Poster de Manuel Arango Riego. |
Artículo
Manuel
Arango Riego
Enero
2014. Cárcel de Zuera
LAS
CONTRADICIONES DE UN POLVORÍN.
La
escalada de las contradicciones, crisis y conflictos en los que se ve
inmerso el estado fascista español viene alarmando a las potencias
imperialistas y a las principales organizaciones internacionales del
capitalismo mundial. De ahí que no sea extraño que en determinados
periodos, especialmente convulsos, se hable del “polvorín español”
en los medios de comunicación de otros países.
Ciertamente,
es difícil encontrar un estado en el que, como el caso del español,
se den cita tal cantidad de contradicciones desatadas, conflictos y
contenciosos (algunos de profundas raíces históricas). Para
nosotros, los comunistas, el panorama no puede por menos de que ser
cada vez más excelente, ya que el proceso revolucionario necesita
que se recrudezcan las contradicciones y los contenciosos de todo
tipo; necesita que “el desorden”, como decía Mao Zedong, “reine
bajo los cielos”.
El
siguiente texto no tiene como objetivo extenderse en las causas y
consecuencias de todo el cúmulo de contradicciones existentes; sino
avanzar un recorrido panorámico sobre esas contradicciones,
conflictos, etc., que muestran la decadencia del estado fascista
español y del sistema capitalista en el que se sustenta.
Si
se trata de comenzar por las contradicciones más destacadas, las que
conforman la base de la decadencia y de la lucha de clases en el
Estado español, el panorama es bien claro desde el punto de vista
comunista.
En
la base tenemos la contradicción fundamental* (contradicción que
contiene el antagonismo entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción capitalistas) de la sociedad española, la
que viene demandando desde hace mucho tiempo la necesidad imperiosa
de acabar, con el capitalismo e implantar el sistema socialista,
única forma de acabar con la explotación, la miseria y otras lacras
capitalistas a que son sometidos los trabajadores. Esta contradicción
es especialmente aguda en la fase monopolista-imperialista del
sistema capitalista, última fase de desarrollo de este sistema y,
por tanto, su fase de decadencia y decrepitud.
Junto
a esta contradicción fundamental, se encuentra particularmente
exacerbada la contradicción política principal de la sociedad
española, provocada por la existencia de fascismo: única forma de
dominación política en la que puede concretarse la dictadura de
clase de la burguesía monopolista.
De
tal manera, que el monopolismo y el fascismo en el Estado español no
se pueden disociar, son las dos caras de una misma moneda: la de la
fase última de la existencia del capitalismo como sistema histórico
dado. De ahí la destrucción del monopolismo y viceversa; todo lo
cual indica que es el sistema capitalista en su conjunto en el estado
español el que tiene que ser destruido como punto de partida para la
edificación de la nueva sociedad socialista.
Si
todo ello contiene las contradicciones más destacadas de la sociedad
en el Estado español, también hay que tener en cuenta que el
monopolismo y el fascismo, así como sus prolongaciones: el
militarismo y las guerras imperialistas, desatan todas y cada una de
las contradicciones de la sociedad y recrudecen la lucha de clases.
Especial
relevancia tiene en el estado fascista español la existencia de una
intensa lucha de clases, lo que viene desencadenando por parte de los
trabajadores y de sus organizaciones la lucha política, sindical,
armada, social, etc. En este terreno, hay que destacar el
enfrentamiento constante de las organizaciones que integran el
movimientos político de resistencia contra la burguesía, su Estado,
y sus colaboradores; y en la cúspide del enfrentamiento se
encuentran dos estrategias históricamente en lucha: la del estado
fascista español y cuantos le apoyan en diversos terrenos,
dispuestos a perpetuar la dominación de la burguesía a sangre y
fuego, y la estrategia de nuestro partido comunista, encaminada a
llevar a las masas obreras y populares a la destrucción del fascismo
y del sistema capitalista en el Estado español y edificar la nueva
sociedad socialista, regida por la dictadura revolucionaria del
proletariado.
A
partir de aquí, se puede entrar en otro buen número de
contradicciones y contenciosos, con unas consecuencias históricas de
profundo calado que se perpetúan en el tiempo.
Hay
que comenzar por el gran contencioso histórico de la destrucción de
la legítima república democrática de 1936-1939 por la
contrarrevolución española e internacional. Estrechamente unido a
lo anterior, se encuentra todo el largo periodo de postguerra hasta
la muerte de Franco; aquí se establece otro contencioso histórico
provocado de principio a fin por la contrarrevolución fascista, el
esclavismo laboral y una política social de corte policiaco
-falangista y católico- inquisitorial; en este largo periodo, no
sólo fueron asesinados por la represión política cientos de miles
de personas, sino también fueron asesinadas numerosas masas de
trabajadores debido a la explotación intensiva que conllevó la
edificación del monopolismo, iniciada dese la inmediata postguerra.
A
todo lo anterior, hay que unirle un tercer contencioso histórico; se
trata de una de las felonías política más ignominiosas y
criminales cometidas en la historia contemporánea de España: la
política de “reconciliación nacional”, promovida por el
fascismo y el partido revisionista de Carrillo antes de la muerte de
Franco y, posteriormente, en la llamada “transición” por los
partidos parlamentarios y sindicatos oficialistas. Esta política
tenía varios objetivos: desarmar política e ideológicamente a los
trabajadores, reconciliar a las víctimas populares con sus verdugos
fascistas y explotadores, justificar la destrucción de la república
democrática y prescribir todos los crímenes cometidos en la
postguerra por la contrarrevolución; todo ello tenía que servir de
base para llevar adelante la “transición”, de la cual iba a
salir el engendro del “Estado de derecho”.
Dibujo. Escribiendo cartas. (preso en mesa con una pluma) |
Este
tipo de Estado no solo se levantó sobre los crímenes cometidos por
el fascismo desde la guerra civil, sino que iba a ser la continuación
de la dictadura fascista, pero remozada y modernizada en diversos
campos. Esta forma de dominación, que nada tiene que ver con la
democracia-burguesa de la lejana época premonopolista como se ha
querido vender, conforma el actual estado terrorista, explotador y
militarista, quinta esencia de la dictadura política fascista del
capital financiero y monopolista español.
De
ahí que la constitución española no sólo legitima la dictadura
política, económica etc., de la burguesía en el poder, sino
también permite, a través de su artículo número 55, el empleo de
cualquier nivel de represión (desde la implantación del “estado
de excepción”, el “estado de sitio” y el “estado de
excepción”, el “estado de guerra” ante el calificado como
“enemigo interior”); mientras que los parlamentos existentes en
el Estado español son instrumentos de la burguesía y las elecciones
son auténticas mascaradas, articuladas por la ramificada maquinaria
de intoxicación política e ideológica de masas.
Por
lo demás, este tipo de régimen político se apoya, especialmente,
en la política represiva de la contrarrevolución permanente y en
todo un conjunto de partidos parlamentarios y sindicatos
oficialistas, que planifican y legalizan buena parte del terrorismo
estatal, la explotación de los trabajadores y la política
imperialista.
La
conclusión que se puede hacer de lo expuesto en esta parte, supone
que el régimen monárquico-fascista que han impuesto es el
resultado, por tanto, de la suma de todos los crímenes y atropellos
cometidos por el fascismo desde la sublevación militar de 1936 hasta
la muerte de Franco más los crímenes y atropellos cometidos bajo el
dominio del “Estado de derecho”, convertido por la ley y por
oficio en un Estado-Verdugo. ** (El “estado de derecho”
contabiliza en su haber hasta la fecha innumerables crímenes
políticos, las detenciones de carácter político y sindical de
miles de personas, la generalización de la práctica de la tortura y
la celebración de miles de juicios políticos. Este tipo de estado
ha puesto en práctica el “estado de excepción” e incluso el
“estado de sitio” (mediante el llamado plan Z en los años 80 y
90 en Euskal Herria) y la “guerra sucia” de los GAL coordinada
por los gobiernos de Felipe González. Igualmente, contabiliza
durante décadas una política laboral y social de saqueo intensivo
de los trabajadores, equiparable en muchos aspectos a la existente en
los países neocolonizados del tercer mundo. Por su parte, el
ejército español ha participado y lo sigue haciendo, junto a otros
estados imperialistas, en el asesinato masivo cometido sobre diversos
pueblos.)
A
continuación, se puede avanzar la situación interna de la clase
burguesa en el poder en sus partes más destacadas. Si hubiese que
establecer una característica lo más general posible de esa
situación interna, esta bien puede ser la de acelerado proceso de
descomposición en medio de un nivel de parasitismo exacerbado.
Ciertamente,
el “estado de derecho” apesta, su hedor es insoportable, corroído
por las crisis y los innumerables conflictos internos (ajustes de
cuentas, conspiraciones y contenciosos), a lo que se une el
hundimiento de sus aspiraciones y el odio que le profesan millones de
trabajadores. Y todo este proceso de descomposición se agudizará
tanto más cuanto más se recrudezca la crisis general que atenaza al
capitalismo español y cuanto más avancen las luchas de todo tipo de
los trabajadores y de sus organizaciones verdaderamente democráticas
y revolucionarias.
Dentro
de esta situación interna, la lucha por el botín económico
impregna completamente a la estructura económica burguesa. Los
monopolios están arrasando, junto a la crisis económica, a la
pequeña burguesía urbana y rural; al mismo tiempo, continúan los
contenciosos y refriegas de diversos tipos entre los grupos
financieros y empresariales más poderosos, en medio de una tendencia
imparable a la concentración del poder económico cada vez en menos
manos; tampoco se escapa de este campo de batalla la lucha entre los
monopolios españoles y los provenientes del exterior, que han
irrumpido con especial agresividad a los lomos de la estrategia
planetaria de la “globalización”, la cual ha eliminado una gran
parte de las políticas proteccionistas y leyes económicas y
comerciales internacionales.
Después
tenemos un abultado número de contradicciones y conflictos que se
sitúan dentro de la superestructura política e ideológica de la
sociedad española. Entre otros se pueden citar: las diferentes
posiciones entre la burguesía respecto a la utilización de la
monarquía y su futuro, de tal manera que no se puede descartar de
ninguna manera que la monarquía pudiese llegar a ser desalojada del
poder si esto le sirve a la gran burguesía financiera y monopolista
para seguir perpetuando su dominación, ya que esa monarquía no deja
de ser su instrumento, como así fue programada en tiempos de Franco
para utilizarla en el posfranquismo dentro del organigrama del poder
de la dictadura fascista y monopolista encarnada en el falso régimen
democrático de su “Estado de derecho”; junto a esto, se
encuentran las refriegas entre los partidos parlamentarios entre sí
a causa de las disputas por el poder político y económico, mientras
los enfrentamientos dentro de esos partidos parlamentarios y
sindicatos oficialistas mafiosos son una realidad que divide a cada
uno de ellos en una especie de “reino de taifas”, cuando no
provocan escisiones; igualmente, en los propios aparatos del Estado
se suceden conflictos de competencias y por la disputa del botín de
los presupuestos entre ellos mismos y dentro de cada uno en
particular (como ocurre de manera escandalosa en el aparato
judicial); tampoco los principales grupos mediáticos, como parte de
los diversos grupos monopolistas y políticos, escapan a la peleas
entre ellos en medio de una competencia feroz; lo mismo sucede en los
ámbitos universitarios, donde cada rectoría, convertida en un
pequeño feudo político, practica, en medio del fragor de la crisis
económica, el sálvese el que pueda a costa de lo que sea.
Dibujo. (Mujer con alambre de espino en la boca) |
Un
conflicto que ha cobrado una resonancia cada vez mayor es todo lo que
rodea a la corrupción. Pero lo verdaderamente más novedoso de este
asunto no es que exista corrupción, ya que está es consustancial al
sistema capitalista desde su misma génesis, desde que el edificio de
este sistema se comenzó a levantar sobre el robo o saqueo legalizado
sobre los trabajadores en base a la obtención de la plusvalía o
trabajo no pagado o no retribuido. Lo destacado, si cabe, es el
elevado número de robos y saqueos que son destapados desde las
propias filas de la burguesía, desde sus partidos y desde otros
estamentos, como consecuencia de las peleas internas, las rivalidades
y los ajustes de cuentas. No obstante, en este terreno, lo que
siempre será una verdad histórica irrefutable es que la clase
burguesa es una clase saqueadora y expoliadora, que actúa como una
gran y ramificada banda de ladrones a tiempo completo, entre los que
se encuentra la camarilla de la casa real.
Particular
gravedad han adquirido las tendencias centrífugas de las burguesías
nacionalistas periféricas, cuya dinámica hacia el rompimiento con
las naciones oprimidas, ha ido avanzado cuanto más se desintegraba
es “estado de las autonomías” y se recrudecía la crisis general
del capitalismo español y de su régimen político.
Apartado
especial merece la situación de la propia oligarquía, esa especie
de estado mayor conjunto del monopolismo español y de su régimen
político. La verdadera realidad es que la plataforma oligárquica ni
es compacta ni tiene un sector hegemónico, dominante que imponga el
ordeno y mando a los demás sectores oligárquicos. De ahí que todo
esto se refleje en un insuficiente control sobre su propio sistema de
dominación y que, a la vez, las divergencias y contradicciones
oligárquicas repercutan en el poder, así como en toda la clase
burguesa, convulsionándola y debilitándola.
A
todo este conjunto de contradicciones y conflictos existentes en el
marco del Estado español, se une otro buen número de
contradicciones y conflictos que parten del ámbito internacional, lo
cual agrava la propia situación interna en diversos terrenos. No
obstante, la realidad no es solo que las contradicciones provenientes
del exterior se sumen a las internas, sino que en determinados campos
las contradicciones interiores y las exteriores se ensamblen,
formando todo un nudo explosivo, propio, como en otros países, de la
fase histórica del capitalismo monopolista e imperialista, que
establece una interrelación e interdependencia constantes.
En
relación con lo anterior, es necesario exponer determinadas
características de la burguesía española y de su estado, ya que
esas características afectan a su situación en el exterior. Hoy es
ampliamente reconocido que el Estado español es un estado segundón
en el concierto internacional, tanto en el terreno político, como en
el económico y militar, y sin posibilidad alguna de prosperar hacia
un status superior. Es el Estado del quiero y no puedo, el de las
aspiraciones fracasadas y el de las poses que le hacen quedar en
ridículo. Es igualmente, un Estado del que se conoce perfectamente
su alto grado de vulnerabilidad y su búsqueda constante de
protectores bajo los que cobijarse.
Nadie
puede ignorar tampoco que es un Estado que ejerce el saqueo con los
países más débiles e intenta crear sus propias áreas de
influencia y expansión con una ambiciosa política dirigida a
terminar con su atraso histórico, lo que le ha causado no pocos
problemas. Es un Estado que aún metido en cuantas organizaciones
internacionales puede en ninguna llega a ocupar lugares relevantes.
Es por lo demás, un Estado que se ha ganado fama de ser escasamente
fiable, entre otros motivos por su inclinación a venderse al mejor
postor, ejerciendo unas labores propias de un estado-mercenario:
realizando trabajos sucios para sus amigos imperialistas o ejerciendo
de “caballo de Troya” a favor de terceros.
Estrechamente
relacionadas con esas características generales, se encuentran otros
aspectos concretos que forman parte de la política de estado de cara
al exterior, como son: la política del “hispanismo”, dirigida a
favorecer el saqueo de los monopolios españoles en determinadas
áreas del mundo, esta política se haya tan desenmascarada que
apenas puede cumplir un papel expansionista. Otra política destacada
está dirigida a potenciar constantemente la contrarrevolución
coordinada y el terrorismo de Estado en cualquier parte del mundo
(“España exporta contrainsurgencia”, ha aparecido con frecuencia
en medios de comunicación internacionales), todo lo cual le ha hecho
ganarse la enemistad de no pocos pueblos. El mismo esperpento de la
llamada “alianza de civilizaciones” no ha hecho olvidar a los
pueblos musulmanes las agresiones del Estado monopolista español, lo
que se traduce a una permanente hostilidad por parte de esos pueblos.
La
cruda realidad del Estado español es que al mismo tiempo que iba
fracasando en sus denodados esfuerzos por hacerse un hueco en el
Olimpo del imperialismo mundial más selecto, ha ido acumulando
contenciosos y graves problemas de carácter político,
económico-comercial, diplomático, etc., en el marco internacional.
A
partir de aquí se puede incidir de manera especial en todo un
conjunto de problemas que agravan la situación del Estado español.
Particulares y graves contenciosos le ha causado la caída
espectacular de su influencia en los foros de decisión y
asociaciones internacionales, como consecuencia de su hundimiento
económico después de saltar por los aires la “burbuja
inmobiliaria” y de los graves problemas del mundo financiero; hoy
en día, el Estado español ni siquiera tiene cabida en el grupo de
países del G-20, a cuyas reuniones asiste solamente en calidad de
oyente. Igualmente, se acumulan para el régimen fascista español
los conflictos causados por el proceso de nuevo reparto del mundo, en
el que se hallan embargadas las grandes potencias imperialistas;
dentro de este nuevo reparto imperialista, el Estado español es un
claro botín a disputarse, dada su debilidad, su inestabilidad
interna y su privilegiada posición geográfica. Tampoco tiene nada
de descartable que es Estado español tenga que hacer frente a
potenciales “protectores”, encarnados en determinadas potencias
imperialistas, que apoyando las posiciones independentistas de las
naciones oprimidas por el fascismo español, busquen en el seno de
las posiciones enfrentadas entre los llamados “europeístas”
(comandados por el eje franco-alemán) y los “atlantistas”
(pro-yanquis) que intentan ganarse para sus causas respectivas al
Estado monopolista español; la perspectiva de esta situación
llegará a transformar el territorio estatal español en un campo de
intereses imperialistas enfrentado, como así se viene manifestando
en determinados terrenos en épocas especialmente convulsas en el
panorama internacional.
Si
terminamos esta parte entrando brevemente en algunos marcos
geográficos concretos, hay que señalar que el Estado monopolista
español anda metido en contenciosos de diverso tipo con el Estado
marroquí, su “potencial enemigo de la ribera sur”, como siempre
lo han calificada los sucesivos estados mayores del ejército
español; mientras que en relación a la UE el Estado español nunca
pasó de ser un socio de segundo rango y siempre bajo el mangoneo de
las potencias europeístas, lo que le ha dejado siempre fuera de las
principales decisiones, provocando numerosos contenciosos. Mención
especial merecen los continuos problemas por los que atraviesa la
singladura imperialista (financiero-empresarial) española en
Latinoamérica, donde la resistencia de determinados países a
dejarse saquear está resquebrajando los negocios y reduciendo las
ganancias de los capitalistas españoles.
Dibujo. (una estrella leyendo) |
También
es necesario hacer referencia a otros aspectos que han agravado las
contradicciones y conflictos entre los que se debate el Estado
fascista español, como son la dinámica planetaria de la
“globalización” y el proceso de desarrollo de la guerra
imperialista a gran escala, que comenzó tan pronto hubo desaparecido
el campo de los países socialistas.
Bajo
un marco general regido por la “globalización”, puesta en marcha
por las principales potencias, como instrumento, entre otros, de su
nuevo reparto el mundo y articulada por las divisas imperialistas de
la “ley del más fuerte” y del “todo vale” en un mercado
mundial sin barreras, el estado monopolista español viene siendo
víctima propiciatoria. Esta situación le está generando perder
fuerza comercial y, poder competitivo, ver penetradas sus áreas de
expansión económica y ser ninguneado cada vez más descaradamente
por las grandes potencias en los saqueos de los diversos botines que
asolan el planeta.
Al
mismo tiempo, la posición de estado beligerante del régimen
fascista español en el proceso ininterrumpido de guerras
imperialistas que está desarrollándose, ya le ha causado numerosos
problemas políticos, económicos y de enemistad con determinados
pueblos. También hay que señalar que las guerras de agresión
imperialista (camufladas como “intervenciones humanitarias”) en
las que vemos participando el ejército español, han espoleado el
movimiento popular contra el militarismo y las guerras imperialistas.
Lo que no cabe duda es que el militarismo y la guerra imperialista,
al igual que el fascismo, siempre se vuelven contra sus propios
promotores.
Se
podría finalizar este recorrido panorámico sobre las
contradicciones y conflictos relacionados con el Estado español,
exponiendo dos etapas políticas que han acelerado la decadencia del
sistema capitalista en España.
Por
una parte, se encuentra el fracaso histórico de la llamada “reforma
política”. Este fracaso dejó el monopolismo y al fascismo sumidos
en una crisis política, económica, social, etc. mayor que la que
tenían a la muerte de Franco. Por el camino que había quedado hecho
jirones el entramado del “Estado de Derecho” y desahuciados, por
el odio y el aislamiento que le dedicaban los trabajadores, los
partidos y sindicatos institucionales que, al más depurado estilo
contrarrevolucionario, habían realizado tantas salvajadas contra los
trabajadores y sus organizaciones que estaban emulando las cometidas
por el movimiento nacional falangista y el sindicato vertical
fascista de los tiempos de Franco. Mientras tanto, fue incontestable
la victoria política, ideológica y moral de las organizaciones del
movimiento político de resistencia, que había contribuido a echar
abajo la fase reformista.
Por
otra parte, ante el fracaso de la “reforma política”, el Estado
fascista y los monopolios emprenden, a partir de los gobiernos de
Aznar, una política general ultrarreaccionaria, que nuestro partido
calificó como la estrategia del “regreso a los orígenes
fascistas”. Esta estrategia conllevaba el relanzamiento constante
del terrorismo de Estado, la escalada de la explotación de los
trabajadores, la eliminación en masa de los derechos laborales y
sociales y el desarrollo de una política imperialista que metía que
lleno al Estado fascista español en el proceso de las guerras
imperialistas en cualquier parte del mundo. Pero esta estrategia de
Estado, que ha sido articulada por los sucesivos gobiernos, tanto de
los falangistas del PP como por los socialfascistas del PSOE, y que
aún continua, no solo no ha logrado atajar la crisis general que les
atenaza, sino tampoco ha podido impedir que hayan proseguido las
luchas obreras y populares y no ha logrado detener el progresivo
resquebrajamiento territorial del estado monopolista en su nuevo
fracaso cosechado en su permanente propósito de acabar con el
movimiento político de resistencia y las organizaciones que lo
integran.
A
modo de síntesis, hay que insistir en la realidad de que en el
Estado monopolista español está incidiendo en las crisis generales
combinadas, a cada cual más devastadora: su propia crisis general y
permanente y la crisis de decadencia y decrepitud del sistema
capitalista a nivel planetario.
Lo
que está claro es que nos encontramos, con respecto a todo el
sistema capitalista, ante todo un mundo de crisis irresolubles,
contradicciones desatadas, lucha de clases en ascenso y el
surgimiento o en su caso desarrollo de procesos revolucionarios.
Todo
esto forma parte del itinerario por que se mueve el materialismo
histórico hacia el gran cambio de sistema social, ya que a la
historia ni se la puede hacer marchar hacia atrás, ni se la puede
detener.
Enero,
2014.
Manuel
Arango Riego
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