23
años de la huelga de hambre a tumba abierta
Ya
estaban en los huesos. Huesos y piel. Y el Estado tenía que mentir,
criminalizar y torturar, para que la resistencia de 60 presas y
presos políticos comunistas y antifascistas no rompiera su paz
social (de grilletes y guerra sucia). Pero sí, es verdad, a veces
una imagen vale más que mil palabras.
“Los
derechos del preso son tres en total: ver, oír y callar”.
Cartel, en una cárcel chilena.
“A
principios de 1987 y en el verano de ese año, se produce la
aplicación de la Política de Dispersión contra los presos
políticos, a lxs militantes de ETA, MLNV, PCE(r) y GRAPO
encarceladxs. En 1988, seis militantes comunistas se pasan 365 días
aislados en la cárcel de Almería. No aguantan por más tiempo esta
política de exterminio planificado y en agosto de 1989 se declaran
en huelga de hambre indefinida. El PSOE trata de ganar tiempo en
época electoral y Antoni Asunción Hernández –Director General de
Instituciones Penitenciarias- promete a los presos la finalización
de la Política de Dispersión si acaban con la huelga de hambre, que
dura exactamente un mes. El acuerdo se tomó en presencia personal de
la exmilitante del FRAP María Ángeles Granados -Subdirectora de
Sanidad Penitenciaria- y de Manuela Carmena -Jueza de Vigilancia
Penitenciaria-. La huelga termina, y como referencia a la promesa,
Asunción declara a los medios de comunicación “ni voy a
cumplirla ni pensaba hacerlo, pero de alguna manera había que acabar
con la huelga de hambre” y dichos presos huelguistas y otros
más del PCE(r) y GRAPO son de nuevo dispersados.
Granados
fue en meses posteriores ascendida a Directora General de
Instituciones Penitenciarias y Asunción terminará como Ministro del
Interior. Madrid sí paga traidores y mentirosos.
El
30 de noviembre de 1989, 62 presxs políticxs del PCE(r) y de los
GRAPO (y de un anarquista durante 50 días), inician una huelga de
hambre a muerte. El PSOE de Corcuera -Ministro del Interior- y de
Enrique Mújica -Ministro de Justicia- obligan a los carceleros a
ejercer su función represora -pero muchos se niegan a salir a los
hospitales para atar a lxs presxs-, a los médicos a alimentar a la
fuerza a los huelguistas -un sector importante se negó, y otros
colaboraron alegremente en esta forma de tortura extrema- y a los
jueces a consentir todas las medidas de represión -pero varios se
rebelan contra estas medidas-.
Son
enchufados como animales por todos sus poros, dispersados, apalizados
en los traslados a hospitales, tergiversada su lucha en los medios de
control de masas. Pero no contaban con los tres elementos
fundamentales en la resolución del conflicto: la larguísima
experiencia de los presos del PCE(r) y de los GRAPO en huelgas de
hambre, torturas, palizas, chantajes y promesas no cumplidas; el que,
a pesar de toda la guerra sucia, la denuncia recorriera y recogiera
muchas muestras de solidaridad, sobre todo en Europa; y su total
convencimiento militante de que “resistir es vencer, ganar al
Gobierno en esta lucha por la dignidad o morir”.
Se
publica o filtra alguna de las condiciones en las que tienen a los
revolucionarios huelguistas presos. Atados, esqueléticos, vigilados
por policías armados hasta los dientes, sus familiares amenazados...
y un largo etcétera.
El
24 de mayo de 1990, el sionista Enrique Mújica, declara que “la
huelga de la hambre de los presos del GRAPO es ficticia” (sic).
Como un mazazo de razón revolucionaria, al día siguiente, 25 de
mayo, muere a los 177 días del inicio de la huelga de hambre a tumba
abierta José Manuel Sevillano Martín, jornalero y militante de los
GRAPO. El 30 de mayo, el diario El Mundo publica la foto agonizante
de “Cachi” Fernández. Y el Estado cierra filas.
A
los 435 días de desarrollo de la mayor huelga de hambre desarrollada
hasta aquel entonces en ningún lugar del mundo, los y las
revolucionarias reciben un telegrama del Comité Central de su
Partido, y la huelga finaliza el 13 de febrero de 1991.
No
ganaron, y no lograron acabar con la dispersión, aunque lograron
mucho respeto y simpatía obrera y popular; pero todo un Estado, con
su policía, jueces, carceleros, médicos cómplices y su prensa
servil, no pudo terminar con la resistencia de 60 comunistas
españoles, vascos, gallegos, catalanes y canarios. Ni con sus
organizaciones.”
1 comentario:
Me parece que esta contando solo una verdad a medias o su postura sobre los acontecimientos. Hubo sentencias muy importantes de por medio, y si los medicos les alimentaron a la fuerza, no fue por gusto, sino por decision judicial, lo cual uno de ellos pago con su vida, porque un miembro de esta organizacion lo mato a sangre fria. Cuente todo, por favor.
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