sábado, 22 de abril de 2017

Las trabajadoras durante el periodo de República, por Manuel Arango Riego.

Foto Manuel Arango.
LAS MUJERES TRABAJADORAS DURANTE EL PERÍODO REPUBLICANO DEL SIGLO XX EN ESPAÑA.

INTRODUCCIÓN.

Hasta la instauración de la II República, la situación de las mujeres trabajadoras en España estaba dominada por la discriminación política, social, laboral, etc; Su status, en esencia, era equivalente al de ciudadanas de segunda categoría. Esta realidad se debía a varios factores: al atraso político y económico de España, a la ausencia de una verdadera revolución burguesa, a la persistencia de determinadas manifestaciones de semifeudalismo en algunos terrenos y al extenso y opresor dominio de la iglesia católica, secular enemiga de los derechos de las mujeres trabajadoras. A todo ello hay que unirle el insuficiente desarrollo del movimiento obrero y popular y del propio movimiento de lucha de las mujeres por sus derechos específicos.
Lo cierto fue que hasta el 14 de Abril de 1931 (fecha de instauración de la II República Española), el movimiento reivindicativo de los derechos de las mujeres, apenas había acumulado más episodios que los realizados en torno a María Pineda, Clara Campoamor, la escuela moderna, los intentos por crear asociaciones sufragistas (el derecho a votar por parte de las mujeres) y las reivindicaciones de los partidos y sindicatos obreros. Pero fue a partir del período que se abre con la instauración de la II República hasta el final de la Guerra Civil en 1939, cuando las mujeres trabajadoras logran un elevado número de derechos, muy superiores a los que disponían las mujeres de las clases populares de Europa Occidental por aquel tiempo. Sin embargo, la implantación de los derechos de las mujeres trabajadoras durante el período republicano no tuvo una trayectoria uniforme. La verdadera conquista e implantación de esos derechos comenzó a partir del 16 de Febrero del 1936 con el triunfo electoral del FRENTE POPULAR. “La mujer trabajadora -señalaba Dolores Ibarruri- desde que el Frente Popular llega al poder y durante la Guerra Civil, se incorpora en pie de igualdad con el hombre a la vida política, laboral y social; y bien se puede decir que nunca la mujer trabajadora en España fue más libre que cuando con un fusil en la mano pudo defender no sólo sus derechos, sino también los derechos de las clases populares y la existencia de la República de los trabajadores”. (1)

Cartel del PCE de voto al FP. (una mujer se desprende de curas, beatería, dueños y se dirige con su voto a las masas)
DOS REPÚBLICAS DIFERENTES: DOS PROCESOS DISTINTOS EN LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER TRABAJADORA.

Una gran mayoría de la historiografía que trata de la situación de la mujer trabajadora durante el período 1931-1939, así como los reformistas de toda procedencia, vienen alterando la realidad sobre los derechos que tuvieron las propias mujeres trabajadoras durante aquel período. Y para ello parten de alterar la propia realidad histórica, situando en el mismo nivel y características a la república democrática y popular desarrollada a partir del resultado de las elecciones generales de Febrero de 1936, que a la denominada II República, surgida en 1931 después del desalojo del poder del Rey Borbónico Alfonso XIII. No se puede poner en duda la realidad histórica mediante la cual el período republicano (1931-1939) que existió en España se divide en dos etapas claramente diferenciadas, cuya línea divisoria se establece con el triunfo del Frente Popular en las elecciones generales del Febrero de 1936. La República surgida a partir de Abril de 1931 fue una República burguesa reaccionaria, en la cual los principales resortes del poder político y económico seguían en manos de la vieja oligarquía financiera-industrial y terrateniente, coaligada estrechamente con poderes fácticos tan poderosos como la iglesia católica y el ejército. Durante el período en el que predominio aquel tipo de República (Hasta los acontecimientos desencadenados después de las elecciones generales del 1936), no se abordaron ninguno de los graves problemas de las clases populares, mientras la represión de todo tipo desplegada por el ejército, la Guardia Civil y los grupos falangistas campaban a sus anchas; por su parte, el extenso y ramificado aparato de la iglesia católica no sólo conservaba todo su poder, sino que lo ampliaba continuamente. El período de la II República hasta Febrero de 1936 fue un tiempo de frustración para las clases populares, conducido por una miseria galopante y una represión desenfrenada, mientras el atraso económico seguía su curso, atenazado por un débil desarrollo industrial y un obsoleto sistema de producción agraria. Sobre la realidad de aquel primer período republicano, el texto Aproximación a la historia del PCE” (una de las recientes obras del movimiento político revolucionario de España), señalaba: “La decepción de los trabajadores ante la labor contrarevolucionaria de los gobiernos republicano-socialistas, los numerosos asesinatos que bajo su mandato estaban cometiendo las fuerzas represivas, el incremento del paro, del hambre y la miseria, empujaban a los obreros, jornaleros y campesinos pobres a la lucha por "el pan, la tierra y la libertad". En fábricas, minas y tajos agrarios se multiplican los despidos por motivos políticos o económicos. Fueron cerradas las "casas del pueblo" de manera masiva. Sólo en el conocido como "bienio negro" fueron asesinados 3.000 trabajadores, 5.000 fueron heridos y 30.000 fueron encarcelados. Fueron incautadas las "cajas de resistencia", anulados los derechos de asociación, huelga y manifestación. Se suspendió el estatuto de autonomía de Cataluña” (2).
Por lo contrario, con el triunfo de las fuerzas antifascistas y progresistas el 16 de Febrero de 1936, se daba inicio al predominio del poder popular en España, comenzaba otro tipo de República. La cual al estar sustentada en los trabajadores y en sus organizaciones dirigentes se transformaba en una República democrática de nuevo tipo, base de partida para la configuración de una República Popular. De ahí que en la obra anteriormente citada se sostenga: “El triunfo del Frente Popular cambió esencialmente el carácter de la República, la cual a partir de entonces se va a ir transformando en una República Popular sin igual en la Europa de aquel entonces” (3).
La oligarquía fue desalojada del poder político y económico y se consumó su expropiación, así como la de otros sectores burgueses reaccionarios. Se derogaron todas las leyes represivas y de funcionamiento de la explotación. Se disolvieron los cuerpos represivos, mientras se creaban las milicias armadas del pueblo y se conformó a su vez el nuevo ejército regular. Se estableció la laicidad del estado, al tiempo se expropiaron las propiedades y el patrimonio de la iglesia católica. Medidas como éstas, junto a otras, sólo se habían dado en uno u otro grado en la comuna revolucionaria de París en el siglo XIX y a partir del triunfo de la revolución de octubre en 1917 en la Unión Soviética. A modo de conclusión, se puede sostener que la imposible semejanza entre ambos períodos republicanos en España se comprueba, en suma, mostrando una verdadera realidad mediante la cual fueron, precisamente, las clases burguesas reaccionarias, los aparatos de dominación del viejo estado y los poderes fácticos, que detentaban el poder fundamental de la República reaccionaria, los que se alzaron en armas contra la joven República democrática y popular. De tal manera que aquel tipo de República reaccionaria, dominada por oligarcas, generales y obispos y articulada por las formas de actuación fascistas, fue la que consumó la destrucción del primer estado republicano popular existente en España. Sólo teniendo en cuenta este marco histórico, dividido por dos repúblicas de carácter diferente, se puede comprender y asimilar que los derechos logrados por las mujeres trabajadoras fueran tan escasos durante la República reaccionaria, en contraposición a la plenitud de derechos que las mujeres trabajadoras alcanzaron durante la República Popular.

Foto. Mujeres en la República, puño en alto.
LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER TRABAJADORA Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO.

Hasta el triunfo del Frente Popular, las mujeres habían logrado en 1933 el derecho a votar; este hecho no fue una concesión voluntaria del régimen republicano, sino una conquista lograda mediante un movimiento de lucha de las masas obreras y populares; unido a esta conquista y hasta Febrero de 1936 sólo se pueden contabilizar los tímidos intentos legislativos en proceso de concretarse sobre el derecho al divorcio, sobre el sistema educativo y la tercera edad en relación a las mujeres. La realidad de aquel primer período republicano, dominado por la reacción y el oscurantismo religioso y cultural, indica claramente que se estaba de lejos de acabar con la discriminación y sojuzgación de las mujeres en el campo político, laboral y social; mientras tanto, las mujeres eran perseguidas y encarceladas por luchar por sus derechos específicos; al mismo tiempo, la iglesia católica no cesaba desde sus púlpitos de arengar a las fuerzas reaccionarias a perseguir todo intento de las mujeres de organizarse por sus derechos. Pero esta situación comenzó a cambiar cuando en los escasos meses que separaron el 16 de Febrero de 1936 de la sublevación militar fascista del mes de Julio, las mujeres trabajadoras pudieron comprobar que habían avanzado hacia la ciudadanía de pleno derecho bastante más que en todos los años de dominio de la República reaccionaria. Esta nueva situación se había iniciado el 17 de Febrero, el día siguiente del triunfo electoral del Frente Popular, cuando los presos políticos, entre los que se encontraban centenares de mujeres, fueron liberados. Se había puesto en marcha la revolución popular, que al mismo tiempo que tendría que liberar a las clases trabajadoras de la explotación y de la opresión fascista, tenía también que emancipar a las mujeres de las clases populares. Por aquellas fechas, los colectivos de mujeres pertenecientes a las juventudes comunistas y socialistas, que integraban las JSU, manifestaron: “Sólo con la revolución, y no de ninguna otra forma, podrán las mujeres trabajadoras alcanzar la plenitud de sus derechos y liberarse definitivamente de las cadenas de la sojuzgación y la discriminación que las oprimen durante siglos” (4).
Debido a los derechos paulatinamente adquiridos por las mujeres trabajadoras durante el período de la nueva República, estas adquieren, por primera vez en su historia, un status de ciudadanía igual al del hombre en derechos y en deberes. Con esta nueva situación favorable a la mujer trabajadora, que había avanzados especialmente durante el período de la Guerra Civil, “La incorporación activa de la mujer trabajadora a la vida política, social y económica fue todo un cambio revolucionario, por cuanto suponía una ruptura radical con los prejuicios y hábitos ancestrales de relegación y sojuzgación de la mujer” (5).
En un recorrido panorámico en relación a los cambios inéditos, verdaderamente revolucionarios, que experimentó la vida de las mujeres trabajadoras se pueden exponer los siguientes: La incorporación de las mujeres de las clases populares a los sectores industriales y mineros de los cuales antes estaban excluidas; lo mismo sucedió con su incorporación al sector del comercio y los transportes, mientras en el medio rural, debido al reparto de tierras, por las expropiaciones de los latifundistas y de las propiedades de la iglesia católica, numerosas mujeres organizaban la producción y fomentaban el cooperativismo popular. En cuanto al sistema salarial se puso término a toda discriminación sobre la mujer trabajadora. El nuevo sistema educativo establecía la gratuidad del estudio y el acceso a todos los niveles de la cultura para la mujer trabajadora, antes excluida en gran masa hasta para la cultura más elemental; al mismo tiempo proliferaban los centros de formación profesional para las mujeres, los servicios especiales para la maternidad y el cuidado de los niños. A los nuevos aparatos de funcionamiento del nuevo estado que estaba formándose, llegaron innumerables mujeres, que compartían las diversas responsabilidades con los hombres. Durante la Guerra Civil, las mujeres trabajadoras participaron tanto en la producción de pertrechos militares, como en las milicias y en el propio ejército regular, donde realizaban tareas de logística y propaganda, a la vez que participaron a través de unidades especiales en los combates directos contra las tropas fascistas, tanto para defender posiciones como para conquistar otras. Hay que destacar también la notable afluencia de las mujeres pertenecientes a las clases populares, a los sindicatos y a los partidos obreros y revolucionarios, especialmente se produjo una elevada incorporación a las filas del PCE. Igualmente, las mujeres trabajadoras y numerosas mujeres provenientes de la intelectualidad antifascista formaron diversas asociaciones de mujeres. Durante aquel período, en medio de las escuela de la lucha de clases más encarnizada y de la Guerra Civil, se había estado forjando la mujer nueva: combatiente y revolucionaria de vanguardia en defensa de una nueva sociedad; libre de explotadores y opresores y donde la completa emancipación de las mujeres era uno de los principios fundamentales.

Cartel "Votad al FP Amnistía". (una mujer con su niña vota mirando a un preso a través de rejas)
Notas:
(1) De “Guerra y revolución en España. 1936-1939”, Dolores Ibarruri. Editorial Progreso, URSS.
(2) De “Aproximación a la historia del PCE”, Franciso Javier Martín Eizaguirre. Ediciones Templando el acero, Navarra, 2012.
(3) Ibidem.
(4) Del archivo histórico del PCE.
(5) De “Aproximación a la historia del PCE”, citado.

MANUEL ARANGO RIEGO
(Junio, 2016)

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