Néstor Sappietro
http://www.lafogata.org/09arg/arg12/arg.9.12.htm
http://www.lafogata.org/09arg/arg12/arg.9.12.htm
Cuando las manos privadas toman en sus manos cualquier pedacito del Estado, en todos los casos, tienen como único objetivo extraer utilidades, exprimir y exprimir hasta que no quede nada, cueste lo que cueste.
La provincia de Salta conoce bien esta historia. Las manos privadas la vienen saqueando, empobreciendo y alzándose con las ganancias del petróleo, el gas, el agua potable, los teléfonos...
La provincia de Salta conoce bien esta historia. Las manos privadas la vienen saqueando, empobreciendo y alzándose con las ganancias del petróleo, el gas, el agua potable, los teléfonos...
A cambio, la han sembrado de analfabetismo, desocupación y miseria.
El Estado salteño, desde hace algunos años, viene dejando en manos privadas distintas áreas de salud y el resultado, como en todos los casos, promueve las desdichas y empujan al abismo de la impotencia a los hijos del olvido.
Los hospitales son gerenciados por una fundación de origen catalán llamada Santa Tecla, y las denuncias tienen ribetes de escándalo.
"Lo que comen nuestros pacientes no cubre ni la mitad de los requerimientos calóricos y proteicos aconsejados para una nutrición normal", dijeron los profesionales del Hospital Público Materno Infantil de Salta en una carta dirigida a la jefatura del servicio nutricional. Los médicos -en su mayoría pediatras y neonatólogos- reclaman que "se asegure el adecuado y suficiente alimento a través del aumento de las raciones diarias de todos los niños internados".
Hasta ahora, sabíamos que los pibes llegaban desnutridos a los hospitales, pero la información supera todos los colmos: "Los chicos se desnutren en el hospital".
"Chiquitos que ingresaron con patologías renales se han desnutrido debido a la mala alimentación, y esto termina perjudicándoles seriamente la salud".
Una nota que lleva la firma de cincuenta profesionales, sostiene que "es inconcebible que un hospital de esta envergadura no brinde y asegure el derecho básico a una buena alimentación para sus pacientes". Para Cristina Nesrala, presidenta de la Asociación de Profesionales de la Salud de Salta (Apsades), "esta situación gravísima es consecuencia directa del gerenciamiento privado al que está sometido el sistema público".
En junio pasado se informaba que uno de cada tres niños salteños sufría un cuadro de desnutrición.
La doctora Gladys Pernas, jefa del Servicio de Recuperación Nutricional del viejo Hospital de Niños, advirtió en aquel momento que "con el traspaso a manos de la gerenciadora, se va a romper el equipo multidisciplinario que trabaja en el servicio, los chicos van a terminar internados en salas generales y nadie se va a ocupar de recuperarlos nutricionalmente".
La profecía de la doctora parece estar cumpliéndose fatalmente.
El Estado generó un emprendimiento de corte empresarial donde la variable que determina una mayor o menor ganancia es la salud de los pibes.
Los profesionales de la salud han estado reclamando de todas las maneras posibles la revisión y la vuelta atrás de esta política sin encontrar respuesta. En uno de sus análisis de la situación la asociación Apsades afirmaba meses atrás que "el Estado debería evaluar y corregir la orientación de sus políticas sanitarias y priorizar efectivamente las acciones de atención primaria en vez de pagar un canon a los privados para que se hagan cargo del negocio".
Nadie desde las órbitas oficiales acusó recibo de las advertencias.
Cuando la economía de una nación cae en manos privadas uno descubre al despertar que las empresas no vienen a modernizar, a multiplicar fuentes de trabajo, ni a optimizar recursos. Vienen, sencillamente, para hacer dinero y a multiplicar la exclusión. Sobran los ejemplos en la Argentina de los últimos 20 años.
Ahora bien, si lo que entregamos a los gerenciadores es la salud pública, el lugar preciso en donde nuestros chicos hambreados acuden para intentar recuperarse, los efectos se notan mucho más rápido. Las patologías de estos pibes no son un buen negocio. Los gerenciadores, por naturaleza, ajustan hacia abajo para reducir costos y el resultado tiene en estos días forma de titular: "Los chicos se desnutren en el hospital".
Gerenciadores en la salud pública...
Algo así como dejar en manos de Herodes la administración de un jardín de infantes.
El Estado salteño, desde hace algunos años, viene dejando en manos privadas distintas áreas de salud y el resultado, como en todos los casos, promueve las desdichas y empujan al abismo de la impotencia a los hijos del olvido.
Los hospitales son gerenciados por una fundación de origen catalán llamada Santa Tecla, y las denuncias tienen ribetes de escándalo.
"Lo que comen nuestros pacientes no cubre ni la mitad de los requerimientos calóricos y proteicos aconsejados para una nutrición normal", dijeron los profesionales del Hospital Público Materno Infantil de Salta en una carta dirigida a la jefatura del servicio nutricional. Los médicos -en su mayoría pediatras y neonatólogos- reclaman que "se asegure el adecuado y suficiente alimento a través del aumento de las raciones diarias de todos los niños internados".
Hasta ahora, sabíamos que los pibes llegaban desnutridos a los hospitales, pero la información supera todos los colmos: "Los chicos se desnutren en el hospital".
"Chiquitos que ingresaron con patologías renales se han desnutrido debido a la mala alimentación, y esto termina perjudicándoles seriamente la salud".
Una nota que lleva la firma de cincuenta profesionales, sostiene que "es inconcebible que un hospital de esta envergadura no brinde y asegure el derecho básico a una buena alimentación para sus pacientes". Para Cristina Nesrala, presidenta de la Asociación de Profesionales de la Salud de Salta (Apsades), "esta situación gravísima es consecuencia directa del gerenciamiento privado al que está sometido el sistema público".
En junio pasado se informaba que uno de cada tres niños salteños sufría un cuadro de desnutrición.
La doctora Gladys Pernas, jefa del Servicio de Recuperación Nutricional del viejo Hospital de Niños, advirtió en aquel momento que "con el traspaso a manos de la gerenciadora, se va a romper el equipo multidisciplinario que trabaja en el servicio, los chicos van a terminar internados en salas generales y nadie se va a ocupar de recuperarlos nutricionalmente".
La profecía de la doctora parece estar cumpliéndose fatalmente.
El Estado generó un emprendimiento de corte empresarial donde la variable que determina una mayor o menor ganancia es la salud de los pibes.
Los profesionales de la salud han estado reclamando de todas las maneras posibles la revisión y la vuelta atrás de esta política sin encontrar respuesta. En uno de sus análisis de la situación la asociación Apsades afirmaba meses atrás que "el Estado debería evaluar y corregir la orientación de sus políticas sanitarias y priorizar efectivamente las acciones de atención primaria en vez de pagar un canon a los privados para que se hagan cargo del negocio".
Nadie desde las órbitas oficiales acusó recibo de las advertencias.
Cuando la economía de una nación cae en manos privadas uno descubre al despertar que las empresas no vienen a modernizar, a multiplicar fuentes de trabajo, ni a optimizar recursos. Vienen, sencillamente, para hacer dinero y a multiplicar la exclusión. Sobran los ejemplos en la Argentina de los últimos 20 años.
Ahora bien, si lo que entregamos a los gerenciadores es la salud pública, el lugar preciso en donde nuestros chicos hambreados acuden para intentar recuperarse, los efectos se notan mucho más rápido. Las patologías de estos pibes no son un buen negocio. Los gerenciadores, por naturaleza, ajustan hacia abajo para reducir costos y el resultado tiene en estos días forma de titular: "Los chicos se desnutren en el hospital".
Gerenciadores en la salud pública...
Algo así como dejar en manos de Herodes la administración de un jardín de infantes.
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