Dibujo. (El 7º de Caballería al ataque). |
YA
ES HORA DE QUE SE RECONOZCA EL GENOCIDIO DE LOS INDIOS DE CALIFORNIA
Por
Benjamín Madley
Originalmente
publicado en Los Angeles Times
Entre
1846 y 1870 la población india de California se desplomó desde unos
150.000 a 30.000 individuos. Enfermedades, desarraigo y hambrunas
causaron muchas de esas muertes, aunque la práctica aniquilación de
los indios californianos no fue el resultado inevitable de la toma de
contacto de dos civilizaciones que se encuentran por primera vez. Se
trató de un genocidio, aprobado y realizado por oficiales
californianos.
Ni
el gobierno de los EEUU ni el propio estado de California han
reconocido nunca que la catástrofe de los indios californianos,
encaja perfectamente con la definición de genocidio establecida por
la Convención contra el Genocidio de las Naciones Unidas (ONU) en
1948. Según la Convención, los agresores deben haber mostrado su
“intención de destruir, en su totalidad o en parte, un grupo
nacional, étnico, racial o religioso”. Además, deben haber
cometido uno de los cinco actos genocidas que aparecen en el listado
de la Convención “Matar a miembros del grupo; causar graves daños
físicos o psicológicos a miembros del grupo; infringir, de manera
deliberada, condiciones de vida, al grupo, calculadas para destruirlo
total o parcialmente de manera física; imponer medidas destinadas a
impedir los nacimientos dentro del grupo; transferir de manera
forzosa a niños desde un grupo a otro”.
La
Primera Legislatura californiana se produjo en 1850, y una de sus
primeras órdenes fue prohibir el derecho al voto de todos los
indios, a los que tenían “la mitad de sangre india”, tampoco
podían votar los blancos que hubieran cometido algún delito.
Igualmente, se prohibía a los indios a ejercer su derecho a formar
parte de un jurado popular. Los legisladores californianos
prohibieron, algo más tarde, que los indios pudieran ejercer de
abogados. En su conjunto, estas leyes estaban ampliamente diseñadas
para sacar a los indios de la participación y la protección del
sistema legal estatal. Esto equivalía a la virtual garantía de
impunidad para aquellos que los atacaran.
Ese
mismo año, los legisladores estatales aprobaron la mano de obra
esclava india al legalizar los contratos de custodia de los blancos
sobre los menores y los prisioneros indios. En 1860, ampliaron la ley
de 1850 para legalizar el “desarraigo” de “cualquier indio”.
Estas leyes desencadenaron una explosión en el número de secuestros
y en la separación de hombres y mujeres cuando la tasa de natalidad
aumentaba, lo que aceleró el declive de la población de los indios
californianos. Algunos indios fueron tratados como mano de obra
desechable. Un abogado recordaba: “Los Ángeles tenían sus leyes
esclavistas y miles de personas útiles y honestas fueron
completamente destruidas de esta manera”. Entre 1850 y 1870. La
población india de Los Ángeles cayó desde 3693 a 219.
No
es una exageración afirmar que los legisladores de California habían
establecido una máquina de matar subvencionada por el Estado. Los
gobernadores de California convocaron a autorizaron más de 24
milicias estatales de expedición entre 1950 y 1861, que mataron, al
menos, a 1340 indios californianos. Los legisladores estatales
también aprobaron tres leyes en los años 1850 por las cuales se
elevaba hasta 1,51 millones los fondos de estas operaciones –una
gran cantidad de dinero para la época- para financiar las
operaciones de las milicias anti- indias. Al demostrar que el Estado
no castigaría a los asesinos de indios, sino que los recompensaría,
las expediciones de la milicia animaron a que fueran asesinados al
menos 6460 indios californianos entre 1846 y 1873.
El
Ejército de los EEUU y sus auxiliares igualmente asesinaron a por
los menos 1680 indios californianos entre 1846 y 1873. Mientras
tanto, en 1852, los políticos del Estado y los senadores de los EEUU
paralizaron el establecimiento de reservas federales permanentes, por
lo que, al denegar la tierra a los indios, se les exponía a grades
peligros.
El
apoyo estatal al genocidio estaba vagamente velado. En 1851, el
gobernador de California, Peter Burnett, dijo “se continuara la
guerra de exterminio…. Hasta que la raza india sea extinguida”.
En 1852, el senador de los EEUU, John Weller (que fue gobernador de
California en 1858) fue aún más lejos, cuando dijo a sus colegas
del Senado que los indios de California “serán exterminados ante
la ofensiva del hombre blanco”, argumentando que “el interés del
hombre blanco requiere de la extinción de los indios”.
Mapa de las Tribus Indias Americanas. |
Por
último, el Estado de California, los secuestradores de esclavos y
los oficiales federales todos estaban implicados en “transvasar a
la fuerza a los niños de un grupo a otro”. Miles de niños indios
californianos sufrieron esta clase de transvases. Al romper familias
y comunidades, los traslados forzados constituyeron “la imposición
de medidas con el fin de prevenir los nacimientos en el seno del
grupo”. Efectivamente, el Estado legalizó el secuestro y la
esclavización de menores indios, los esclavistas se aprovecharon de
las leyes de desarraigo, mientras que los oficiales federales
impedían la intervención del ejército de los EEUU para proteger a
las víctimas.
El
problema del genocidio en California pone sobre la mesa cuestiones
políticas, económicas y educativas muy difíciles respecto a los
indios de California. Les corresponde a ellos –y no a académicos
como yo- determinar la mejor manera de solventarlos.
¿Ofrecerán
los altos cargos del Estado sus disculpas, como lo hicieron el
presidente Ronald Reagan y George H.W. Bush, en los años 1980, por
el realojamiento e internamiento de unos 120.000 japoneses-americanos
durante la II Guerra Mundial? ¿Deberían ofrecer una compensación
por encima de los 1600 millones de dólares que el Congreso pagó a
82.210 de estos nipón-americanos y a sus herederos? ¿Deberían los
altos cargos de California disminuir o eliminar por completo los
recortes que anualmente hacen a las compensaciones por los ingresos
a la caza, como una manera de reparación? ¿Debería el Estado
devolver a las comunidades indias de California el control de las
tierras estatales donde se produjo el genocidio? ¿Debería el Estado
dejar de condecorar a los que apoyaron y perpetraron este genocidio,
incluyendo a Burnett, Kil Carson y John C. Frémont? ¿Se incluirá
el genocidio contra los indios de California en el plan de estudio de
las escuelas y en los diversos discursos públicos, al mismo nivel
que el genocidio armenio o el Holocausto?
Estas
son las cuestiones cruciales. De lo que no cabe ninguna duda es que
el Estado y el gobierno federal deberían reconocer el genocidio que
tuvo lugar en California.
La
decencia nos demanda que, incluso mucho después de la muerte de las
víctimas, preservemos la verdad de lo que les ocurrió, para que su
memoria pueda ser honrada y sean desterradas todas las posibilidades
de que se repitan crímenes similares. La justicia demanda que,
incluso si la mayoría de los culpables han perecido, documentemos
los crímenes que ellos y sus defensores han retrasado o negado por
tanto tiempo.
Para
terminar, la veracidad histórica demanda que demos a conocer esta
catástrofe patrocinada por el Estado en todas sus variedades,
aspectos y causas, para poder comprender mejor las lecciones de estos
sucesos, tanto de los indios californianos como de la historia del
Estado de California.
Fuente:
NorthStar Compass. Otoño, 2016
Traducción:
del inglés M.M. Ponce. Diciembre, 2016
Cartel de RPC "¡Fuera machistas de los Movimientos Populares!" |
Campaña de R.P.C.
Fuera
machistas de los movimientos populares
Pantallazo vídeo S.A. 3 de Marzo. |
Música
combativa:
SOZIEDAD ALKOHOLIKA - No Olvidamos, 3 de Marzo
Video
lyric oficial de Soziedad Alkoholika, “No Olvidamos, 3 de Marzo”
incluido en su trabajo “Sistema Antisocial". Realizado por Jon
Goikoetxea - www.bideolan.com Gracias a la asociación 3 de Marzo -
www.martxoak3.org
“Este tema trata sobre la masacre sucedida en
1976 en nuestra ciudad Vitoria-Gasteiz. Aquel día las fuerzas de
seguridad asesinaron a 5 obreros y hubo casi una centena de heridos
de bala. Nunca se juzgó ni condenó a nadie. A día de hoy aquellos
crímenes continúan impunes. Con esta canción queremos rendir
homenaje a los trabajadores que, defendiendo sus derechos laborales,
sufrieron el terror y la violencia del Estado. También a todos los
que a día de hoy siguen luchando para que aquellos hechos no caigan
en el olvido y se haga justicia.”
Soziedad Alkoholika.
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