Los filibusteros han vuelto
Josu IRAETA
Escritor
Franco fue capaz de llevarse por delante la vida de millones de personas; gallegos, catalanes, vascos y españoles. Pero recuerden, no lo hizo solo, como tampoco están solos ahora
Se dice que el ir sumando décadas hace que las personas adopten costumbres y manías que no son frecuentes entre los jóvenes. Una de ellas es la tendencia a dar consejos, incluso cuando no son solicitados. Debe de ser verdad lo que dicen. He aquí una muestra de ello.
A todos los franquistas que no sólo no se arrepienten de su pasado, sino que se niegan a una revisión mínimamente crítica del mismo les conviene la lectura de un libro titulado «El arte de la manipulación política». Es una clarificadora exposición sobre cómo puede conseguirse hurtar la verdad de la historia. De cómo algunos están consiguiendo que aquellas décadas sombrías en las que los franquistas sembraron el pánico mediante el extremismo más irracional sean recordadas como «el régimen anterior».
Franco, que además de asesinar y engañar fue también un entusiasta amigo de lo ajeno, impulsó muchas ocurrencias tramposas a lo largo de su dictadura fascista. Lo cierto es que con la disculpa de una pretendida expansión cultural se deshizo de disidentes intelectuales, sin importar que fueran religiosos, maestros, abogados o representantes de la cultura y las artes. A todos ellos reprimió, encarceló o directamente mandó asesinar.
Franco tuvo muchos «ayudantes». Los viejos y oxidados sables llenos de avaricia y poder, los que quemaban el incienso en sus «venerables» estancias, quienes se aprovecharon del terror para medrar sin medida, todos ellos fueron soporte necesario para la masacre del dictador. Pero también contó con muchos e ignorantes franquistas. Todos juntos devastaron pueblos, arrasaron monumentos, iglesias, conventos, bibliotecas y escuelas. Algunas con los maestros dentro.
Detuvieron y encarcelaron durante décadas a todo sospechoso de no comulgar con sus soflamas totalitarias, todo en nombre y defensa de su «Movimiento».
No hay archivo oficial de aquellos años. De hecho, pretenden reescribir la historia ignorando la cruel dictadura fascista. Es evidente que muchos viejos, pero también neo-franquistas, han querido borrar de su disco duro haber sido partícipes unos y herederos los otros de aquella barbaridad, pero es necesario enseñar los cadáveres de sus víctimas si queremos evitar se mantengan en el poder.
Hubo personas que fueron detenidas, encarceladas y asesinadas por estar suscritas a un periódico o llevar una ikurriña impresa en la hebilla del cinturón. Los hijos y nietos de muchos cientos de miles de víctimas vivimos y caminamos hoy por las calles, pero no podemos olvidar que, además de los muertos y encarcelados, también fueron muchos, muchísimos, quienes fueron desposeídos de todas sus pertenencias y viviendas, teniendo que mendigar para vivir. Lejos de sus allegados, desterrados en la más absoluta miseria durante muchos años.
Si nos atenemos al vigente discurso político, dentro de una década individuos como Hitler, Salazar, Somoza o Pinochet serán recordados como sanguinarios dictadores, y el criminal Franco pasará a ser desconocido.
Lo cierto es que aún es el día en que más de uno reivindica la vigencia de muchos aspectos de la política de aquel criminal, y para conseguirlo están dispuestos a reciclar el GAL. ¿Acaso es esto lo que se pretende impulsar con el comportamiento de alcaldes y dirigentes socialistas impidiendo homenajes de cargos electos asesinados por el terrorismo de estado? Una pregunta que el tiempo se encargará de responder.
Franco fue capaz de llevarse por delante la vida de millones de personas; gallegos, catalanes, vascos y españoles. Pero recuerden, no lo hizo solo, como tampoco están solos ahora, ya que la acusada deriva a estribor ordenada desde el «nuevo» Pacto de Ajuria Enea está propiciando la vuelta al libre albedrío de los filibusteros «de nómina».
Haciendo un balance sereno de los movimientos observados, es evidente que vuelven los sables oxidados, inciensos de birrete y olores rancios que creíamos olvidados. La experiencia dice que cuando esto se da, el viento nos obliga a navegar en aguas bravas y con piratas al acecho. Esto supone tomar decisiones acordes con la situación. En mi opinión, la primera ésta: tratar de no perder los nervios, mantener la tripulación unida y despejar la cubierta. La segunda, permanecer en el puente y defender el barco, ya que significa seguir vivos.
Una vez más la historia se repite, han vuelto y les dicen piratas, pero no lo son. Los vascos los conocemos bien: son filibusteros. La «solera» de la democracia española, desde siempre al servicio de la corona.
Queda claro pues, que navegar con la mar en estas condiciones y mantener el rumbo tiene sus riesgos, vaya si los tiene. Pero...
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