Xabier Galparsoro. Foto |
Guerra
sucia mortal e impune
Colaboración:
Berrozi:
“No queríamos ser como la Guardia Civil”.
Las muertes impunes de 3 militantes vascos.
El
29 de diciembre oigo en Onda Vasca una entrevista con los jefes
históricos de Berrozi, el cuerpo de élite del PNV -su policía
política- que posteriormente derivó y se integró en la Ertzaintza
como jefes políticos y policiales. Si llega a ser el día anterior,
el de los inocentes, habría sido más creíble.
Todo
bondades, declaraciones de intenciones...
Se
quiere olvidar la cara amarga, brutalmente represiva, mortal, que
también ha llevado adelante semejante policía vascongada.
Del
libro “¿Cipayos? Policía Vasca o brazo político del PNV”,
editado por Txalaparta, resumo el capítulo dedicado a la muerte de 3
militantes de ETA, en las que intervino la Ertzaintza:
“La
actitud de encubrimiento que más sombras alberga, es la relacionada
con los óbitos de Josu Zabala Salegi, Xabier Kalparsoro Golmaio y de
José Luis Geresta Mujika, tres militantes de ETA muertos en extrañas
circunstancias y presentados oficialmente como "suicidados".
En el complicado cruce de caminos que condujo a la muerte de todos
ellos, la Ertzaintza aparece como elemento clave de alguno de sus
entresijos.
1993:
El caso Kalparsoro afectó a la Ertzaintza a partir del propio
testimonio del militante de ETA, que días antes de ser detenido hizo
llegar a su organización una carta en la que se recogen sus últimos
pasos. A pesar de su confusa redacción, o precisamente gracias a
ella, se pudo deducir que Anuk fue detenido de manera inadvertida en
Laudio (como una llamada anónima denunció el 30 agosto a Egin), y
que fue devuelto a su medio de forma controlada, valiéndose de
sistemas de seguimiento y de desorientación química o psicológica,
con el propósito de llegar a los responsables de Kalparsoro. (...)
Anuk
afirmó haber sido detenido por la Ertzaintza e interrogado (...)
Lo
cierto es que Anuk apareció en Durango, completamente desorientado y
afectado en apariencia por alguna sustancia extraña (en un principio
se pensó en que estaba bebido) en la mañana del 23 de septiembre
del 1993. Fue detenido por la Policía Municipal de Durango, cuyo
antiguo jefe era un personaje muy
cercano a Atutxa. Según constató en su día el equipo de
investigación de Egin, este militante del PNV desempeñó un papel
crucial en la entrega de Anuk a la policía española y en la
desaparición de pruebas incriminatorias contra la Ertzaintza en el
detenido. En el departamento, llegó a ser director de Seguridad
Ciudadana. Xabier Kalparsoro falleció al caer desde una ventana de
la comisaría de Indautxu, así que nunca sabremos quien trató de
manipular y utilizar al joven de Zumaia. Pero sí quién anduvo por
medio. Y la Ertzaintza anduvo.
Josu Zabala Salegi. (recordatorio) |
1997:
Menos nebulosa fue la intervención de la Ertzaintza tras la
aparición del cadáver de Josu Zabala en un paraje del barrio
Intsaspe de Itziar, con un único disparo en el corazón, el 28 de
marzo de 1997. A pesar de que el arma no tenía las huellas del
fallecido, de que la tierra que tenía en las zapatillas correspondía
a otro lugar, de que apenas se encontró sangre en el lugar, y de las
sospechosas marcas de Josu a la altura de las sienes, la cúpula
policial española se apresuró a avanzar la hipótesis del suicidio
del militante de ETA.
Según
se supo después, Josu fue secuestrado por algún cuerpo policial el
día 23 del mismo mes, en las proximidades del bar La Tortilla en
Bilbo, al lado del ayuntamiento. Interrogado y, como es presumible,
torturado, la información que obtuvieron fue utilizada con
posterioridad (1997 y 1998) por Guardia Civil y Ertzaintza para
abatir a tres militantes de ETA en Bilbo y Gernika, así como para
detener a decenas de personas.
La
familia alberga sospechas de que la Ertzaintza tuvo mucho que ver con
la desaparición de Josu. «En Itziar nos dijeron que los
ertzainas habían estado allí después de que se descubriera el
cuerpo de Josu y que comentaban entre ellos que ésa era cosa suya.
Pero nosotros no lo podemos saber». También llegaron a saber
que días antes de desaparecer hizo una llamada desde una cabina
telefónica de Bilbo y poco después la Ertzaintza acordonó el
lugar.
En
medio de todas estas especulaciones, fuese un cuerpo policial u otro
el responsable de lo acontecido, Atutxa fue el primero en salir a la
palestra para afirmar que la hipótesis más probable era la del
suicidio. Más aun, el consejero mancilló la memoria del fallecido
asegurando que:
La
gente se atreve a entrar en ETA, pero no a salir, y antes de
atreverse a salir cae en este derrotero tan incomprensible y tan
indigerible como el de segarse su propia vida.
En
otro alarde de desvergüenza, a pesar de no aparecer la bala en el
escenario de la muerte, de que estaba en mangas de camisa en una
madrugada gélida, y de no encontrarse el coche en
el que supuestamente acudió al lugar, las investigaciones de la
Ertzaintza se inclinaban por el suicidio como versión más
plausible. Al igual que hizo Retolaza con Barrionuevo a propósito
del maletín de Amedo, Atutxa agarró por los mismísimos a Mayor
Oreja, obteniendo a cambio garantías mútuas de no agresión. No
puede acusarse al PNV de oscurantista en este asunto. Jugó
claramente a favor de la impunidad de los asesinos y de sus propios
intereses.
Foto. Pancarta en homenaje a Joselu Geresta. |
1999:
Jose Luis Geresta, Ttotto, apareció muerto en el barrio oreretarra
de Zamalbide. Un vecino lo encontró en un descampado, boca arriba. A
su lado, una pistola Astra del calibre 6,35 con la que, una vez más,
presuntamente se suicidó. De nuevo, el destino trágico de un
militante de ETA volvió a cruzarse con la Ertzaintza, cuerpo
policial encargado de investigar su muerte.
Los
últimos pasos en la vida de este joven de Zizurkil guardan una gran
similitud con los de Xabier Kalparsoro. Testigos y familiares a los
que acudió en las horas anteriores a su muerte coinciden al
describirlo como desorientado, muy nervioso y persuadido de que
estaba siendo controlado y utilizado por la Policía, Más
concretamente, Ttotto repetía una y otra vez que tenía instalado un
mecanismo de seguimiento (un microchip) en las muelas, al tiempo que
pedía ayuda para arrancárselo.
Desde
que el 14 de marzo de 1999 huyó del piso en el que se alojaba en
Andoain, numerosas personas lo vieron o hablaron con él, lo que
permitió reconstruir, en cierta medida, sus pasos hasta el lugar en
el que fue encontrado con un disparo en la sien derecha. Sin embargo,
este caso dejó patente, sin lugar a dudas, la implicación de
terceras personas en su muerte. Se trató de un episodio innegable de
guerra sucia.
Al
igual que ocurrió con Anuk, Geresta repitió a todas las personas
con las que habló entre el 14 y el 17 de marzo, que estaba siendo
perseguido y utilizado por la Policía, advirtiendo así mismo de que
iban a decir que se había suicidado, más concretamente, que «si
me encuentran muerto de un tiro dirán que me lo he dado yo mismo».
Ciertamente, las incógnitas sobre la muerte de Ttotto se
multiplicaron nada más encontrar el cadáver, puesto que los
forenses dictaminaron que la postura del cuerpo, completamente
hierática, no se correspondía con la habitual en los casos de
suicidio con arma de fuego. El arma encontrada apareció en el lado
contrarío al de la mano supuestamente utilizada para disparar y,
para colmo, no tenía las huellas de Geresta. Para completar aquel
escenario amañado, uno de los ertzainas que se personaron tras
aparecer el cuerpo, afirmó que tenía el pulgar de su mano derecha
encajado en el bolsillo del pantalón. Todos estos datos son
incompatibles con un suicidio, y certifican que el cadáver de Ttotto
fue colocado en aquel escenario, al tiempo que una bayeta manchada de
sangre encontrada al lado del cuerpo sirvió, con casi total
seguridad, para limpiar el arma homicida (comprada en Italia con la
documentación de un ciudadano vasco en el año 1977).
Pero
el dato más revelador no se conoció hasta que, por deseo de la
familia, se realizó una segunda autopsia a Jose Luis Geresta. El
primer informe constató la existencia de múltiples lesiones y
marcas, todas compatibles –según el forense– con los daños
provocado por el proyectil, y por rozaduras y erosiones causados por
zarzas. En la segunda autopsia, se apreció que Ttotto tenía dos
muelas arrancadas y otra perforada, y que la extracción y fractura
de las mismas se produjo en el instante inmediatamente posterior a su
muerte, circunstancia que avala algunas conclusiones definitivas que
descartan el suicidio: no murió en el descampado de Zamalbide en que
apareció el cuerpo; alguien extrajo y perforó sus muelas con
instrumental fresador de precisión nada más matarlo. A resultas de
estos descubrimientos,
la Audiencia Provincial de Gipuzkoa dictaminó que eran indicios
racionales de la comisión de un delito de profanación, pese a lo
cual, sostuvo que "en principio" se trató de un suicidio,
aunque a su entender era «imposible desvincular totalmente de las
circunstancias del previo fallecimiento la extracción de dos muelas
del cadáver» de Geresta.
Los
magistrados se curaron en salud, al tiempo que acordaban el
sobreseimiento provisional de la causa, viniendo a decir que Ttotto
se pegó un tiro y que, al rato, alguien le extrajo traumáticamente
dos muelas, le perforó una tercera, manipuló el cuerpo, borró toda
huella y se marchó. ¿Quién lo hizo y por qué? «Se desconoce
el autor de los hechos investigados». Y se quedaron tan anchos.
Como
antes refería, la Ertzaintza hizo las tareas de instrucción e
investigación del caso, y desde el primer instante corroboró que
Geresta se suicidó, sin aportar en el informe ningún dato,
argumento o elemento indagatorio que razone su criterio.
Esta
temeridad al afirmar que se suicidó no se corresponde, en cambio,
con la desidia e indiferencia con la que abordaron el caso los
miembros de la Unidad de Investigación Criminal de la Ertzaintza. No
practicaron ni una sola diligencia para encontrar testigos o para
recoger el testimonio relacionado con su muerte y denuncia de ser
perseguido que narraron las personas con las que estuvo antes de
morir.
Sin
embargo, la Ertzaintza ya sabía que Geresta deambulaba por el
triángulo Andoain, Orereta, Oiartzun desde días antes de la
aparición de su cuerpo. El día 16 se incautaron de documentación
falsa con su foto y huellas, tras aparecer abandonadas en Hernani.
Cuando el día 21, tras anunciarse la aparición del cadáver, la
familia de Ttotto acude a la comisaría de Orereta, los ertzainas de
guardia no tuvieron inconveniente en acompañarles al depósito
municipal, sin autorización o verificación judicial previa, para
que comprobasen si se trataba de su hermano. Esto confirma que ya
conocían su identidad, de lo contrario, ¿hubieran permitido un
desfile de decenas de personas con idénticas dudas y sospechas de
que podría tratarse de un familiar suyo?
La
Ertzaintza sabía de la huida de Ttotto, precipitada por la detención
en Donostia de un segundo talde del comando Donosti, en una operación
desencadenada por una infiltrada, la policía nacional Elena Tejada
Berradre. Y en mayo de ese mismo año, fue la Ertzaintza quien
descubrió en Andoain el piso y el armamento utilizados por Geresta
hasta antes de su huida.
Al
igual que en el caso de Anuk, concurrieron en su testimonio elementos
comunes: la insistencia en que eran perseguidos y utilizados y su
desorientación y nerviosismo. En el caso dei joven militante de
Zizurkil, además, el dato –contrastado por la extracción post
mortem de sus muelas– de que llevaba un dispositivo de control y
seguimiento instalado en su cuerpo. La Ertzaintza no dedicó un
segundo de su tiempo en investigar estas denuncias.
El
teniente general en la reserva Sáenz de Santamaría, viejo
canalla
amigo de Retolaza y pieza clave de la guerra sucia, afirmó en una
entrevista a La Razón publicada en noviembre del 2001:
Ahora
también hay guerra irregular. Los comandos no se entregan solos.
Incluso ha aparecido algún muerto con dientes extraídos a
martillazos. Después de morir nadie se pega martillazos en la boca.
(...)”
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