Postal. (En una gran cárcel de cubículos, presos aislados). |
Presos
políticos vascos
Movimiento
Pro Amnistía y Contra la Represión
¿Qué
es la cárcel y para qué sirve?
La
cárcel es ese lugar en el que este sistema corrupto, formado entre
otros muchos por jueces, policías y políticos, esconde todo aquello
que a la vista de cualquiera puede dejar al descubierto el fraude de
eso que llaman “el mejor de los sistemas posibles”.
La
cárcel es ese espacio de opacidad en el que castigar a quien se
reveló contra la marginación y miseria a la que le condenaron desde
su nacimiento, o a quien intentó alcanzar ese falso y frustrante
concepto del “éxito social” a costa de lo que sea, sin darse
cuenta de que esto no es más que una ilusión inventada por quienes
nos quieren entretenidos en cualquier cosa salvo en la lucha por
nuestros derechos.
Pero
la cárcel es, también y sobre todo, el agujero al que los poderosos
que, por intereses personales y económicos someten a los pueblos y a
los trabajadores, arrojan a los militantes políticos que se rebelan
contra las injusticias.
La
cárcel es el penúltimo escalón de la represión contra la
disidencia política, exactamente el escalón que precede al
asesinato selectivo de quienes más han dado por la libertad de
Euskal Herria. En ocasiones, la cárcel sube un peldaño y se
convierte en la misma muerte.
La
cárcel es ese campo de exterminio en el que a los presos y presas se
les aplica una tortura crónica, una tortura que a lo largo de los
años va resquebrajando por dentro a quien la padece, tratando de
romper la capacidad de resistencia (esa tan minusvalorada en estos
nuevos tiempos) de la militancia más comprometida, tratando de
anular la voluntad de los presos y presas políticas vascas.
La
cárcel es, en definitiva, ese instrumento con el que tratar de
amedrentar al pueblo utilizando como rehenes a los presos y presas
políticas. Es el brutal lenguaje con el que los Estados pretenden
explicarnos que si las personas más valientes y entregadas tuvieron
que pasar por el aro, no existe nada fuera de lo marcado por ese
mismo aro.
Dibujo. (Brazo vendado esposado a una cama) |
Los
grados de tratamiento son el eufemismo con el que se denomina a las
distintas formas que la cárcel tiene para coaccionar a los presos,
especialmente a los presos políticos. Los grados no son más que una
forma de legalizar un tipo de tortura más sutil, consistente en
dejar con lo mínimo imprescindible para vivir a quien muestre algún
tipo de resistencia a convertirse en un ser sumiso al sistema.
Para
progresar de grado, la mayoría de las veces es necesario integrarse
en el propio sistema de funcionamiento de la cárcel, renunciando en
todo caso a cualquier tipo de lucha encaminada a mejorar las
condiciones de vida o a mantener la dignidad personal. Cualquier
parte de sanción será suficiente para impedir la progresión de
grado, pudiendo ser motivo de castigo el no ponerse en pie en un
recuento, negarse a limpiar las zonas comunes de la cárcel o dar una
contestación que el carcelero de turno entienda como irrespetuosa.
Los intentos de progresión de grado dejan a los presos y presas en
una absoluta situación de indefensión ante los abusos.
Tratar
de progresar de grado supone, en la práctica, la renuncia a la
solidaridad con el resto de presos, siendo necesario romper cualquier
tipo de vínculo organizativo con el resto de militantes políticos
para que cada cual busque su propia salida, sin importar la situación
de los demás. La progresión de grado es una renuncia a que la
cárcel trate como colectivo a los presos y presas políticas, y es
la aceptación de la legitimidad de la cárcel para valorar, en base
a los criterios de sus propios secuestradores, si los presos tienen
un comportamiento que se adecúa a lo que el sistema que les mantiene
presos quiere.
Además,
en el caso de los presos y presas políticas, para alcanzar el tercer
grado deben pagar la responsabilidad civil impuesta por el tribunal,
arrepentirse de la actividad por la que están sufriendo prisión y
delatar a compañeros y compañeras.
Dibujo. (la mano que escribe está metida en una guillotina. En el filo pone "Censure") |
Históricamente
los presos y presas políticas vascas han mantenido la actitud de no
solicitar progresiones de grado, por un lado, por entender que la
cárcel no tenía ninguna legitimidad para valorar su comportamiento
, y por otro, por entender que entrar en el juego que marca la cárcel
acarreaba la ruptura de la unidad y la solidaridad entre los presos
políticos.
Los
militantes políticos a los que los Estados mantienen como rehenes
siempre han entendido que la mejor aportación que desde la cárcel
se puede hacer a la lucha de liberación de Euskal Herria es la de
demostrar que la represión no es suficiente para doblegar su
voluntad ni para condicionar la lucha de nuestro pueblo.
Esta
actitud de resistencia ha sido, precisamente, el mayor revulsivo para
que nuevas generaciones se hayan seguido sumando a la lucha durante
décadas, a pesar de las constantes amenazas por parte de los
Estados.
Sin
embargo y ante casos puntuales, como es el de quienes sufren
enfermedades graves, siempre se ha entendido que la prioridad debe
ser que estos militantes volvieran a casa vivos, aceptando que se
buscara para ellos una salida diferente a la del resto. La
flexibilidad y la comprensión ante este tipo de casos por parte de
sus compañeros y compañeras ha sido reflejo de generosidad
revolucionaria.
Consecuencias
de la aceptación de la legalidad penitenciaria.
Cuando
hablamos de aceptar la legalidad penitenciaria, no nos referimos a
hacer uso de los derechos que el reglamento penitenciario reconoce a
los presos y presas. Estos derechos se han logrado en todos los casos
gracias a décadas de dura lucha que han permitido que quienes hoy en
día sufren la cárcel pasen por ella en condiciones mejores que sus
predecesores.
Cuando
hablamos de aceptar la legalidad penitenciaria no nos referimos, por
tanto, a acogerse a derechos, sino a las obligaciones impuestas para
acceder a determinados beneficios. Es aquí donde entra el chantaje
por el cual la cárcel ofrece algo al preso a cambio del que el preso
entregue algo a la cárcel, que en el caso de los presos y presas
políticas vascas no es otra cosa que la renuncia a su militancia
política y la aceptación del sistema que les mantiene en prisión.
Por
otra parte, el hecho de que algunos se acogieran a estos beneficios
mientras otros se mantienen en su postura de confrontación con la
cárcel, supondría que los primeros estarían fortaleciendo la
opresión que los Estados mantienen contra los segundos.
En
una lógica represiva tan cruda como la que viven los presos y presas
políticas vascas, las salidas individuales de algunos pueden suponer
el dar por buena la “vía de la reinserción”, trayendo la
consecuencia del éxito de estas medidas represivas y por lo tanto el
agravamiento de la situación de los y las militantes políticas que
opten por no aceptar este chantaje.
Es
por ello que el Movimiento Pro Amnistía y Contra la Represión se
compromete a seguir apoyando tanto en lo político como en lo humano
a todos y todas aquellas presas políticas vascas que sigan
manteniendo posturas de dignidad y lucha frente a quienes oprimen a
nuestro pueblo. Seguiremos luchando hasta la consecución de la
amnistía.
Pantallazo. (realizando un gran pintada "Amnistía". |
Música combativa:
Pablo
hasél – No claudico
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