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Preso Político nos escribe y opina...
Manuel
Pérez Martínez “Arenas”
¿Sigue
actualmente Rusia una política de expansión imperialista?
Cartas
desde prisión (2 de 2)
Manuel
Pérez Martínez
Prisión
de Albocàsser
8
Agosto 2014
(continuación
de ayer día 24)
El
eslabón principal y decisivo
En
el movimiento comunista existe actualmente mucha confusión en
relación con estas cuestiones que estamos analizando. Una muestra de
ello es el artículo del camarada Lucio que hemos comentado al
comienzo. Por otro lado hemos recibido los comentarios que ha hecho
el camarada Marcos Martín Ponce a las noticias, artículos y
documentos que le han enviado los camaradas soviéticos. Este
material y los comentarios que hace de ellos Martín Ponce, nos van a
ayudar a aclarar mejor el problema planteado y a fijar más
firmemente nuestra posición al respecto.
Escribe
Ponce a propósito de los importantes acontecimientos que se han
sucedido en Crimea y el Sudeste de Ucrania: “Allí, el alcalde de
una ciudad de Lugansk declaró la República Popular de Lugansk y la
expropiación de la industria de la oligarquía, mientras en Crimea
el referéndum popular y las organizaciones comunistas optaron por la
adhesión a Rusia; lo que nos puede dar a entender que la oligarquía
rusa mantiene allí una especie de aristocracia obrera a la que no
sólo proporciona mejores niveles de vida, además se cuida de no
demonizar los logros soviéticos. De manera muy controlada, el
capitalismo ruso hace suya la reivindicación soviética; de
hecho, en muchos distritos y regiones rusas la simbología y
nominación de las instituciones soviéticas se mantiene. Para
entender esto hay que tener presente que desde la muerte de Stalin
hasta la caída definitiva de la URSS, las instituciones soviéticas
se fueron desovietizando, a la vez que los partidos comunistas se
fueron desbolchevizando, lo que permitió, gracias al revisionismo y
la traición del PCUS (hoy PCR) que las estructuras corruptas, ya
depuradas de cualquier control bolchevique, pudieran seguir
utilizando el prestigio soviético para beneficio de la burguesía”.
“Fruto
de todo ello -prosigue Ponce- es la confusión generalizada del
movimiento comunista en cualquier parte del mundo. Pero no nos
dejemos engañar por los análisis facilones y sentencias tan dañinas
como (…) ‘la influencia revisionista del PCUS lo invade todo’,
porque no es así. Eso nos puede llevar a menospreciar la lucha de
clases llevada al extremo de la lucha armada en el Donbás (donde los
obreros han tomado el poder y lo ejercen en la industria, las minas,
la agricultura, etc.). Allí, las banderas comunistas y las asambleas
populares al pie de las estatuas de Lenin no son escenografía; allí
se está ejerciendo el poder de los soviets. Ese es, precisamente, el
motivo por el cual la burguesía rusa, con Putin a la cabeza, muestra
todo su músculo cuando se trata de Crimea, pero especula y utiliza
el medio de presión contra Occidente cuando se trata de las
Repúblicas Populares. Putin y los oligarcas rusos no quieren que
cunda el ejemplo, ni en Ucrania ni en Rusia. En cierto modo, saben
que están sentados sobre un volcán dormido”.
Poco
tenemos que objetar a estas apreciaciones y juicios del camarada
Ponce. En primer lugar, creemos necesario señalar esa perplejidad
que se manifiesta en “la confusión generalizada” del movimiento
comunista ante lo que se podría calificar como la táctica
utilizada por la burguesía rusa para afianzar su poder y
neutralizar al mismo tiempo el empleo que pueda hacer el movimiento
comunista del prestigio que continúa teniendo entre las masas el
régimen soviético y su simbología. Una táctica que, como estamos
comprobando no le ha reportado, hasta el momento, ningún resultado
frente al movimiento popular antifascista y revolucionario que se
está desarrollando en el Sudeste de Ucrania. Pero es que aquí, a
diferencia de Crimea, nos encontramos con un hecho sumamente
importante que ha pasado desapercibido para el camarada Ponce, y que
si bien puede no tener demasiada importancia para las masas y sus
organizaciones revolucionarias, obliga de forma determinante al
Estado ruso a no intervenir (al menos directamente y mientras no sea
atacado su territorio) en Ucrania. Se trata, apenas si hace falta
decirlo, del reconocimiento y respeto de Ucrania como país soberano
e independiente. Precisamente, ésta es la línea que separa a un
país imperialista, como los EEUU, de otro como Rusia, que no lo es.
Otra cuestión, en la que no vamos a detenernos, es que se reconozca
un gobierno ilegal, impuesto por un golpe de Estado fascista,
organizado, financiado y alentado por los EEUU. Pero por aquí entran
en juego otros factores, como el intento de Rusia de afianzar sus
relaciones con Alemania y atraerla a su campo; es decir, por aquí
entramos de lleno en “el gran juego” donde se dirime el problema
crucial de las alianzas estratégicas. Esto hace que el problema de
la guerra en Ucrania se complique en extremo, dados los vínculos de
todo tipo que siempre han existido entre aquel país y Rusia, pero
muy especialmente con la mayoría de la población que se ha
declarado independiente.
Esta
situación tan compleja puede explicar la posición ambivalente de
Putin y del gobierno ruso, y es lo que hace que la salida de la
situación o posible solución del conflicto (si no se llega antes a
un acuerdo que ponga fin al enfrentamiento armado), esté en la
extensión de la lucha armada antifascista y la revolución
socialista al resto de Ucrania. No se nos pasa por alto lo difícil
de esta solución. Pero, desde luego, lo que resulta un disparate
desde todos los puntos de vista que se mire, es que el movimiento
armado popular del Sudeste de Ucrania se pueda extender al territorio
ruso y “servir de ejemplo” a los trabajadores de Rusia en su
lucha contra su propia burguesía… Esa idea nos parece tan absurda
y descabellada como la de considerar que la Rusia actual es “el
eslabón más débil de la cadena imperialista”, como si el mundo y
la sociedad se hubieran detenido o dado marcha atrás, a las
postrimerías del siglo XIX, y como si no hubiera existido en Rusia
más de 70 años de régimen socialista. Por el contrario, en base a
todo ello, habría que considerar hoy día a Rusia, no como el
“eslabón débil”, sino como el eslabón principal a partir del
cual podría comenzar de nuevo a desarrollarse con fuerza el
movimiento antiimperialista y revolucionario a nivel mundial.
Pues
Rusia, ciertamente, está preñada nuevamente de revolución,
pero de una revolución en muchos aspectos distinta a la que nació
en el pasado. Para comprobarlo, basta con tener en cuenta que allí
no está teniendo lugar un enfrentamiento como el de Ucrania, ni es
previsible que se pueda producir algún día; lejos de eso, tanto
Putin como su gobierno cuentan con el respaldo de la inmensa mayoría
del pueblo ruso. Aparte de la imposibilidad manifiesta de que la
burguesía (por no hablar del ejército ruso), pueda o esté
dispuesta a imponer en su país un régimen fascista y
“pro-occidentalista” por el estilo del que ha sido impuesto en
Ucrania. Esto es algo impensable, no sólo por todo lo que hemos
expuesto, sino también por la situación de dependencia respecto a
los trabajadores y su vanguardia comunista en que se halla
actualmente la burguesía rusa. De manera que un enfrentamiento con
las masas populares, como el que ya se está dando en Ucrania, la
debilitaría extraordinariamente, facilitando así los planes de
agresión de los imperialistas.
En
resumen, podemos decir que hoy la burguesía rusa es, por muchos
conceptos, “prisionera” de la historia de su país; de una
historia que aún no ha concluido y a la que no puede renunciar sin
correr el riesgo de dejar de ser rusa. Así que, si bien es cierto
que tras la muerte de Stalin y la caída, finalmente, de la URSS, las
instituciones soviéticas se fueron “desovietizando”, el peligro
que les amenaza ahora, por influencia de la “mundialización”
imperialista, no es otro que el de la “desrusialización” o
colonización de Rusia. Esto explica mejor que nada ese nacionalismo
“sovietizado” (“la utilización del prestigio soviético”) de
parte de la burguesía rusa, con todo lo que ello implica de
deslegitimación y desprestigio de la marca capitalista.
Esta
“sovietización” puede servir a los intereses del proletariado
siempre que éste sepa utilizarlo en beneficio de una política
independiente de la burguesía. “Independiente” no quiere decir
que debe estar siempre y en todos los terrenos enfilada contra ella.
La compleja situación que se vive actualmente, tanto en el interior
del país como a nivel global, exige del proletariado revolucionario
de Rusia aplicar una táctica que le permita ponerse al frente del
movimiento por la defensa de la identidad y la independencia
nacional, combinado con la lucha por la restauración del socialismo.
Para
ello se hace indispensable reconocer a la burguesía como parte del
movimiento nacional, así como la posibilidad de establecer, bajo
determinadas condiciones o exigencias (como la libertad plena y la
concesión de mejoras económicas y sociales para los trabajadores),
un pacto o alianza con ella que no excluya la lucha por la
restauración del socialismo, ya que, como se ha demostrado tantas
veces, en nuestra época y en las condiciones de Rusia, sólo es
posible una defensa eficaz frente al imperialismo sobre la base de la
defensa y desarrollo del socialismo y el comunismo.
En
fin, hay que insistir en que, una burguesía que, como apunta
certeramente el camarada Ponce en su escrito, no sólo procura
“mejores niveles de vida a la clase obrera” sino que “se cuida
de no demonizar los logros soviéticos”; esa burguesía no puede
ser considerada por la clase obrera un enemigo a batir de manera
inmediata; con tanto menor motivo si esa misma burguesía está
defendiendo la independencia e integridad nacional frente al acoso y
la agresión de los más feroces bandidos internacionales.
En
tales condiciones, la única política justa, verdaderamente
revolucionaria de la clase obrera consiste en levantar bien alto la
bandera de la defensa nacional; es decir, procurar arrancar dicha
bandera de manos de la burguesía y ponerse al frente del movimiento
nacional. Esto la situará en las mejores condiciones para
neutralizar las vacilaciones o posibles deserciones de esa burguesía
y para avanzar de forma decidida hacia la restauración del
socialismo. Sobre este particular no ha de haber en el movimiento
comunista ninguna confusión ni ningún tipo de vacilaciones.
En
resumen, bajo nuestro punto de vista, la contradicción principal que
se da en estos momentos en el Sudeste de Ucrania, es la que enfrenta
a las masas populares al fascismo y al imperialismo. Esta
contradicción, tal como hemos explicado anteriormente, habrá de ser
resuelta mediante la derrota política y militar de la burguesía
fascista y pro-imperialista, así como con el restablecimiento de la
unidad nacional en un Estado federal socialista. Un gran paso en ese
sentido ha sido la proclamación de las Repúblicas Populares en las
regiones del Sudeste.
En
tanto que en Rusia, las condiciones son radicalmente diferentes; dado
que allí lo que predomina en estos momentos es la contradicción que
enfrenta al conjunto de la sociedad y al Estado con el imperialismo
de los EEUU principalmente, el cual está de nuevo intentando
cercarla y agredirla a fin de despedazarla y repartirse sus despojos,
tal como ya ha sucedido en lo que fuera la Federación Yugoeslava, en
Irak, Libia, etc. La clase obrera y los comunistas de todos los
países no debemos dudar ni un solo instante en prestar toda la ayuda
fraternal y el apoyo internacionalista que podamos, con el
convencimiento de estar defendiendo una causa justa y seguros de la
victoria.
Chaval,
aquí termino. Tengo que tomarme un respiro. Mis ojos se han cerrado.
Un
fuerte abrazo.
Manuel
Portada cuadernillo los presos nos escriben, Arenas. |
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