Poster "Paco Cela Seoane. Preso político do PCE(r)". |
Poemas
de Paco Cela Seoane
Arte
en prisión
A
MIKEL ZABALZA
Nunca
ocurre nada.
Los
tétricos calabozos,
como
mudos y ciegos espectadores,
contemplan
los gritos desgarradores
de
los cuerpos torturados.
La
noche,
se
va vistiendo de pesadilla
y
de oscuridad verde espina;
los
tricornios se proyectan como sombras mortíferas.
Y,
en ese dantesco espacio,
sobre
la barra,
sobre
el quirófano y la picana,
los
hombres, con la desnudez del alma,
libran
su
más dura batalla.
Los
torturadores cumplen su constitucional trabajo.
¡Malditos
asesinos de la sonrisa,
de
las caricias que se alimentan de miradas limpias!
En
vuestras manos,
un
ser humano, y otro, y otro...
Un
ser humano solo, con su razón,
en
medio de un infierno odioso,
os
grita, con su dolor,
la
irreversible degradación humana
en
que caéis, al despertaros,
todas
las mañanas.
Pero
nunca ocurre nada.
A
los jueces,
a
los políticos,
a
los orgánicos intelectuales,
se
les llena la boca de democracia,
de
paz, derechos humanos y palomas inmaculadas,
mientras
los cuerpos torturados
se
convierten en meros datos informatizados.
Tú,
Mikel,
les
desafiaste con el guante de la dignidad,
y,
simplemente,
se
les fue la mano.
No,
entrañable compañero,
no
importó tu más transparente inocencia,
ni
la de tu pueblo.
A
ellos sólo les importó cumplir,
con
profesional eficacia,
su
constitucional trabajo.
Para
ellos no contó
el
llanto desconsolado de tu padre,
ni
las crispadas manos de tu madre,
que
no sabían qué hacer
con
tanta ira desatada
pecho
adentro.
Tú
eres vasco,
y,
además, un obrero honrado.
Y
eso: bastó.
Infografía asesinato de Mikel Zabalza. |
Y
yo,
en
la soledad de mi celda,
imagino
sus golpes
y
tu muerte lenta.
Percibo
el nerviosismo de los despachos oficiales
ante
un cadáver no previsto.
Escucho
el surrealista relato de tu huida,
la
esperpéntica explicación del Ministro de las cloacas,
y
no puedo evitar
que
aflore, sobre mis labios,
una
irónica sonrisa.
Si,
entrañable compañero,
te
convertiste en un incómodo muerto,
porque
tu grito de vida
resopló
como el fuego
en
cada barricada de Euskal Herria.
Tu
inocencia resplandeció
con
la luminosidad del relámpago,
y,
por las calles,
una
electrizante marejada de voces
gritaba
tu nombre.
Por
eso, hoy,
han
depositado tu cuerpo
sobre
las aguas del Bidasoa.
Pero
nunca ocurre nada.
Los
políticos,
los
jueces,
los
orgánicos intelectuales,
volverán
a pedir estabilidad
y
brindarán por la paz.
Dirán
que
todo ha sido una incómoda equivocación,
que
su bendita democracia
tiene
fallos sin importancia.
Pero
nunca ocurre nada.
Su
máquina infernal,
seguirá
con su ritmo habitual.
Y
los tétricos calabozos,
como
ciegos y mudos espectadores,
contemplarán
los gritos desgarradores
de
los cuerpos torturados.
La
noche
se
irá vistiendo de pesadilla
y
de oscuridad verde espina;
los
tricornios se proyectarán como sombras mortíferas.
Y,
en ese dantesco espacio,
sobre
la barra,
sobre
el quirófano y la picana,
los
hombres, con la desnudez del alma,
librarán
su más dura batalla.
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Libertad
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