jueves, 11 de octubre de 2012

Torres-Dulce vuelve a amenazar.

Cartas de lectores:

Torres-Dulce vuelve a amenazar.

Cierto revuelo han creado en el gallinero del régimen las protestas callejeras que se han dado a finales de Septiembre. Cada uno en su papel, los fascistas exigen mano dura, mientras los demócratas piden lo mismo, pero (¡faltaría más!) ateniéndose a la legislación vigente, que incluso permite las reuniones y la manifestaciones, si bien la policía pasa lista en las primeras y provoca y reprime en las segundas. No deja de adivinarse, tras las declaraciones de unos y otros, los deseos y temores ocultos de las distintas fracciones. El capitalismo español, y con él su régimen político, pasa por momentos de dudoso futuro, y es hora de asegurar las alubias, teniendo el día de mañana algo que presentar en forma de méritos. Los fascistas se juegan esas alubias a la carta del palo, los liberales hacen mohines en torno a la forma de ese palo, e incluso hay elementos destacados, caso de algún “sindicalista” policíaco, que un día juega a una cosa y al día siguiente a otra. Y así tiene la esperanza de que, dentro de la natural confusión que estas épocas de crisis generan, pueda pasar desapercibido o incluso crearse un curriculum que presentar ante un futuro nuevo estado de cosas. Al fin y al cabo, si las ratas fascistas salieron indemnes en su transición, ¿por qué van ellos a salir perjudicados en lo que vendrá?

Y eso de la transición nos lleva a las últimas declaraciones, las del inquisidor mayor del Reino, Eduardo Torres-Dulce. Individuo que, aún jugando la carta de la confusión citada antes, tiene el defecto de no poder engañar a nadie, y en todos los medios se ha percibido su mensaje como una amenaza. Su procedencia de clase le traiciona. Y es que amenaza mucho este señor de buenas maneras y aspecto de intelectual de medio pelo. Ha salido fino, este vástago de un repugnante verdugo. Empezó amenazando a los que eran legales con dejar de serlo. Siguió amenazando a los que despreciaran a las víctimas; tengo que reconocer que al leer el titular se me aceleró el corazón. ¿Tendría el hijo de un ultrafascista que destrozó vidas y haciendas desde su cómodo estrado en el TOP algún síntoma de remordimiento? En seguida me quedé más tranquilo. Este hijo de puta (léase este apelativo no como insulto, sino en el sentido ambivalente que le damos en la vertiente atlántica) se refería a unas víctimas muy concretas y determinadas: las suyas. Los 400.000 represaliados en cementerios y cunetas pueden seguir tranquilos y en la misma postura, porque hablaba de otra cosa.

 Pero es que ahora amenaza a todo dios. El fiscal del Reino ha usado en sus declaraciones unos términos muy curiosos; también le traicionan las fidelidades a la clase que representa y defiende, como su padre Antonio Torres-Dulce la representó y defendió encarcelando y machacando a obreros, estudiantes, curas, octavilleros, sindicalistas, adolescentes, comunistas, anarquistas, republicanos, independentistas, intelectuales, campesinos, procedentes de todos los puntos cardinales del Estado. El mayor fiscal al servicio de la monarquía dice literalmente que “…dejemos que la gente se manifieste”, para sugerir después que manifestarse, evidentemente no lleva a ningún sitio sin un plan. Como si se la menean, siempre que no molesten. Así mismo, afirma que “reprimiremos…”, y a continuación enumera todo lo que piensa reprimir. Pero lo importante ahí es la primera persona del plural que utiliza: “nosotros permitiremos, nosotros reprimiremos”. Debiera el fiscal político aclarar a quien se refiere ese plural: si a la oligarquía que le ha colocado en donde está, si a los grupos mafiosos que controlan actualmente el poder político, o si se refiere, como es de esperar y sospecho, a la burguesía, en general. Porque entonces el señor Torres-Dulce corrobora a su pesar esas curiosas cosas que decimos los comunistas, cuando calificamos de feroz dictadura burguesa este régimen, que extiende y profundiza la miseria entre sus capas populares mientras se ve obligado a utilizar todo tipo de sicarios, de los cuales el fiscal general es uno mas. En este caso, con pedigrí.

Admito que en estos menesteres policíaco-represivos nos superan. Cuando mi padre venía de la fábrica, contaba sobre congelaciones salariales, sobre anécdotas, muchas divertidas y otras menos, mientras por la noche hacía las cuentas de las horas extras que había metido para salir adelante. Pero es de suponer que en el hogar de los Torres-Dulce, como en los hogares de los Torres-Dulce del mundo, se hablaría poco del trabajo del cabeza de familia; el buen gusto y las buenas formas de nuestro inquisidor casan mal con descripciones explícitas del trabajo de su padre. No se puede llegar a casa y después de santiguarse para cenar, contar que “hoy me han llevado a un mierda de obrero comunista, y le he metido un paquete de la ostia”. No me pega que las conversaciones fueran de ese cariz. Mas bien imagino que se hablaría los enemigos del régimen, de las conjuras internacionales, de las posibilidades de ascenso en la carrera.

Y por eso, Eduardito tomó nota de pequeño, y nos avisa de que reprimirán “manifestaciones contra la forma de Estado”, porque claro, no se puede aprovechar una situación de crisis para “socavar el Estado de Derecho”. Hasta ahí podíamos llegar, permitir a estos desarrapados cambiar algo del cortijo que tantos beneficios nos está proporcionando... Automáticamente, a mi mente ha venido la justificación de la creación del TOP, sucesor en 1963 del Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Se basaba el motivo de su existencia en reprimir a “…aquellos que van contra el jefe del Estado, las Cortes, el Consejo de Ministros y forma de Gobierno…”. Lo que ahora denominan altas instituciones de la nación. Don Antonio Torres-Dulce se encargaba de rellenar las cárceles con aquellos que iban contra esas instituciones, previo paso por la manicura de la Brigada Político-Social en la Puerta del Sol.

Eduardito Torres-Dulce tomó de niño buena nota. Incluso le dio tiempo para aprender de joven las técnicas de camuflaje de su padre, emboscado en la Audiencia Provincial de Madrid tras el cambio de nombre del TOP, y con mejor suerte que su compadre en las tareas represivas, Mateu Canovés, que se acogió a una precipitada jubilación anticipada. Y claro, se siente preocupado por el socavamiento de su Estado, que es lo mismo que si le socavaran a él. No se preocupe el hijo de Don Antonio por las obras. Dentro del presupuesto no sólo está incluido el socavamiento de cimientos; por el mismo precio le derribaremos todos tabiques, sanearemos las conducciones subterráneas, abriremos los cuartos oscuros que aún existen y llevaremos los escombros al vertedero, por muy altas que sean esas instituciones; tenemos experiencia en esas cosas. No es mérito nuestro, sino que las obligaciones de la historia nos han llevado por los únicos caminos existentes para el progreso y el bienestar. No debe preocuparse de nada, porque nuestra natural generosidad, que a veces se ha convertido en ingenuidad, nos obligará a tratar a los anteriores dueños de la casa (sólo si demuestran buena conducta) con corrección y caballerosidad, mucho mejor de cómo los verdugos fascistas del Tribunal de Orden Público trataron a sus 8.934 víctimas.

Felix
Pues había algo que no me cuadraba, asi que lo rectifico.

Aunque no afecta sino que refuerza el sentido de lo escrito, hay que aclarar que Eduardo Torres-Dulce no es hijo de Antonio Torres-Dulce Ruiz, magistrado del TOP, sino sobrino. Es hijo de Eduardo Torres-Dulce, que hizo su carrera en el aparato jurídico franquista y llegó a Director General de Justicia (si se puede llamar así) en los primeros años setenta. La "democracia" se lo recompensó elevándole al Tribunal Supremo.
Bueno, pues igual es conveniente aclarar y rectificar, que dicen que es de sabios.
Salud!



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