viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Transición? ¿Qué transición? 1ª parte de 3

 
Memoria Histórica del día:


-1905: El ejército zarista usa artillería contra las barricadas en Moscú. Cientos de obreros y comunistas muertos.


-1922: Huelga general en Calcuta (India). Miles de represaliados.


-1938: Empieza la ofensiva final del ejército fascista sobre Catalunya. En Burgos, los fascistas editan en el BOE la ilegalidad de la República y de todas sus leyes desde 1931.


-1992: Alemania reconoce la independencia de Croacia y Eslovenia. Los ustachas no asesinaron en balde.

 
¿Transición? ¿Qué transición?

(1ª parte de 3)

 
Una de las reivindicaciones más sentidas por el masivo y radicalizado movimiento de masas de mediados de los 70 y que la izquierda domesticada, en un principio, utilizó para sus chalaneos con la oligarquía fascista, mercadeando con los hondos y legítimos anhelos de las masas obreras y populares, se expresaba a través de la consigna “¡Cuerpos represivos, disolución!”, que concentraba el odio cerval hacia los sádicos torturadores de la Guardia Civil y la Policía Armada, especialmente hacia la sección encargada de la represión política, la odiada y temida Brigada Político-Social, BPS, verdadero Estado Mayor del terror formado por los más execrables y viles torturadores. Como es sabido, tras la II GM, los países aliados establecieron un programa en los países liberados del yugo nazi-fascista, que iba desde la formación de un Gobierno Provisional integrado por las fuerzas políticas que se habían enfrentado, en sus países respectivos, a la tiranía nazi-fascista hasta, en los países con tradición monárquica, un referéndum eligiendo la forma de Estado (monárquica o republicana), pasando por la depuración del aparato represivo del Estado y el enjuiciamiento de aquellos con responsabilidades penales, que serían juzgados por “crímenes contra lesa Humanidad” los cuales son imprescriptibles. Nada de eso sucedió en el Estado español.

Considero conveniente empezar con un ejemplo que podría ilustrar por si sólo la naturaleza de la reforma fascista. Roberto Conesa es el símbolo más elocuente de la continuidad del fascismo, de su adaptación a través de cambios ornamentales que se pueden resumir en la integración de la izquierda domesticada en su forma terrorista de dominación. Conesa es el encargado, en 1939, de infiltrarse en el Socorro Rojo Internacional, lo que conllevaría la detención de trece jóvenes comunistas militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas, bajo torturas y falsas acusaciones. Aquellas trece jóvenes pasarían a la historia con el nombre de las “13 rosas rojas”. En 1942 se encarga del desmantelamiento del aparato de propaganda del PSOE y de UGT, que tras su pérfida participación en el Golpe casadista, ha dejado a sus militantes de base indefensos ante las huestes fascistas; en dicha operación es asesinado Antonio Donoso. Ese mismo año participa en la detención y torturas de Heriberto Quiñones, responsable de la estructura clandestina del PCE en el interior. Es fusilado sentado en una silla: ha sido mutilado durante las torturas y tiene la columna vertebral rota. A principios de los 50 los antifascistas que pasaban por sus manos afirman que, tras las peores torturas, siempre usaba un tono “paternalista”. A mediados de los 50 se marcha a la República Dominicana, para la instrucción de los escuadrones de la muerte del dictador fascista y títere yanqui, Trujillo. En 1977 (dos años antes había sido el encargado de las torturas a los detenidos en virtud del Decreto-Ley Antiterrorista de agosto del 75, que acabó con el fusilamiento de 5 antifascistas, tres militantes de ETA y dos del FRAP) su nombre aparece en todos los titulares de prensa: es el “súper agente”, el “súper comisario” Conesa, el “salvaguardador de la democracia” que había liberado a Villaescusa, carnicero presidente del Consejo de Justicia Militar, y al oligarca Oriol y Urquijo, partícipe en los crímenes de Montejurra en el 76, que habían sido secuestrados por los GRAPO. Todos los detenidos de dicha organización armada denuncian brutales torturas. Su nombre aparece salpicado en numerosas tramas de terrorismo de Estado.

 
Por ejemplo, en la conocida como “Operación Mallorca”. Junto al ministro fascista Martín Villa (actualmente presidente de Sogecable, lo que no deja de ser curioso ya que, él mismo, se encargó de proteger a los ultraderechistas que, en el 77, colocaron un explosivo en la sede de “El País”, costando la vida al conserje del edificio) y al íntimo de éste desde los tiempos de su militancia en el SEU (el sindicato universitario fascista y parapolicial), Mariano Nicolás organizan el intento de asesinato del Secretario General del MPAIAC, Antonio Cubillo, independentista canario refugiado en Argel. El Estado fascista español se ve presionado por la RFA a través del agente del BND Werner Mauss, que veía dañados los intereses de las compañías comerciales y aéreas oestealemanas por los petardos que, de tanto en tanto, colocaba el MPAIAC en aeropuertos. Para el asesinato, contratan a un grupo de asesinos a sueldo, encabezados por José Luis Espinosa, “Gustavo”. Este individuo ya había sido infiltrado en el PCE(m-l) y en el FRAP, así como en la UGT de Murcia para “limpiar el sindicato de trotskistas”. Cubillo es acuchillado repetidas veces al entrar en el portal de su casa pero, finalmente, consigue salvar la vida, arrastrando secuelas para siempre.


La misma operación conduce a la detención, en el 77, de todo el Comité Central del PCE(r). Cubillo presentó al mercenario Espinosa a militantes de ese Partido y de los GRAPO. La dirección del PCE(r) fue condenada, como durante el fascismo franquista, por “asociación ilícita” y “propaganda ilegal”. Y así, todo vuelve al comienzo, a Conesa. Los detenidos del PCE(r) y de los GRAPO son conducidos a las sórdidas mazmorras de la DGS, donde les esperan la “barra”, la “bañera” y otros “sofisticados” y “democráticos” métodos de interrogatorio en manos de todo un experto como Conesa, y su subordinado más directo, Juan Antonio González Pacheco, “Billy el niño”. Fue, hasta principios de los 80, jefe de la Sección Anti-GRAPO de la Brigada Central de Información considerada, incluso entre medios policiales, como la más “dura” de la época.

(Continúa el 25 domingo)

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