Foto. "Juan García Martín, comunista condenado a morir en prisión". |
Diligencias
contra Juan García Martín
Acusado
por el funcionario que no deja de provocarles en Puerto III, de
“Desacato a la autoridad y lesiones”. El 18 de septiembre le
tomaron declaración por video-conferencia. La declaración se
desarrolló ante el juez, sin ponerle trabas, es decir, le dejó
explicarse y tampoco puso impedimentos a que el abogado que estuvo
presente al otro lado de la pantalla al igual que el susodicho juez,
hiciese las preguntas que consideraba pertinentes.
Resumiendo,
no hay motivo de
queja y destacar el esfuerzo del abogado que
se ha hecho cargo de la defensa de Juan sin más
interés que
por principios democráticos y solidarios. Por
supuesto, otra cosa son los "principios" de
la justicia de
este sistema.
De
la denuncia que le puso Juan a
su agresor no
se sabe nada, aun de ser anterior en fecha a la interpuesta por el
carcelero.
Foto. Escuchas policiales. |
El
15 de mayo un decreto del actual gobierno aprobó una partida
presupuestaria extraordinaria de 10 millones para la
“potencialización tecnológica y de los sistemas de información
y comunicación” de los servicios de Información.
De ellos 4 millones de euros están destinados a un sistema de geolocalización de teléfonos móviles y 1,09 para comprar dispositivos de seguimiento electrónico y de grabación de conversaciones “en ambientes hostiles”.
Se trata de herramientas informáticas sofisticadas capaces de ubicar a un individuo a través de su teléfono celular o de grabar de forma secreta conversaciones en lugares cuyo acceso es imposible para los policías.
En el preámbulo, el gobierno no es nada original. Justifica la necesidad del crédito al Ministerio del Interior con la excusa de moda: el aumento de atentados yihadistas dentro y fuera de Europa. Se trata de “combatir la amenaza [yihadista], neutralizar o minimizar los riesgos de acciones criminales terroristas contra nuestros ciudadanos y la atomización de los riesgos”.
Además de los sistemas de seguimiento y escucha, 1,1 millones de euros irán destinados a programas informáticos y equipos asociados a la implementación de una herramienta de inteligencia que integre todos los datos de las investigaciones contra el terrorismo y la “radicalización” que llevan a cabo los servicios centrales y los periféricos de la policía.
De ellos 4 millones de euros están destinados a un sistema de geolocalización de teléfonos móviles y 1,09 para comprar dispositivos de seguimiento electrónico y de grabación de conversaciones “en ambientes hostiles”.
Se trata de herramientas informáticas sofisticadas capaces de ubicar a un individuo a través de su teléfono celular o de grabar de forma secreta conversaciones en lugares cuyo acceso es imposible para los policías.
En el preámbulo, el gobierno no es nada original. Justifica la necesidad del crédito al Ministerio del Interior con la excusa de moda: el aumento de atentados yihadistas dentro y fuera de Europa. Se trata de “combatir la amenaza [yihadista], neutralizar o minimizar los riesgos de acciones criminales terroristas contra nuestros ciudadanos y la atomización de los riesgos”.
Además de los sistemas de seguimiento y escucha, 1,1 millones de euros irán destinados a programas informáticos y equipos asociados a la implementación de una herramienta de inteligencia que integre todos los datos de las investigaciones contra el terrorismo y la “radicalización” que llevan a cabo los servicios centrales y los periféricos de la policía.
Cogido
de Movimiento Político de Resistencia
Dibujo. Tres fusilados en el momento de ser alcanzados por las descargas. |
Cómo
asesinaban a los presos políticos en España
Penitenciaria
de Ocaña. 1949
“En
el curso de las semanas y los meses, el juzgado especial sigue
desarrollando gran actividad. Cada semana convocan dos expedientes
para nombrar defensores. Se eligen de una lista de oficiales de
aquella capitanía, rigurosamente seleccionados por el juez especial.
Y luego en la mañana del sábado, otros dos expedientes aparecen
ante los tribunales militares, en el ayuntamiento de Ocaña.
Durante
este período son dictadas y ejecutadas numerosas penas capitales.
Caen como trallazos entre los presos preventivos; se encienden éstos
en sublime coraje, pero al final es siempre lo mismo. Quedan
anonadados por un sentimiento de total impotencia.
En
el 49 son juzgados y condenados a muerte doce jóvenes acusados de
haber volado un polvorín militar. No hay pruebas concluyentes, pero
basta que uno de los jóvenes admita que han hablado vagamente del
caso, en una de sus reuniones, para que el Consejo de Guerra los
condene a muerte. Necesitan un responsable. La población
penitenciaria de Ocaña vive semanas de angustia a partir del momento
en que los jóvenes son encerrados en las celdas de condenados a
muerte. La espantosa espera de los condenados suele acabar alrededor
de los cuarenta días. Tras estos sobreviene el desenlace. En
ocasiones son indultados. Si este caso no se da, son llevados a
perecer delante de los piquetes.
Han
transcurrido unos treinta días desde que la sentencia de los jóvenes
fue dictada, cuando estos solicitan autorización para pasear una
hora diaria en el patio de celdas. Al denegar el director la
petición, los condenados declaran la huelga del hambre. Don Jacinto
se enfurece. Hace comparecer en su despacho a uno de los más
carecterizados, el cual renueva la demanda en nombre de todos. El
director llena de inventivas al joven. Vaticina sarcásticamente,
para él y sus compañeros, un próximo fin.
—Porque
no os salvaréis, ¿sabes? —le dice—. Puedes tener la absoluta
seguridad. Y siendo así, estúpido, ¿qués más os da ya una hora
de patio?
El
joven se pone muy pálido. Replica sin perder la compostura. El furor
del funcionario se exacerba. Avanza con la goma en la mano.
—¡Majaderos!
Tenéis un pie en la tumba y aún queréis rebelaros. Vais a morir.
Os darán un tiro aquí, otro aquí y otro aquí.
Le
toca la frente con la porra y le golpea repetidamente el pecho. La
reacción del condenado se desencadena, furiosa. Avanza con las manos
abiertas, como garfios. Se interponen los guardias personales de D.
Jacinto. Uno de ellos es un viejo mastín, de porciones descomunales
y mirada homicida. Utilizan profusamente las porras. Al instante, el
rebelde es abatido.
Antes
de los cuarenta días, de madrugada, se produce la temida saca. No
hay conmutaciones. A la mañana siguiente, al toque de diana, la
población entera vibra de horror ante la noticia de las
ejecuciones.”
Del
libro “Entre dos tiempos”, de J. Gómez Casas. Madre Tierra 1992.
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