Política penitenciaria, una responsabilidad ineludible
En primer lugar queremos expresar nuestro más sentido pésame a los familiares y allegados de Angel Figueroa, Xabier López Peña y José Marco. Un fuerte abrazo a todas las personas de una forma u otra golpeadas por la crueldad de esta violencia que niega su existencia, pero continúa abriendo desgarradoras heridas en este pueblo.El balance represivo del recién finalizado mes de marzo en materia penitenciaria es escalofriante: 2 muertes, 3 palizas, 1 accidente de tráfico. Abril se inicia con otra trágica noticia, un familiar fallecido en Brasil, tras desplazarse por la detención de su allegado en dicho país.
Si echamos la vista atrás, el ataque a los derechos humanos en materia penitenciaria ha sido y es incesante. La política penitenciaria de excepción puesta en marcha primero por el Gobierno español y con posterioridad por su homólogo francés, fue concebida dentro de su estrategia represiva en el marco del conflicto político, y sus expresiones violentas son diversas. Así, la aplicación de esta excepcional política contra ciudadanos y ciudadanas vascas durante décadas ha dibujado un interminable reguero de dolor y sufrimiento en este pueblo. Sufrimiento y dolor que una vez más evidencian la acción violenta de los estados.
Las muertes de Angel y Xabier se suman a una extensa lista de nombres, mujeres y hombres, miembros de una familia y un entorno, que han perdido la vida en diferentes circunstancias (dispersión, desasistencia sanitaria, aislamiento, suicidio para evitar reingreso, situaciones de presión al límite...) como consecuencia de la brutalidad de los estados en el ámbito penitenciario. Con las de Angel y Xabier suman ya 49 las vidas que se ha cobrado en las últimas décadas. Esta es la realidad. Nadie la puede negar.
En los últimos meses se escuchan voces que desde distintos ámbitos hablan de «suelo ético», «autocrítica del pasado», «reconocimiento del daño causado»... y paralelamente la vigente violencia, la de los estados, sigue golpeando, sigue originando trágicas consecuencias, engordando su larga trayectoria de violaciones de los derechos humanos.
Nadie podrá mirar para otro lado. Nadie podrá eludir su responsabilidad en estas muertes. La política penitenciaria no es un abstracto, viene impulsada desde los poderes públicos, es el resultado de decisiones tomadas por personas concretas, por ende tiene responsables directos que deberán responder por las consecuencias derivadas en aplicación de la misma.
Egiari Zor, muestra su total compromiso para lograr una solución justa al conflicto que aún está por superar. Ayudaremos a despejar el camino que este pueblo ha de recorrer para alcanzar el acuerdo político y democrático que posibilite una solución justa para el mismo. Esta es en nuestra opinión la garantía para que el dolor, el sufrimiento y las injusticias que hemos padecido no vuelvan a repetirse.
Para ello exigimos reconocimiento para todas las vulneraciones de los derechos humanos sin exclusiones en función de la autoría o al ámbito cronológico en el que sucedieron, a igual vulneración de derechos idéntico tratamiento, en consecuencia que se activen políticas integrales y eficaces para la justicia y la reparación.
A su vez, a la hora de exigir responsabilidades sobre todo lo acontecido, que no se haga abstracción de la implicación de los estados o se cite con la boca pequeña su responsabilidad en graves vulneraciones de los derechos humanos acaecidas durante décadas. El suelo ético al que algunos apelan debe recoger claramente este compromiso.
Si realmente queremos que Euskal Herria se dirija hacia un horizonte basado en la paz, debemos exigir que acaben definitivamente las vulneraciones de los derechos humanos, que los estados desactiven toda su maquinaria represiva. Que no continúen generando más heridas, más dolor, más sufrimiento. Debemos exigir toda la verdad de lo sucedido alrededor de estas muertes y de todas las demás, toda la verdad sobre lo ocurrido en el último medio siglo, que este sea el acicate que ayude a asentar las bases para una solución justa.
La memoria, el relato, la historia de lo ocurrido es una cuestión de todas y todos. Lo que no se cuenta es como lo que nunca ha sucedido. Hemos sido ocultados durante décadas, y ya va siendo hora de salir a la luz, debemos ser el espejo en el que los estados vean reflejado el sufrimiento que su violencia ha provocado. Nuestra realidad es evidencia de ello.
(*) Este artículo lo firman, en nombre de Egiari Zor, Iñaki Hernando (hermano de Juan Carlos Hernando) e Idoia Muruaga (compañera de Igor Angulo).
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