Represión
Política y venganza
Gas
pimienta en la cara de un preso atado a una silla en EE UU:
Los
tartazos a Barcina, más caros en cárcel que el zapatazo a Bush
Cartas
de lectorxs:
Paralelismos
del pasado, como indicadores de los derroteros del presente.
El
sábado 30 de marzo teníamos conocimiento del fallecimiento de otro
luchador revolucionario encarcelado, en este caso Xabier Lopez peña.
A penas una semana antes había fallecido el preso político en
libertad atenuada Ángel Figeroa.
Pocas
cosas más graves hay que el fallecimiento de un militante o
simpatizante de un movimiento revolucionario. Pues bueno. Es en este
tipo de ocasiones cuando lo que sucede empieza a recordar a lo que
acontecía 30 años antes en el Estado español, y me explico.
Si
vamos a las hemerotecas y echamos un vistazo tanto a los libros como
a los documentales que explican la historia de la transición, una
historia manipulada y editada a su antojo en un patético intento por
presentárnosla modélica, nos daremos cuenta de que una de las cosas
que más se ensalzaban era la actitud del PCE cuando fueron
asesinados cinco abogados laboralistas en Atocha. La "cívica"
actitud con la que fueron llevados a cabo los funerales es un punto
común de felicitación hacia dicho partido por parte de analistas
provinientes de muy diferentes espectros ideológicos.
Y
es que, ya lo decía yo en otro artículo hace tiempo: según quien te
felicite, preocúpate, porque nada bueno puede significar.
La
degeneración ideológica del PCE había comenzado 20 años antes,
pero esa actitud "sobria y cívica" mantenida en dichos
funerales, junto con gestos como renunciar a la bandera republicana
para aceptar la fascista, fue una prueba de fuego de cara al régimen
(supuestamente democrático) que estaba formándose en esa sucesión
a sí mismo que fue la transición.
De
igual manera ocurre ahora con la actitud tomada por la izquierda
abertzale (y por Herrira en particular por ser el organismo encargado
de la solidaridad con los presos políticos vascos) a raíz del
fallecimiento de Xabier Lopez Peña. "Mostremos nuestra rabia y
enfado en la calle de un modo tan contundente como pacífico",
dicen en sus comunicados sacados como consecuencia del luctuoso
hecho, a la vez que la manifestación que para este sábado 6 de abril
convocan, es silenciosa. Claro, no sea que se vaya a escapar un grito
anacrónico de esos que ya no van acordes con los "nuevos
tiempos" por su mensaje de lucha. La manifestación en respuesta
al asesinato de un militante, ¡silenciosa!. Por San Lenin bendito,
¿qué más me queda por ver?
Hace
5, 10, 20... años, cuando un militante o simpatizante del MLNV era
asesinado como consecuencia de la desasistencia sanitaria o la
extrema aplicación de la política represiva de los estados español
o francés, a las pocas horas de conocerse la noticia todas las
paredes de Euskal Herria se llenaban de mensajes de denuncia. No
había farola, cajero, pared, balcón, andamio que no quedara con una
huella de denuncia realizada de mil maneras diferentes: pintadas,
ikurriñas con crespones negros, pegatinas, ramos de flores, a la vez
que las expresiones de rabia popular se hacían patentes en forma de
cajeros quemados, pintadas con mensajes clamando a la respuesta y
lucha popular, al recuerdo del militante caído, etc.
Las
manifestaciones que en recuerdo del caído o caída se convocaban
contenían un inequívoco mensaje acusatorio y el carácter de las
mismas era altamente combativo, haciéndose lo que se tuviera que
hacer y diciéndose lo que se tuviera que decir, no permitiéndose
ninguna censura ni en el mensaje ni en las formas, o saltándosela en
caso de que las fuerzas armadas españolas o cipaias la impusiesen.
Ahora la censura nos viene desde dentro del movimiento. Lo que
cambian las cosas.
La
actitud que ante esta muerte toma Herrira (y el conjunto de la
izquierda abertzale) recuerda demasiado a la que en su momento tomó
el PCE, y para nada nos debería extrañar. En ambos casos los fines
son los mismos, tanto en aquel 1976 como en este 2013. Vaciar los
movimientos de todo contenido y actitud revolucionaria, para, una vez
debidamente pacificados e ideológicamente desarmados, ser tranquila
y gustosamente integrados en el sistema, ese sistema que hasta ayer
combatían, y por lo cual eran merecedores de respeto y solidaridad.
Nunca
dejarán los presos políticos de tener mi solidaridad, cariño y
admiración, así como también los familiares de los caídos. Pero
lo que no voy a hacer es participar en las domesticadas procesiones
en las que la izquierda abertzale pretende convertir las
manifestaciones convocadas para denunciar este asesinato. Y pronto
los propios presos políticos renegarán de esta actitud
desmovilizadora e integracionista.
Si
algo tan injusto, doloroso, y digno de ser contestado con rabia
pretende transformarse en pacíficas procesiones, qué va a ser lo
siguiente?
Cada
vez más me recuerda todo este tinglao a lo que los policías les
decían a los revolucionarios que detenían en los ochenta. Tú te
vas a callar. Te vamos a mear encima, y vas a decir que está
lloviendo.
Un solidario. EH
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