martes, 7 de septiembre de 2010

Biografía de María Ángeles Ruíz Villa, presa política de los GRAPO

Nací el 25 de febrero de 1967 en el seno de una familia obrera. Mi padre era electricista. Trabajaba en la fábrica ISOLUX de Madrid, donde a punto estuvo de perder un brazo en un accidente laboral. Vivíamos en el barrio de Carabanchel.
A finales de los 70 el banco Banesto, con Mario Conde a la cabeza, absorbió ISOLUX y mi padre, como el resto de sus compañeros, fue despedido. En paro, malviviendo con las chapuzas, más con lo poco que aportaba mi madre fregando la iglesia del barrio y con cuatro bocas que alimentar, nuestras condiciones de vida no podían ser más humildes. Por esa época, a los 12 años, tuve mi primera experiencia laboral, ayudando a mi familia en el montaje de piezas para timbres.

En casa se hablaba poco de política y menos aún de la guerra y la post-guerra. Vivían aterrorizados por la represión franquista, que se cebó especialmente en Badajoz, de donde procedía mi familia. Recuerdo que celebramos la muerte de Franco entre susurros. Entonces fue cuando me enteré, gracias a las anécdotas que contaba mi padre sobre su niñez, de que mi familia estaba entroncada con la de Antonio Machado. La madre de los Machado, Ana Ruíz, era hermana de mi bisabuelo por parte de padre.

Mi padre siempre fomentó la lectura en casa y nos ayudaba en los estudios. Me gustaba aprender pero según fui creciendo comenzó a influirme el entorno de la calle y fui dejando los estudios.

En mi barrio corría la droga y yo la conocí desde muy joven. En aquella época, el PSOE, con Felipe González a la cabeza, ganó las elecciones por vez primera, sembrando muchas ilusiones reformistas, sobre todo entre los jóvenes. Pero todo seguía igual o peor. En vez de los millones de puestos de trabajo prometidos vinieron las reconversiones y el paro. A los jóvenes nos vendieron “sexo, droga y rock and roll” como sucedáneo de las verdaderas libertades. Quien no tragaba con sus ruedas de molino se encontraba con la represión de siempre.

A los 16 años me puse a trabajar en un supermercado, donde hacía de todo: cajera, reponedora, limpiadora y hasta pretendían que hiciera de guardia jurado. A los tres años me tenían que renovar el contrato o despedirme y optaron por lo segundo.
A los 19 años conocí a mi primer compañero sentimental y me independicé de la familia. Me quedé embarazada pero lo perdí. En el hospital de Leganés me hicieron una pequeña transfusión. Creo que fue allí donde contraje el virus de la hepatitis C.

Durante esos años hice de todo un poco, trabajos al “negro” o declarados (de limpiadora, grabando datos para una empresa de informática, etc.). Gracias a un préstamo pude comprarme una moto para poder trabajar de mensajera. Era un trabajo duro, pero en la moto me sentía libre. Pasábamos mucho frío en invierno y calor en verano, respirábamos aire contaminado todo el día, teníamos accidentes y encima no nos pagaban ni la gasolina ni los arreglos de la moto. A los 22 años, en 1989, participé en la primera gran manifestación de mensajeros. Sólo conseguimos una pequeña subida de salario, pero aquello despertó en mí la conciencia.
Me robaron la moto y tuve que alquilar una para seguir trabajando. Volví a participar, en 1991, en otra gran manifestación de mensajeros, después de varios días de huelga. Hubo enfrentamientos con la policía, heridos, y detenidos, pero conseguimos un plus por toxicidad, otro por peligrosidad y una nueva subida de salario. Tuve varios accidentes, alguno de ellos grave. Me volvieron a robar la moto y tuve que realquilar otra para seguir trabajando y pagar las deudas. Mi relación sentimental se resistió y nos separamos.

En una manifestación del 20-N conocí a Marcos Martín Ponce, que luego sería mi compañero de lucha en los GRAPO. A mí me asfixiaban las deudas y opté por ir a vivir a la casa que él y sus amigos punkis okupaban en el barrio de Usera. Nos desalojaban y okupábamos otra. Nos considerábamos anarquistas y acudíamos a sus manifestaciones y actos, pero sobre todo éramos antifascistas, aunque no estábamos organizados. Nos sentíamos solidarios de los presos en general y de los políticos en particular por la forma en que tenían de resistir al fascismo en las peores condiciones. Hacía ya mucho tiempo que habíamos perdido el interés por las drogas, apenas salíamos ya de fiesta, mientras que cada vez nos interesaba más todo aquello que iba contra el sistema. Formamos un grupillo y sacamos nuestro propio fanzín al que llamamos “Revuelta”. Nos autodenominamos “Juventudes Antifascistas” y llevamos a cabo algún sabotaje y algunas pintadas reivindicativas.

Estábamos cada vez más organizados pero sentíamos que no era suficiente. Teníamos muchos encontronazos (algunos muy peligrosos) con los cabezas rapadas (nazis), pero pronto caímos en que el problema no eran ellos sino quienes los promovían y protegían, que el enemigo era el sistema capitalista. Necesitábamos formas de organización superiores, una estructura… los GRAPO eran lo que buscábamos. Y nos incorporamos a ellos pasando a la clandestinidad.
Los años vividos en los GRAPO fueron muy intensos en emociones y aprendizaje, maduré como persona y como militante todo lo que no había madurado tiempo atrás. La clandestinidad era muy dura, separada de tu familia y amigos, jugándote la vida y la libertad constantemente, pero compensa con creces sentir que haces lo que te dicta tu conciencia y que estás contribuyendo a construir un futuro en libertad.

Esos años me han enriquecido, he aprendido mucho de mis camaradas y he adquirido principios y valores que antes me eran ajenos.

Me detuvieron en París el 18 de julio de 2002 junto a otros camaradas. Me recluyeron en la prisión de Fresnes. Allí el aislamiento era doble: por estar presa en un país extranjero y por no conocer la lengua. Pero tuve la suerte de encontrar allí a dos excelentes compañeras: Victoria Gómez Méndez, de los GRAPO y Fina García Aramburu, del PCE(r). También conocí a un grupo de presas del Colectivo de presos políticos vascos que me ayudaron e hicieron más llevadera mi estancia en esa prisión. En Fresnes aprendí lo que era el internacionalismo y la solidaridad de los trabajadores, solidaridad que me llegaba en forma de cartas, de ayuda económica, de defensa jurídica, de ropa… Personas que no me conocían de nada me hacían llegar su calor y sus abrazos en varios idiomas. Es hermoso sentir esa solidaridad en un lugar tan hostil como la cárcel.

Me juzgaron y me condenaron a 6 años, luego fui extraditada al Estado español. En Soto del Real me recibieron algunas camaradas del PCE(r), de los GRAPO y del Colectivo vasco. Duró poco la alegría del encuentro porque al poco nos dispersaron a diferentes cárceles.
En España me condenaron a 6 años por una expropiación a Caja Duero de Valladolid, pena que cumplo en la actualidad en la prisión de Almería.

María Ángeles Ruíz Villa

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,soy Felipe,tu me conoces,pues soy el hermano de Marcos. Sabes que siempre te he tenido presente,a pesar de la distancia,las circunstancias,el tiempo,la incomunicación. Hoy te quiero decir que te quiero mucho,y que tienes lo poco que te puedo ofrecer para que lo tomes sin condiciones. Mi casa,mi cariño,mi amistad,un plato de comida,un huerto,y todo mi amor. Sabes que coincido con las ideas,pero no con la acción violenta. Te ofrezco unos brazos donde sentirte en paz,un rincón donde empezar y continuar. Besos de miel y canela.

Anónimo dijo...

Ciao farfallina🌹

Anónimo dijo...

Ciao Farfallina, 🌹 sì quieres contactarme respóndeme aquí y te enviaré un correo🤠