Concha González Rodríguez
“Estuvimos estas navidades en Brieva en vis de 3 horas con Concha. Está muy bien, pero echa en falta a Arantza. Ahí siguen 6 bolsas suyas, y ella en otra cárcel (...)”
Nací el 12 de noviembre de 1962 en Madrid, en una familia de emigrantes extremeños. Crecí y pasé toda mi juventud en el barrio obrero de Vallekas. En este barrio emblemático de luchas sociales y políticas adquirí mis primeras inquietudes. No era difícil imbuirse en la solidaridad y las necesidades que había por mejorar las condiciones de vida de un barrio y unas gentes que les faltaba de todo. Mi barrio fue mi "primera escuela" y de donde aprendí lecciones que no venían en los libros y que no iba a olvidar nunca. Allí tuve los primeros conocimientos sobre la existencia de la OMLE, aunque sólo fuera por las relaciones personales con algunos de sus militantes y/o simpatizantes, pero clave para mi posterior militancia. Antes de cumplir los 16 años empecé a trabajar en una fábrica del textil. La fábrica era de una famosa marca de camisas, "Chivas", que sólo atendía los pedidos que hacían El Corte Inglés y las boutiques más caras del centro de Madrid. No era una fábrica grande, unas 200 chicas en producción y apenas unos 50 empleados más entre oficinas, almacén, etc. Fue mi "segunda escuela" y donde aprendí en la práctica qué era la explotación, la plusvalía y el trabajo sindical. Durante un año pertenecí al Comité de empresa, se acababan de legalizar los sindicatos y se empezó a exigir representación en las empresas con más de 150 trabajadores. Otra compañera y yo nos presentamos por libre, el resto del comité pertenecían a los sindicatos CGT y UGT. En esa etapa aprendí lo que era el compromiso con las compañeras, la disciplina pero, sobre todo, que mantenerse firme en las reivindicaciones (por más elementales que fueran) era lo único que funcionaba ante unos Jefes acostumbrados al "paternalismo" como método de doblegar a una plantilla de trabajadoras muy jóvenes. La batalla entonces no era sólo sindical sino que, por las condiciones de la etapa social y política que estábamos viviendo, también tenía que ser feminista. Hubo que romper muchos prejuicios, empezando por nosotras mismas que no teníamos todavía ninguna formación política. La experiencia de ese año en el Comité de empresa fue, además, decisiva para saber lo que no quería: ningún sindicato o formación legal que conocí en esa etapa, me convencían ni llenaban mis inquietudes sino, más bien, todo lo contrario. Las luchas en las que participé durante ese tiempo por conseguir un convenio más justo, unas mejoras laborales en la fábrica y por romper las relaciones de sumisión que se daban allí a duras penas contribuyó a formarme políticamente ya que, sin ninguna orientación que realmente me diera confianza, la sensación era de encontrarte "sola en una jungla". En 1983-84 tengo los primeros contactos con el Movimiento de solidaridad con los presos políticos del PCE (r) y los GRAPO. Voy a visitar a los/las presos/as políticos y comienzo a tomar conciencia que no estaba "sola en la jungla".
Mi interés por conocer los materiales del Partido se dispara y empiezo a "devorar" cuanta lectura cae en mis manos. Por primera vez me empiezan a encajar todas las piezas de la historia, de mis inquietudes sociopolíticas y, por primera vez, no tengo ninguna duda que las reivindicaciones, el proyecto y el futuro por el que lucha el PCE (r) me convence y es en lo que quiero participar. Sigo trabajando en la fábrica y poniendo en práctica todo lo que voy aprendiendo en los materiales y en las discusiones con militantes del Partido. Pronto me incorporo a un círculo de simpatizantes y poco después a militar a nivel de base en la legalidad. Mi compromiso va aumentando en la medida que mí formación política se va afianzando y en la medida que las necesidades del Partido en la clandestinidad en aquellos momentos necesitaba. El trabajo en la legalidad cada vez es más difícil de realizar sin que fuera controlada por la policía política, el Partido necesitaba militantes en la clandestinidad y cuando se me propone pasar, pese a mi poca experiencia, acepto. Me incorporo a primeros de 1986, en la clandestinidad realizo tareas de propaganda y organización hasta finales de 1994 en el que abandono las tareas partidistas para incorporarme a los GRAPO. Casi un año después, en noviembre de 1995 y tras participar en varias acciones, soy detenida en Barcelona. Soy torturada en comisaría durante 4 días y, al llevarme a la Audiencia Nacional y denunciarlo, se me encarcela con diez días de incomunicación total. Desde entonces, he pasado por las cárceles de Carabanchel, Soto del Real, Fontcalent -donde murió mi compañero y camarada José Ortín en marzo de 2009- y ahora me encuentro en la cárcel de Brieva. Fui condenada a 30 años de prisión por militancia en los GRAPO pero, sobre todo, se me condenó por ser una militante comunista. No me quejo, alguien dijo: "si luchar por un mundo mejor, es ser comunista, yo lo soy"... y lo seguiré siendo hasta que me muera.
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