miércoles, 4 de noviembre de 2015

El FBI fabrica yidahistas en cadena. Artículo de Olarieta.

Foto. Sede del FBI.
El FBI fabrica yihadistas en cadena
Juan Manuel Olarieta

El FBI tiene 15.000 confidentes reconocidos, bastantes de los cuales están infiltrados entre las comunidades musulmanas de Estados Unidos, sobre cuyas actividades suministran información cotidiana, casi al minuto.

Lo mismo que el policía, el infiltrado es un profesional: vive de eso, cobra por eso. Trabaja a destajo. Si no hubiera bombas y crímenes se quedaría en el paro. De ahí que la infiltración no sea suficiente y el confidente trate de que las personas de las que se rodea cometan el mayor número de crímenes posible.

El negocio es redondo porque, además de la recompensa, el policía y el infiltrado disfrutan de inmunidad judicial. Todo lo hacen por el bien de la sociedad. Incluso las matanzas.

En un informe de julio de 2014, la ONG Human Rights Watch acusó al FBI de “crear terroristas” aprovechándose de personas vulnerables para incitarlas a que cometan atentados. No solamente de palabra; en algunos delitos son ellos quienes proporcionan las armas, los explosivos y los manuales para manejar todo eso.

Durante este verano el FBI se ha dedicado a seguir la pista de decenas de personas a lo largo y ancho de Estados Unidos y “logramos estropear muchos planes”, se felicitaba James Comey, el director del FBI el 8 de octubre.

¿Planes? Al director del FBI le traiciona el subconsciente: la policía no tiene como misión estropear planes sino investigar delitos, o sea, hechos.

El 10 de abril el FBI anunció la detención de un joven de 20 años, John Booker, que estaba preparado para cometer un atentado suicida con un coche bomba contra una base militar de Kansas.

Según el atestado, Booker llevaba seis meses siendo manipulado por el FBI. Los infiltrados le habían enseñado incluso a grabar un vídeo en el que iba a pasar a la posteriridad como “mártir” de la guerra santa.

También le enseñaron los componentes químicos para fabricar un artefacto explosivo y entre todos (policías, infiltrados y yihadista) llegaron a ensamblar una y la metieron dentro de un vehículo.

No son casos aislados. Mubin Shaikh, un antiguo policía canadiense infiltrado ha escrito un libro sobre estas técnicas de funcionamiento de las policías de todo el mundo. Se titula “Undercover Jihadi” (Yihadista encubierto).

Shaikh cuenta en su libro que un día le encargaron sondear a alguien al que calificaban como “extremista”. Le propuso organizar un campo de entrenamiento de la yihad. El “extremista” no mordió el anzuelo y se negó a ello y dijo que lo que quería era estudiar religión.

Uno de los casos judiciales orquestados por el FBI es el de “Los Cinco de Fort Dix”, un grupo de albaneses implicados en la preparación de un atentado contra una base militar en Nueva Jersey en junio de este año.

De los cinco albaneses, cuatro han sido condenados a cadena perpetua por un atentado inexistente. Tres de ellos son hermanos entre sí, es decir, una familia entera entre rejas por hablar y discutir sobre unos planes criminales que sólo estaban en la cabeza calenturienta del FBI.

Antes de su detención en 2007 llevaban 18 meses sometidos una estrecha vigilancia policial. La prueba del crimen es un vídeo en el que aparecen durante las vacaciones de verano disparando en el campo sobre unas dianas, algo que en Estados Unidos es muy corriente.

La única diferencia con otros entretenimientos parecidos es que mientras disparaban los albaneses gritaban “Dios es grande”.

Durante el juicio quedó claro que los condenados no tenían ninguna intención de cometer ningún delito, ni de atentar contra nadie. Por más que un infiltrado trató de convencerles de ello, siempre se negaron.

Como consecuencia de farsas judiciales como ésta, la paranoia ha cundido entre los musulmanes de Estados Unidos. En cuanto alguien habla de yihad, de violencia o de algo que remotamente pueda parecerse a ello, la gente le da la espalda. Todos saben que es alguien del FBI.

La consecuencia de ello es el alejamiento de los musulmanes de cualquier actividad política. En una reunión colectiva, todos saben que alguno de ellos es un infiltrado que acecha, aunque no sepan de quién se trata.

El FBI ha reconocido que, además de una injerencia en la vida privada de las personas, el recurso a los infiltrados supone un engaño. Pero, ¿a quién engañan? A casi todos, especialmente a los jueces, que viven de eso, de encerrar de por vida a unos albaneses incautos aficionados al tiro al blanco.

Cartel. "Molero libertad".
Represión:

Molero Libertad

Fran Molero, de Cuevas de San Marcos (Málaga), condenado a 5 AÑOS DE PRISIÓN por participar en la manifestación de "rodea el congreso" en 2013 ¡LIBERTAD!

Foto de la Procesión Herexe, músicos.
Cartas de lectores:

Del blog del viejo topo
No quisiera terminar esta entrada sin hacer referencia a una anécdota que tuvo lugar en Galicia y que ya contamos hace tiempo en la entrada
"Una procesión "hereje" en Galicia al son de "A las barricadas" y el cura obrero". En cierto modo viene a reflejar el pragmatismo gallego, aunque el cura al que se hace referencia no es un cura "normal". Se trata de una procesión en 2013, en una aldea gallega, en la que una banda de música acompaña al santo en procesión tocando la Varsoviana. Merece la pena verlo:

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