A quienes hemos tenido el “privilegio” de haber sido detenidos, encarcelados y procesados por el inefable juez Garzón, el “Protocolo contra la Tortura” que éste se ha sacado de la manga no puede parecernos otra cosa que un insuperable ejercicio de hipocresía y de cinismo.
El juez que ha tenido en su presencia más detenidos torturados en todo el llamado “periodo democrático”. El juez que ha levantado su carrera, que se ha erigido en el gran luchador contra el “Terrorismo” en base a la tortura. El juez que, algún día, esperemos, debería ser juzgado como lo que es –un criminal-, de golpe, como cuando quiso encarcelar a su mentor y maestro Pinochet, comprende convertirse en el campeón del respeto a los derechos humanos. ¿Alguien puede creérselo? ¿Puede uno de los jefes de los torturadores luchar contra la tortura?
¿Y en que consiste este dichoso protocolo? Pues en poca cosa: grabar al detenido durante su estancia en comisaría o cuartel de la guardia civil y que el detenido tenga derecho a que le visite un médico de su confianza en el transcurso de los interrogatorios. ¿Sirve esto para algo? Por lo que sabemos, para muy poco. Lo del médico, al parecer, sólo se está cumpliendo en parte. Y la grabación del detenido no se produce durante toda la detención, sino sólo en algunos momentos. ¿Qué ocurre cuando no se está grabando, que es la mayor parte del tiempo? Lo que nos imaginamos: es entonces cuando picoletos y policías se aplican al máximo en sus métodos de siempre, como lo son las palizas, las amenazas de todo tipo, y demás repertorio del horror con el que pretenden que los detenidos se inculpen o inculpen a otros en determinados hechos, consiguiéndolo en muchas ocasiones.
El protocolo sólo tendría sentido y efectividad si al detenido se le grabara durante todos y cada uno de los minutos que pasara en manos de los cuerpos de represión. De otro modo, el protocolo no sirve absolutamente de nada.
¿Y a qué viene esto de poner en marcha ahora este seudoprotocolo contra la tortura? ¿Qué necesidad tiene el TOP franquista, hoy llamado Audiencia Nazional, de meterse en estos fregados? Dos son los motivos. Por un lado, tenemos la infinita megalomanía y el egocentrismo patológico de Don Baltasarín, que, como siempre, debe ser el primero en todo, el más innovador, el que acapara más noticias y sale más en la foto en los medios. Pero esto, evidentemente, no es lo fundamental. Lo fundamental es que un organismo como la ONU, de la que, por lo demás, no se puede sospechar, como organización imperialista que es, que este en convivencia con los rojos y separatistas que asolan, cual hordas de Atila, esta reaccionaria España, no ha dejado de colocar a la Monarquía Fascista Española, un año tras otro, en la lista de los regímenes que practican la tortura. Y eso no puede ser. Hay que hacerse un lavadito de cara. El Estado español, fiel a su ya vieja y muy conocida estrategia de “cambiar algo para que todo siga igual”, se ha sacado de la chistera esta burda patraña del protocolo, que es parecido, sólo parecido, al que recomiendan algunos organismos contra la tortura, pero con unos objetivos diametralmente opuestos: El de los organismos contra la tortura busca erradicarla; el de los fascistas españoles busca seguir practicándola, ocultando esta realidad tras una máscara “garantista”.
De todos modos, ¿Alguien mínimamente informado puede llegar a pensar que el Aparato Represivo Español va a renunciar practicar la tortura? ¿Cuál es uno de sus pilares básicos, estratégicos? Precisamente la tortura. Gran parte de su efectividad se basa en las declaraciones y en la información que los distintos cuerpos policiales arrancan a los detenidos por medio de la tortura. ¿Cuántas de estas declaraciones e informaciones obtendrían si no la practicarán? Muy pocas, por no decir ninguna. Es más, el hecho de que en tantas ocasiones existan declaraciones policiales por parte de los detenidos políticos es la más clara prueba de que se practica la tortura de manera sistemática, en un grado o en otro. Ningún detenido político accedería a declarar ante la policía y a firmar una declaración inculpatoria hacia él mismo o hacia otra persona si no se viera obligado a ello por los medios más brutales, que van desde las palizas, a la privación de sueño, al ejercicio físico extenuante, la utilización de drogas, las posturas forzadas durante horas o incluso días enteros, las amenazas y humillaciones constantes, los electrodos, la asfixia o, en algunos casos, la violación.
¿Qué conclusión sacamos de todo esto? La primera, que hay que seguir luchando por todos los medios contra prácticas tan inhumanas y abyectas como la tortura. La segunda, que los estados fascistas, como el español, no pueden renunciar a practicar la tortura por ser una de sus herramientas fundamentales para combatir a la disidencia política consecuente y mantener el actual estado de cosas de opresión y explotación de todo tipo, conclusión que, ciertamente, resulta de lo más siniestra, pero no por ello deja de ser una realidad incontestable. La tercera, derivada de la anterior, que, para acabar con la tortura, hay que acabar con el sistema político, económico y social que la practica y la hace posible, o, dicho en otras palabras, para acabar con la tortura, hay que acabar con los torturadores.
Un militante comunista
1 comentario:
Menudo hijo de puta está hecho este sinvergüenza, aspirante frustrado a politicucho (¿os acordáis en el 93 cunado iba a las listas del PSOE-GAL?). Esta "superestrella" hipócrita, gran energúmeno donde los haya se merecería un guantazo y una hostia en tós los morros, como solia decir mi abuelo, para ver si de esta manera dejaba de vomitar paridas, y se olvidava de sus ideas "brillantes" ni que fuera sólo por respeto a todas las víctimas de la tortura y crímenes que al amparo de sus sumarios,operaciones, etc -por miles hemos de contar- en este país se les ha vulnerado uno de los derechos más elementales, siempre actuando con plena impunidad. A este fascista, como a todos, un dia deberá comparecer ante un Tribunal Popular por sus crímenes de Estado.
Publicar un comentario