

Se adhiere al Frente Popular junto con Neruda, Altolaguirre, León Felipe y Luis Cernuda, y al Partido Comunista, el 23 de septiembre de 1936, dentro del 5º Regimiento, junto con el periodista cubano Pablo de la Torriente Brau, en el batallón del talento. A finales del 36, en los alrededores de Majadahonda se encuentra el cuerpo destrozado de Pablo, vestido con la zamarra de piel de cordero que Miguel le había regalado días antes. Miguel, delante de su fosa, lee la “Elegía Segunda”, escrita en su recuerdo:

“Me quedaré en España, compañero”,
me dijiste con gesto enamorado.
Y al final, sin tu edificio tronante de guerrero,
en la hierba de España te has quedado.

Miguel siguió siempre firme en su idea de defender la revolución desde la primera línea, haciendo que “los cuarteles, los campos, las trincheras y las bocas truenen llenas de canciones de aliento heroico”.

Sus labores en la campaña de Madrid se dan por concluidas a finales de febrero del 37 para pasar al altavoz del Frente bajo las ordenes directas de Vittorio Vidali, conocido como el Comandante Carlos, llegado a España en 1934. A esta experiencia de guerra debemos “Vientos del pueblo”. Las 17 fotografías que ilustraron el libro original, desparecidas en las ediciones posteriores, fueron realizadas por Tina Modotti, máxima responsable del Socorro Rojo Internacional e inseparable compañera del Comandante Carlos. Tina recorrió los paisajes de guerra, siempre con su cámara, al lado de Robert Capa y la inolvidable Gerda Taro, muerta a los 26 años en el Frente del Jarama.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta

PRESENTE EN LAS GRANDES BATALLAS

Cuando Miguel llega a Jaén, el diario parisino La Croix se hace eco de su labor propagandística. La intelectualidad española estaba en el frente republicano, mientras los apoyos del ejército rebelde eran lo más reaccionario de la España negra: El ejército africano y la Iglesia. El cura Luis Almarcha, viejo conocido de la infancia y adolescencia de Miguel, huido en la localidad de Fourvière, escribe al director de La Croix: “Todos los escritores y todos los oradores que escriben y hablan en la España Roja, dice malvadamente, lo que tratan de implantar y ya han implantado en España es la civilización de la URSS....”

Miguel estuvo presente en la mayor parte de las grandes batallas de la guerra. A las órdenes de Enrique Líster participó en la reconquista y ulterior perdida de Teruel. Aquejado de profunda fatiga y dolores de cabeza, es enviado a Benicassim a un Hotel de reposo para combatientes. Allí conocerá a Antonio Buero Vallejo, que forma parte del equipo médico y con el que volverá a concidir, ya en su agonía, en la cárcel de Alicante. De hecho, el último retrato de Miguel Hernández vivo es un boceto dibujado por el también preso Buero Vallejo.
A finales de julio del 38 se integró, en Cataluña, en la 11ª División, al lado de Líster, donde las tropas de élite comunistas atravesaron el Ebro, en la última gran batalla de la guerra.

Se le vuelve a enviar a Cox, donde vive Josefina y su hijo Manolillo, víctima de una anemia cerebral. Manolillo fallece, tras la última visita del médico, y el viaje baldío de Miguel a Oriola para buscar medicamentos.

Cuando Josefina le comunica que va a volver a ser padre, le escribe una carta haciendo una paráfrasis de su poema “Canción del esposo soldado”.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fúsil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Derrotada militarmente la República, Miguel intenta salir hacia Portugal, donde es detenido por la Guardia Civil. Encarcelado durante un breve período, es puesto en libertad por la intercesión de su amigo José María de Cossío. Regresa a Oriola, donde es denunciado por un vecino y nuevamente encarcelado, esta vez ya para siempre. En la cárcel compone la mayor parte del “Cancionero y romancero de ausencias”. Habla del amor a la esposa y al hijo, de su situación como prisionero y las consecuencias de la guerra. A esta misma época pertenece “La nana de la cebolla”.

El turbio Padre Almarcha le ofreció a Miguel la compra de su libertad a cambio de vender su conciencia de revolucionario. Si renunciaba a sus ideas comunistas y regresaba como hijo pródigo al aprisco de la Santa Madre Iglesia, salvaría su vida. Pero el poeta comunista Miguel Hernández no dobló la frente “como los bueyes impotentemente mansos” y rechazó los yugos que le querían imponer las “gentes de la hierba mala”. Su fimeza y dignidad le costaron la vida en el Reformatorio de Alicante, en marzo de 1942.

1 comentario:

Anónimo dijo...

miguel, ejemplo de dignidad y firmeza revolucionaria, un autentico cuadro comunista.

Honor a el y los comunistas que no se venden.